NIEVES, DESAFIANDO LAS CALLES.

NIEVES, DESAFIANDO LAS CALLES.

José Trinidad

14/03/2017

En un pueblo Triqui, Xochixtlán, vivía Nieves López de Jesús, quien era madre de tres hijos: Anastasia de 4 años, Crescencia de 2 años y Manuel de 1 año. Ella, era una de varias esposas de un líder muy astuto, Don Sixto, el único letrado del pueblo; un déspota, extorsionador que cobraba a cambio de sus servicios a la gente. Donde la mayoría no sabía leer ni escribir sino sólo hablaban su lengua nativa.

Nieves, era maltratada y víctima de un machismo predominante de la época. Huyó de su esposo. Optó por regresar a la casa de su padre, Don Francisco, no la recibió, se vio obligada a dormir en las calles, varios días. Sus hijos no sobrevivieron tanto tiempo. Decidió acudir a escondidas con su madre, Doña María. Le contó a ella todas sus desgracias.

Batallaba todos los días para alimentar a sus tres hijos. Siempre se paraba de madrugada a quebrar nixtamal en un rústico metate de piedra boluda a la luz de varios ocotes, que encendían como candelabros para iluminarse. La familia ya había crecido sumando otros 5 hermanos menores a cargo: Francisco, Celestina, Margarita, Isnarda y Sara.

Tras un año, durante su estancia con su madre. Doña María, empezó a deprimirse, cayó en el alcoholismo. Nieves se convirtió en la responsable de sus hermanos y se ganó mucho aprecio de su padre. Como la primogénita de la familia, ahora sus tareas se multiplicaron: hacer tortillas y la comida; pastorear a los animales mientras sus hermanos tenían que ir a la escuela. Su padre nunca la dejó asistir al estudio. No tenía vida social, dos veces salió en compañía de su padre a la ciudad de Tlaxiaco a pie. Lo que recuerda haber gravado es el nombre de «Tlaxiaco…Oaxaca». Lloraba de impotencia por no dominar el español.

Don Sixto, tenía una prima en México, Doña Estolia. Llegaba cada año a visitar a sus familiares. En una ocasión, durante su estancia en Xochixtlán, acudió con ella para negociar un plan deliberado contra Nieves, ante su resistencia de regresar con él.

Cierto tiempo, hubo una hambruna mortal, las siembras ya no resultaban. No había lluvia permanente, las plagas de langostas atacaban todos los sembradíos de maíz. La gente ya no tenía dinero. Con Nieves, no había granos tampoco. Su padre emigraba en otras regiones a buscar la vida, en ocasiones le pagaban con plátanos o espigas tiernas, en vez de dinero. Su familia tenía que compartir un cuarto de tortilla hecha con masa de espiga de milpa y plátano. Vendieron todos sus animales para subsistir.

Justo en esa calamidad, una mañana, llega Doña Estolia de México a Visitar a Nieves, ella estaba moliendo aún. Sus hijos sollozaban, no habían ingerido comida aún. Estolia, llevaba consigo una bolsa de pan y les ofreció. Desayunaron juntos. Doña Estolia, se cercioró de las carencias. Ante ello sugirió: _ ¿Sabes Nieves?: “Estás perdiendo mucho tiempo aquí sufriendo con tus hijos. Te cuento que allá en México no hace falta de comer ni dónde trabajar, sino hay de todo en abundancia. Si fueras allá, seguro no estarías sufriendo en este infierno. Yo te puedo llevar, sólo consigue para el pasaje”.

Nieves quedó impresionada por un rato, emprendió el viaje a escondidas con Doña Estolia a la ciudad de México. Llevó consigo a sus 3 hijos.

Bajados todos los pasajeros, se bajó Doña Estolia, dirigiéndose hacia una calle baldía, condujo a Nieves y sus hijos a la deriva. Nieves le pregunta: _ ¿Dónde vamos Doña Estolia? _Por aquí pasan los carros. Espérame aquí voy a buscar el carro y vuelvo pronto, contestó. Pasaron las horas, se hizo de noche y Doña Estolia nunca apareció. Ella había cumplido la encomienda de Don Sixto.

Los hijos de Nieves comenzaron a llorar al caer la noche. Tuvieron hambre y sed. Ella tenía poco dinero de su ahorro. No sabía para dónde ir, caminó varios kilómetros por rumbo desconocido. Estaba perdida en las calles. No se contuvo más, sus lágrimas escurrieron a chorros. No podía expresar ni siquiera para pedir de comer. Seguía llorando buscando el nombre de “Estolia”. La gente la miraba con lástima, le preguntaban de dónde era, cómo se llamaba. La cuestionaban. Nieves no podía contestar. Los desconocidos no la podían ayudar. Siguió caminando hasta agotarse, sus pies se llenaron de ampollas, iba descalza. No encontraba fin de las calles sólo iba entrometiéndose más y más en el gran laberinto de la ciudad de México.

Habían noches donde dormía en la calle en algún rincón y a veces debajo de un árbol. Cuando ya no tuvo más solución, acudió al basurero para recoger del desperdicio algo para sus hijos.

La gente le cuestionaba pero no podía responder, sólo movía la cabeza negando, no entendía el lenguaje de aquellas personas.

Nieves llevaba días sin bañarse ni cambiarse de ropa. Ella se imaginó vivir en los sueños malditos de Estolia. Se convenció de estar en el paraíso de la abundancia donde no faltaba nada de comer. Su destino ahora perecía conducirse en el mismo infierno. Resentida, derramando lágrimas de arrepentimiento en la calles.

Tras 3 meses resistiéndose en la deriva, casualmente encontró un terminal de autobuses, empezó a rondar como si buscase algún familiar… lloró con sus hijos por última vez. De pronto, alguien le preguntó, de dónde era, al fin expresó: “Tlaxiaco…Oaxaca”. Y un señor de barba larga dijo: Yo voy allá, te llevaré. Logró regresar a Tlaxiaco. El señor de barba larga pago su regreso con sus hijos. Él era Dios.

Nieves vió a Don Julio en la calle, su padrino, corrió a su encuentro. Le contó su historia amarga. Su padrino le ofreció una copa de aguardiente, se tomó hasta perderse los sentidos. Sus hijos alegrándose, comieron unos panes…Nieves, regresó, no se murió, desafió las calles.

Lo hijos de Nieves viven actualmente en Estados Unidos de América. Ella vive aún, en La Laguna. Jamás aprendió a leer ni a escribir. Si se hubiera muerta. Yo jamás iba a Existir…

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