CAPERUCITA ROJA

CAPERUCITA ROJA

Self

18/01/2019

Adaptación del cuento de Charles Perrault

Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capita roja con capucha que su abuela le había cosido para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Caperucita vivía con sus padres en una casita cerca del bosque. Un día, la mamá de Caperucita le dijo:

– Hijita, tu abuelita está enferma. He preparado una canastita con pan recién horneado para que se la lleves ¡Ya verás qué contenta se pone!

– ¡Esta bien, mamá! Yo también tengo muchas ganas de ir a visitarla – dijo Caperucita saltando de alegría.

Cuando Caperucita se disponía a salir de casa, su mamá, con gesto un poco serio, le hizo una advertencia:

– Ten mucho cuidado; No te entretengas con nada y no hables con extraños. Sabes que en el bosque vive el lobo y es muy peligroso. Si ves que aparece, sigue tu camino sin detenerte.

– No te preocupes, mamita – dijo la caperucita – Tendré en cuenta todo lo que me dices.

– Está bien – contestó la mamá, confiada – Dame un besito y no tardes en regresar.

– Así lo haré, mamá – afirmó de nuevo Caperucita haciendo un gesto con su manito mientras se alejaba.

Cuando llegó al bosque, la caperucita empezó a distraerse jugando con las mariposas, contemplando los pajaritos y recogiendo flores. No se dio cuenta de que alguien la observaba detrás de un viejo y frondoso árbol. De repente, oyó una voz dulce y cautivadora.

– ¿A dónde vas, Caperucita?

La niña, dando un salto, gira la mirada y vio a un enorme lobo.

– Voy a casa de mi abuelita, al otro lado del bosque. Está enferma y le llevo panes recién horneados y muchas flores para alegrarle el día.

– ¡Oh, grandioso! – dijo el astuto lobo – Yo también vivo por allí. Te echo una carrera a ver quién llega antes. Cada uno iremos por un camino diferente ¿te parece bien?

Caperucita pensó que era una idea divertida y asintió con la cabeza. No sabía que el lobo había elegido el camino más corto para llegar primero a su destino. Cuando el animal llegó a casa de la abuela, llamó a la puerta.

– ¿Quién es? – gritó la abuelita.

– Soy yo, abuelita, tu querida nieta Caperucita. Ábreme la puerta – dijo el lobo imitando la voz de la niña.

– Pasa, hijita. La puerta está abierta – contestó la abuelita.

El malvado lobo entró en la casa y sin pensárselo dos veces, saltó sobre la cama y se comió a la abuelita. Después, se puso el camisón y la gorrita de dormir de la abuelita y se metió entre las sábanas esperando a que llegara caperucita. Al rato, se oyeron unos golpes.

– ¿Quién llama? – dijo el lobo forzando la voz como si fuera la abuelita.

– Soy yo, Caperucita. Vengo a traerte pan recién horneado y muchas flores.

– Pasa, querida, estoy deseando abrazarte – dijo el lobo malvado relamiéndose.

La habitación estaba oscura. Cuando se acercó a la cama, a Caperucita le pareció que su abuela estaba muy cambiada. Extrañada, le dijo:

– Abuelita, abuelita ¡qué ojos tan grandes tienes!

– Son para verte mejor, – contestó el lobo, suavizando la voz.

– Abuelita, abuelita ¡qué orejas tan grandes tienes!

– Son para oírte mejor, querida.

– Pero… abuelita, abuelita ¡qué boca tan grande tienes!

– ¡Es para comerte mejor! – gritó el lobo dando un enorme salto y comiéndose a caperucita de un bocado.

Con la barriga llena después de tanta comida, al lobo le entró sueño. Salió de la casa, se tumbó a la orilla del río y cayó profundamente dormido. El fuerte sonido de sus ronquidos llamó la atención de un cazador que pasaba por allí. El hombre se acercó y vio que el animal tenía la panza muy hinchada, demasiado para ser un lobo. Sospechando que pasaba algo extraño, cogió un cuchillo y le abrió la barriga ¡Se llevó una gran sorpresa cuando vio que de ella salieron sanas y salvas la abuelita y caperucita!

Después de liberarlas, el cazador puso piedras en la barriga del lobo y luego lo cosió y se escondieron detrás de un árbol esperaron un rato a que el animal se despertara. Cuando por fin abrió los ojos, sentía el estomago hinchado se asomo a la orilla del río para tomar agua y con el peso de su barriga se resbalo con dirección al río, en eso salieron del escondite para ver lo que le pasaba al malvado lobo enfurecidos empezaron a gritar:

– ¡Lárgate, lobo malvado! ¡No te queremos en este bosque!

El lobo, desesperado empezó a nadar, el río se lo llevo.

Caperucita y su abuelita, se abrazaron. El susto había pasado y la niña había aprendido una importante lección: nunca más desobedecer a su mamá ni confiaria en extraños.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS