Las crónicas de Necros
Wilson Antonio Castañeda Morales
“El Abuelo”
Dedicado a Javier Alejandro Román Meneces, quien me enseñó que a los demonio se les enfrenta de frente y con la cara en alto. QEPD.
Prólogo
El cura Rubén y el padre Santiago se encontraban en la capilla de San Clodoveo en donde, tanto el viejo sacerdote como su fiel amigo vivían desde hace mucho tiempo. La gente creía que habían vivido ahí desde que se reinstauró la iglesia, pues nadie sabía en qué momento habían llegado hasta ahí, a pesar de eso eran queridos por todo el pueblo. Nunca salían de aquel edificio, en primer lugar porque no les gustaba y en segundo porque siempre tenían algo que hacer ahí dentro. En esta ocasión, el padre Santiago preparaba los sacramentos mientras el cura Rubén barría y limpiaba las bancas, era lo que más hacía todo el tiempo, cuando no barría y limpiaba las bancas, solía pasar tiempo en el jardín, en especial tratando los girasoles, pues eran las flores preferidas del padre Santiago.
Rubén se encontraba barriendo el suelo de la iglesia. Siempre lo hacía, aunque casi nunca había nada que barrer, silbaba un corillo mientras pasaba la escoba de un lado a otro por toda la iglesia. De pronto una duda invadió al gordo cura. Se tomaba la barbilla mientras pensaba, entonces por fin se decidió a preguntar. – ¿Y usted cree en los ángeles Padre? – Le preguntó el cura Rubén al Padre Santiago mientras dejaba lo que estaba haciendo.
Santiago lo vio con una mirada un tanto consternada. – Efectivamente hijo.- Respondió el padre dejando la copa de oro que tenía en las manos y dirigiéndose al cura. Al anciano padre le costaba ya caminar, era toda una odisea para el bajar por las gradas que dirigían desde el púlpito hacia las bancas.
– ¿Y en los demonios? – Volvió a preguntar el cura viendo como el padre terminaba de bajar y se incorporaba hacia donde este se encontraba.
De pronto hubo un silencio absoluto en la iglesia. – Pues veras. – Dijo el padre. Este se entristeció al pensar en la respuesta que debía darle al cura mientras escuchaba el eco de su propia voz retumbar en todo el viejo y enorme edificio. – Me gustaría decirte que no, – Abrió los ojos dirigiendo su mirada a Rubén. – Pero en este mundo todo debe tener su contra parte, si existe la luz, existe la oscuridad, si existe el bien, entonces existe el mal. – Esperó un momento para ver la reacción del cura.
– Entonces su respuesta es “si”. – Afirmó el cura, sentándose en la banca que limpiaba.
– Me temo que sí. – Dijo El padre Santiago quien movía la escoba para acercarse y se dirigía hacia el cura, sin tomar asiento, claro. – Verás, mucho antes de la creación se dio un concilio en el reino celestial, en el cual se decidiría el destino de la tierra y de todos los hijos de Dios destinados a venir a ella. Muchos presentaros planes distintos, todos muy buenos, excepto uno. –
– El de Lucifer. – Se adelantó el cura.
– Así es. – Dijo el padre. – Como ya sabes, él quería el trono de Dios. – movía sus manos tratando de explicar de forma sencilla aquello tan difícil de explicar. – Entonces inició una gran guerra para conseguirlo, llevándose consigo a un porcentaje de todos cuantos estábamos allá arriba. – Se sentó el Padre. – Entonces a todos ellos, los hijos de perdición, nosotros les llamamos demonios.-
– Ya entiendo… – Dijo el cura. De pronto las luces parpadearon, la iglesia tembló. – ¿Qué está pasando? – Preguntó un poco asustado.
Un pedazo de pergamino quemado cayó del cielo directo a las manos del padre Santiago, el fuego se fue apagando conforme este caía. Él lo tomó, este tenía algo escrito, con letra legible, entonces el anciano leyó su contenido. – Me temo que tenemos problemas. – Dijo alzando su vista hacia el cura.
– ¿De qué habla? – Le preguntó Rubén al ver la preocupación en el rostro de Santiago.
El padre Santiago lo vio, bajando el trozo de pergamino que tenía en la mano. – Se trata de…. – Dijo. Rubén lo interrumpió con la mirada. – Aunque me temo que esta vez no podamos contar más con él. – Dijo con un tono de tristeza.
Rubén soltó la escoba que tenía en la mano, se podía notar tristeza en su mirada. Al parecer no quedaba mucho por hacer.
Capítulo 1
Javier Torreviarte era un poderoso hombre de negocios, era el hombre más rico de la ciudad. Siempre vestía trajes de cash meré, por lo regular color azul, zapatos de charol, siempre brillantes, un reloj enorme en su mano izquierda, siempre trataba de verse muy elegante. Vivía en una mansión junto a su esposa y su pequeña hija, a quien por cierto, el adoraba. Era una casa enorme, de color blanco y tejado azul, acabados azules, ventanas de marcos de madera, puertas inmensas, pintadas de blanco, al centro de la casa un gran candelabro de oro, del lado izquierdo de la entrada, el comedor y al derecho la sala de estar, al fondo dos escaleras que conducían al segundo nivel, y entre estas dos, justo al fondo estaba el estudio, en donde Javier pasaba el tiempo en especial cuando se trataba de negocios.
Esa tarde se encontraba en el estudio de su casa, en el cual solía pasar mucho tiempo, excepto claro cuando tenía algún negocio importante, el cual debía atender fuera, o cuando se trataba de pasar tiempo con su hija, la pequeña Tatiana, le gustaba salir a pasear con ella, jugar con ella a las muñecas, al doctor, pero su juego preferido eran las escondidas.
Javier se encontraba leyendo el periódico cuando fue interrumpido. – Papi, no me siento bien. – Decía Tatiana, entrando al estudio de su padre con las manos sosteniendo su estómago. – Creo que voy a… – La niña comenzó a vomitar.
Javier interrumpió lo que hacía, coloco los papeles que leía sobre el escritorio y dirigió la mirada hacia la niña de ocho años quien vomitaba frente a su escritorio sobre su vestido color rosa. – ¡Brenda! – Grito llamando a la niñera quien se apresuró a entrar al despacho. – Mi amor, ¿Te encuentras bien?, ¿Qué tienes?, ¿Qué sientes? – Decía con cara de preocupación mientras se acomodaba el saco color azul que llevaba puesto y se acercaba a la niña, este trataba de que el vómito no tocara los rulos castaños de la pequeña Tatiana. Entonces Javier notó que el vómito de la niña no era normal, tenía un color verdoso, como moho.
De pronto entra una joven morena y gorda, con un vestido negro y un delantal blanco al despacho. – ¿Si señor? ¿En qué… – Sin terminar la frase contempló a la niña frente a ella y al charco de vómito bajo a los pies de Tatiana. Se llevaba las manos a las mejillas en señal de asombro. – Niña Tatiana, venga conmigo. – Le dijo mientras la tomaba del brazo, apresurada por sacar a la niña.
Javier intentaba no pisar el vómito de la niña. – Sácala de aquí. – le dijo Javier. – Encárgate de ella y por favor que nada malo le suceda a mi hija. – Si algo le importaba a Javier más que cualquier otra cosa en el mundo, incluso más que sus negocios y toda su fortuna, era su hija y no permitiría que nada malo le sucediera. – Llévala a su habitación y llama al médico, ¡Pero de prisa! –
– Sí señor. – Le respondió Brenda tomando a Tatiana por los brazos, la piel de la niña se sentía fría y escamosa, además de que ella estaba pálida. – Señor, la niña está hecha un hielo. – Le dijo sin voltear a verle, contemplaba el color pálido en la piel de la pequeña, a la mujer se le podía notar asustada, pero Javier hizo caso omiso a esta.
– Entonces llama al médico, ¿Qué no lo he dicho antes? – Dijo Javier – ¡Apresúrate mujer! – Javier se cruzó de brazos mientras veía a Brenda salir del estudio. Caminaba de un lado a otro preocupado por su hija. – ¡Y que alguien venga a limpiar todo este vomito! – Gritó al tiempo que la niñera cerraba la puerta del despacho.
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Brenda intentaba andar por las escaleras y el largo pasillo con la niña, se sentía muy pesada para tener apenas ocho años, nunca antes le había sucedido esto, pues siempre había podido cargar a la niña con toda facilidad. Además la falda no le permitía moverse con libertad. Como pudo la llevó hasta la habitación de la pequeña Tatiana y la arropó en su cama. Quitándose el sudor de la frente tomó el teléfono, movía las piernas como gelatinas. – Cual era… – Sacudía la mano de arriba hacia abajo muy a prisa, como intentando recordar algo. – No, ese no es, Tal vez… – Marcó un número muy insegura, casi al azar, esperando una respuesta al teléfono…
– Aló. – Dijo una voz joven y varonil.
– ¡Doctor! – Grito ella. – Apresúrese, La niña… Está muy mal… no se… O… ¡Usted solo venga! – Corto de pronto la llamada mientras corría a la habitación de la niña. Un escalofrío inusual recorría el cuerpo de la niñera. Sentía que alguien la observaba. – Creo que mejor me voy de aquí. – Dijo en voz alta. De pronto unos ojos la observaban desde el fondo, al sentir la mirada, se persignó. – Es cosa tuya, nada de esto pasa. – Dejó de engañarse y corrió fuera de ahí.
El doctor separó el teléfono de la oreja y lo vio. No entendía de que se trataba esa llamada, pero sabía que debía acudir al llamado. Entonces salió de la clínica y corrió a casa de los Torreviarte. – Ya vuelvo. – Dijo a su secretaria al salir de la clínica.
Capítulo 2
El timbre de la casa sonó y Brenda se apresuró a abrir la puerta, corría muy a prisa intentando alcanzar la puerta, aunque la falda ajustada le impedía mover las piernas y casi hacía que se callera y rodara por la escalera. Al abrir la puerta se encontraba un joven de bata blanca, muy apuesto, con un reloj de plata en la muñeca izquierda, en la derecha un maletín negro, típico de los doctores. Cabello negro, bien recortado.
– Doctor, que bueno verle, – Le dijo Brenda feliz al ver por fin al médico frente a ella. La espera para la pobre mujer había sido eterna, a pesar que el doctor no tardó más de media hora en llegar, pero la pobre mujer sufría muy angustiada por la pequeña Tatiana. – Venga por favor, apresúrese, la niña cada vez está peor. – Sacudía los brazos en el aire. Cerró la puerta y se adelantó al médico por las escaleras, le llevo hasta la habitación de la niña. – ¡Pero apresúrese doctor! – Le gritaba. El doctor corría tras ella tan rápido como podía.
Al llegar arriba, casi corriendo, llegaron a la habitación de la pequeña. El cuarto estaba frio, oscuro, y la niña tirada en la cama. Se quejaba de dolor. – ¡Papi! ¿Dónde estás? – Gritaba y lloraba Tatiana. Apenas se miraba su cabeza entre las sabanas y la oscuridad del cuarto. Tenía muy mal semblante, estaba muy pálida y su piel estaba seca y escamosa.
– No encienda la luz. – Dijo Ricardo, el médico, a la niñera mientras entraba a la habitación de la niña. – A ver Tati, soy yo, el doctor, déjame verte. – Le dijo a la niña a quien se acercaba para inspeccionarla.
– Hola doctor. – Dijo la niña con su voz dulce. – Me duele, mucho… – Decía la niña entre quejidos. – Ayúdeme por favor. – Dijo una voz profunda y masculina, muy terrorífica y rasposa.
El doctor se asustó y salto hacia atrás, sus ojos se abrieron como dos huevos duros. – Tu… ¿Qué…? Tus ojos… – Unos ojos negros y profundos le miraban. La cara de la niña estaba desfigurada, su cabello desarreglado, no se parecía en nada a la dulce Tatiana de 8 años, de mirada angelical que ellos conocían. Tenía una sonrisa tenebrosa en su rostro y los veía a ambos al mismo tiempo.
– Do… Doctor… – Dijo Brenda asustada – ¿Qué… Que está pasando? – Pregunto mientras caminaba hasta colocarse a espaldas del doctor, la mujer estaba muy asustada y temblaba, apoyaba las manos en los hombros del doctor y subía y bajaba la cabeza para ver a la niña y luego esconderse de ella.
La niña se reía con esa voz grave, sabía que tenía el control de la situación. El demonio fijó su mirada en el doctor. – Tienes miedo, ¿No Ricardo? – El doctor la veía asustado. – No pongas esa cara. Yo te conozco. Sé quién eres… – Hizo una pequeña pausa. – Doctor. ¡Ja ja ja! – Se burló el demonio. Volvió la mirada a Ricardo. – Se bien que engañas a tu esposa, con tu secretaria. Pero no te asombres, prometo no decirle nada. – Volvió a reír, el doctor la veía espantado. – ¿Qué pasa? yo sé todo de ustedes, de todos los que viven en esta casa, y todos los que la habitan, de todos los que entran y salen de ella, conozco sus vidas, se todo sobre ustedes. – Se burló de ellos.
– ¡Cállate! ¿Quién eres y que le hiciste a Tatiana? – Ricardo estaba asustado, confundido y enfadado a la vez, una reacción típica, después de lo que aquel ente le había dicho. El doctor estaba furioso.
– ¿No me reconoce doctor? – Dijo nuevamente con la voz de la niña. – Venga por favor, no me siento bien, tengo frio… y… me duele… – La niña colocaba sus manos en el estómago. Ricardo nuevamente conmovido, después de escuchar a la niña pedir su ayuda, con su tierna voz, se volvió a acercar. – ¡Pero apresúrate Ricardo! – Volvió a decir el demonio con su voz tenebrosa y rasposa. Se reía con esa voz escalofriante, hizo que a Ricardo se le pusiera la piel de gallina.
– ¡Hay que salir de aquí! ¡De prisa! – Grito Ricardo mientras tomaba a Brenda del brazo dirigiéndose a la puerta. Corría muy a prisa buscando la puerta de la habitación. Buscaba algo en sus bolsillos con mucho afán, y Brenda no comprendía que buscaba el doctor.
– Brenda, no me dejes sola. – La voz de la niña había vuelto, se miraba tristeza y se percibía miedo en los ojos de la criatura y frio en su rostro, que volvía a ser el de antes. – ¿A dónde vas? – Le decía mientras extendía los brazos hacia la niñera.
Brenda conmovida por la escena intento volver con la niña. – ¡Que no te engañe! – Grito Ricardo mientras le volvía a tomar del brazo tirándola de vuelta en dirección a la puerta. Ambos salieron de la habitación y el cerró la puerta de golpe. – Solo se de una persona que puede ayudarnos. Espera. – Saco de su gran bolso de doctor un viejo pergamino del que tomó un pedazo en el que escribió algo con una pluma vieja de la que escurría tinta. – Bien… ahora…- Busco por sus bolsillos, saco de uno de ellos un encendedor y quemó el pergamino. – Por nuestro bien, espero que no tarde – Dijo mientras corría para bajar las escaleras.
– ¿Qué ha hecho? – Pregunto Brenda desconcertada por lo que había visto.
– Pedir ayuda. – Dijo el doctor. – Ahora todo es cuestión de esperar. – Ambos bajaban las escaleras tan a prisa como el vestido de Brenda se los permitía.
Brenda no entendía que acababa de pasar. Se preguntaba de qué forma podía el doctor pedir ayuda, simplemente lo había visto quemar un pedazo de manta que sacó de su bata. – No te preocupes. – Le dijo Ricardo al ver la expresión en el rostro de la niñera. – Solo hay que esperar. –
Capítulo 3
David y Estela eran gemelos con dones extraordinarios, esto producto de un experimento fallido con un doctor medio loco hace unos años atrás. A pesar de ser gemelos era muy diferentes el uno del otro, no solo físicamente sino también en carácter y personalidad.
David era rubio, algo chaparro, delgado y de ojos azules como el cielo en pleno atardecer de verano, a diferencia de su hermana quien tenía el pelo castaño, ojos café como el caramelo y era sin duda, más alta que su hermano, por un par de centímetros nada más. La única cualidad que ambos compartían era su manera de dirigirse a las personas de forma directa y sin pensar las cosas, no les importaba si ofendían a alguien, si debían decir algo simplemente lo hacían, aunque Estela era mucho más lista que su hermano.
– Cállate estúpido – GritoEstela., quien se notaba exhausta, recostada en la pared del callejón donde se encontraban, con las manos apoyadas una en cada rodilla.
– Cállate tú – Respondió David. – Mira que por tu culpa se nos ha arruinado todo. – Miraba a su hermana intentando levantarse del suelo.
– ¿Por mi culpa? – Pregunto señalándose el pecho con el índice derecho – ¿Quién ha perdido el control mental del animal? – Le lanzaba una mirada acusadora.
– Ah ¿Si? – le responde David llevándose los puños a la cintura- ¡Pues tú te has tardado años en tratar de conversar con demonio ese! – Ponía su rostro a centímetros del de su hermana.
David tenía la cualidad especial de tomar el control el cuerpo de otros seres, vivos o no, pero el tiempo de retención dependía de la fortaleza psíquica y física de esa persona o ser, mientras que Estela tenía el poder de ver dentro de las mentes de los demás. Una vez entró en la mente de una persona con trastorno de personalidades múltiples y se dice que tuvo la oportunidad de conversar con todas y cada una de las personalidades, aunque se decía que solo eran rumores inventados por las personas que decían conocerlos. – ¡Cállate! – Repitió Estela. – Recuerda que soy mayor que tú. – Le dice enfadada mientras busca más heridas en su cuerpo.
– Claro, por catorce segundos… – Respondió David cruzando los brazos.
– Bueno ya… – dice Estela en un tono más relajado. – Ya lo hecho, hecho está, Ahora mejor vamos a… – Un golpe fuerte interrumpió a Estela, ambos voltearon a ver al sitio de dónde provenía el estruendo. Desde allí se observaba un hombre, alto, flacucho de tez blanca como la nieve y de cabello y ojos negros como la noche y una gabardina larga del mismo color.
– Catorce segundos es mucho tiempo, ¿No creen? – Decía el hombre quien los observaba desde el otro lado del callejón.
– Y este flaco, ¿Quién es? – Pregunto David dirigiendo la vista hacia el desconocido quien permanecía quieto y en silencio ante ellos. – ¡Oye Neo! ¿Te vas a quedar ahí parado o te vas a presentar? –
El hombre le vio y soltó una ligera sonrisa desviada hacia la derecha. – Me llamo Necros, y seguramente no han escuchado de mí. – Decía mientras caminaba acercándose a los gemelos. – Pero yo si se quiénes son ustedes, Estela y David, los gemelos ¿No? Los caza demonios con súper poderes… – Dijo burlándose de los gemelos. Soltó una risa fingida. Dirigió su mirada directa a ellos.
– ¡Ja ja ja! – Estela soltó una carcajada. – Insinúas que tú eres Necros, ¿Aquel que murió, llego al infierno, hablo con Mikael, fue perdonado y volvió a la tierra? – Se voltea y le lanza su cabello en la cara al hombre frente a ella. – Por favor, no nos hagas perder el tiempo. –
– Ven niña. – Dijo estirando su mano. – Ve directo a mis ojos – al quitarse las gafas de sol, Estela vio unos ojos negros como la noche, no tenía pupilas, intentó ver dentro de la mente de Necros, y lo que vio no admite descripción.
-No puede… – Dijo Estela asombrada. – Pero si no tienes… Significa que… Pero si… – Estaba muy confundida, no lo creía.
-¿Vas a terminar alguna frase hermanita? – Pregunto David en tono de burla. – Yo sigo sin creerle a este fanfarrón. –
-Cállate David… – Dijo a su hermano, a quien al mismo tiempo, le soltó una mirada furiosa e intimidante. El alzó las manos en señal de que no diría nada. – Bueno ya, ¿Qué quieres de nosotros? – Le pregunto Estela dirigiéndose nuevamente a Necros.
– He venido a reclutarlos – Dijo Necros viendo a los gemelos. – He escuchado por ahí que son exorcistas, cazadores de demonios… O al menos eso dicen. – Los rumores decían que ellos cazaban demonios, aunque solo se enfrentaban con algunas pequeñas alimañas, animales poseídos y casa embrujadas y con enfermos mentales, luego tras estos engaños cobraban a la gente haciéndoles creer que eran verdaderos exorcistas.
– Pues claro – Respondió Estela – Cuando “ALGUIEN” – Refiriéndose a David a quien señaló con los ojos. – No mete las patas y los deja escapar. –
– Y volvemos a lo mismo… – Dice David en tono cansado levantando sus manos en el aire. – Ya basta ¿no hermanita?, deja hablar a Bruno Días. – dijo refiriéndose a Necros. – A ver tú, habla. –
– Pues sí, soy Necros, y he venido por ustedes, quiero invitarles a formar parte de mi equipo. – Cruzo los brazos y se recostó en una pared cercana. – No será una tarea fácil, pero les prometo que será divertido. – Necros se levantó de la pared, se puso serio y vio directamente a los gemelos, estiro la mano. – Ya no estamos hablando de demonios insignificantes como con los que pelean. – Los gemelos se veían y lo veían, moviendo sus cabezas muy rápido de manera casi sincronizada. – Entonces, ¿Qué dicen? ¿Vienen conmigo?-
Permanecieron unos segundos en silencio, como pensando, meditando, Estela pensaba mucho sobre la situación, mientras su hermano solamente la miraba, sin pensar en nada. – Pues por mi esta bien. – Dijo David viendo a su hermana. – ¿Tu que dices hermanita? –
Estela volteo a ver a David. – Sabes que no puedes hacer nada sin mí, hermanito. – Le dijo. – Por supuesto que voy, además me llama la atención todas esas locuras de las que habla este sujeto, y comprobar si de verdad es quien dice ser será divertido e interesante. – Dijo volviendo a ver a Necros.
– Entonces vamos.- Dijo avanzando al lado de los gemelos,- Ya tengo la primer misión para nosotros.- Se paró sin voltearles a ver. – Pero antes debo hacer una pequeña parada.-
– ¿A dónde vas? – Pregunto David.
– A la iglesia – Respondió Necros. Ambos gemelos voltearon a verse las caras, sorprendidos por la respuesta del hombre.
– Esto se va a poner feo, acabamos de conocernos y ya quiere llevarnos a una iglesia. – Dijo David casi petrificado al lado de su hermana.
– Vamos – Dice estela dándole un codazo a su hermano haciéndolo salir de trance. Este corre rápidamente tratando de alcanzar a su hermana quien caminaba rápidamente para incorporarse al paso de Necros.
Capítulo 4
Los tres llegaban a una vieja iglesia, desteñida por la lluvia, el tiempo y el sol, la que algún día había sido blanca hueso, ahora era más bien blanco amarillento, producto de la exposición al sol y el desgaste del tiempo. En las esquinas se podían apreciar distintos tonos de verde, que la lluvia había dejado tras formar el moho, producto de la humedad y el agua. Frente a ella un graderío que aparentaba tener cientos degradas. – Nunca me han gustado estos lugares – Dijo David mientras subían las escaleras que daban a la puerta de la iglesia de San Clodoveo. – Son tétricos, deprimentes y además…-
– ¿Te quieres callar de una vez? – Le interrumpió Estela. – Tu siempre con tu negatividad y tus quejidos, nunca estas conforme con nada ni con nadie hermanito, eres demasiado negativo para mi gusto. – Los tres subían las escaleras, David alentaba el paso para no llegar hasta la puerta de la iglesia.
Necros se acercó a la puerta y empuño la mano para tocar. Volteo a ver a los gemelos y les calló con la mirada. Ambos alzaron los hombros haciéndole entender que habían entendido y voltearon a verse el uno al otro. Golpeó la puerta muy fuerte y en seguida un cura, no tan viejo, salió a su encuentro. – Necros, Hijo, ¿a qué has venido? – Pregunto Rubén, era el cura de la iglesia, gordo, chaparro, calvo, a excepción de una corona de cabello que rodeaba de oreja a oreja pasando por detrás de su cabeza, mientras intentaba mirar a los gemelos que se encontraban a tras de él. – y ¿Quiénes son ellos? –
– ¿Está el Padre Santiago? – Pregunto Necros intentando ver hacia el interior de la iglesia moviendo su cabeza para ver detrás el cura.
– Si, está en su aposento. – Repuso el cura. – Pero por favor, entren. ¿Los niños vienen contigo? – Veía de reojo a los niños, a él le gustaban mucho y se sentía emocionado por verlos.
– Es evidente ¿No? – Pregunto David antes de que Necros pudiera tan siquiera abrir la boca. – ¿No prefieres que te esperemos acá afuera? – Pregunto a Necros contemplando panorámicamente la iglesia con la vista, veía de arriba hacia abajo y de un lado al otro muy nervioso. – Insisto, estos lugares no me agradan, son una madriguera de gente hipócrita y de falsos sentimentalistas.-
– Esperen acá – Dijo Necros. – El Cura sabrá cuidarles mientras vuelvo. – Los tres veían como la figura del hombre desaparecía por la luz que entraba desde el jardín por la puerta.
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Necros cruzó la iglesia hasta llegar al jardín de atrás, al fondo del jardín se podía apreciar una pequeña casita de color blanco, con una vieja puerta de madera muy desgastada. El hombre llegó a la puerta y la abrió. – Padre confieso que he pecado. – Dijo Necros en tono burlón mientras entraba a los aposentos del Sacerdote.
– Si sigues así, con esa actitud, jamás encontrarás la manera llegar al cielo. – Dijo desde dentro una voz vieja, parecía un anciano de hace muchos años. – No olvides tu condición, y porque fuiste devuelto a la tierra.- Necros entraba para encontrar a Santiago sentado en una vieja silla mecedora de madera, al lado de esta, su cama, la cual tenía una ventana justo arriba al medio de la misma y al frente una pequeña mesa con una lámpara y una silla acolchonada.
Era un sacerdote muy viejo, casi no podía abrir los ojos, le costaba caminar sin fatigarse. Vestía una túnica blanca, pero, a diferencia de Rubén, tenía aún cabellos en su cabeza, blancos por supuesto. La edad se había encargado de llevarse su vista y su dentadura, pero la postiza cumplía bien su función.
– Escupido diría yo. – dijo Necros bajando la guardia. – Además no tengo prisa por llegar a ese lugar y usted lo sabe mejor que nadie padre. – Veía al sacerdote frente a él.
El Padre volvió a verle. – Dilo como quieras, pero no olvides que también se te dio oportunidad de ser perdonado. – Decía mientras se paraba de la silla y buscaba algo por la habitación, tal vez no buscaba nada y solo pretendía hacerlo para evitar la mirada de Necros sobre él. – Solamente tenlo presente antes de que tu boca te condene… Otra vez. – Al concluir su frase le lanzó una mirada tierna y preocupada, casi paternal a aquel hombre.
Necros enterró la mirada en los ojos del Padre. – Claro Santiago, pero no he venido por eso. – Dijo tomando un crucifijo que tenía el padre en la mesa. – Tú y yo sabemos por qué estoy aquí. –
Santiago guardó su compostura seria. – Lo sé. – Repuso el padre. – A mí también me llegó el pergamino. – Dijo bajando la mirada.
– ¿Este? – Preguntó Necros sacando un pedazo de pergamino de la bolsa delantera del pantalón.
– Ese mismo. – Dijo el padre mientras examinaba el pedazo de pergamino muy de cerca. – Entonces, ¿Irás? –
– Claro – Repuso. – Pero no iré solo… – Con su mano pidió al padre que tomara asiento, y el anciano tomo la silla detrás de él y se sentó. – ¿Recuerda los niños de quienes hablamos? –
– Claro, los gemelos con dones extraordinarios. – Dijo el padre. – Pero no entiendo, ¿Qué tienen que ver?- Decía extrañado mientras miraba a Necros.
– Pues, les encontré. – Respondió el. – Y ellos irán conmigo. –
El padre se levantó de la silla en la que estaba. – De cualquier forma debes tener cuidado…Recuerda que si mueres antes de cumplir tu misión tu destino será…- Dijo con preocupación reflejado en su rostro.
– El infierno – Se adelantó el. – Lo sé padre, lo tengo claro.- Necros se dirigió a la puerta. – Pero tengo fe en estos niños, son capaces de mucho, lo he visto. Solo es que aún no lo saben – Salió de los aposentos. – Ah, lo olvidaba, llevaré algo de agua bendita antes de salir. – Dijo mientras detenía.
– Creía que eras neutral… – Dijo el padre.
– No por eso dejo de creer en el poder de esas cosas. – Respondió saliendo de la habitación.
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– Entonces fue así como… – Intento decir David cuando se acercaba Necros a ellos.
– Nos vamos – Dijo Necros viendo a los niños e interrumpiendo a David.
– ¡Justo en la mejor parte de la historia! – Dijo David quien estaba sentado delante del cura con quienes Necros les había dejado. El cura se veía muy interesado en la historia, se encontraba sentado en un graderío con las manos en las rodillas mientras movía sus pies hacia adelante y hacia atrás como un niño prestando atención a David, pues por su estatura, sus pies no tocaban el suelo de la iglesia. – Pero bueno gordito, otro día terminare de contarte mis aventuras contra esos engendros del infierno, al parecer mi amigo frecuenta mucho este lugar. –
– Claro. – Dijo Rubén. – Ambos siéntanse bienvenidos cuando quieran. – Volteó la mirada a Necros y su sonrisa se desvaneció por completo. – ¿Tienes lo que necesitas? – Preguntó tan serio, como si nunca hubiese escuchado la fascinante historia de David.
– Claro. – Dijo Necros asintiendo con la cabeza.
Los gemelos se levantaron de donde estaban sentados y los tres cruzaron la puerta de la iglesia. – ¿Y ahora qué? – Pregunto Estela.
– Vamos a cumplir nuestra misión. – Dijo Necros cruzando la puerta. De pronto se volteó hacia los niños. – Quiero que sepan que no me hago responsable por ninguno de ustedes dos. Que si mueren será por responsabilidad de cada uno de ustedes, y si algo les pasara será solo por descuido de ustedes. ¿Hable claro? – Los gemelos se vieron al mismo tiempo y volvieron su mirada a Necros.
– Claro como agua de inodoro limpio – Dijo David.
– Por supuesto, entiendo. – Dijo Estela.
Necros volteó a verles y sonrió mientras salía de la iglesia dejando atrás al gordo cura. – Ustedes son sinceros y directos, nunca se guardan nada, además dicen siempre lo que piensan. Y eso me agrada. – Dijo mientras terminaba de bajar las escaleras. – Creo que nos llevaremos bien. Ahora vamos por ese demonio.-
Ambos hermanos se vieron fijamente a los ojos. – ¡¿DEMONIO?! – Gritaron ambos gemelos. Seguido de estos corrieron detrás de la gabardina negra.
Capítulo 5
Tanto el doctor como Brenda esperaban impacientes tras la puerta, Brenda daba vueltas de un lado a otro con las manos tras la espalda, mientras Ricardo miraba fijamente a la puerta sentado en el último escalón. De pronto llaman al timbre de la casa. – ¡Ya voy! – Grito Brenda quien corrió, tan rápido como la falda ajustada se lo permitió, para abrir la puerta.
– Es él…- Dijo Ricardo con una sonrisa en su rostro mientras lentamente se levantaba del escalón de donde se encontraba sentado.
Brenda se apresuró a abrir la puerta. Frente a ella, un hombre pálido, flacucho alto y de cabello negro como la noche – ¿Eres tu quien ha pedido mi ayuda? – Pregunto Necros mirando fijamente a Brenda. Su mirada era fría y penetrante, como de costumbre, tal vez por los hechos de su pasado, tal vez por el hecho de que los ángeles del conclave resguardan su alma.
– N… No… No he sido yo…- Dijo Brenda asustada al ver el hombre frente a ella, su simple presencia le causaba escalofríos.
– Yo he sido. – Dijo Ricardo interrumpiendo a la mujer que aún se encontraba paralizada por ver a aquel hombre alto, blanco, de ojos y cabello negros como la noche y gabardina larga del mismo color. – Por favor pasa… Tú debes ser Necros, el exorcista. – Ricardo hizo entrar a Necros y a los niños a la casa, pasando a un lado de la niñera.
– ¿Exorcista? – Dijeron los gemelos al unísono. Por alguna razón ese título no les agrado en absoluto, a pesar de ellos llamarse a sí mismos “exorcistas” y pretender dedicarse a este oficio, ellos nunca hubiesen querido toparse con un verdadero exorcista, pues el enfrentarse a demonios más fuertes implicaba muchas otras circunstancias y responsabilidades, además de peligros y sin mencionar el riesgo de morir.
– El mismo, aunque no creo que exorcista sea un término adecuado, soy más bien, un facilitador – Respondió Necros. – Dime, ¿Qué ha pasado? –
– Como sea, será mejor que lo veas con tus propios ojos. – Interrumpió Brenda. – Si es que se le pueden llamar ojos a esas canicas negras que llevas a los lados de tu nariz. – Dijo con un gesto incómodo en su rostro.
– No creo que quieras ver a través de ellos. – Le dijo Necros.
La mujer cerró la puerta y pidió a todos que le siguieran, los cinco subieron las escaleras de prisa. Al terminar el corto pasillo llegaron hasta la habitación de Tatiana. Ahora esta tenía un aspecto tétrico, estaba oscuro, con un tono verde brillante, como moho. Estaba helada, casi parecía haber escarcha en las paredes y el techo. – Está un poco tétrico para ser la habitación de una dulce nenita. – Dijo Estela mientras miraba de arriba abajo y de un lado a otro.
– Pues es más acogedor que esa mentada iglesia. – Dijo David volteando a ver a su hermana. Soltó una sonrisa. Estela no le correspondió, sino que le lanzó una mirada inquisitiva para que su hermano dejara de ser tan sarcástico y se comportara, acompañada de una sonrisa sarcástica.
De pronto una voz tenebrosa les interrumpió. – ¿Quiénes son ustedes? – Dijo el demonio. La sonrisa de los gemelos quedó borrada por la tenebrosa voz de lo que parecía ser una niña en la cama. – A ustedes no les conozco… Espera… A ti sí. – Volvió la vista a Necros. – Tú eres Necros, el famoso exorcista suicida. – Le dijo mientras pintaba una sonrisa en el rostro. – Dime… ¿Qué tal el infierno? ¿Bello y acogedor, no? – Los gemelos se voltearon a ver. No entendían nada de lo que el demonio decía.
– Ese es un asqueroso lugar al que no pienso volver, además veo que sabes bien quien soy. – Dijo Necros dirigiendo su mirada a la niña demonio. – Pero dime ¿Cómo me conoces? – Trataba de acercarse lentamente a la pequeña Tatiana que ahora era más bien un engendro demoniaco.
– ¿Pues qué demonio no ha de conocerte a ti y a tu historia exorcista? – Le dijo mientras Necros lo veía muy sorprendido, parecía que el demonio sabía más de él que él mismo, era raro que un demonio supiera tanto sobre él, eran pocos los que en verdad conocían su historia. – Si, eres famoso, no solo por deportar a mis amigos de vuelta a casa, sino también porque has sido el único que después de entrar, lograste salir. – El demonio estaba quieto, inmóvil. Movía únicamente su boca para hablar. Sus ojos eran negros como los de Necros.
– Veo que conoces mi historia engendro.- Dijo Necros. – Entonces sabrás porqué estoy aquí.- Dijo acercándose a la cama.
– Quiero verte intentarlo. – Dijo el demonio a manera de burlarse de aquel hombre.
Necros la tomó por la cabeza. – Mira mis ojos. – Le dijo. Entonces la niña comenzó a gritar horrorizada, los gritos fueron desvaneciéndose hasta convertirse en risas. – ¿Qué ocurre? – Preguntó él. – ¿Por qué no puedes ver tus pecados y arrepentirte de ellos? Eres un desterrado. – No tenía sentido, incluso cuando conoció a los gemelos, sus poderes habían resultado a la perfección con Estela.
– Tardarás un tiempo en averiguarlo exorcista. – Le dijo la niña con una sonrisa en su rostro.
– Creo que eso no me tomará mucho tiempo. – Muy deprisa, Necros saco de su gabardina un frasco de una cosa viscosa y verde, que nadie sabía de qué era. Pero se cree que Necros lo usaba para dibujar símbolos mágicos llamados runas, que le ayudaban a combatir demonios. Dicen que los aprendió de unos celtas con quienes se topó después de su intento fallido de suicidio y que de esta forma sacaba a los demonios de los cuerpos de las personas. Ya que él era neutral, no podía usar ni la biblia y el agua bendita, como en un exorcismo normal, ni la biblia negra, o un crucifijo. Terminó de dibujar la runa – Ahora demonio, ¡Vete al infierno! – una luz de color azul emanó de la runa.
Después de un tiempo y de un gran destello azul, la luz comenzó a desvanecerse hasta apagarse por completo. La niña seguía sobre su cama, esta vez parecía ser la inocente y dulce Tatiana. – Y dime… – Dijo la niña, con su voz tierna. – ¿Qué pensabas hacer después de mandarme al infierno? – Pregunto el demonio nuevamente con su voz escalofriante. Necros estaba paralizado, no sabía cómo, pero de alguna manera su magia no servía. Lo intento nuevamente, pero el resultado fue el mismo. El demonio soltaba carcajadas incontroladas.
– Estela, ¡Ven! – Necros se volteó hacia los gemelos. – Necesito que entres a la mente de la niña y que intentes sepárala del demonio. – Retrocedió. – Niño, tu sostenle para que tu hermana pueda entrar. – Ambos entraron en acción. Pronto la mirada de la niña se perdió en el vacío.
Después de unos cuantos segundos, Estela salió disparada del interior de la niña, se encontraba tirado en el suelo junto a su hermano, quien había perdido el control del cuerpo de la niña. – No… No puede…- Dijo Estela asustada. Su hermano estaba exhausto. Ambos habían perdido la conexión con la niña.
– ¿Quiénes son ustedes? Y ¿Qué hacen con mi bebé? – Dijo de pronto una voz desde el pasillo.
Capítulo 6
De vuelta en la iglesia de San Clodoveo, había un silencio descomunal, Rubén se encontraba en el jardín, pues le gustaba pasar mucho tiempo ahí, pensaba mucho en las historias que el niño le contaba, solía regar las flores, recortarlas, recogía frutos del huerto podaba los árboles y arbustos que decoraban el jardín de aquel viejo edificio. Por otra parte, Santiago se encontraba en sus aposentos, descansando en la misma silla en la cual Necros lo habían encontrado la primera vez.
– Debería estar preocupado padre. – Dijo una voz femenina y dulce desde el pasillo, que llegaba hasta los aposentos del padre Santiago. – Puede que sea la última misión de Necros, y lo sabe. – Le dijo una joven mujer muy hermosa entrando hasta donde el padre estaba.
Santiago se sorprendió al ver a la mujer entrar. – ¿Qué haces aquí Gloria? ¿El conclave te ha enviado por mí? – Al parecer esta mujer y Santiago ya se conocían. El padre no se movió de la silla en la que estaba. – ¿Qué tan cobardes son esos ángeles para mandar a sus peones a hacer su trabajo? ¿Y qué tiene que ver el exorcista en todo esto? –
– Claro que no. – Respondió la mujer. Era una mujer hermosa, de cabello castaño y laceo, que llegaba casi hasta su cintura, de ojos azules como el océano, labios grandes y cuerpo escultural, vestía shorts color café y una blusa sin mangas de color blanco, la cual dejaba al descubierto su ombligo, en su espalda una gran espada de empuñadura dorada y acabados de alas de ángel con grabados en la hoja en un idioma desconocido.
– Entonces, ¿Por qué has venido? – Preguntó Santiago al ver a la hermosa muchacha. – Desde el día en que te ofreciste voluntariamente al conclave para ser un hibrido, no has hecho más que venir por los encargos sucios de Mikael. – Al padre se le podía notar enfadado. – Al conclave le gusta enviar a los híbridos por los santos de Dios personalmente cando les llega la hora. Son tan desalmados que no tienen el valor de venir en persona. – Retomo el aliento. – Además dicen que es para que no sufran. Pues para ser sincero, prefiero sufrir una muerte digna, y pasar mis últimos momentos en la tierra, que ser simplemente arrebatado de mis seres queridos. – se cruzó de brazos.
– Tranquilo padre.- Dijo la chica. – A su tiempo será. Esta vez vengo por Necros. – La mujer pasaba su dedo índice y medio de un lado a otro sobre la mesa de Santiago, sin verle.
Santiago abrió los ojos ante la joven que se encontraba parada frente al anciano. – ¿Le van a dar la absolución? – Preguntó el Padre muy sorprendido, hasta se le podía escuchar cierto toque de emoción a la pregunta.
– No. – Dijo ella volviendo la mirada al anciano, quien pronto cambió su ánimo por preocupación. – He venido a matarle. Y me iré con él al infierno también, por quitarle la vida.- Agachó la mirada.
– ¿E… Estas segura de lo que dices? – Dijo el padre horrorizado. – Te recuerdo que eres un hibrido, mitad ángel, y no puedes cometer cierto acto, te irías al infierno, o lo que es peor, desaparecerías, dejarías de existir. – Se levantó y se colocó a espaldas de la mujer.
– Estoy consciente de eso padre. – Dijo ella mientras se daba la vuelta y dirigiendo su mirada al padre Santiago colocaba su mano derecha sobre el hombro del anciano– Y estoy dispuesta a sufrir las consecuencias. –
– Harías eso, ¿Por un hombre? – Pregunto el padre.
– No. – Respondió ella. – Solo por ese hombre. – Se dio la vuelta y se marchó de ese lugar.
Capítulo 7
De vuelta en la casa de Javier todos esperaban a quien había hablado desde el otro lado del pasillo donde se encontraba la habitación de Tatiana. La mujer al fondo del pasillo continuaba acercándose, todos se sorprendieron al ver la abrupta interrupción de la voz femenina misteriosa, pero esto no le iba a impedir a Necros realizar su labor y acabar con el demonio dentro de la pequeña Tatiana.
– A ver, mujer… – Dijo Necros. – ¿Quién eres tú? Y ¿Por qué dices esas cosas? – Dijo refiriéndose a la mujer al fondo del pasillo mientras le veía llegar a la habitación de la niña.
– Ella es Sandra, Mi esposa. – Dijo Javier. Por fin se pudo apreciar a la mujer del fondo. Era una mujer alta, muy seria, se notaba a simple vista que no se le vería una ni una sonrisa, aunque estuviera rebozando de felicidad, tenía un aspecto muy amargado. A pesar de eso era muy elegante, le gustaba vestir muy bien, faldas largas, por debajo de las rodillas, saco, y blusas muy elegantes. También llevaba siempre en su cuello algún collar caro, regularmente de oro y pendientes que combinaran. En esta ocasión vestía una blusa color rosa, de botones y una falda color beige que le llegaba debajo de las rodillas, tacones negros y una cadena y anillo de oro.
– ¡Mami! – Dijo nuevamente la niña con su voz normal. Todos en la habitación se extrañaron y voltearon a verle asombrados. De pronto todo había cambiado. La niña se veía normal. Todo estaba en orden, como en un principio. La habitación recuperaba su aspecto habitual, las paredes retomaban su color rosado pálido y la cama su color blanco. Sandra corrió a abrazar a la niña.
– ¿Cómo estas cielo? – Preguntó la madre abrazando fuerte a la pequeña y acariciando su ahora hermoso rizado cabello.
– Mami, tengo miedo, no sé quiénes son estas personas. – Dijo la niña viendo a todos los que se encontraban dentro de la habitación, como si nunca antes les hubiera visto. – ¿Qué hacen aquí? Y ¿Porque esta acá el doctor? Yo me siento bien. – Le decía a la madre mientras sonreía y la abrazaba.
De inmediato se separó de la niña y la vio tratando de calmarla. – ¿Tu sabes quien dejó entrar a estas personas a la casa? –
– No mami. – Decía Tatiana de manera inocente. – Venían con papi, pero no se quiénes son. – Le respondió la niña, quien volvía a acomodarse en su cama.
Entonces la mujer se volteó dirigiendo una mirada furiosa hacia su esposo. – ¿Me puedes explicar que pasa? – Preguntó Sandra a Javier, quien miraba todo muy asombrado por el cambio repentino. – ¡A ver Javier! No te quedes ahí parado… ¡Habla! – A la mujer se le notaba enfadada, y no le quitaba la vista matadora a su marido.
Javier no sabía que decir. Sus ojos estaban abiertos como los de una lechuza. No dejaba de ver hacia adentro de la habitación de Tatiana, la cual hace solo unos instantes parecía un iceberg tenebroso, había vuelto a la normalidad en un santiamén. – Pues… La niña… Estaba mal…. Está… poseída… – Dijo sin dejar de contemplar la habitación y a la niña, no podía terminar una sola frase, aunque su cerebro se las dictase palabra por palabra.
– ¿Poseída? ¡ja ja ja! – La mujer se burló de él. Entonces él volvió en sí y vio a su mujer frente a él muriendo de risa. – Que va Javier… Yo no veo nada extraño. – Volteaba a ver a todos lados dentro de la habitación levantando sus brazos, tomaba el rostro de la niña y lo movía a ambos lados para demostrarle a su marido que nada extraño ocurría.
– Pues por si acaso, mi equipo y yo pasaremos la noche aquí. – Dijo Necros interrumpiendo la conversación de la pareja. Javier volteó a verle con seguridad luego de oír la reconfortante afirmación del hombre. – Solo para estar seguros. – Se volteó y vio a los gemelos. – Un demonio no hace de las suyas y se va solo así. Los gemelos asintieron con la cabeza. – Salió de la habitación y se paró un instante. – No sin al menos una víctima. – Dijo y siguió caminando.
Sandra No estaba convencida de lo que acababa de escuchar. Volteó a ver a su marido con cara de desacuerdo por lo que Necros recién había dicho. Por alguna razón a ella no le agradaba el exorcista.
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Los gemelos estaban aterrorizados, no sabían ni que había pasado, ni que habían visto, ni como había sucedido eso, ni cómo podían no tener el control de la niña o del demonio. Solo sabían que gracias a Necros estaban a salvo y fuera de ahí. Se moría por volver a intentarlo, pero sabía que no había recuperado del todo su energía, y si decidían volver a intentarlo, posiblemente morirían.
– Jodido demonio, es muy fuerte. – Dijo David mientras se acomodaba en un sofá. – ¿Creen que podamos vencerle? – Preguntó mientras se llevaba las manos detrás de la cabeza para intentar dormir. Estela le lanzó una cobija para cubrirse del frio, con la cual comenzó a luchar para intentar cubrirse, pero no lo conseguía.
– No nos dejó ni husmear ahí dentro. – Respondió Estela mientras veía a su hermano luchar contra una cobija. Permanecía sentada en el otro sofá. – Es la primera vez que… –
– Tranquilos niños. – La interrumpió Necros. – Mañana lo intentarán de nuevo. Por ahora deberían dormir para recuperarse. Mañana será un largo día. Debo sellar esta casa, para que nada entre o salga. – Se levantó del sofá en el que se encontraba. – Ahora vuelvo. –
Necros salió de la sala de estar. Los niños se voltearon a ver, no sabían cómo había llegado al sofá o cuánto tiempo llevaba ahí. – Es raro, ¿No crees? – Dijo Estela levantándose del sofá donde se encontraba cómodamente sentada.
– Lo sé, pero me cae bien. – Respondió David. – ¿A dónde…? – Sin que pudiera terminar la pregunta, Estela salió de la habitación. – Aquí vamos otra vez, vuelve a irse sin decir nada y vuelvo a quedarme solo. – Cerró los ojos para intentar dormir. – Está bien. –
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Necros se encontraba fuera de la casa pintando runas celtas en las paredes, ventanas y puertas. – Sé que estás ahí – Dijo Necros. – Puedo escuchar tu respiración. –
Estela Salió de donde se escondía. – ¿Cómo lo haces? – Le pregunto sorprendida por la manera en cómo había notado su presencia, y como había aparecido en el sofá sin ser percibido por ella o su hermano.
– Es una de mis cualidades. – Dijo Necros.
– Pues que buena cualidad. – Miró fijamente a los dibujos raros de la puerta. – ¿Qué es eso? ¿Otra de tus cualidades? – Lo miro, intentaba indagar en la vida de este hombre, le intrigaba mucho conocer quien se encontraba detrás de esa gabardina y ojos negros.
– Son runas celtas. – Señaló una de ellas Esta es una para protección. – Dijo el viendo la runa. – Luego te lo explico. Ahora volvamos adentro, ¿Quieres? – Al entrar cerró la puerta y la miró. – Por cierto… ¿Cómo obtuvieron tú y tu hermano sus poderes? –
Ella lo miró – Pues veras…-
Capítulo 8
Javier no podía creer lo que sucedía, daba vueltas de un lado a otro sobre la cama sin poder pegar un ojo y no comprendía como su mujer podía dormir tan tranquila ante todo lo que estaba ocurriendo en su propia casa, ni por qué el demonio desaparecía solo cuando le veía a ella, todo era confuso. Se levantó para echar un vistazo y bajar por algo de beber a la cocina.
– ¿A dónde vas? – Su mujer interrumpió su salida. – Ya es tarde, vuelve a dormir. – Ni siquiera volteó a verle, estaba acostada en la cama con los ojos cerrados. No era raro, ella siempre le trataba mal, como si no le quisiera. Javier incluso llegó a creer que estaba con él solo por su dinero, no recordaba una sola ocasión en la que su mujer le diera alguna expresión de afecto o cariño.
Buscaba las pantuflas a un lado de la cama con los dedos de los pies. – Voy a la cocina –Encontró sus pantuflas y se las puso. Se levantó de la cama donde se encontraba sentado y siguió caminado. – Además echaré un vistazo a la niña, solo para saber que está bien. – Sale de la habitación.
Su esposa ni siquiera volteó a verle. – Haz lo que quieras. – Repicó Sandra. – Yo volveré a dormir. Pero te repito Javier, no quiero que nada malo le pase a mi bebé, ¿Entendiste? Es mi hija y esta antes que todo y todos en este mundo para mí. – La mujer volvió a dormir
– Claro, entiendo. – Hasta la fecha, Javier no entendía porque su mujer se refería a la niña como “mi bebé” y no como “Nuestro bebé”, algo a lo que no le tomaba importancia, hasta ese día. De cualquier forma, cerró la puerta de la habitación y se dirigió al cuarto de la niña.
– Algo raro ocurre con Sandra. – Pensaba Javier mientras caminaba por el largo pasillo. – Siempre he sabido que no me ama, pero, ¿Por qué negar mi consanguinidad con la niña? – Suspiró. – Mi propia hija. – Sin darse cuenta, Javier se encontraba frente a la habitación de Tatiana, retomó el aliento, pintó una sonrisa falsa en su rostro y se dispuso a abrir la puerta.
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– Hola Papi – Dijo Tatiana con su voz habitual. – ¿Me cuentas un cuento para dormir? – A Javier le costaba trabajo creer que, después de las cosas que había visto, su niña actuase tan normal.
– ¿Sigues despierta aún? – Javier estaba asombrado al ver que era tarde y su hija seguía despierta.
La niña volvía a acostarse de un azotón en la almohada. – No puedo dormir papi. – Veía a Javier acercarse a ella. – ¿Me contarás un cuento para dormir? –
Entonces Javier suspiró aliviado. – Claro amor. – Dijo, y entró a la habitación. Buscó una pequeña silla de madera color rosado junto a la mesa de te de Tatiana y se sentó en ella. Casi no cabía, pero al parecer, la silla era muy resistente. – A ver… – Abría un enorme libro de cuentos que tomó de la librera de Tatiana. – Había una vez…- De pronto la niña se quedó dormida, parecía un ángel. Él la contemplaba tranquilo, cuando de pronto un hedor emanó de la niña. Era repulsivo. Se acercó a la niña para tratar de buscar de donde venía ese asqueroso hedor.
– Será mejor que no la toques. – Dijo una voz desde la puerta. – Cuando un demonio comienza a apestar, es porque está en trance, según dicen los demonios, o como le llamamos nosotros… Duerme. – Era David, quien se asomó por la puerta al escuchar la voz de Javier, para asegurarse que todo estuviera en orden.
– ¿Qué haces aquí niño? – Dijo Javier asustado al escuchar la voz del niño sin anunciarse.
– Nada, solo merodeaba, tienes una gran casa, muy chula. – Decía David mientras observaba toda la casa. Javier le lanzó una mirada como de padre acusador. – Bueno, en realidad busco a mi hermana y a Necros, ¿No los has visto por aquí? – Le dijo un tanto preocupado, o más bien estaba asustado, tenía miedo de lo que podía pasar y no quería estar solo. – Ya hace bastante rato que se fueron y no aparecen por ninguna parte. –
– No. – Dijo Javier con tono molesto. – ¿Y tú como sabes tanto de demonios? – Pregunto sorprendido por todo lo que le había dicho David.
Entonces el niño sonrió. – Pues me he enfrentado a varios de esos tipos feos, – Señalaba su pecho con el pulgar derecho. – Aunque ninguno tan feo como tu hija, sin ofender, claro. – Cruzó los brazos y se recostó en el marco de la puerta.
El padre de la niña se entristeció al escuchar a David. – Entonces… ¿El demonio sigue allí dentro? – Preguntaba Javier cada vez más asustado y decepcionado.
– Pues claro, ya escuchaste a “Van Helsin” – Refiriéndose a Necros. – “Ningún demonio abandona el cuerpo de alguien solo porque si, sin dejar rastro o muertes…” O algo por el estilo, no recuerdo bien como lo dijo. – Decía mientras se levantaba de su posición original. – Ahora vámonos, antes de que ese “angelito” despierte. – Ambos salieronde la habitación cerrando la puerta.
Capítulo 9
El doctor Valdivieso no era muy reconocido, muchos creían que estaba loco, tenía su laboratorio a las afueras de la ciudad y le gustaba experimentar con cosas extrañas. Algunos afirmaban que trataba de revivir muertos, otros que quería clonar ovejas, la verdad es que solo él sabía lo que en realidad intentaba hacer. Un día conoció a dos tristes gemelos, quinees habían perdido a sus padres y él les hizo la promesa de que algún día volverían a verlos.
Como era costumbre, Estela y David visitaban el laboratorio del doctor, esta noche en particular, intentarían probar una máquina que el viejo inventó, la cual podía mostrar los recuerdos perdidos dentro de la mente de las personas. – ¿Esto es seguro doctor? – Preguntó David viendo a su hermana. – Esto me da mala espina. – Decía viendo a todos lados mientras entraba a la máquina. – No creo que… – Era una maquina muy grande, tenía una cámara en la cual cabían hasta tres personas.
– Cállate y entra de una vez. – Le dijo Estela empujando a su hermano dentro de la máquina. – Si es seguro o no, pronto lo averiguaremos. – Ambos entraron a una máquina enorme con una puerta metálica que tenía una pequeña ventana circular en la que apenas podían verse los rostros de los gemelos. – Bien, ¿Y ahora qué? – Pregunto mientras se posicionaba junto a su hermano.
– Ya verán. – Decía el doctor mientras caminaba hacia una consola cerca de la cámara a la cual recién entraban los gemelos. Era un hombre alto de tez blanca, flacucho, de cabellos parados y desarreglados, siempre llevaba un par de lentes de laboratorio en la cabeza y sus anteojos colgaban de su nuca por una cadena vieja, pero lo suficientemente resistente para soportar el peso de estos.
– ¿Seguro que esto no ayudará a encontrar a nuestros padres? – Decía David, mientras levemente penetraba los ojos del doctor por la pequeña ventana con una mirada de furia y tristeza a la vez.
– Claro. – Dijo el doctor. – Esta máquina explorará toda su mente y su memoria. Incluso aquellas cosas que ustedes no recuerdan. – movía palancas y oprimía botones. Lo hacía tan rápido que casi parecía que lo hacía al azar. – ¿Están listos niños? – Sonaba la cuenta regresiva. – “3, 2, 1…” – Se veían luces azules, rojas, blancas, verdes. Los niños estaban dentro de la máquina. Comenzaban a flotar ahí dentro.
– ¡Genial! – Grito David. Los gemelos veían luces de todos los colores, de pronto en la pantalla se pudo ver, por un pequeño instante, el rostro de una joven hermosa.
– ¿Será mamá? – Preguntó Estela. Podían apreciarla como si la tuviesen justo frente a sus ojos. Momentos después, sintieron un dolor de cabeza insoportable. Ambos gritaron por el dolor. Comenzaron a sentir cosquilleos por todo su cuerpo, sentían que una ráfaga de calor ascendía desde sus pies y recorría su cuerpo hasta llegar a su cabeza.
– Algo está saliendo mal. – Dijo el doctor. – Esto no es normal. – Miraba las pantallas y movía palancas y apretaba botones. Tecleaba algo frente al ordenador. – No sé qué… Esto no debería estar pasando… – Escuchaba los gritos de los niños desde dentro de la máquina. – ¡Niños! Gritaba. – Los niños no le escuchaban. – ¡Niños! ¡Deben salir de ahí! ¡Abran la puerta! – La puerta solo abría a presión o desde adentro, algo muy poco ingenioso para alguien que se hacía llamar a si mismo científico y doctor. El doctor temblaba de pánico. De pronto suena la alarma, la maquina se empezaba a sobrecalentar. El doctor se veía muy afligido, no sabía qué hacer para ayudar a los gemelos, entonces la máquina explotó.
– Auch… Mi cabeza… – Dijo Estela mientras llevaba sus manos a su cabeza. – ¡David! – Gritó – Auch… ¡¿Dónde estás?! – Seguía gritando no veía a su hermano por ninguna parte.
– Acá estoy – Dijo David. Le escuchaba más no podía verle. – ¡Esto es genial! – Repetía. Ella le buscaba, le escuchaba claro, como si él estuviera al lado suyo, mas no podía verle. – ¡ja ja ja! Sigue buscando hermanita. – Decía David en tono de burla. – No me encontraras. –
– ¿Dónde estás engendro? – Le dijo ella. – ¡Aparece! ¡Déjate ver! – Se volteaba de un lado al otro tratando de encontrar a su hermano. No le veía por ningún lado. – ¿Dónde estás? ¡Sal! ¡Ya!. – Volvió a escuchar a su hermano, eh… mamá, tu, ¡Ja ja ja! ¡Te caíste! Tenías seis años ¿No? Ese es… Aquel chico mayor… ¿Cómo se llamaba…? ¿Te gustaba no…? – Estela seguía sin poder ver a su hermano, y su voz se volvía molesta dentro de su cabeza.
¡Sal de mi cabeza Ya! – Grito Estela. – Vio de repente a su hermano frente a ella. – ¿Qué me hiciste? – Le miraba y le lanzó un puñetazo en el pecho. – Ahora me toca a mí.– Entró al cuerpo de su hermano.
David comenzó a sentir frio, se debilitó. – ¿Qué…? ¿Qué haces? – Comenzó a sollozar. Su tez comenzaba a tornarse pálida y los ojos amarillentos, se sintió débil y terminó de rodillas al piso.
– Tengo tu alma hermanito. – Dijo ella desde adentro de su hermano. – Creo que puedo… – Comenzó a separar el alma de su hermano de su cuerpo.
– ¡Déjame Bestia! – Gritó él. – ¡Duele! – Se llevaba las manos al pecho – ¿Qué estás haciéndome?
De pronto ella salió del cuerpo de su hermano. Ves, no solo puedo entrar a los cuerpos, también puedo tomar el control de los cuerpos y llevarme las almas de dentro de los cuerpos, ¡Genial! – Se sacudió las manos y se volteó.
– Mira que tenemos aquí. – Dijo David viendo al doctor salir de los escombros, casi arrastrándose. Sus piernas estaban llenas de sangre. Se llevaba la mano al muslo derecho.
– A… Ayúdenme… – Trataba de decir el hombre como podía.
– Fuiste tú quien nos hizo esto. – Estela le miraba con odio y desprecio. – ¿Por qué deberíamos ayudarte? –
– Anda hermanita, no seas tan cruel con el hombre, – El niño se acerca al doctor y le ayudó a levantarse. – ¿Qué? ¿Te vas a quedar ahí o me vas a ayudar? – Ella se acercó al otro lado del doctor y le ayudó a levantarse. Vamos, hay que llevarle a un hospital. –
Los tres corrían a prisa. El doctor comenzaba a pesar cada vez más. – ¡Doctor! ¡Hábleme! – Le gritaba David casi al oído al hombre que agonizaba a su lado. – ¡No me deje! –
– Chicos – Decía el doctor muy suave, sin poder respirar. – Déjenme aquí, continúen ustedes solos. No hay forma de que sobreviva de esto. Además si vivo. No podría soportar vivir sin mis piernas. –
– ¡No! – Gritaba David mientras apretaba el paso. – ¡Vamos Doc.! Ya estamos cerca… ¡Aguante! – apoyaba todo el peso del doctor sobre su cuerpo, notaba como su hermana estaba muy cansada. – Allá está el hospital. ¡Aguante doctor! – El doctor veía borroso. Estaba muy débil.
Corrían hasta el hospital, llegaron a la recepción. – Necesitamos un doctor, ¡Rápido! – Gritaba Estela. Una enfermera llevaba una camilla y pusieron al doctor sobre ella. – ¡Vamos doctor! ¡No muera! Solo usted conoce la verdad de nosotros. ¡Debe vivir! – Tanto ella como su hermano no podían evitar llorar al ver al moribundo hombre sobre la camilla de hospital.
– Niños… Su madre… está… vi… viva… – Fue lo último que el doctor pudo decir antes de dar su último suspiro. Los dos hermanos se vieron mutuamente muy sorprendidos. Entonces el doctor muere frente a los gemelos en una camilla de hospital.
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– ¿Y cómo comenzaron con esas cosas de los demonios y eso? – Le preguntó Necros a Estela mientras llegaban a la sala de regreso.
– Esa es otra historia. – Dijo ella recostando su espalda en el sillón. Además ya es tarde. Creo que deberíamos dormir. – David entraba a la habitación. – ¿Dónde estaban ustedes? – Preguntó. – Ya es tarde y debemos dormir. – Dijo.
– La pregunta más bien es ¿Dónde estabas tú? – Le dijo Necros mientras le veía entrar.
– Estaba con el papá de nuestro pequeño angelito. – Dijo David mientras volvía al sofá del cual se había levantado y volvió a acomodarse.- Pero aún no han respondido mi pregunta… –
– Estaba contándole a Necros nuestra historia – respondió Estela. – Por cierto… ¿Cuál es tu historia? – Dijo mientras veía a Necros
Capítulo 10
Javier llegó a la cocina, encendió la luz y se sirvió el vaso de agua. Todo estaba muy callado. Escuchaba voces que venían desde la sala, como si muchas personas estuvieran charlando. No escuchaba risas, debía ser una plática seria. No le importó. Se tomó el vaso de agua, lo dejo en el lavadero y se sentó un momento en la mesa. – Dios, ¿Por qué me pasa esto a mí? – Pregunto mientras colocaba los codos en la mesa y se llevaba las manos a la cabeza. – He sido un hombre bueno, nunca dañe a nadie… ¿O sí? – Intento recordar. – Tal vez fue aquella vez que… Con… No… Ella me perdonó, estoy seguro. – Estaba muy preocupado por la situación por la cual pasaba su pequeña hija. Se quedó en silencio por un momento.
– Tal vez fue… A ella no le parecía nuestra relación… Quería que dejara a Sandra y que me fuera a vivir con ella… – Llevaba las manos a la cara, se cubría los ojos. – Pero eso no era posible, yo amo a Sandra, es la madre de mi hija. – Seguía sin saber. Estaba perdido. – Tal vez papá, pero nunca fui un mal hijo, después de la muerte de mamá… – Movía las manos de la cara al cuello y de regreso, estaba sudando, le temblaban las manos.
– Tal vez fue Andrea, desde que la despedí tomó cierto rencor en mi contra, y dijo que de alguna u otra manera se vengaría de mí. – Se rascó la cabeza. – Pero… Una mujer de 70 años no es capaz de… A menos que sea una bruja. Pero esa linda ancianita no mataría ni una mosca, a veces hasta creía que las moscas que se posaban en ella podrían matarle. Aunque una vez escuché sobre una bruja aquí en esta misma ciudad. – Se levantó, – Pero eso vuelve a dejar miles de posibilidades. – Daba vueltas en círculos por la cocina, tratando de encontrar una explicación a lo que sucedía.
– ¿Sueles hablar solo a altas horas de la noche? – interrumpió una voz desde la puerta.
– ¡Eh! Viejo amigo… – Sonrió Javier como si la voz le sonara familiar. – Pasa, por favor. – Le miro mientras Ricardo entraba a la cocina. – ¿Qué hay de ti? ¿Eres sonámbulo? – Le dijo mientras Ricardo llegaba hasta él. – Toma asiento, por favor. –
Esta vez el doctor no llevaba su bata, sino un pijama que le prestó Brenda que era de Javier, pero a él no le importaba. – Sabes que los doctores dormimos poco. – Dijo con una sonrisa en su rostro. – Pero tú… ¿Te sientes bien? ¿Es por tu hija no? – Colocaba su mano sobre el hombro de su amigo tratando de darle consuelo.
Javier sostenía el vaso con la mano derecha.- Pues que te digo… Esa niña es la luz de mis ojos… – volvió a sentarse junto a Ricardo. – y ese tal Necros… No se… –
El doctor volteó a ver a su amigo. – Lo siento si te incomoda. – Le dijo Ricardo con un mal semblante. – Pero estaba desesperado, no sabía qué hacer con Tatiana. Ella estaba muy mal. Y pues… – Le puso la mano en la espalda – Perdona si su presencia te incomoda. – Tomó un vaso. – Pero dicen que él es el mejor. ¿Qué no lo sabes? – Llegó hasta el dispensador y se sirvió agua.
– Pues no lo dudo, pero… – Se volteó a Ricardo. – Hay algo de él que… no se… – Ricardo bebía del vaso. – Y esos niños que… – Regreso la mirada al vacío. – No me dan buena espina ¿Sabes? No sé si son de fiar. –
– No te preocupes – Dijo Ricardo. – Si algo sale mal, lo cual no pasará, yo me hare responsable de todo. – Puso su mano en la espada de Javier. – Todo estará bien amigo, te lo prometo. –
– Eso espero. – Dijo Javier con cierto tono de preocupación.
Capítulo 11
– ¿A dónde vas? – Dice una voz femenina desde el fondo. Todo lo demás que decía no se escucha claro. – ¡Espera! – Se veía un joven castaño, de ojos color miel parado en un balcón, con jeans y una camisa tipo camiseta color blanco, sin zapatos, en un balcón de un décimo piso
– Estoy decidido. – Dijo muy tranquilo. – No me vas a detener. Nadie me puede detener. – Sentía como le tiraba de la camisa. No le soltaba. Él estaba decidido a saltar. Quien estuviera atrás no se lo permitía. Luchó con esa persona para realizar sus deseos suicidas.
– Por favor, no lo hagas. – Decía ella. Se le escuchaba llorando detrás. Estaba desesperada. – ¡Espera! ¡Regresa! – Seguía llorando. Él se decidió al fin y saltó al vacío. Mientras caía recordaba toda su vida pasar frente a él, como si el suelo nunca llegara, Era un largo camino abajo, se arrepintió de lo que estaba haciendo y quería volver, pero para él ya era muy tarde. No había vuelta atrás, entonces lloró al pensar en su novia. Al llegar al suelo todo se tornó negro, como cuando se quedaba dormido sin soñar nada.
De pronto despertó, no sabía en donde estaba, veía a su alrededor, se veía todo oscuro, había neblina por todos lados. No sabía dónde estaba. Escucho una voz al fondo. – Bienvenido al limbo. – Volteaba de izquierda a derecha, no había nadie. De pronto se detuvo, tenía a un hombre frente a él, con una capa negra que le cubríatodo el cuerpo y la capucha le cubría la cara. Era muy alto ytenía un aspecto tétrico, casi daba miedo.
– ¿Quién eres tú? – Preguntó desesperado a la figura parada frente a él. Le causaba cierto escalofrío. – y ¿Dónde estoy? – Se acercó al hombre de la capa negra, pero aunque caminara y caminara hacia él, parecían estar siempre a la misma distancia uno del otro.
– Yo soy la parca, el barquero, recibo muchos nombres según la cultura, yo seré tu guía por el limbo. – Al fin había desaparecido la barrera entre ellos, el hombre de la capa negra camino frente a él. – Sígueme y veras. – Necros caminó tras él.
Seguían caminado, la parca iba explicándole cada parte del limbo, cuando de pronto llega a un punto en el que el camino se divide. – Desde acásigues solo – Le dijo. – Como ves, solo hay dos caminos. – Señalaba ambos caminos al frente de los dos personajes. – Uno te conduce al cielo, el de la izquierda. El de la derecha es el tuyo. Ese te llevará directo a tu nuevo hogar. – Señalaba con su dedo el camino de la derecha. – El infierno es el único lugar al que puedes ir. Como sabrás, eres un suicida, y no tienes otra opción. – El hombre volteó a verle, pero el ente no mostró ninguna emoción al respecto. – Ahora vete. – Le dijo.
– ¿No vienes? – Preguntó Necros viendo a la parca tras él. No mostraba ningún sentimiento, tal vez por ser quien guiaba a todas las almas que han muerto desde el principio de los tiempos.
La parca lo vio. – No. – Respondió. – Es tu decisión, es tu destino y tu camino. – Comenzó a desaparecer entre la neblina. – Ahora vete. – Le dijo a Necros casi desvanecido, el hombre ya no podía distinguir la silueta de la parca entre la neblina.
Él comenzó a caminar, y la Parca se volteó de vuelta por el mismo camino por el que venían. Al ver que la figura negra desaparecía en la neblina, siguió caminando hasta que, al cabo de tres días, llegó al infierno. Allí vio cosas horribles, pudo presenciar el sufrimiento y la agonía de aquellos que están condenados a sufrir en el fuego eterno. Pudo ver al mismo Lucifer en persona. – Debo salir de aquí. – Dijo, y sin voltear a ver atrás, corrió de regreso.
Lo que vio en el infierno es indescriptible, incluso para él, sabía que ese era su destino, pero no podía volver ahí, así que simplemente siguió caminando. Al cabo de tres días regreso al punto en el que la Parca le había dejado, vio el camino hacia el cielo. – Allí definitivamente no podré entrar. – Dijo con desanimo. – Pero qué tal si… – Se dio la vuelta, creyendo que podría engañar a todos. Y tomó el camino que conducía al cielo. Era un largo camino, caminaba, y caminaba, conforme caminaba, la neblina desaparecía y se iba aclarando, se veía cada vez más luz. El camino negro y oscuro se tornaba claro, lleno de luz y dorado.
Entonces llegó al cielo. San Pedro estaba en la puerta. Esperó a que estuviera distraído para cruzar la gran puerta dorada que le conduciría directo al cielo. Y en un momento de descuido por parte del santo, corrió a toda velocidad hacia la puerta logrando cruzarla a tiempo.
Al entrar, vio muchas figuras blancas, todos le miraban extraños, no estaban parados, pero no volaban porque no tenían alas, estaban como flotando, suspendidos en el aire por una fuerza que él no entendía. Entonces uno se disparó de prisa, casi a la velocidad de una bala. Necros lo vio sorprendido. De pronto tenía una figura tras él.
– ¿Quién eres? Y ¿Qué haces aquí? – Dijo una voz como de trueno a sus espaldas. Se volteó y vio tras él una figura grande y fornida, veía unas grandes alas blancas en la espalda de este personaje, un hombre cuya belleza no admite descripción. – Anda, responde. Este no es tu lugar. – Era Mikael, el ángel.
– Y… Yo… – Necros estaba perplejo, nervioso y asustado al ver un ángel frente a su rostro. – Acabo de llegar, burlé a la Parca y llegue hasta acá, al cielo, y a las puertas de aquí también logré burlar al hombre que las custodiaba, me fugue del infierno. – Decía muy impresionado al ver al mayor de los ángeles del conclave frente a él, no podía ordenar sus ideas, hablaba en desorden, por el miedo a no saber de lo que era capaz aquel ángel.
– Ya veo. – Dijo Mikael con voz de trueno. – Por ese acto, mereces no solo ir al infierno, si no también permanecer ahí toda la eternidad. – Se le notaba enfadado, pero se dice que Mikael siempre lo estaba. – No tendrás derecho a una absolución. –
– No por favor. – Decía él poniéndose de rodillas. – No quiero ir ahí. – No podía llorar, ya que estaba muerto, pero era justo lo que sentía aquel hombre en ese momento.
Mikael torno su mirada hacia arriba. – Eres un suicida, ese es tu único destino, no tienes elección, a menos que… – Hizo una pausa y vio al hombre de rodillas frente al ángel.
No paraba de llorar, alzó la vista hacia el ángel. – ¿Qué? Dime… hare lo que sea. – Decía el de rodillas.
Mikael lo vio por unos momentos. – ¿Sabes con quien estás negociando? ¿Sabes lo que pides? – Mikael estaba cada vez más molesto.
– Si. – Decía el hombre. – Haré lo que me pidas. – Apretaba fuerte sus manos. – Pero por favor, no me hagas regresar a ese horrible lugar. –
Aquel ángel lo vio y pensó un instante. – Volverás a la tierra. – le dijo Mikael – Trabajaras para mí, estarás condenado a vivir en la tierra cazando a los demonios que logran salir del infierno y tu trabajo será deportarlos de vuelta a ese asqueroso lugar. –
El hombre secó sus lágrimas. – Y… ¿Cómo haré eso? – Pregunto el sorprendido.
– Yo te daré los poderes necesarios. – En ese mismo instante, Mikael extendió su mano derecha frente a él. Su cabello se recortó y se tornó de color negro, sus ojos también, le cubrió un humo de color negro que se convirtió en una gabardina de ese color, justo a su medida. – Entonces perderás tu nombre y te darás a conocer como Necros. Primero irás con los celtas, ellos te prepararán, te mostrarán todo lo que yo una vez les mostré. Cualquiera podrá acudir a tu ayuda con simplemente anotar su nombre en un pergamino y quemarlo. Además tendrás la ayuda del padre Santiago, un Padre de que esta en conexión directa con Dios. Ahora vete. – El ángel se volteó y comenzó a desplazarse lejos de aquel hombre.
– Espera… Solo algo más… – Dijo volteándose al ángel. – ¿Por qué haces eso? – El hombre estaba sorprendido, era un suicida, debía ser escupido directo a las llamas del infierno, no entendía por qué se le daba una segunda oportunidad, y menos un ángel como ese, el mayor del conclave.
– Alguien ha intervenido por ti durante tu travesía por el limbo, y tu viajecito al infierno. – Dijo El ángel siguiendo su camino, sin voltear a ver al hombre. – Yo lo sé todo, no me puedes engañar, recuerda que soy un ángel.- Decía e ángel mientras intentaba seguir su camino. – El mayor de todos. –
– ¿Quién ha sido? ¿Dios? – Dijo El mientras se veía las manos y examinaba la gabardina.
– No – Dijo el ángel. – El nunca haría algo así, y menos por un suicida. Digamos que recibiste ayuda… De quienes en verdad te aman. – El ángel siguió su camino. Extendió sus alas y se vio un destello blanco.
Necros regresó a la tierra, no sabía cómo había vuelto, estaba tirado en la calle, creía que había sido un mal sueño, Se examinó, tenía puesta una gabardina de color negro. – ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? – Se acercó a un charco en el piso. Se vio los ojos de color negro como la noche y su cabello, entonces supo que no estaba soñando.
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– Entonces… ¿Solo despertaste y ya? – Dijo Estela viendo a Necros a los ojos.
– Si – Le dijo él. – Luego fui a buscar al Padre que él me dijo. El padre me explico entonces que debía hacer. – Veía a los niños quienes se hallaban sorprendidos por la historia que acababan de escuchar. – El mismo padre al que fuimos a visitar antes de llegar aquí. – Les dijo. – Fue quien me pidió que los encontrara. –
– ¿Y eso es todo? – Dijo David.
– ¿Y tú de dónde apareciste? – Preguntó Estela tras el susto que le dio su hermano.
– Vine hace poco. – Respondió el niño, estaba teniendo una pequeña conversación con el padre de nuestro pequeño angelito, pero aquí estoy. – Le sonreía a su hermana como era costumbre, ella lo veía seria de brazos cruzados.
– Si, eso es todo. – Dijo Necros viendo al niño. – Por cierto, ¿Qué ha pasado allá arriba? – Estela quito su expresión de enojo y se tornó seria, esperando noticias positivas de su hermano, aunque sabía que eso no pasaría.
– Pues el padre veía a la niña, creímos por un momento que estaba dormida y que ya estaba todo bien, parecía un angelito, pero de pronto comenzó a emanar de ella ese hedor espantoso característico de los demonios. Es repugnante.- El niño hacía gestos con el rostro, con una mano cubría su nariz y la otra la movía de un lado a otro.
– Hay que darnos prisa. – Dijo Necros saliendo de la Sala.
– ¿Cuál es el problema? – Preguntaron ambos hermanos al unísono mientras intentaban seguirle el paso. – ¿A dónde vas? –
Capítulo 12
De pronto apareció un pilar de luz blanco en la calle. Dentro de ese pilar se podía ver una figura femenina, no se distinguía muy bien. De pronto el pilar comenzó a apagarse poco a poco, hasta que la luz se extinguió por completo. – Acá debe ser. – Dijo Gloria viendo hacia la casa de Javier. Entonces siguió caminando hasta llegar a la puerta principal, la examinó detenidamente. En su cintura llevaba una espada de plata y acabados en oro muy brillante y muy grande también. – Ese bastardo… – Dijo prestándole atención a las runas celtas que Necros había grabado en la puerta, para que nadie saliera o entrara. – Pero una de las facultades que me dieron los ángeles al convertirme en hibrido fue… – De pronto desapareció y apareció repentinamente dentro de la casa. Caminó buscando a Necros, hasta que de pronto vio tres figuras que salieron a toda prisa de la sala de estar.
– Otro hibrido. – Dijo Necros deteniéndose frente a ella. No le soltaba la mirada de encima. Los gemelos se detuvieron tras él, alternando su mirada en te él y la chica. – ¿Quién eres y que haces aquí? – Pregunto sin despegarle un segundo la mirada a Gloria. Si algo odiaba en el mundo más que nada eran los híbridos. No concebía el hecho de que pudieran entregar su vida al servicio de seres tan fríos y desalmados como los ángeles.
– ¿Quién es ella? Y ¿Cómo estas tan seguro de que es un hibrido? – Dijo David acercándose a Necros.
– Puedo reconocer a uno a distancia. – Dijo Necros. – Además es un hibrido ángel, son los únicos a quienes no les afecta la magia de las runas celtas, por eso pudo entrar tan fácil a la casa. – No le quitaba la vista de encima a Gloria. Estaba asqueado, ofendido.
– Hola Necros. – Le dijo Gloria. – Tu no me conoces, pero yo a ti sí. – Dijo mirando a los gemelos. Necros la vio sorprendido creyendo que ella tendría las respuestas que él tanto buscaba. Entonces Gloria recordó que no podía decirle la verdad o no le permitirían regresar con él. Improvisó. – Eres aquel que intentó quitarse la vida y en su intento fallido fue condenado a deportar demonios de vuelta al infierno. –
– Tienes razón. – Respondió el exorcista rápidamente ante la afirmación de aquella mujer. – Me conoces bien, y si, tal vez no te conozco, pero tampoco tengo intención de hacerlo, por favor quítate. – Intentó moverse a un lado de la mujer para abrirse paso hacia el demonio.
– Hay que aceptar que si te conoce bien. – Dijo Estela viendo a Necros. – O tu historia no es tan secreta como creíamos. – Lo decía en tono de burla, como era costumbre en los gemelos.
-Si, tienes razón – Le dijo Gloria a Necros. – Soy un hibrido, ángel. – Mi nombre es Gloria. – intentó extenderle la mano.
Él ni siquiera tuvo intención de devolver el saludo. – ¿Viniste por mi o viniste a matarme? – Pregunto Necros en un tono frio, como si la muerte no le importara, aunque él sabía muy bien que sí, pues no quería ir al infierno, e iba a hacer todo lo posible por no llegar hasta allí. – De seguro el bastardo de Mikael te envió por mí, vivo o muerto. – Le dijo.
– Pues no. – Le dijo Gloria. – Yo soy tu protectora, escogida por el conclave para tu protección y seguridad. Solamente he venido a asegurarme que nada malo te pase ni a ti, ni a los que están contigo ni a quienes habitan en esta casa. – Retrocedió un poco. – Pero adelante, por favor, sigan su camino. –
– Por favor. – Repicó el exorcista.
– No tenemos tiempo para romance. – Dijo David burlándose de ambos, como de costumbre. Gloria intentó mantener la calma ante el comentario del niño.
– Tienes razón. – Respondió aquel hombre quien sin dudarlo, siguió su camino, y todos los demás, incluyendo a Gloria. Corrieron tras él.
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Llegaron muy de prisa a la habitación, para su sorpresa, Estaban allí Javier y Sandra, ambos contemplaban a la niña. Necros irrumpió en aquella tierna escena, mientras los niños se paraban tras él, con toda la intención de intervenir, de ser necesario.
– Déjenme intentarlo una vez más. – Dijo Necros quien entro a la habitación muy de prisa. – Creo que tengo la solución. – En su mano izquierda se veía una marca extraña, una forma de “s” a la cual le cruzaba una diagonal, eran los poderes otorgados por Gabriel y en su palma derecha una especie de espada, la espada de Mikael.
El hombre trató de acercarse a la niña, pero sus esfuerzos fueron inútiles, ya que sin titubear, Sandra se interpuso entre el hombre y la cama de la pequeña Tatiana. – Ninguno de ustedes se acercará a mi hija. – Dijo Sandra. – No lo permitiré. ¿Qué no ven que la niña no tiene nada? – Decía mientras se interponía entre el exorcista y la niña.
Sandra tenía razón, la niña hablaba normal, se veía normal, la habitación lucia normal, como si nunca hubiera pasado nada, como si todo lo del día anterior hubiese sido solo un sueño, una pesadilla. – Quizá tú no lo quieras ver. – Dijo Necros – Pero el sigue aquí,¿Qué acaso no sienten ese olor a azufre? –
– Ahora que lo dices… Huele como a huevo podrido. – Dijo Javier haciendo muecas con su rostro, tratando de inhalar el poco aroma a podrido dentro de la habitación.
– O a demonio. – Respondió David con una sonrisa, rascándose la parte posterior de la cabeza.
– Ustedes todos están locos. – Dijo Sandra. – Ahora por favor, ¿Pueden salir de la habitación de mi hija? – Estaba muy molesta, aunque nadie entendía por qué o por qué el demonio no se manifestaba en presencia de ella.
Al decir esto, Gloria también entro a la habitación. – Acá hay algo raro, algo que no encaja. – Dijo Gloria entrando.
Sandra y Javier vieron a la hermosa joven con su enorme espada en la espalda. – ¿Y ella quien es y cómo ha entrado a mi casa? – Dijo Sandra refiriéndose a Gloria.
– Ha venido a ayudarnos. – La defendió Necros, quien no sabía el porqué, pero creía que estaba obligado a defenderle, además por alguna extraña razón, que no comprendía, al estar cerca de Gloria se sentía más seguro, y no por ser un hibrido ángel, había algo en ella que le resultaba muy familiar. – O eso espero. – Dijo volteando a verle.
– A ver demonio. – Dijo Necros una vez más. – ¡No me hagas perder más el tiempo y dime tu nombre! – Se acercaba bruscamente a la pequeña Tatiana, sin importarle que Sandra estuviese frente a él.
– Mami, ¿Por qué este señor me grita de esa manera? – Insistió Tatiana con voz de niña. – Tengo miedo, ¡Mami! ¿Qué quiere hacerme? – Se aferraba a su madre.
Necros volteó a ver a la mujer. – Tranquila bebé. – Dijo Sandra acariciando el largo cabello de la niña. – Todo estará bien, mami está contigo. – Le lanzó a Necros una mirada asesina, que de no ser por su maldición, no podría haberla resistido, tal vez ningún hombre normal pudo haberla resistido.
Al ver esto, Necros alzó la voz. – ¡Fuera Todos! ¡Largo! – Todos le vieron extrañados, no entendían porque la reacción repentina de Necros. – ¿Qué no me escuchan? – Insistió nuevamente- – ¡Todos fuera! –
– No creas que te dejaré solo con mi bebé. – Dijo Sandra acercándose a él, sin cambiar su mirada o su semblante.
Gloria se acercó también. – Sea lo que sea que intentes, no lo permitiré, es solo una niña inocente. – ponía su mano en la empuñadura dorada de su espada, como lista para quitarle la vida al hombre de ser necesario. Como híbrido ángel, estaba obligada a defender al género humano, aunque esto representara tener que quitarle la vida al hombre que amaba.
– Sera mejor que le hagamos caso. – Dijo Javier tomando de la mano a su esposa. – Vamos. – A pesar de lo que pasaba seguía con la intriga de no saber porque su mujer decía “mi bebé” y no “la bebé” o “nuestra bebé”, esos pensamientos invadieron su cabeza, mientras llevaba a su mujer casi arrastrada hasta la puerta.
– No… me… toques… – Decía Sandra a su marido tratando de soltarse de las manos del mismo. Luchaba inútilmente, pues la fuerza de Javier era superior a la de su mujer.
– Cierra la puerta cuando salgas. – Le ordenó Necros, Javier asintió con la cabeza y obedeció la orden cerrando la puerta con el cuidado de que Sandra no se soltase de su mano. – Ahora sí, engendro de Satanás, ¡Muéstrate! – Dijo Necros viendo a la pequeña Tatiana.
Las luces se apagaron de pronto. – Acá estoy. – Dijo el demonio con la voz tenebrosa. – ¿Me buscabas exorcista? – Solo se veían los ojos del demonio entre la penumbra de la habitación.
– Al fin. – Dijo Necros conlo que parecía una sonrisa en su rostro.
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– Todo esto es tú culpa por dejar que ese tipo viniera a esta casa. – Le dijo Sandra a Ricardo. – Y tuya por consentirlo. – Dijo señalando con el dedo a Javier.
– Tranquila Sandra. – Dijo Ricardo. – Todo estará bien, Necros es un profesional. – Trataba de calamar a quien él llamaba “La salamandra esposa de su amigo”, pero sus esfuerzos eran inútiles.
La mujer estaba muy enojada, le hervía la sangre. – ¡Nada habría pasado si fueras un buen Padre! – Le gritó a Javier.
– ¿Insinúas que soy un mal padre? – Pregunto señalando su pecho con el dedo índice. – ¡He hecho lo que sea por la niña! – Grito, todos se asustaron al verle, estaba furioso.
– ¡Pues no has hecho suficiente por lo visto! – Le dijo ella de vuelta con el rostro pegado al rostro de él.
– Esto está entretenido. – Dijo David mientras veía como discutían el doctor y la pareja.
– No te metas hermanito. – Le respondió Estela. – No es asunto tuyo.- Le miraba y miraba a la puerta esperando que Necros saliera también. – Escucha bien lo que te digo. –
Él la interrumpió. – Tranquila hermanita, todo está bajo control.- Dijo el niño sentándose en la alfombra.- Solo me voy a divertir un momento. – Frotaba sus manos una contra otra mientras sonreía muy entretenido viendo aquella escena.
– Creo que no fue buena idea dejar a Necros allí dentro solo con ese demonio. – Dijo Gloria. – Algo aquí anda mal. – Veía directo a la puerta con las manos tomadas frente a su pecho, con una expresión de profunda preocupación.
– Tranquila. – Le dijo Estela, – El estará bien, sabe lo que hace. – Trató de sonreírle inútilmente para calmarla.
Capítulo 13
David jugaba con su dedo en la alfombra color verde que cubría todo el piso del segundo nivel, Estela estaba parada y solamente veía como su hermano dibujaba garabatos sin sentido en la alfombra y los borraba para luego comenzar uno nuevo. Entonces David fijó su mirada en Gloria, quien se encontraba en una esquina opuesta, recostada sobre una pared, Se levantó y dio un codazo a su hermana, señalando a la hibrido con la mirada. Ambos hermanos comenzaron a caminar hacia ella.
– Eh, Hola. – Dijo Estela dirigiéndose a Gloria. – Perdona, es que te noto preocupada, o atemorizada, ¿Te encuentras bien? – Le sonreía de manera despreocupada tratando de hacer que la mujer se sintiera mejor, aunque dentro sabía que era inútil siquiera intentarlo.
Gloria levantó la vista hacia los gemelos que se encontraban frente a ella. Al fondo podía escuchar la discusión entre la pareja. – E… Estoy bien.- Dijo tratando de sonreír, pero su angustia no se lo permitía, por más que ella trataba de obligar a sus labios hacerlo.
– Espera, a mí no me engañas. – Dijo Estela viéndola a los ojos. – Aquí hay algo raro, y no es precisamente la niña. – Dijo ella viendo a los ojos a Gloria.
Rápidamente su hermano notó a lo que se refería y le siguió. – Algo te preocupa. – Dijo David. – A ver, cuenta. – Le sonrió.
Su hermana le dio un codazo en el hombro al notar como Gloria se incomodaba con la invasión a su espacio personal. – No la molestes David. – Le dijo Estela a su hermano, volteó nuevamente la vista a Gloria. – Aunque no nos molestaría saber lo que te ocurre. –
La mujer los vio, se quedó unos segundos en silencio y finalmente suspiró ante los gemelos. – Esta bien, les diré la verdad, pero ¿Prometen guardar el secreto? – Les preguntó a los gemelos señalándoles con el dedo.
– Por eso no te preocupes. – Dijo David. – Nosotros somos dos tumbas. –
– Bueno, para empezar, yo ya conocía a Necros. – Dijo la hibrido, los gemelos se sorprendieron al oír esto. – Todo comenzó… –
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– ¿A dónde vas? – Dice una voz femenina desde el fondo. Era Gloria quien recién entraba a la habitación, quien veía a un hombre castaño y de buen parecer, vestido con una camisa blanca y unos jeans asomado al balcón. – ¡Espera! – Se veía al joven decidido a lanzarse. Ella intentaba llegar hasta el balcón, pero aún estaba lejos. Era una casa pequeña, de dos niveles, de paredes color blanco, en la planta baja la cocina y el comedor, junto con la sala de estar y un pequeño cuarto donde guardaban implementos de limpieza, en el segundo nivel tres habitaciones, de las cuales solamente una se encontraba en uso, en las otras dos habían muebles cubiertos con sábanas blancas, para evitar que el tiempo y el polvo hicieran su trabajo.
– Estoy decidido. – Dijo. – No me vas a detener. Nadie me puede detener. – Por fin llegó hasta donde él se encontraba. Ella le tiraba de la camisa. No le soltaba. Él estaba decidido a saltar. Como sea, Gloria no se lo permitiría. Luchaba contra ella para realizar sus deseos suicidas.
– Por favor, no lo hagas. – Decía ella. Se le escuchaba llorando detrás. Estaba desesperada. – ¡Espera! ¡Regresa! – Seguía llorando. Él se decidió al fin y saltó al vacío.
Al ver como su novio caía por los aires ella Gritaba – ¡No! ¡Hector, no! ¿Por qué? – No podía creer que su novio se hubiese tirado así porque si por el balcón. Algo le tenía que estar sucediendo. Desesperada, aunque sin titubear, corrió de prisa a la Iglesia, y preguntó por el Padre Santiago.
Un joven cura atendió enseguida a la joven, quien la condujo directamente con el padre Santiago. – ¡Padre! – Dijo ella muy atormentada. – No he podido hacer nada… El simplemente… No entiendo… ¿Por qué? – Estaba alterada, lloraba descontroladamente.
El anciano la veía y acercándose a ella trataba de consolarla. – Cálmate hija… – Dijo el padre con un tono apacible. – ¿De qué hablas? – La tomaba de los hombros intentando darle consuelo.
– Héctor, padre… ha saltado así, porque sí. – El hombre se sentó en una silla junto a ella. – No me ha dicho nada, solo, se quitó la vida. -La joven no dejaba de llorar desconsolada.
Aquel hombre la vio muy afligido, no sabía que decirle, no sabía cómo calmar su llanto. – Pero hija, ¿Cuál es el problema? – Dijo el padre colocando su mano sobre la espalda de la joven desesperada.
– ¿El problema padre? – Dijo levantándose de donde estaba sentada. – ¿Acaso no sabe usted a dónde van los que se quitan la vida? Eso es un pecado padre, usted mejor que nadie debería saberlo. – Una lágrima corría por su mejilla. – No puedo permitir que Héctor llegue al infierno… El no pudo quitarse la vida solo porque si… – Llevaba las manos a su cara, no podía dejar de llorar.
– Te entiendo hija, mas no puedo ayudarte. – El padre se rascaba la barriga. – Aunque… Hay una opción… Pero… – Decía mientras buscaba algo. El padre Santiago siempre buscaba algo, pero nadie sabía que, y nunca encontraba nada, el cura creía que esa era su forma de pensar en las cosas.
– ¿Pero qué padre? ¿De qué opción me habla? – Decía la mujer llena de angustia. Nada podía devolver a su amado a la vida, y quitarse la vida tampoco era una opción para ella.
– El conclave. – Dijo el padre. – Ellos podrían abogar por el alma de Hector. Pero tú deberás pagar un alto precio si quieres salvar a tu novio. – El padre no sonaba muy convencido.
Ella vio en las palabras del padre, su última esperanza para volver a ver a su novio. – No importa padre, ¿Cómo hablo con ellos? – Ella le tomaba por la sotana.
– Yo en verdad… – El padre estaba al borde de las lágrimas. – No creo que debas… Hija. -Agachó la cabeza.
Ella se acercó a él y colocó la mano sobre el hombro del anciano. – Perdón padre, pero no tengo otra opción. – Le dijo Gloria
– Ven hija. – El padre soltó un suspiro. – Es por acá. – Llevó a la joven hacia una puerta de madera muy vieja y enorme.
La joven veía la vieja puerta y se desconcertó, incluso llegó a pensar que se trataba de una broma por parte de Santiago. – ¿Qué es esto padre? – Preguntó ella viendo aquella vieja puerta.
El padre abrió la puerta sin detenerse a pensar en las consecuencias de esto. – Esta puerta te llevará directo a la corte del conclave, allí deberás hablar con Mikael, él te dirá que hacer.- Gloria sin pensarlo cruzó la puerta. Se encontraba en una corte grande, gigante, de color blanco y adornado con oro. Allí se encontró con Mikael.
– ¿Quién eres tú? – Preguntó el ángel – ¿Y a que has venido? ¿Cómo llegaste hasta acá? – La miraba con desprecio. – No, espera, yo te conozco. Tu nombre es Gloria, tu novio es un suicida, y acaba de quitarse la vida. Y has venido hasta mí porque quieres ayudarle. ¿O me equivoco? – El ángel no le quitaba la vista de encima. Él lo sabía todo, pues era de los preferidos de Dios y del Señor.
– No, no te equivocas. – Dijo ella agachando la mirada. – Sé que tú y el conclave pueden ayudarme a sacarle del infierno. – Estaba desesperada.
– ¿Estas dispuesta a correr el riesgo con tal de Salvarle? – Pregunto Mikael
– Si, el que sea – Dijo Gloria – Viñedo a Mikael, su última esperanza, frente a ella.
– Ustedes los humanos. – Dijo Mikael dándole la espalda. – Aun no entiendo ese amor que Jesús siente por ustedes, pero está bien, salvaré a tu novio, pero con una condición. – Extendió las manos hacia la joven.
– Lo que sea, dime. – Decía desesperada.
– El estará condenado a cazar demonios, sin recordar nada de su vida, su único recuerdo será su suicidio y de ahí en adelante. En este momento él está en el infierno, y su trabajo en la tierra será deportar a los demonios que se salgan de ahí. Además tú serás su guardián, hasta que culmine su misión, yo logre perdonarle… O muera. Además deberás pasar un riguroso entrenamiento por los siete. – El ángel soltó una sonrisa
– ¿Los siete? – Preguntó asustada.
– El conclave. – Le contestó.
– Lo entiendo. – Le dijo Gloria.
. – ¿Aceptas el precio? – Le dijo acercándose a ella.
– Claro – dijo ella.
– Ahora vete. – Le dijo Mikael. – Que Necros está por venir. –
– ¿Quién has dicho? – Preguntó desconcertada.
– Necros – Dijo Mikael. – Será el nombre por el cual Héctor será conocido a partir de este día por los habitantes de la tierra. Solamente tú conocerás su verdadero nombre, y no podrás decírselo hasta que cumpla su misión. – Ahora vete. – Extendió sus alas y Gloria volvió a su casa. Portaba una enorme espada plateada con acabados dorados.
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– Los entrenamientos del conclave era muy riguroso. – Continuó Gloria. – Además de los castigos físicos, los maltratos y el desgaste. – Se incorporó. – Tener que entrenar personalmente con ellos es duro. –
– Entonces… Todo tiene sentido. – Dijo Estela rascándose la cabeza.
– ¿Por qué lo dices? ¿De qué hablas? – Preguntó Gloria.
Ella esperó un momento, dándose a sí misma algunos segundos para pensar. – Porque pregunté su historia a Necros, y era muy similar solo que a diferencia de ti, él estuvo en el infierno, tres días. – Dijo Sacando tres dedos de su mano. – Al tercer día salió de allí y llego al cielo, habló con Mikael y lo maldijo, después volvió a la tierra y fue cuando nos encontró. –
– Es verdad – Dijo David. – La historia que Ne… Héctor contó. – Veía a Gloria confundido, no sabía cómo llamarle.
– Entonces él conoce parte de la verdad. – Dijo Gloria con una sonrisa en su rostro. – Niños, ustedes pueden hablar con él, pueden decirle la verdad y liberarnos a ambos de la maldición. – Su emoción se notaba, ella recordaba las torturas que tenía que pasar por parte del conclave para llegar a ser de las híbridos preferidas de Mikael.
– ¿Y porque no lo haces tú? – Preguntó David.
– No puedo. – Dijo Gloria. – Esa fue otra de las condiciones impuestas por Mikael. – La joven volvió a expresar tristeza en su rostro, pero a la vez expresaba desesperación.
– Bueno, pero a su momento será. – Dijo Estela. – Te prometo que lo haremos. – Le sonrió tratando de darle ánimos, aunque sus esfuerzos fueron inútiles.
– Gracias. – Dijo Gloria aliviada.
– ¡Niños! – Interviene Necros saliendo por la puerta de la habitación de la niña. Estaba cansado y deteriorado. Todos lo vieron de inmediato y acudieron a tratar de ayudarle. – Estoy bien, no se preocupen. – Dijo soltándose de todas las manos que lo tomaban.
– Pensé que ya estabas muerto. – Dijo Estela.
– No bromees niña. – Dijo el volteando a verlos a ambos. – Necesito su ayuda. –
Capítulo 14
Necros y los gemelos volvieron a entrar a la habitación, se veía nuevamente tétrica, deteriorada y estaba fría, justo como en un principio. La niña estaba sentada en la cama, justo y como él le había dejado. – Ahora si muestras tu verdadero rostro. – Le dijo éste, refiriéndose al demonio.
El ente sobre la cama volteó su cara hacia aquel hombre, como si su cuello no se encontrase articulado, lo vio fijamente mientras los gemelos lo veían horrorizados detrás de Necros. – Nos volvemos a ver suicida. – Le dijo la niña con su voz tenebrosa.
– Esta niña sigue sin gustarme. – Dijo el niño. – ¡Con esa cara jamás conseguirás novio! – Le gritó a la niña. – Estás horrible. – Al parecer no entendía a lo que en realidad se enfrentaba.
Rápidamente la niña volteó la vista hacia David, quien estaba parado justo detrás de Necros. – Cállate niño insolente. – Le dijo el demonio muy enojado. – No es contigo el asunto. – Volvió a ver a Necros. – Es con el… – Volteó la vista hacia Necros – Exorcista. – Dijo en tono de burla.
Era la primera vez que un demonio contendía contra Necros, por lo regular, todos temían al tan solo oír su nombre, ningún demonio le había ganado hasta ese momento, se mantenía invicto. – ¿Qué quieres de mí? – Pregunto Necros sin bajar la vista.
– La pregunta más bien es, ¿Qué necesitas tú de mí? – La niña estaba segura. – Tú quieres respuestas exorcista, y yo puedo dártelas. – tenía una sonrisa malévola en el rostro. Ella conocía la historia de Necros, pero ya que él no recordaba nada, sería muy fácil para el demonio engañarlo para debilitarlo, podía retorcer la realidad y los hechos pasados para su conveniencia.
El exorcista lo pensó por unos segundos, dudó que cualquiera, excepto Mikael, conociera su historia, entonces pensó que podía ser una trampa y pensó en jugar el juego del demonio para ver hasta dónde podía este llegar. – ¿A qué precio? – Preguntó Necros.
– Me ofendes exorcista. – Dijo la niña con su mano en el pecho. – No todo en esta vida es por conveniencia, hay cosas que se hacen por voluntad propia, sin pedir nada a cambio, sin un precio. – Le miraba, mientras él se movía alrededor de la cama de un lado a otro, tratando de desorientarla.
– Eres un demonio, a mí no me engañas. – Necros seguía moviéndose mientras trataba de sacarle la información a la niña. – Ustedes no hacen nada por “voluntad” como tú dices. – Se detuvo frente a la cama. – entonces repito, ¿A qué precio? –
El demonio se rio, de una forma tenebrosa, burlándose de Necros. – Me ofendes, insisto. – Dijo El demonio. – Yo no soy un demonio ordinario. – Le dijo.
David quien escuchaba toda la conversación, no pudo evitar entrometerse, pues estaba en la naturaleza de los gemelos.- Eso ya lo noté. – Repuso el niño desde atrás.
El demonio sonrió. – Ves, el niño está de acuerdo conmigo. – El demonio mostro una sonrisa. – Después de que intentó invadir mi mente sin lograr nada, o que su hermana intentara sacarme dejando el cuerpo vacío. – El demonio rio, Necros lo veía sin entender a qué se refería con “el cuerpo vacío”.
– ¿Vacío dices? – Necros levantó una ceja. – Explícate. – Esperaba una explicación, sin embargo no bajó la guardia ni un instante.
– Luego lo entenderás. – Respondió el demonio.
– No juegues conmigo. – Le dijo Necros. – Soy un hombre de poca paciencia. – Y en realidad lo era. Muchas veces deportaba a los demonios que lo sacaban de quicio sin siquiera preguntarles su nombre. Se dice que tenía una técnica especial para hacerlo, algo que aprendió con los celtas, pero nadie lo había visto hacerlo jamás, así que eran solo leyendas.
– No te desesperes. – Le dijo Estela mientras acercaba su mano al hombro de Necros. A pesar de sus palabras, Necros no podía evitar sentir que no tenía el control de la situación, sentía que el demonio tenía el control de todo, de la casa, de las personas ahí dentro, incluso de él.
– Hazle caso a la niña. – Dijo el demonio sonriendo. – Sabe lo que dice. – No sabes de lo que soy capaz. – Seguía tratando de confundirlo.
– A ver. – Le dijo Necros. – Muéstrame. –
Al escuchar esto la niña vomitó una sustancia de color morado viscosa sobre Necros, quien lograba esquivarla antes de que pudiera ensuciarle. – ¿Te estas enfadando? – Le preguntó el exorcista rápidamente alzando la ceja derecha.
– No creo que sea bueno hacer enfadar a esta fea. – Dijo David desde el fondo. – Se ve que tiene muy mal carácter. – El niño se atemorizó al ver la reacción del demonio ante las palabreas del exorcista.
Le sonrió al niño. – Quiero provocarla. – Le respondió Necros. – Quiero ver de lo que es capaz. – Volvió nuevamente a la niña. – Entonces, ¿Eres capaz de hacer todas esas cosas? ¿O solamente estás jugando conmigo demonio hablador? – Le dijo Necros a la niña quitándose las gafas. -Se acercó a ella y la penetró con sus ojos negros.
La niña lanzó un grito descomunal. De pronto los gemelos comenzaron a discutir. Gloria, quien estaba en la habitación también intervino.
Discutían unos contra otros, se gritaban, se decían cosas. – ¡Aléjate de mí Basura! – Le dijo Estela a su hermano.
– ¡No me hagas daño! – Gritaba David.
Gloria empuñó su espada. – Demonios morirán por mi espada. – Dijo acercándose de prisa a los gemelos.
Necros los vio horrorizado, entonces se dirigió al demonio. – ¿Qué les has hecho? – Pregunto Necros.
El demonio reía a carcajadas al ver como se destruían entre ellos. – Solo me divierto. – Respondió la niña.
– A ver, todos ¡cálmense! – Necros gritó tan fuerte que todos salieron del trance. – ¿Qué les pasa? Deben ser fuertes y no dejar que les dominé. – En especial a ti. – Dijo volteando su vista a Gloria. – Se supone que tú eres un hibrido ángel. No puedes dejarte llevar por eso. –
Gloria estaba muy apenada, se ruborizó ante él. – Lo siento. – Dijo agachando la mirada. – Hasta los híbridos más fuertes podemos ser débiles a veces, –
– Ahora escúchenme. – Les dijo Necros a los gemelos. – Debemos intentarlo una vez más. – Esta vez sonaba convencido. – Ustedes intenten retenerle. – Se vieron el uno al otro, listos para lo que venía.
Los gemelos entran en acción otra vez. Creyendo esta vez que eran más fuertes. – Es hora hermanita. – Dijo David mientras ambos se separaban de sus cuerpos para invadir la mente y el cuerpo de la niña.
Nuevamente salieron disparados fuera de la niña. – No – Dijo Estela. – Es imposible. – Ambos se quejaban de dolor y se sobaban la cabeza. – Creo que ella es más fuerte que nosotros. – Volteaba a ver a Necros. – ¿Alguna otra idea? –
Necros se quedó pensando. – Rápido, ¡todos fuera! – Necros vio al demonio, Todos salieron como pudieron por la puerta de la habitación. – Ahora que estamos solos… – Se acercó al demonio, sacando de su gabardina una vara vieja, parecía una rama rota de un árbol. – No te muevas. – Comenzó a dibujar una runa en la cama. Se encendió una luz verde alrededor de la cama.
– No servirá de nada. – Dijo la niña. Efectivamente la runa no había servido. Necros estaba exhausto y sorprendido a la vez. – Como te dije, tú quieres respuestas, ¿Qué acaso no recuerdas como te suicidaste? – Necros se asombra al saber que el demonio sabe esto.
Rápidamente el exorcista pensó en un plan para distraer al demonio mientras dibujaba las runas necesarias para sellarlo y deportarlo. – Entonces tú me darás las respuestas. – Necros volvió a ver a la niña. Seguía insistiendo tratando de dibujar la runa sobre ella.
El demonio necesitaba escapar de su destino, y conocía la forma de hacerlo. – Solo si así lo deseas. – La niña vio a Necros – Tu novia se llamaba Gloria, ella te amaba, pero tú la traicionaste. La engañaste. – Se reía. – La vergüenza te llevó a quitarle la vida, y luego de quitarle la vida no lo soportaste y te suicidaste. Ella agonizando te pedía que no lo hicieras, y que le ayudaras. –
En ese momento, nada tuvo sentido para Necros.- ¿Gloria? – Vio a la niña. – ¿Podrá ser? – Dejó de pintar sobre la niña, se notaba atónito, estaba desconcertado.
El demonio sonrió al percibir la confusión y preocupación del exorcista. – ¡Din din din! – Le interrumpió el demonio. – ¡Tenemos un ganador! – No solamente había logrado distraerlo, sino también confundirlo, ahora solamente debía seguir el juego hasta lograr que el hombre lo dejara en paz.
– ¡Calla ya engendro del infierno! – Le gritó Necros. Cerró la puerta y salió de la habitación.
La niña había logrado su objetivo. Distrajo al exorcista y no permitió que terminara la runa. Entonces sonreía viendo hacia la puerta de la habitación, esperando a que los demás entraran. – Ingenuo. – Decía entre sonrisas.
Necros seguía atónito, estaba paralizado frente al demonio, entonces se detuvo y no tuvo más remedio que salir de ahí. Entonces guardó todo su material dentro de la gabardina, y dejando a la niña hablando sola, salió de la habitación de la pequeña Tatiana, necesitaba respuestas, y sabía dónde encontrarlas.
– La pequeña demonio sonrió. – Logré mi cometido, decía mientras veía al exorcista abandonar la habitación de Tatiana.
Capítulo 15
Los tres se encontraban en el pasillo frente a la puerta, estaban desesperados por lo que podía pasarle a Necros ahí dentro, solo con el demonio. De pronto la puerta se abre y Necros sale, se dirige directo a Gloria, necesitaba respuestas, necesitaba saber la verdad de su pasado de una vez por todas si quería vencer a este demonio.
– ¡Allí viene! – Dijo Estela con tono de preocupación.
– La próxima vez que quieras actuar solo, ahórranos la venida y déjanos a nosotros en nuestros asuntos. – Dijo el niño que se encontraba recostado en la pared de brazos cruzados.
Gloria les miraba desde el fondo del pasillo. – Cállate niño. – Dijo Necros. Se le notaba preocupado y muy enojado. No dejaba de ver a la hibrido. – Tengo un plan, pero todos deben colaborar, incluso tú. – Señaló a Gloria.
– Cuenta conmigo. – Dijo la hibrido.
A pesar de todo lo que dijo la niña, Necros decidió guardar silencio y apegarse a su plan. – Presten atención los tres. – Necros sacaba de su gabardina su mismo trozo de rama quebrajada. Comenzó a realizar unas mezclas raras. Tenía un color purpura, brillante. – Debo pintar algunas runas en ustedes. ¿Quién va primero? – Todos estaban asustados, nadie quería decir yo. Los gemelos habían escuchado antes que pintarse runas en el cuerpo era algo doloroso, pero no querían comprobarlo.
– Iré yo. – Dijo David tembloroso acercándose a Necros. – No me hagas nada ¿Eh? – Le dijo y soltó una carcajada, trataba de ocultar su miedo detrás de su risa.
– De acuerdo. Quítate la camisa. – Necros tomó un poco de la mezcla purpura con su vara. – Ahora no te muevas… – Pintarrajeaba la parte posterior del cuello del niño. Este se quejaba de dolor.
– Ouch, duele. – Decía David. – Apresúrate o comenzaré a maldecir, y en verdad no quiero hacerlo frente a un hibrido Angel. – Apretaba fuerte sus puños tratando de evitar el dolor.
– Aguanta un poco más. – Necros trataba de hacerlo lo más rápido posible. – Ya está. – Dijo viendo con un ojo la runa. – Ahora tú. – Dijo viendo a la niña. – Hizo lo mismo en la muñeca de la niña.
Los gemelos veían asombrados las runas que habían pintado en sus cuerpos. – Son bonitos tatuajes. – Dijo estela viendo su runa y la de su hermano.
– Deja ver. – Decía David dando vueltas como perro tras su cola tratando de ver su propia nuca.
– Ahora tú. – Dijo Necros viendo a Gloria. – Se acercó a su ombligo y la tomó por la cintura. Ella soltó un pequeño gemido, como si eso le parecía familiar. – Vamos a ver… – Decía Necros cerrando un ojo. – Ya está. – El niño seguía dando vueltas detrás de ellos.
La runa se veía bien. – Ya quedo. – Dijo Gloria viéndole directo a los ojos. Él no sabía que decir. Pensaba en una coartada.
– ¿Ahora qué? – Preguntó David interrumpiendo el momento de manera oportuna.
– Vamos adentro – Dijo Necros. Los dos hermanos se voltearon a ver entre sí muy asustados.
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Todos se dispusieron a entrar, liderados por Necros, quien iba al frente, los demás caminaban tras él, Gloria llevaba su mano en la empuñadura de su espada, lista para usarla de ser necesario.
– ¿Quién interrumpe mi sueño? – Dijo el demonio. – ¡Ah! Eres tu exorcista. ¿Vienes a fallar de nuevo? – Se burlaba de Necros y le miraba.
– Cállate, vengo por la niña. – Decía Necros quien iba delante de todo el equipo.– ¿Me la darás por las buenas o por las malas? – La miraba directo a los ojos.
– No sé de qué niña me hablas. – Le decía el demonio con una sonrisa
– Sabes bien de que hablo. – Le responde.
– Estas enojado. – Le dijo La niña. – ¿Qué harás? – Sonreía viendo a todos los miembros del equipo. – Hiciste bien al venir acompañado. Aunque sigo sin saber de qué niña me hablas. – Sonreía buscando la mirada de Necros, al encontrarla fijamente le sonrió. – Muéstrame lo que harás. –
– Ahora veras. – Dijo Necros. – Niños su turno. – Por tercera vez los niños lo intentan. Necros vuelve a dibujar la runa alrededor de la niña. – Esta… Funcionando… – Decía emocionado la runa comenzó a brillar nuevamente, esta vez se veía muy poderosa. El demonio gritaba. De pronto, vio a los dos niños salir disparados contra la pared. Solo consiguió enfurecer más al demonio. Intentaba atacar a Necros, Pero Gloria sale en defensa de el con su espada.
– ¡Atrás demonio! – Grito empuñando su espada frente a la niña.
– Ayuda divina. – Dijo la niña al ver la espada. – Eres un tramposo exorcista. –Dijo volteando a ver a Necros quien también se encontraba sentado en el suelo.
– No se dé qué me hablas. – Dijo Necros. Estaba tan sorprendido como la niña. No entendía de lo que hablaba el demonio, o que significaba la espada ni lo que estaba grabado en ella.
– “No sé de qué me hablas”. – Repitió ella, o más bien el demonio en tono de burla.
– No sé qué fallo. – Dijo sorprendido. – Pero debemos salir de aquí. ¡Niños! Nos vamos. – Se apresuró a salir de la habitación.
Capítulo 16
El equipo se encontraba fuera de la habitación de la niña, estaba agotados, por alguna razón no podían acabar con este demonio, la niña. Dentro de la habitación, este sonreía de forma macabra, al parecer tenía un plan.
– Debemos volver ahí dentro. – Dijo David, agitado, agachado con las manos en las rodillas.
– ¿Estás loco o eres suicida? – Le respondió su hermana, quien trataba de recuperarse sentada al borde de la puerta de la habitación de donde acababan de huir. Necros la volteó a ver con una mirada irónica. – Lo siento… – Dijo ella dirigiéndose a Necros.
– ¿Cuál es el plan ahora? – Interrumpió Gloria.
– No lo sé. – Respondió Necros. Gloria le miraba, tenía algo diferente, no alzaba la mirada y la centraba directo en sus ojos para hablarle como de costumbre, ni siquiera levantaba la cara, como si estuviera evitándola.
De pronto comienza a temblar, la casa se movía tan fuerte que los cuadros se caían de la pared, el florero de la mesa se movió hasta llegar al suelo, las puertas crujían. – ¡Terremoto! – Grita David espantado.
– No. – Responde Gloria quien volteaba a ver de un lado a otro moviendo su cabeza con movimientos muy rápidos.
– Cálmate niño. – Le dice Necros.
– Esto es algo peor… Un demonio… – Vuelve a decir Gloria empuñando su espada con la mano derecha.
– ¿Estas segura? – Le pregunta Estela.
– No se equivoca. – Responde Necros. – Solo un demonio es capaz de esas cosas. – Levanta la vista al techo. Pequeños trozos del mismo caían en su rostro. Baja la mirada de vuelta a los niños. – Y por lo visto estamos frente a uno muy fuerte y está muy enfadado. –
– De acuerdo… Solo hay algo que hacer… En estos casos… – Dijo Estela.
-¡Correeeeer! – Grita David e intenta salir corriendo, pero Necros le detiene tomándole por el cuello de la camisa.
– Contrólate niño. – Le dice Necros mientras tira fuerte de su camisa. – ¿Qué acaso aun dudan de con quién están? – De pronto el suelo comienza a caerse. – esto no es normal… ¡Corran! ¡Rápido! Todos a esa habitación! – Todos entran a la habitación que señala Necros. Dentro está todo oscuro. – Hemos desatado su ira… Al fin… – Dice Necros con una sonrisa en el rostro. Todos voltean a verle con rostros llenos de furia.
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Brenda y Ricardo se encontraban en la planta baja de la casa, esperaban impacientes tener alguna noticia del equipo o de la pequeña Tatiana. Brenda no paraba de caminar de un lado a otro, mientras Ricardo esperaba sentado en el sofá.
– ¿Qué es eso? – Pregunta Brenda después del fuerte estruendo, voltea a su lado. – ¿Doctor?… ¿Dónde está?… – Buscaba de un lado a otro. El doctor simplemente había desaparecido.
– ¡Acá estoy! – Le dijo una voz desde la espalda. Brenda salto y empuño las manos frente a su cara como boxeador. – Tranquila – Le dijo el doctor cubriéndose el rostro con sus manos.
– ¡Doctor! – Dijo ella. -No haga eso… – Expiró. – Me va a matar de un susto. Y vea que soy diabética. Si muero quedará en su consciencia. –
– ¡Ja ja ja! – El doctor se burlaba de ella, no podía evitarlo, después de todo era médico, y las cosas que Brenda decía le parecían absurdas. – Cálmese Brenda por favor, además por eso no le puede pasar nada. – Intentaba no reírse de las cosas que la mujer decía.
– ¡Ah! Encima de todo se burla… – Dijo ella llevando sus manos a la cintura. – Mire doctor que usted podrá ser lo que quiera, pero mi abuelita claro decía que uno podía volverse diabético de un susto e incluso morirse si el susto era muy fuerte. – El doctor seguía riéndose de ella. – Con usted no se puede hablar de forma seria, como personas civilizadas.- Le dijo ella muy enojada.
– Bueno, ya Brenda… – De pronto un gran estruendo. – ¿Qué fue eso? – Dijo el doctor espantado.
– Otra vez. – Dijo Brenda con los brazos alrededor del cuello del doctor. – Esto ya no me gusta. – Estaba aterrorizada. No soltaba al doctor quien intentaba soltarse de los brazos de aquella enorme mujer.
– Brenda, suélteme. Por favor… – Decía el doctor entre quejidos mientras empujaba los brazos de Brenda. – ¡Brenda! ¡Compórtese! – Grito el doctor mientras empujaba a la niñera y se sacudía la bata.
– Yo le digo que eso no es normal doctor. – Le dijo Brenda aterrorizada.
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– Otra vez – Dijo David con un salto. – Esa niña me está sacando de mis casillas. – Se llevó las manos a la cabeza. – ¿Por qué no la matamos de una vez y vamos por un Chiken Bucket a KFC? – Dijo para bajar la tensión del momento.
– Déjate de payasadas hermanito. – Le dijo Estela tratando de contener la risa por lo que su hermano acababa de decir. – Esto es serio, puede que jamás vuelvas a comer si no nos deshacemos de esa niña. – Quería hacerse la seria por un momento, trataba de mantenerse calmada y de calmar también a su hermano.
– Tu hermana tiene razón. – Dijo Gloria que no le quitaba la vista a Necros ni un segundo.
– Tranquilos. – Dijo Necros. – Que no nos gane la tensión. – Se acercaba a los gemelos. – Ahora más que nunca necesito su…- Fue interrumpido bruscamente por otro estruendo. Esta vez más fuerte.
– Creo que hiciste enojar a la bebita. – Le dijo David a Necros con una risa picara en su rostro.
– No es el momento para chistes. – Dijo Gloria – Esto es serio. – Volteo a ver a Necros. – Podríamos morir todos aquí. Entonces recordó lo que Mikael le había dicho acerca de la muerte de Necros.
– Eso no sucederá – Insistió Necros. – De alguna forma saldremos de esta. Y si esa niña no quiere por las buenas, por las malas será. – Se adelantó caminaba saliendo de donde se encontraban.
– Y vamos otra vez…- Dijo David con desaliento. – ¿A dónde vas? – Le preguntó a Necros al ver como este trataba de encontrar la salida.
Necros por fin encontró la puerta entre la oscuridad. – A la habitación de nuestro pequeño angelito. – Le respondió él, abrió la puerta y se dirigió a la habitación de Tatiana.
David se golpeaba el rostro con la palma de su mano derecha y se dispuso a salir detrás de Necros. – Pues si no hay otra opción… – Dijo el niño, entonces Gloria y su hermana le siguieron.
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Frente a la habitación seguían Javier y Sandra discutiendo. El equipo llegaba hacia donde estaba la pareja, Javier podía verse muy afligido, a diferencia de su esposa quien se veía molesta. Los gemelos les vieron y aflojaron el paso quedándose detrás de Necros y Gloria.
– Ya no hablaré más… – Dijo Sandra. – esto se acabó. – intentó voltearse y alejarse de su marido, pero nuevamente él le interrumpió tratando de seguir la discusión. Al parecer él ya estaba cansado del maltrato y del rechazo de su esposa.
– Esto no se ha acabado Sandra. – Dijo Javier molesto tomando el brazo de su mujer. – Ven acá y… – Javier fue interrumpido por una voz fría y penetrante detrás de él.
– Les pediré que se retiren por favor. – Dijo Necros mientras su equipo entraba a la habitación. – Esto puede terminar mal. –
– Yo iré. – Dijo Ricardo subiendo las escaleras. – Puede estar en riesgo la salud de Tatiana. – La niñera venia retomando el aliento detrás del doctor, casi arrastrándose para terminar de subir las escaleras.
– Entre. – Dijo Necros. – Pero tenga claro que mi responsabilidad es la niña, si usted muere o está en peligro, no intervendré de ninguna manera. – Todas las miradas se enterraron en él, en especial la de Gloria, quien sabía que estaba obligada a defender al doctor, por ser un humano.
– Lo entiendo y acepto. – Dijo Ricardo sin repicar. – Ahora no perdamos más el tiempo y vamos. – El doctor tomó sus implementos y se adelantó hacia la puerta de la habitación. Necros intentó ganarle y se puso delante de él.
Necros abre la puerta. Lo único que se veía de la niña eran los ojos, unos ojos blancos con pupilas negras. – Hola exorcista. – Dijo con una sonrisa en el rostro.
– Cállate. – Le dijo Necros. – Esta vez he venido a deportar tu trasero al infierno y no me importa cómo, lo haré – Se acercó a la niña. De pronto la niña retomó su aspecto habitual. – No me vas a engañar con eso, Creí que sabias quien era y conocías mi posición. – Le dijo.
Entonces la niña comenzó a llorar frente al exorcista. – Mami. – Dijo la niña de forma inocente. Sandra escuchó desde afuera de la habitación, volteó a ver hacia adentro y dejó a su marido prácticamente hablando solo.
– Si le haces algo a mi hija te juro que… – Entraba Sandra a la habitación. Esta retomaba su forma y color habituales. Las paredes retomaban su color rosa.
– Mami ¿Quién es este hombre? ¿Por qué me llama demonio y porque quiere hacerme daño? – Ponía ojos tiernos e inocentes. – Tiene un cuchillo mami. Y con él me quiere matar. – La niña dejaba correr una lágrima por su mejilla.
– ¡Sandra! – Entró Javier muy disgustado a la habitación. – El exorcista ordenó que nadie interfiriera. – Dijo el hombre.
– No dejaré que hagan nada a mi bebé, porque no tiene nada. – Sandra se veía molesta, pero a la vez había algo en ella que nadie entendía, algo que estaba ocultando.
Su esposo la veía muy triste, su semblante cambió, no podía creer que se propia esposa no dejara que ayudaran a su hija. – ¿La dejarías morir? – Le pregunto Javier muy triste.
– Si es necesario, sí. – Ella le dijo abrazando a la niña. La respuesta de Sandra fue muy fría. – Ahora vete inútil. No quiero verte aquí. Y llévate esas rarezas contigo. – Señalaba al equipo sin quitarle la vista a su marido.
Necros se cruzó de brazos y dio media vuelta hacia la salida. – Si ella se opone, yo no puedo hacer nada aquí. – Dice Necros saliendo por la puerta.
El niño lo veía sorprendido por la decisión tomada por aquel hombre. – ¿Y los vas a dejar así? ¿Solo así? – Pregunto David.
– No hay más que hacer niño. – Dijo saliendo. – Vámonos todos. – Salió de la habitación y todos le vieron muy sorprendidos. – ¿Qué esperan? – Preguntó él, todos le seguían poco convencidos.
El niño se voltea a ver a la niña con la madre abrazada. – Algo aquí huele mal. – Dice haciéndole gestos a la madre. – Y no es precisamente el demonio. – Dice, Se da la vuelta y sale de la habitación. La niña lo ve, sin quitarle la mirada de encima sonríe, la luz que entra por la puerta va desapareciendo y lo único que se ve es el brillo de sus ojos.
Capítulo 17
El equipo sale de la habitación de la niña, Necros no podía creer que un demonio le estaba ganando la partida, pero David sabía bien que algo andaba mal, no era normal que la niña cambiara de manera tan drástica al estar cerca de su madre, sin embargo prefiere callar al ver la expresión en el rostro de su pálido compañero.
– ¿Y dejarás que la niña se salga con la suya? – Pregunta Estela viendo a Necros.
– No. – Dijo Necros. – Pero no puedo hacer nada mientras la madre esté ahí. – Los veía a todos, estaba muy preocupado. – A menos que consigamos sacarle de ahí, todo está perdido. – Se sienta en el suelo. – Incluso la niña. – Los gemelos se preocuparon al escucharlo.
– Debemos volver. – Dijo Gloria viendo hacia la habitación de la niña.
– ¿Tienes un plan chula? – Preguntó David. – Porque a menos que lo tengas, no vamos a lograr nada. – El niño se oía muy pesimista, cosa muy rara viniendo de él, incluso en las situaciones más difíciles, él tenía el don de verle el lado positivo, y sobre todo, el lado gracioso a las situaciones, por más duras que se tornasen.
– La madre oculta algo. – Respondió ella. – La forma en que la defiende… Como la niña cambia repentinamente al verla… – Cruzaba los brazos. – No es normal, ¿Qué acaso solo yo lo noté? – Preguntó viendo a todos.
– Es verdad. – Le dijo David. – Lo noté al salid de la habitación, como las dos sonreían, era un cuadro asqueroso. – Hacía gestos con la lengua y fruncía el ceño.
– Puede que tengan razón – Dijo Necros. Entonces hizo una pausa, como si tuviese una idea brillante. – Tengo un plan. Vamos. – Llega todo el equipo de vuelta a la habitación.
– Creí que te había dicho que te largaras tú y tu equipo. – Dijo Sandra al ver entrar a Necros a la habitación.
– Lo sé – Dijo Necros. – Pero ya que no fuiste tú quien me busco, sino el doctor, no estoy obligado a obedecerte o a acceder a ninguna de tus demandas, únicamente a las de Ricardo. – Volteó a ver a la niña. – Ahora contigo…-
– ¿Qué me vas a hacer? – Preguntó el demonio utilizando la voz de la niña. – Mami tengo miedo. No dejes que el hombre se acerque. – Abrazaba a Sandra tratando de protegerse de lo que Necros pudiera hacerle.
La madre se interpone en el camino de Necros. – No te dejaré pasar. – Le dijo con los brazos extendidos a ambos lados. – No dejaré que toques a mi hija. – Colocaba sus manos en el pecho del hombre para evitar que pasara.
– ¿Aunque tengas que retenerme con tus manos? – Le preguntó Necros a Sandra.
– Si, ve. – Tomó a Necros por los brazos. El tomo sus brazos también. Forcejeaban entre ellos, evidentemente la fuerza de Necros era mayor, suficiente para inmovilizarla.
– ¡Ahora niños! – Grito, y de prisa David entró a la mente de la niña, para intentar encontrar a la niña y retener al demonio y Estela entró para sacar al demonio y liberar a la niña.
De pronto ambos salen de la niña. – ¿Qué ha pasado? – Preguntó Necros. – ¿Han podido separarles?
– Claro que no… -Responde David. – Su cara se veía horrorizada. – Ella no es… – Temblaba y señalaba a la niña. – Su cuerpo no… –
– El niño lo ha entendido. – Dijo el demonio.
– Habla de una vez… – Dijo Necros viendo al niño.
– No podrás sacar al demonio. – Dijo David asustado… – Porque… La… – Temblaba y señalaba a la niña sobre la cama.
– ¿Te quieres apurar? – Le interrumpió Estela.
– La… niña… ¡Es el demonio! – Dijo David asustado. Todos abrieron los ojos, nadie podía creerlo, ni siquiera Javier quien estaba al borde de la baranda frente a la habitación de la niña.
– Hasta que lo has entendido. – Dijo la voz de Sandra desde la puerta.
– ¿De qué hablas Sandra? – Dice Javier entrando de vuelta. – Explícate por favor. – Ya no sabía que pensar, pero sabía que entendería la situación después de escuchar a su esposa y lo que tenía que decir. Sabía que era importante y estaba ansioso por saberlo.
– Pues veras. – Dice Sandra. – ¿Recuerdas lo que pasó con Ana… Javier? – Javier sorprendido abrió los ojos. – Así es, dijo Sandra, tu secretaria, aquella vez que… – Dijo ella mientras le miraba.
– La vez que te engañé. – Dijo Javier agachando la mirada. – Creí que eso había quedado en el pasado. – Le dijo a su esposa sin poder enfrentarla con la mirada. – Pero eso ni siquiera pasó. – Repuso él. – Tú creíste que yo te engañaba, pero nunca pasó nada entre nosotros. –
– A ver, a ver.Explícate mujer que no entiendo nada. – Dijo David moviendo los brazos a los lados.
– Yo entiendo. – Dijo Estela antes de que pudiera intervenir Sandra. – Pero… ¿Cómo lo hiciste? –
– Eres lista niña. – Dijo Sandra. – Pues veras, no fue sencillo, tratar con un demonio es cosa seria. No fue nada fácil. –
– ¿Un demonio? – Preguntó David. – ¿Quieres decir que te tiraste un demonio? – Preguntó.
– ¡Claro! – Dijo Estela. – Entonces la niña no está poseída. La “bebita” ¡Es un jodido hibrido! –
– Eso explica… – Dijo Necros. – Pero ¿Por qué? – Seguía sin entender. – A menos que… tu… – Dijo señalando a Javier. – Seas… –
– Exacto – Lo interrumpió Sandra. – El señor acá presente es estéril… Además debía encontrar una manera de vengarme y que él lo recordara por siempre. –
El niño la vió. – Creí que dirías que él era el demonio. – Suspiró aliviado. – Pero tirarte un demonio por venganza, eso es caer muy bajo. – Dice David asqueado. Javier dirigió su mirada hacia él. – Perdona. – Dijo David moviendo sus manos de un lado a otro para disculparse con Javier con una sonrisa.
– No importa. – Respondió Javier quien volvía su mirada a su esposa.
Se escucharon aplausos pausados al fondo, era la niña. – Bravo – Dijo. – Scooby Doo y su pandilla han resuelto el misterio. – Ahora… – ¡Todos fuera! – grito, y a la vez todos fueron alzados y echados fuera por los aires. Necros y Gloria atravesaron la baranda llegando directo a la planta baja.
Después de un tiempo, todos estaban tirados en el suelo, estaban muy débiles, David se encontraba inconsciente y Ricardo, quien hasta hace poco había recuperado la consciencia, corrió y hacía lo posible por ayudar a los gemelos. Necros se levantó como pudo. Buscaba a Gloria. La vio sentada en el sofá. – Tú y yo tenemos algo que aclarar. – Le dijo.
Capítulo 18
Al recobrar la consciencia, los gemelos se dieron cuenta que se encontraban solos fuera del cuarto de Tatiana. No se veía a Necros o a Gloria por ninguna parte, tampoco al doctor, la niñera o los padres de la niña. Entonces David tuvo una loca idea, por fin podrían hacer las cosas a su manera.
Los niños despertaron, pero no veían a Necros. – Debemos intentarlo. – Dijo David sacudiendo a su hermana.
– Sin Necros estamos muertos. – Dijo Estela. – Además esa perra está enojada. – Dijo refiriéndose a la niña.
Su hermano trataba de levantarse con las pocas fuerzas que le quedaban. – Vamos hermanita, no me digas que tienes miedo. – Le dijo David. – Anda. – Los gemelos entraron a la habitación. Adentro estaban la niña y su madre. – A ver engendro de Satanás. Hemos venido por ti. – Le dice a la niña señalándola con el dedo.
– Si claro, enfurécela más. – Le dice Estela mientras se incorporaba. – Esa perra nos va a matar a todos. – Golpea en la cabeza a su hermano. – Bueno a intentarlo. – Sonrió.
Sandra se interpuso en el camino de los gemelos. – No pasarán. – Dijo. Entonces Estela intentó golpearla, y consiguió conectar un fuerte golpe en el rostro de la mujer.
Esto hizo enfurecer a la niña, quien soltaba un grito ensordecedor. La casa tembló. Los niños no sabían que hacer. Sentían que no tenían control de su cuerpo. Estaban desesperados.
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Gloria y Necros se encontraban en la planta baja, Necros necesitaba respuestas, y Gloria no era la más indicada para dárselas. Temía por lo que pudiera pasarles si ella decía algo que no debía.
– Ahora si. ¿De qué hablas exorcista? – Dijo la hibrido.
– Tú sabes bien de que hablo. – Le dijo. – Tú sabes quién soy, conoces mi pasado, Gloria. – Se volteó y penetro los ojos de Gloria con sus ojos negros. – Después de todo, tú me mataste… – Trataba de utilizar sus poderes con la hibrido.
– No puedes usar tus poderes conmigo. ¿Lo olvidas? – Le preguntó a ella cruzándose de brazos.
– Tal vez no te puedo hacer hablar con mis poderes. – Le dijo él. – Pero si mi persuasión. He notado como me miras. – Entonces se acercó a ella. – Tus deseos al verme.
– Está bien. – Dijo ella. Necros se sorprendió al ver que el poder de sus ojos era inútil con ella. – No te puedo mentir más. Tú y yo éramos pareja. Vivíamos juntos. Un día comenzaste a desvariar, decías cosas sin sentido, yo intente detenerte, pero tu… Parecías poseído.No me escuchabas. Entonces… – Hizo una pausa y suspiró. -Te lanzaste. No pude hacer nada para detenerte. – Ella estaba muy angustiada, se le oía triste, estaba muy mal, no sabía cómo explicarle lo que había pasado.
– Eso quiere decir que tu… y yo… – Dijo Necros, Pero no pudo terminar la frase, sus labios estaban junto los de Gloria. De pronto se separaron. – Eso me refrescó la memoria. Pero no ayuda mucho contra ese demonio. – Dijo tomando la mano de Gloria. – Debe haber una forma de vencerle… Aunque la única opción será… – Se quedó pensando y entonces sonrió. – Vamos, hay que regresar. – Gloria estaba confundida. No entendía lo que él pensaba.
– Creí que tu maldición te impedía tener sentimientos. – Dijo ella sorprendida por lo que acababa de suceder.
– No hay tiempo para eso. – Le dijo él, ahora vamos, debemos salvar a los niños y… – La vio.
– ¿Qué? – Preguntó Gloria.
– Creo que puedo salvar a la niña. – Respondió Necros. – O al menos su lado humano. –
Subieron las escaleras lo más rápido que sus débiles cuerpos se los permitieron. – Niños levántense, dijo Gloria. – Los niños estaban tirados fuera de la habitación.
– Heeee… Veo que el amor está en el aire. – Dijo David al ver las manos tomadas deNecros y Gloria.
– Olvidate de eso niño, ¿Qué ha pasado con ustedes? – Les preguntó Necros.
– Quisimos hacerlo solos. – Dijo Estela.
– Son unos ingenuos. – Dijo Necros.
– Creo que eso ya lo notamos. – Dijo David mientras intentaba reírse, pero el dolor no se lo permitía. Se quejaba de dolor.
– Eso no importa. – Interrumpió Estela. – Solo díganme que tienen un plan. –
– Yo sí. – Dijo Necros. – Lo que hay que hacer es… – Los reunió a todos, Javier solo escuchaba murmullos. Entraron a la habitación.
– ¿Entendieron todos? – Preguntó Necros asegurándose de que todo el equipo comprendiera el plan. Si quería que funcionara, todos deberían saber bien lo que debían hacer.
– Claro que sí. – Le dijo David con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
– Esta vez la niña no podrá contra nosotros. – Respondió Estela golpeando la palma de su mano izquierda contra su puño derecho.
Capítulo 19
Se escuchó otro estruendo que sacudió toda la casa. Esta vez las luces parpadearon. Todos buscaron de donde sostenerse para mantenerse de pie. Entonces Necros entra a la habitación de la niña seguido de los demás miembros de su equipo. Estaba oscuro nuevamente, se sentía un frio ártico que recorría el cuerpo de todos, los paralizaba, los hacia más lentos. Necros estaba decidido a acabar con la niña, entonces seguía adelante.
La niña los ve entrar y en seguida intenta distraer al equipo para poder continuar con su plan. – Veo que has vuelto exorcista. – Dijo la niña dirigiéndose a Necros.
– Y yo veo que tú insistes en otorgarme ese asqueroso e insignificante título de exorcista. – Le respondió Necros quien caminaba hacia ella con las manos empuñadas.
– Tú te encargas de devolver a mis amigos a casa. – Le dijo la niña. – ¿Entonces cómo quieres que te llame? –
Necros le sonrió al ver como el demonio seguía la conversación, justo como estaba planeado. – Considérame, un medio, un puente, para devolver tu trasero con tu papi Luci. – Le dijo él. – Tarde o temprano estarás débil y todo esto acabará. – El exorcista trataba de acercarse a la niña sin que esta lo notara.
– Ja ja ja…- Mofó la niña. – ¿Qué acaso no te has dado cuenta quemientras más permanezco en la casa, más fuerte me vuelvo? – Le preguntó la niña a Necros mientras se sentaba en la cama.
Los niños volteaban a todas partes viendo la casa, entonces se dieron cuenta que entre más tiempo pasaba la niña en la casa, esta cambiaba su aspecto y el demonio se hacía más fuerte. – Pudimos haberlo notado. – Dijo David interponiéndose entre ellos.
– Eso no importa. – Dijo Gloria molesta. – Yo creo que la única forma de acabar con esto es matar a la niña. – Sostenía fuerte la dorada empuñadura de su espada.
Necros tomaba las manos de la hibrido tratando de detenerla. – Hay otras alternativas. – Dijo Necros. – Te recuerdo que la niña es un hibrido, por lo tanto existe una parte humana dentro de ella. – Dijo mientras volteaba a ver a la niña. – Y mientras pueda salvarle, no le mataré. –
– Allá tú. – Respondió Gloria. – Pero cuando nos mate a todos… – Quitaba la mano de la dorada empuñadura, sin bajar la guardia. Con la otra mano guardaba su espada de vuelta a su espalda. – Solo te recuerdo que… –
– Lo sé. – Interrumpió Necros. – No tienes que repetírmelo a cada momento. – Le lanzó una mirada molesta a la híbrido.
– Yo estoy de acuerdo con la hibrido… – Dijo Estela que sintió de repente la mirada ce Gloria sobre ella. – Perdón… Con Gloria. – Repuso.
La hibrido suspiró cerrando los ojos. – No importa. – Dijo Gloria con un ademán. La niña asintió con la cabeza y le sonrió a Gloria en señal de aceptación. Estela asintió con la cabeza, aunque se sentía muy apenada.
– Eso no importa ahora. – El exorcista las vio a ambas interrumpiendo el incómodo momento. – Creo que aun puedo salvarle. – Dijo Necros, a pasear de todo, creo que todos merecemos una segunda oportunidad, – dijo viendo a la niña. – Y si a mí me otorgaron ese privilegio, ¿Por qué he denegárselo a una pobre alma inocente? Además tú eres mitad ángel, creo que no deberías pensar desea forma. –
La niña interrumpió la discusión. – Ejém… – Dijo el demonio. – Les recuerdo que sigo aquí.– Sus ojos se dirigían a Necros. – Entonces. – Dijo. – Exorcista, ¿No me digas que todavía lo quieres intentar? Deberías escuchar a tu noviecita, ella es sensata. Matarme sería una buena opción. – Sonreía al ver como el equipo discutía.
– Escúchala, – Le dijo Estela acercándose a Necros. – Es una petición que el mismo demonio te hace. – Tomaba la mano del exorcista.
– Yo pienso que si quiere morir, podemos concederle ese último deseo al engendro. – Dijo David acercándose a su hermana.
– No. – Repuso Necros. Gloria lo observaba de reojo, suspiraba. – Es un alma, puedo salvarla. – Veía al demonio, tal vez sabía lo que tramaba y por eso persuadía a los demás de dejarlo con vida.
Todo el equipo dirigió su mirada al exorcista. – No existe alma dentro de ella. – Le dijo Estela.
David lo ve enojado. – ¿Qué no ves? – Le dijo a Necros. – Es un jodido hibrido. – Decía alterado.
– Escucha a tus amigos. – Decía el demonio. – Ellos saben lo que dicen exorcista. –
– No lo acepto. – Dijo Necros. Se le escuchaba calmado a pesar de la presión que los demás ejercían sobre él.
– ¡Entonces sufre las consecuencias! – Gritó el demonio. Necros abrió los ojos delante del demonio. Entonces se escuchó un grito espantoso, como de una niña. Todos caían al suelo sus vistas se nublaban. De repente todos quedaron tirados en el suelo.
Capítulo 20
Luego de un destello de luz a consecuencia del estruendo del demonio, todo el equipo se encontraba tirado en el suelo, desmayados, sudaban y tenían contracciones involuntarias, como si estuvieran en una pesadilla. Entonces David despertó.
– ¿Dónde estoy? – Dijo David, quien veía a su alrededor, el lugar le parecía familiar. Definitivamente ya no estaba en la casa de Javier y él lo sabía. – Este lugar… – Dijo. Entonces se disparó a correr hacia una puerta. – ¡Lo sabía! Es el laboratorio. – De pronto vio a un hombre dentro. – ¿Doctor? – Dijo sorprendido y asustado. No entendía lo que pasaba, ni como había llegado hasta ese lugar o cómo era posible que el doctor pudiese estar vivo. El y su hermana le vieron morir en esa ocasión en esa cama de hospital. Era imposible.
– Eh… Hola David. – Era el doctor a quien él y su hermana habían intentado salvar. – ¿Cómo estás chico? – Pregunto sonriente.
– Pero… Doctor… – David estaba sorprendido. – Creí que… usted… estaba… –
– ¿Muerto? – Concluyó el doctor la frase. – No hijo, solamente les hice creer que había muerto, para que ustedes se enfocaran en la búsqueda de su madre. – El doctor tenía una sonrisa en el rostro.
– Pero… vea… Este lugar…- David seguía sorprendido. – Creí que…- Hace una pausa tratando de analizar la situación y ordenar sus ideas. – Después de la explosión esta había sido reducido a nada. – Veía a todos lados, rastreaba el laboratorio. Estaba intacto, como si nunca hubiese pasado nada allí dentro.
– Lo que pueden hacer días de dedicación y la herramienta adecuada. – Insistió el doctor. – Y dime… ¿Qué opinas? – Le sonreía al niño como si nunca hubiera pasado nada.
– Pues le quedo muy bien. – Decía David con la mano en la barbilla. – Se ve exactamente igual. – Pero… ¿Qué hace con tanto esmero doc.? – Preguntó el niño al ver al doctor frente a un panel y una pantalla a los que no les quitaba la vista de encima.
– Pues veras…- Dijo el doctor
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Estela despertó en un campo de trigo, era gigante, no se veía nada a kilómetros a la redonda, solo espigas de trigo, todas doradas que se movían con el viento. Parecía un océano de oro. Despertó y enseguida se puso de pie. No había nada ni nadie con ella. Entonces comenzó a caminar a ninguna dirección. No sabía a donde iba. De pronto escuchó una voz de mujer. – Estela. – Dijo La voz. Entonces Estela volteaba de un lado a otro, tratando de encontrar de dónde provenía la voz.
– ¿Quién es? – Preguntó Estela asustada. Volteaba a todos lados tratando de encontrar de dónde provenía esa voz, no le resultaba familiar en lo absoluto.
– Soy yo bebé Dijo la voz. – De pronto Estela se vio frente a su madre.
– Mamá – Dijo ella mientras corría hasta llegar a los brazos de su madre. Se podían ver algunas lágrimas correr por sus mejillas
– Si bebé, mami está contigo. – Dijo la madre abrazando a Estela. – Ya paso amor, todo está bien. – Le decía.
– Creí que nunca te encontraríamos mami. – Dijo Estela. – Por cierto, ¿Dónde está David? – Preguntó. – No le he visto desde… –
– ¿Desde qué amor? – Preguntó la madre.
– No, olvídalo. Ya vendrá, seguro está realizando alguna de sus travesuras. Pero… ¿Dónde estabas? ¿Y dónde estamos? – Dijo extrañada.
– Estamos en casa. – Dijo la madre, mientras aparecía un granero color rojo detrás de ellas, el cual antes no estaba, con un molino de viento viejo al lado derecho del granero y una casa al lado del molino.
La niña lo veía un poco extrañada. – ¿Eso estaba allí? – Preguntó Estela. – No recuerdo haberlo visto. – Dijo extrañada. – ¿Cómo llegué hasta aquí? –
– ¿De qué hablas bebe? – Preguntó la madre. – Estamos en casa. Ven con mami. –
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Héctor despertó en su cama. En ese mismo cuarto del cual había saltado. Se rascaba la cabeza, algo andaba mal. Y él lo sabía. Miraba a su alrededor, Y a su derecha había una joven acomodada en su cama. Ella se voltea hacia él. – Buenos días, Héctor – Le dice mientras sonríe y acaricia el rostro de Héctor con la mano. Era Gloria.
– ¿Qué está pasando acá? – Preguntó Héctor espantado. Algo en la escena no lo convencía.
– ¿Te sientes bien? – Preguntó Gloria
– SI – Dijo Héctor. – Es solo que… no recuerdo nada, no sé cómo llegue acá, ¿Y en qué momento salimos de la casa de Javier? – Estaba confundido, no entendía nada, ni como había pasado todo, o como de repente estaban en otro lugar. Todo era confuso.
– Yo tampoco lo recuero – Dijo Gloria. – Pero eso no importa, de seguro venciste a la niña, y los ángeles te perdonaron, y nos devolvieron nuestra vida habitual amor. – Dijo Gloria convencida. O tal vez no estaba convencida, pues tampoco recordaba nada, pero era al menos lo que quería creer. Suspiró tratando de convencerse a sí misma de sus palabras anteriores.
– Pero entonces… Yo… No cambie… – Dijo Héctor, quien se miraba los ojos y el cabello. – Sigo igual. –
– De seguro los ángeles decidieron dejarte así, para que recordaras tu lección. – Dijo ella. – Ahora ven conmigo, de vuelta a la cama. -Al parecer a ella no le importaban esos pequeños detalles, estaba como embrujada, fascinada por volver a la realidad, a esa realidad de la cual nunca debió salir.
Héctor se sentó a la orilla de la cama. – Algo acá no está bien. – Dijo viendo hacia todas partes. De pronto se encontró frente al espejo. Lo había entendido. – ¿Dónde estás engendro? – Grito. – ¡Aparece! – Decía como loco.
Gloria lo veía extrañada. – ¿Qué pasa Héctor? – Preguntaba Gloria. – ¿De qué hablas? –
– Lo has entendido. – Dijo la niña que aparecía al otro lado del espejo. Héctor volteó para ver si estaba tras él, mas no era así.
– ¿Qué has hecho? – Le preguntó Necros espantado al ver la cara del demonio en el espejo y enfadado a la vez por lo que el demonio había hecho con todos dentro de la casa.
– Trataba de divertirme. – Respondió el demonio. – Quería jugar con tu mente y la de tus amigos. Ve a tu noviecita, por ejemplo, ella cree que todo esto es real y que yo ya no existo. – Dijo señalando a Gloria. – Eso me parece muy divertido, ¿A ti no? – Le pregunta burlándose. De pronto vuelve a ponerse seria. – Pero veo que a ti no te puedo engañar exorcista. – Le sonrió. – Eres demasiado listo. – Decía enfadado.
– ¿Cómo salgo de aquí? – Preguntó Héctor.
Se pintó una sonrisa en la cara del demonio. – Eso deberás averiguarlo solo. – Respondió el demonio. – Si es que logras hacerlo antes de que todos tus amigos mueran, incluyendo a tu noviecita.-
– ¡Cállate engendro! – Grito Héctor lanzando un puñetazo al espejo. Al caer los cristales al suelo todo se vio negro. Necros había despertado. Estaba de vuelta en la casa de Javier. Tirado en el suelo. Se levantó y corrió hacia el niño, dibujando una runa en su frente. – Espero que esto funcione. – Dijo desesperado.
Capítulo 21
Ricardo y Brenda terminaban de subir las escaleras. Se veía a Javier y Sandra peleando a un lado. Y a Necros dibujando sobre la frente del niño. – Debo entrar. – Dijo Ricardo ignorando todo el panorama fuera de la habitación de la niña.
– No puedes hacerlo. – Dijo Javier, quien intentando detenerle, le tomaba por el brazo.
– Escúchalo. – Le dijo Necros al doctor desde adentro de la habitación sin voltearlo a ver, seguía dibujando en la frente de David.
– Debo saber que la niña está bien. – Dijo Ricardo soltándose del brazo de Javier. – Te recuerdo que soy médico, y es mi deber asegurarme que esté bien.- Dijo dirigiendo su mirada a su amigo.
– De acuerdo. – Dijo Javier poco convencido. – Pero yo te acompañare. – Se paró al lado de su amigo, le temblaban las rodillas pero trataba de disimularlo para no parecer un cobarde frente a todos.
– Entonces iremos todos. – Dijo Sandra, mientras llegaba hasta donde estaban ambos, y Brenda se acercaba también. – No dejaré que estén todos ustedes a solas con mi bebé. –
– ¿No crees que ya has hecho suficiente? – Le pregunta Javier a Sandra. Estaba muy molesto. Ricardo y Brenda lo notaron y le miraban fijamente, mas no querían interrumpirle o entrometerse entre la pareja. Fruncía el ceño enterrando su mirada en su esposa.
– Te recuerdo que es mi hija la que está ahí dentro. – Repuso Sandra. – Debo asegurarme que este bien. – Javier la vio con disgusto en su rostro, sabía que no podía detenerla, pues su esposa tenía razón.
El doctor dirigió sus ojos a su amigo. – Bien vamos todos entonces. – Dijo Ricardo antes de que Javier pudiera responder a Sandra y se iniciara una nueva discusión, entrando a la habitación.
– Mami, ¿Eres tú? – Dijo la niña con voz tierna.
– Si bebé, soy yo. – Dijo Sandra entrando a la habitación. – El doctor se va a asegurar que estés bien. – Dijo viendo a la niña.
– No mami. – Dijo la niña. – no quiero que el doctor se acerque a mí. – Repuso. Escondía el rostro entre las sabanas, esquivando al doctor que se acercaba a ella.
La niñera veía espantada a la niña. – Creo que deberíamos hacerle caso. – Dijo Brenda
– No – Dijo Ricardo. – Les recuerdo que es un ser humano quien está ahí. – Dijo con tono de enfado. – Y más riesgoso aún, una niña. – Ricardo continuó acercándose a la niña. Quien se sintió intimidada al ver al médico.
– Doctor aléjese de mí… – Dijo la niña. – Por favor… No quiero que usted me vea, yo estoy muy bien, se lo prometo. – La niña trataba de hacerse hacia atrás. Intentaba evadir al doctor por alguna razón.
– Tranquila Tati. – Dijo Ricardo. – Todo está bien. –El seguía insistiendo para llegar a la niña.
– No doctor. – Insistió la niña mientras Ricardo seguía acercándose a ella. – ¡He dicho que no! – Grito utilizando la voz del demonio. Entonces tomó a Ricardo con sus manos y comenzó a desgarrarle, le estaba partiendo por la mitad. Ricardo gritaba agonizante mientras sentía su cuerpo dividirse. – Se lo advertí doctor. – Dijo el demonio. – No quería hacerlo, pero usted me obligó. – El demonio partía por la mitad a Ricardo, sangre y entrañas caían de ambas partes del cuerpo del doctor. Sus ojos se tornaron blancos.
– ¡Ricardo no! – Grito Javier. Estaba asustado, quería ayudar a su amigo, pero por alguna razón su cuerpo no reaccionaba, no respondía a las órdenes de su cerebro. Se quedó inmóvil contemplando como la niña partía al médico por la mitad y escuchando los gritos de aquel hombre.
Por fin los gritos cesaron. El cuerpo del doctor estaba en el suelo de la habitación. En dos partes. Sus viseras estaban regadas en el suelo, había un charco de sangre alrededor del mismo. – Debemos salir de aquí. – Dijo Javier.
– ¿Qué hacemos con el doctor? – Preguntó Brenda.
– Tienes razón. – Dijo Javier. – No podemos dejarle aquí. ¡Ayúdame mujer! – Dijo a Brenda mientras arrastraba la mitad del cuerpo del médico hasta la puerta. Pronto Brenda se incorporó a ayudarle, tomando asqueada la parte inferior del cuerpo del médico. Volvieron a cerrar la habitación de la niña. Javier lloraba sobre la mitad superior del cuerpo de su amigo.
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Después de una larga conversación, el doctor Valdivieso logró convencer a David de entrar a una máquina, la cual, él aseguraba, lo llevaría de vuelta con su madre y su hermana.
– ¿Está seguro de que esta vez funcionara? – Pregunto David emocionado.
– Completamente. – Dijo el doctor. – Solo entra y lo comprobaras por ti mismo. Dijo abriendo la puerta de la máquina. – Pronto estarás de vuelta con tu madre mi amigo. – Dijo el doctor.
– ¡Espera niño! – Dijo una voz que venía de la nada.
– ¿Necros? – Pregunto David. – ¿eres tú? – Decía deteniendo el paso. Rápidamente reconoció la voz que le hablaba. Buscaba a su compañero dando vueltas. Entonces lo vio.
– Si niño. – La imagen de Necros no era clara. Pero se fue aclarando hasta que se vio a Necros frente a David. – Esto es un engaño niño. Nada es real. – Trataba de darle la mano al niño para que saliera de la máquina.
– ¿De qué hablas? ¿Y cómo llegaste hasta acá? – Preguntaba David emocionado. – Te presentaré al doc, el me llevará con mi madre.
– No seas ingenuo. – Le dijo Necros, quien fue interrumpido por la voz del doctor.
– ¿Con quién hablas? – Pregunto el doctor.
– Con mi amigo, Hé… Necros. – Dijo David, recordaba que Gloria le había mencionado que nadie podía saber la verdadera identidad de Necros.
– ¿De qué hablas niño? – Pregunto de nuevo el doctor. – Aquí no hay nadie. – Decía mientras se alejaba del niño
– ¡No le escuches niño! – Grito Necros.
– Apresúrate David. – Dijo el doctor. – No perdamos tiempo. – Dijo con la voz del demonio. Entonces su rostro se deformó, hasta tomar el aspecto del demonio.
– Debes enfrentarlo. – Le dijo Necros.
– ¿Qué? ¿Qué es esto? – Dijo David asustado.
Necros se paró a lado del niño. – A ver niño, juntos – Le dijo, entonces se vieron dos puños llegar directo al rostro del demonio. Antes de impactar se vio un destello blanco. Entonces ambos se encontraban en la casa de Javier nuevamente.
– Niño ayuda a tu hermana y a Gloria. – Dijo Necros. Entonces David entró a la mente de Estela.
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Capítulo 22
En la iglesia de San Clodoveo todo estaba muy tranquilo. Santiago se encontraba sentado en una banca viendo como Rubén barría de un lado a otro, como siempre, el anciano lo seguía con la cabeza de derecha a izquierda y de vuelta.
– Ya deja eso, por favor. – Le dijo Santiago a Rubén. – Pasas todo el día barriendo esta vieja iglesia. – Veía hacia el techo de la iglesia. – Por favor descansa un momento. De pronto el anciano fue interrumpido por una luz.
– Perdone padre. – Le dijo el cura. – Pero la iglesia debe estar limpia todo el tiempo para los feligreses.
– ¿Es por eso que barres todo el tiempo? – Le preguntó Santiago cabizbajo, con la mirada al suelo.
– Padre. – Dijo Rubén apoyándose en la escoba mientras veía al padre sentado en la banca. – Lo noto preocupado. – ¿Está todo bien? – Le preguntó el gordo cura. El padre lo vio y trató de sonreír, pero fue inútil.
Santiago agachó la mirada nuevamente. Movía los pies sobre el piso de la iglesia. – A decir verdad. – Hizo una pausa. – No. – Alzó su vista nuevamente hacia el cura.
– ¿Qué ocurre padre? – Preguntó el cura asustado acercándose al anciano.
– Pues verás. – Le dijo el padre Santiago. – Todo comenzó el día que conocí a Necros.
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Santiago se encontraba tranquilo en el jardín de la iglesia. Estaba sentado en una banca contando los girasoles, ya que era la flor que más plantaba Rubén, siempre habían nuevos, entonces el anciano se tomaba el tiempo para contarlos, no lo hacía con el afán de auditarlos, simplemente le gustaba contarlos en su tiempo libre. De pronto una columna de luz blanca lo cegó.
– ¿Qué es esto? – Preguntó el padre tratando de cubrir sus ojos con su antebrazo. Se podía divisar una silueta humana en el centro de la columna. Entonces lo vio. Un hombre pálido que llevaba una gabardina negra como la noche, al igual que su cabello y unas gafas del mismo color. El padre trató de acercarse a él con mucha cautela. – ¿Y tú quién eres? – Preguntó el anciano muy asustado.
– ¿Tu eres Santiago? – Preguntó aquel hombre señalando al anciano Padre. No se veía ningún sentimiento o emoción en él, ni siquiera tenía expresiones en su rostro.
– ¿Tú quién eres? – Preguntó de vuelta el anciano.
Necros lo vio. – No se responde una pregunta con otra. – Le dijo al anciano frente a él.
– Eres un insolente. – Le dijo el anciano. – Estás tratando con un sacerdote hijo. –
– Yo pregunté primero. – Le dijo Necros al padre.
– Así es. – Le dijo Santiago. – Yo soy el padre Santiago. – ¿Quién eres tú? – Le preguntó a aquel hombre frente a él.
– Mi nombre es Necros. – Respondió más relajado. – Me envió Mikael, me dijo que tú podías ayudarme a volver. – Entonces se acercó al padre.
– ¿Ayudarte? – Preguntó el padre. – ¿Cómo podría yo ayudarte? – El padre se veía las palmas de las manos. – Soy un simple sacerdote, no puedo ayudarte. – Bajó la mirada.
Necros tomó las manos del anciano y las bajó. – Pues dicen que usted fue el mejor exorcista en sus tiempos. – Lo vio. – A decir verdad me gustaría confirmar los rumores, creo que puedo aprender mucho de usted padre. –
El padre se asombró al escuchar lo que el hombre aquél le decía. – ¿Y tu como sabes eso? – Le preguntó. Nadie, excepto Rubén conocía el pasado de Santiago.
– Recuerda que el conclave lo sabe todo, amigo. – Le dijo Necros. Entonces el padre sonrió.
– No creo que pueda ayudarte mucho. – Le dijo Santiago. – Mejor ve con los celtas, ellos podrán ayudarte más de lo que yo podría. –
– Anda Santiago. – Le dijo él. – Ya estuve con esos viejos locos. – Se sacó un trozo de madera vieja del bolsillo y en seguida el anciano abrió los ojos. – Además creo que podré aprender más de ti. – Le dijo guardando de vuelta el madero.
– Está bien. – Le respondió Santiago. – Solo porque lo pones así, te ayudaré. – Se levantó de donde estaba sentado. – Ven, sígueme. – Dijo sin voltear a ver al hombre aquel. – Y te enseñaré todo lo que se. – Enseguida comenzó a caminar. – Por favor no te demores. – Entonces aquel hombre volteó hacia el padre y a pasos apresurados lo siguió. –
– ¿Qué haces? – Le dijo Necros mientras aquel hombre tomaba un poco de agua bendita de una pequeña fuente
– Tomo un poco de agua bendita. – Le respondió el padre. – Nos servirá para enseñarte a realizar los exorcismos. –
– Entonces el hombre lo vio y se quedó callado. – No creo que pueda realizar exorcismos utilizando agua bendita. – Le dijo al padre. Este en seguida le clavó la mirada. – Soy neutral. – Le dijo en seguida. Aquel anciano abrió los ojos. – Fue una de las condiciones que Mikael puso sobre mi maldición.
– Esto será más difícil de lo que pensé. – Dijo Santiago mientras continuaba su camino soltando el frasco que se disponía a llenar con el agua bendita de la fuente del pulpito de la iglesia. – Pero está bien, de cualquier forma, sígueme. Necros caminó detrás del anciano.
Mientras caminaban dos trozos de pergamino que ardían caían del techo, uno cayó sobre las manos de Necros y el otro sobre las manos de Santiago. – ¿Qué es esto? – Preguntó Necros.
Santiago fijó su mirada en el pergamino en su mano, volteó a ver el que estaba en las manos de Necros y notó que tenía escrito el mismo nombre y la misma dirección, entonces alzó la vista al exorcista. – Creo que es tu primera misión. – Le dijo.
– ¿Una bruja? – Preguntó Necros.
– Dice que se llama Imelda. – Le dijo Santiago. – Deberías darte prisa si aún quieres llegar a tiempo. -Entonces un cuervo voló dentro de la iglesia y salió por una de las ventanas.
– ¿Qué fue eso? – Preguntó Santiago.
– Psicopompos. – Dijo Necros.
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– Y esa es la historia. – Dijo el padre Santiago.
– Fue por eso que… – Dijo Rubén asombrado y espantado al mismo tiempo.
– Así es. – Dijo Santiago.
– ¿Entonces por qué se llevó el agua bendita la última vez que vino a visitarle? – El hombre no entendía cómo podía ayudarle algo que no podía usar.
– No lo sé. – Respondió Santiago. – Pero debemos confiar en él, aunque como dije antes, esta puede ser su última misión.
– ¿Y qué pasa si muere? – Preguntó Rubén.
– Exilio. – Respondió Santiago muy triste.
Capítulo 23
Estela y su madre caminaban por el gran campo, esta había convencido a su hija de ir adentro y que luego aparecería su hermano, Estela estaba casi convencida de que estaba en el mundo real, tanto que accedió a ir con su madre para esperar a David.
– Entonces mami, ¿En dónde estabas? – Estela y su madre caminaban hacia la casa. – ¿Y dónde está papá? – De pronto se escuchó una voz que a la niña le resultó familiar.
– ¡Estela! – Grito David. – ¡Aléjate de ella! – Apareció frente a ellas. Estaba muy lejos, pero corría muy a prisa para llegar hasta su hermana. – ¡Aléjate de ella! ¡Es una trampa! ¡Todo esto, no es verdad! –
– Algo no anda bien, – Dijo a la niña mientras volteaba a ver a su madre. – ¿De qué habla mami? – Preguntó Estela viendo a su madre.
– No lo sé. – Respondió la madre con la voz del demonio.
