No son las cosas,
son ventanas sin marcos
que dan al patio trasero de Madre Locura,
Madre Locura que no entiende y que aún no ve
las desnudas piernas que se han vuelto
viejas columnas cubiertas de efímeras raíces retorcidas.
(La Madre Locura se dio media vuelta.)
Las miradas giran para no conocer
estos cuerpos quebrados y luminosos.
El último juego se disputa sobre el sexo predilecto,
que Madre Locura ha guardado hasta el minuto final
debajo de sus párpados.
(La Madre Locura se dio media vuelta.)
Aquí no hay Zócalo,
de aquí Madre Locura se largó
dejándonos este par de manos
que no sabemos maniobrar sobre el oleaje
de esta ciudad que me insiste entregar los últimos orgasmos
que no sé para qué estoy guardando.
¡Madre Locura!, ¡Madre Locura!, ¡Madre Locura!,
yo no soy aquél mentiroso que mata mariposas con bombas de Napalm.
¡No miento, éstas también son mis tripas!
OPINIONES Y COMENTARIOS