Enseguida Estela gritó aterrorizada. El rostro de su madre comenzaba a desfigurarse mientras tomaba la apariencia de la mitad demonio de la pequeña Tatiana, quien apretaba fuerte del brazo de Estela, tiraba intentando llevársela, pero su hermano llego a tiempo y lanzo un fuerte puñetazo sobre el demonio. Pero a pesar de su fuerza, nada pasó.
No lo entendía. Veía sus manos intentando entender por qué no funcionaba. De esa forma había salido de su trance, y de la misma forma lo había hecho Necros, según había entendido. – Pero… ¿Qué pasa? – Pregunto el niño.
– Ja ja ja! – Se carcajeó el demonio. – Aún no lo has entendido niño. – Entonces el niño lanzó otro fuerte golpe a la cara de este. Pero el resultado fue el mismo. – Ay, como duele. – Dijo el demonio burlándose de David.
– ¿David, que haces? – Le preguntó Estela quien seguía horrorizada.
– ¡Claro! – Dijo entonces David. – Estela, no debo ser yo quien derrote al demonio. – Gritó. – ¡Debes ser tú! – Dijo señalando a su hermana. – Intenta poner a nuestros más grandes anhelos en nosotros, para apresarnos en nuestras propias mentes. ¡Golpéala! ¡Fuerte!. –
De pronto el demonio vio otro puño acercarse a su cara. – ¡Maldito infeliz! – Grito Estela mientras su puño partía la cara del demonio. Una luz blanca emanaba por las grietas del rostro del demonio. Entonces los dos salieron de la mente de Estela. Estaban de vuelta en la casa.
– Solo queda el más difícil. – Dijo David viendo a la hibrido tirada en el suelo.
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Gloria y Héctor se encontraban en aquella casa donde habían vivido por tantos años, ella no decía nada, simplemente lo seguía con la mirada mientras el se desplazaba a toda prisa por el pasillo.
– ¡No Héctor! – Gritaba Gloria. – ¡No saltes! ¡No de nuevo! – Héctor corría a toda prisa hacia el balcón. Se veía con su aspecto habitual, el cabello castaño, sus ojos color caramelo, con la misma ropa que ese fatídico día.
– Sabes que no hay otra opción. – Fue lo único que le dijo mientras corría. Gloria sintió deseos de llorar.
– Creí que un hibrido era más fuerte. – Dijo una voz desde el fondo del pasillo. Era David con los brazos cruzados.
La hibrido le miro. – Niño… Tu… ¿Qué?… ¿Cómo?… – Estaba asombrada de ver a David en esa casa.
– ¿Vas a terminar una frase? – Preguntó David. – Creí que ya habías visto la realidad. – Le dijo David acercándose a ella. Por primera vez no había bromas ni sarcasmo en el niño.
– Eso significa que… – Dijo Gloria asombrada. De pronto entendió todo. Asombrada levantó la mirada hacia David.
– Efectivamente. – Respondió David. – Están jugando con tu mente. –
Al decir esto, Héctor se volteó. Tenía el rostro del demonio. – Creí que serias la primera en averiguarlo. – Dijo la niña. – Pero veo que has sido quien más ha tardado. – Se reía de Gloria. Esto hacía que la hibrido se enfureciera más.
– Debes hacerlo tu sola. – Dijo David. – Golpéala fuerte… –
– Tengo una mejor idea. – Dijo Gloria desenvainando su espada. Se apresuró a cortar el rostro del demonio. De pronto ambos estaban en la casa. Todos estaban muy débiles. Intentaron llegar a la puerta de la habitación de la pequeña Tatiana, en donde, para su sorpresa, yacía el cuerpo del doctor en partes.
Los tres se asombraron al ver a Javier llorando sobre la mitad del cuerpo de su amigo afuera de la habitación de la niña. – Hemos llegado tarde. – Dijo Estela.
-No – Dijo Necros. – Aún falta algo… O más bien alguien.- Pero… ¿Dónde estás? –
– ¿Quién? – Preguntó Estela sorprendida. – ¿De quién hablas? –
– Nuestra salvación. – Dijo Necros. – Voy por Brenda. Al decirlo todos lo vieron con expresiones de asombro e intriga.
Capítulo 24
Brenda corría por la planta baja de la casa, tratando de buscar una salida, estaba horrorizada después de ver a Ricardo ser partido por la mitad y arrojado al suelo como un muñeco de trapo, corrió lo más rápido que pudo escaleras abajo tratando de salir de la casa. – Debe haber… Forma de… – Decía desesperada y asustada mientras corría horrorizada. La puerta principal no habría, gracias a las runas que Necros puso en esta y alrededor de toda la casa.
– Detente mujer. – Una figura alta se posó frente a Brenda. – ¿A dónde crees que vas? – Le pregunto. – Efectivamente era Necros, quien se encontraba frente a esta mujer. Ella se puso pálida al ver al hombre frente a ella. – Anda, responde. – Dijo él con las manos cruzadas al pecho.
– Y… ¿Yo? – Pregunto con la voz temblorosa.
El hombre la vio, ella no pudo sostenerle la mirada. – Si, tu. – Respondió Necros.
Le temblaba la voz, trataba de mantener la compostura. – Yo a ninguna parte. ¿Por qué? – Dijo la mujer asustada.
– Porque tú me vas a ayudar. – Le dijo él mientras la llevaba de vuelta a las escaleras. La tomó fuerte de la muñeca y tiró de ella arrastrando a la gorda mujer contra su voluntad.
La mujer luchaba por soltarse de las manos de aquel hombre. – ¿Cómo te puedo ayudar? – Preguntó la niñera, sus intentos por liberarse eran inútiles. – Yo no sé nada de demonios ni de eso. – Decía viendo al hombre. No sabía ni que pensar, estaba espantada. No se recuperaba de lo que acababa de ver. – Aquí el que les conoce bien eres tú. – Intentaba inútilmente soltarse de la mano del exorcista.
– Así es. – Dijo él. – Tal vez yo pueda conocer bien a los demonios. – Hizo una pausa de suspenso. – Pero aquí la única que conoce a la niña, eres tú. – Dijo él, ambos se detuvieron. – Entonces dime. Alguna debilidad ha de tener. – Necros estaba convencido de, que la niñera conocía el secreto para ganarle al demonio. Alguna debilidad, algún punto susceptible. Algo que pudiera hacerla debilitarse.
La niñera lo pensó por un par de segundos, rebotando su índice en el labio inferior. Entonces, y casi de repente, tuvo una idea. – Así es. – Dijo ella. – Le gusta que le cuenten cuentos por las noches. – Brenda entonces recordó. – El señor Javier suele contarle cuentos antes de dormir. A la niña le gusta mucho. Cuando él no puede contarle algún cuento suelo hacerlo yo, aunque no soy tan buena como el para contar cuentos.
Necros abrió la boca sorprendido. – Esa es la respuesta. – Dijo Necros señalando a la niñera con su índice libre.
– ¿De qué hablas? – Preguntó la niñera asustada.
– Ven. – le dijo él. – Tú me serás de mucha ayuda. – Tomó más fuerte a la niñera y corrió escaleras arriba. – Apresúrate, puede que no tengamos más tiempo. Tiraba de la niñera, quien casi caía escaleras abajo, pues la falda no le permitía correr con completa libertad.
Al llegar arriba, la niñera esperó un momento y entró a la habitación de la niña. – Entrará sola. – Dijo Necros. – Es por seguridad. – Brenda suspiró, retomó su compostura y se acercó a la habitación de Tatiana.
La niñera se aproximó a la puerta, daba pasos cortos pero seguros. Moría de miedo. – ¿Quién está ahí? – Dijo el demonio.
Se asustó, pero trató de mantener la calma. – Soy yo, niña Tatiana. – Dijo Brenda quien entraba despacio a la habitación tratando de no alterar al demonio. – Vengo a contarle su historia antes de dormir. – Dijo tomando un libro que se encontraba en un pequeña silla rosa en la cual ella se sentó.
– ¡Claro! – Dijo la niña con su voz habitual. La habitación cambiaba otra vez a su aspecto habitual. Brenda comenzó a contarle el cuento. Por un momento incluso llegó a pensar que se encontraba con la dulce Tatiana de siempre.
Capítulo 25
Todos se encontraban fuera de la habitación de Tatiana esperando la señal de Brenda, quien ya hace rato había entrado para contarle el cuento que acostumbraba contar a Tatiana antes de dormir. El exorcista se agachó y sacó varios recipientes con líquidos de varios colores de su gabardina negra, los demás simplemente lo observaban.
– Solo debemos esperar un poco más. – Dijo Necros, mientras preparaba una mezcla, similar a la anterior, pero esta vez tenía un color rosa, como luces de neón rosa.
Sin agacharse, los gemelos se acercaron a donde Necros estaba. – ¿Estás seguro que esta vez funcionará? – Preguntó Estela muy alarmada.
Necros la vio. – Pues eso espero. – Dijo inseguro. No se le escuchaba muy convencido y a Estela la ponía nerviosa el hecho de saber si funcionaría o no. No sabía si el equipo entero estaba preparado para otro enfrentamiento con el demonio, en especial ella y su hermano luego del duro golpe que recibieron todos en el último encuentro con el demonio.
– ¿O sea que no estás seguro? – Pregunto David con un tono asustadizo, las piernas le temblaban. – De acuerdo, estamos muertos. Esa niña nos va a comer. – Se sostenía la cabeza dando vueltas.
– Ten un poco de fe niño. – Dijo Necros quien se levantaba del suelo.
Gloria lo vio con indiferencia. – Irónico viniendo de tu parte. –
Estela detuvo a su hermano con ambas manos parándose frente a este, – Calamite, quieres… – Le dijo a David viéndole a los ojos, – Si no te calmas de seguro morirás. – Esto alarmó aún más a su hermano, Estela golpeaba su frente con la palma de su mano y movía la cabeza de un lado a otro en señal de negación.
– Listo, ya quedó. – Dijo Necros viendo la mezcla. – Ahora todo es cuestión de entrar allí y marcar la runa. Niño ahí entras tú. – Dijo a David. – Debes jugar con la mente de la niña, sin que ella lo note. Haciéndole creer que el cuento que le cuenta Brenda corre en su mente. – Tomo la mezcla y sacó su vara nuevamente. – Niña, cuando logre matar al demonio, quiero que saques el alma del doctor de ese cuerpo inmundo. – El exorcista se levantó de donde se encontraba dispuesto a entrar.
La niña lo vio haciendo una expresión de duda y asco. – ¿De qué hablas? – Preguntó Estela.
– La niña no destazó al doctor porque sí. – Dijo Necros. – Quería alimentarse. Con su alma. – Sabía bien de lo que hablaba. Los demonios no matan solo porque si, ellos degustan las almas de los hombres. Se alimentan de ellas, ya que ellos no poseen una propia, las almas de los hombres son su alimento preferido. – Y de hecho, lo hizo… –
– ¡Qué asco! – Dijo David. – Servicio de almas a domicilio. – Dijo burlándose.
Su hermana lo vio con cara seria y malhumorada. – No es momento para juegos. – Dijo Estela.
– Perdona hermanita. – Dijo él retomando la compostura. – Solo quería aliviar la tensión del momento. – Pasaba su mano en la parte de atrás de su cabeza y sonreía.
Entonces la híbrido se acercó a donde se encontraba el equipo. – ¿Y qué hay de mí? – Preguntó Gloria.
– Si algo sale mal, o si muero. – Dijo Necros viéndola. – Mata a la niña y saca a cuantos puedas de este lugar.
– ¿De qué hablas? – Dijo ella – Estás loco… ¿Morir? –
– Es enserio. – Dijo él. – Ahora vamos. Le pedí a Brenda que dejara la puerta abierta para que fuera más fácil para nosotros entrar. Niño, vas primero. El niño entró. Necros y Estela observaban desde la puerta, Gloria no le quitaba a Necros la mirada de encima.
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A Brenda le temblaba todo el cuerpo, sabía que en cualquier momento el demonio podía salir y podría tener el mismo destino que el doctor, o peor.
– Entonces – Decía Brenda. – El conejito llego hasta la casa del lobo… – La niña comenzó a ver, proyectadas en su mente, las imágenes de todo lo que Brenda le relataba. Los ojos de la niña se abrieron, sus pupilas se dilataron y su mirada se perdió en el vacío.
– Tu hermano está adentro. – Dijo Necros a Estela al notar el aspecto de la niña. – Es tu turno. – Estela entro directo al cuerpo de la niña a buscar el alma del doctor. – Enseguida la niña entró a la habitación sin que la notaran.
– Ahora nos toca. – Dijo Necros a Gloria. – Quédate detrás de mí. – Se dispuso a entrar, pero esta le interrumpió el paso.
– Espera. – Dijo ella. – Por si no sobrevivimos… – Colocó sus manos en las mejillas de Necros, se acercó lentamente a él y enseguida sus labios se conectaron en un beso, él la tomaba a ella de sus caderas, ella cerró sus ojos sabiendo que nuevamente podía besar a aquel hombre que tanto ama. – Quiero que sepas que siempre te amé. – Le dijo ella separándose de los labios de Necros. – Quiero que me perdones, por no haber hecho nada por ti en aquella ocasión. – Gloria agachaba la mirada.
– Y yo a ti. – Respondió Necros levantando el rostro de Gloria delicadamente con su índice y pulgar derechos. – Lamento todo el daño que te cause en el pasado. – Necros tenía un sentimiento de culpa que no lo dejaba vivir. No sabía que había hecho, pero sabía que la culpa que sentía no le dejaba vivir en paz.
– Ya te he perdonado. – Respondió ella sonriendo.
– Ahora vamos. – Él tomó la mano de Gloria y entró primero a la habitación, seguido de Gloria. Soltó la mano de ella y se acercó lo más que pudo a la cama y comenzó a dibujar la primera runa. Esta servía para apresar el cuerpo físico. Brenda continuaba sentada en la pequeña, casi se le acababan las ideas cuando Necros volteó la vista hacia ella. – Ahora sal de aquí. – Dijo a la niñera, Quien llegó hasta la puerta.
En seguida el demonio notó la presencia de Necros en la habitación. – Ja ja ja! – Se burló la niña. – ¿Cuántas veces debo decirte exorcista?… ¿Que conmigo no podrás? – Dijo ella con su voz tenebrosa. – Se vio una pequeña explosión. Los gemelos salieron disparados hacia la pared.
Estela llevaba en su mano una figura color blanco que tenía un brillo peculiar. – La tengo. -Dijo Estela quien, soltándola, dejó libre el alma del doctor. – Ahora termina con ella. – Enseguida se acercó a su hermano para ambos intentar ponerse de pie.
Necros se paró a un lado de la cama. – Son grandes niños. – Dijo Necros quien confiado de la runa de prisión, comenzó a dibujar la siguiente para separar ambas partes de la niña.
– ¡Deja a mi bebé! – Grito Sandra, quien empujaba fuerte a Necros.
Este intentaba quitarse de encima a la enfurecida madre. – Niños, ayúdenme con ella. – Dijo tranquilo. Los niños llegaron de prisa en intentaron detenerle utilizando sus poderes. El siguió dibujando la runa. Pero los gemelos estaban muy débiles y no podían con la mujer.
Capítulo 26
Brenda y Javier se encontraban afuera de la habitación, junto al cuerpo partido en dos del doctor. Javier había tratado de juntar ambas pates del cuerpo de su amigo, Brenda lo veía y no podía evitar sentirse impotente, debía haber algo que ellos pudieran hacer para ayudar.
– ¡Señor! – Dijo Brenda. – Debemos ayudar ahí dentro. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. – La gorda mujer empuñaba fuerte sus puños en señal de impotencia.
El hombre la vio y se secó las lágrimas del rostro. – Tienes razón Brenda. – Dijo Javier. – Vamos. – Entonces e levantó dejando el cuerpo de su amigo y se secó las lágrimas. Muy de prisa los dos se apresuraron hasta llegar a la habitación.
Los gemelos se encontraban dentro de la habitación de Tatiana tratando de luchar para detener a Sandra. – ¡Es muy fuerte! – Decía David tratando de retener a la esposa de Javier lo más que podía.
Su hermana aprovechaba la oportunidad para cobrarse todas las que su hermano le había hecho antes. – No. – Dijo Estela. – Tú eres muy débil. – Entonces sintió como la madre se quedaba inmóvil. – Sostenla niñita. – Le decía burlándose de su hermano.
Por detrás de la mujer aparecían cuatro brazos. – Tranquilos niños. – Dijo Javier. – Acá estamos para ayudarles. – Apartaba a los niños mientras él y Brenda sostenían a la enfadada mujer. – Rápido, vayan a ayudar a Necros. – Dijo empujando a los niños. – Necesitará de ustedes. –
Necros se encontraba dibujando la runa. Gloria estaba detrás de él con su espada desenvainada. Lista para reaccionar a lo que sucediera. – Sigue insistiendo todo lo que quieras exorcista. – Dijo el demonio. – Ya te lo dije, no podrás conmigo. – El demonio sonreía.
– ¿Te quieres callar de una buena vez? – Dijo David refiriéndose al demonio. – Acá estamos amigo, ¿Cómo te ayudamos? – Los gemelos aparecían a espaldas de Necros.
– Es bueno verlos niños. – Dijo Necros. – Ahora distraigan a la niña. Necesito acercarme demasiado a ella para terminar la runa. –
– A la orden. – Dijo Estela. Los niños se acercaban hacia la niña. – Sí que está fea. – Dijo Estela viendo al demonio. Enseguida ella volteó.
Su hermano la vio y entendió enseguida lo que su hermana tramaba, – Sí, tienes razón hermanita. – Dijo David mientras veía a la niña. – ¡Oye fea! – Le grito. – De seguro te pareces a tu madre. –
– Eres un pelado. – Le dijo su hermana. – La intención es distraerla, no acabar como el doctor. – Le da un puñetazo a su hermano en el hombro.
– Auch. – Se quejó David al sentir el dolor a causa del golpe propiciado por su hermana.
– Niños. – Dijo el demonio. – Veo que han venido por más diversión. – Tenía una sonrisa macabra, frotaba las palmas de sus manos, una contra otra.
Entonces el niño pierde el control. – Divierte a tu abuela. – Dijo David. – Maldito engendro de Satanás. –
– Es curioso que menciones a mi abuela y luego a mi abuelo. – Dijo la niña. – Pero ¿Por qué no vienen a jugar conmigo? – Les pregunto. No dejaba esa macabra sonrisa.
Los gemelos estaban atemorizados. Ambos conocían el verdadero poder de la niña y temían volver a correr la misma suerte que hace un momento. – Debemos ganar más tiempo. – Dijo Estela al oído de su hermano.
– Tengo una idea. – Dijo David. – Pero no nos va a gustar. – Su hermana lo vio, entonces él le susurró al oído a su hermana lo que debían hacer.
Al ver a la niña distraída, Necros se acercó nuevamente a la cama, para comenzar la runa, que separaría ambas partes del hibrido, y posteriormente mataría a la parte demonio. Su plan no podía fallar. La runa de aprisionamiento funcionaba a la perfección. Gloria tenía su espada empuñada lista para sacarla si algo salía mal. – ¿Te quieres apurar? – Pregunto. – Me estoy poniendo muy nerviosa.
– Tranquila. – Dijo Necros. – Dibujar runas es un arte, y lleva su tiempo. – Decía mientras movía su vara de un lado a otro. – No me presiones, un mal trazo y esta runa puede pasar de ser una prisión a una bomba atómica. – No le quitaba la vista a lo que hacía.
Gloria lo veía y veía a los gemelos a quinees se les veía levantándose y corriendo nuevamente a la cama de la niña. – Pues a los niños se les agota el tiempo. – Dijo Gloria.
– ¡Ahora hermana! – Grito David. Ambos se lanzaron hacia la niña. David le tomó del cabello y Estela le golpeaba la cara muy fuerte. En lugar de entretenerla la hacían enfadar aún más.
– Pues creo que solo la están enfureciendo más. – Dijo Gloria entre sollozos. La niña hizo temblar la casa otra vez. Los gemelos cayeron al suelo al igual que Necros, quien se levantó de prisa, continuó dibujando la runa. Los gemelos estaban en el suelo.
– ¿Estas bien hermano? – Pregunto Estela quejándose de dolor.
– Súper – Dijo David. Quien también se tomaba las partes del cuerpo adoloridas con las manos. – ¿Y tú? – La veía con un ojo abierto y el otro cerrado.
– Mejor que nunca. – Decía Estela sobando su cadera. – ¿Lo intentamos de nuevo? – Pregunto.
– La duda ofende hermanita. – Dijo David y ambos se lanzaron nuevamente a la niña. Quien estaba furiosa.
– Apresúrate… – Le decía Gloria a Necros.
– Espera. – Respondía él.
Gloria veía a los niños sobre Tatiana. Esta se enfurecía cada vez más. – Apresúrate… – Repetía ella.
– Calma. – Decía él. La niña utilizó toda su fuerza para hacer volar a los gemelos.
– ¡Que te apresures! – Grito Gloria mientras veía a los gemelos salir por los aires.
– ¡Listo ya está! – Grito él. – ¡Niños Fuera de ahí! – Los gemelos corrieron al lado de Gloria, quien se encontraba detrás de Necros. Entonces la runa comenzó a brillar. – Funciona. – Decía él. Mientras los niños apreciaban boquiabiertos lo que sucedía.
– ¡No! – Gritaba el demonio. – ¡Mamá! ¡Ayúdame! – Decía mientras se veía su figura desvanecerse.
Entonces Javier y Brenda no pudieron más y Sandra logró liberarse y enseguida se abalanzo sobre Necros, Con la misma vara con la que él había dibujado la runa empuñada en su mano e iba dirigida directo a su corazón.
– ¡Cuidado viejo! – Grito David. Entonces Necros volteó a ver a la mujer que venía hacia él y en la misma escena vio el cuerpo de Sandra partido en dos.
– No le pondrás una mano encima. – Dijo Gloria mientras su espada seguía la dirección en el aire. El cuerpo de Sandra yacía en el suelo.
¿Qué has hecho? – Le preguntó aterrorizado. – Creí que no podías… – La veía y veía el cuerpo de Sandra aleatoriamente.
– Claro que no puedo. – Dijo Gloria. – Pero tampoco podía dejar que esa vieja insolente y amargada te pusiera las manos encima. – Volvía a envainar su espada.
– ¿La niña? – Preguntó Necros. La niña aún respiraba en la cama. Las runas habían desaparecido. – Niño… – Dijo Viendo a David.
– Yo no voy. – Dijo David haciéndose para atrás con las manos en el aire.
– Espera, yo iré. – Dijo Estela quien se apresuraba a entrar al cuerpo de la niña. – Si… – Dice. – Efectivamente ya es humana. Lo lograste Necros. –
Capítulo 27
Mikael observaba todo lo que ocurría en la casa, trataba de no intervenir, y su arrogancia tampoco se lo permitía. Se encontraba parado apoyado en su gran espada dorada, No reía, no lloraba, ni siquiera se inmutaba. De pronto sintió la presencia de uno de sus hermanos, no volteó a verlo, seguía interesado en lo que pasaba en la tierra.
– ¿Qué haces aquí Mikael? – Le preguntó Gabriel poniéndole la mano en el hombro. Mikael sin responderle simplemente siguió observando lo que ocurría en casa de Javier. – ¿No vas a responder? – Le preguntó Gabriel. – ¿Desde cuándo te importa tanto lo que hacen en la tierra? –
– ¿Qué quieres Gabriel? -. Preguntó Miakael a su hermano sin verle, estaba muy interesado en ver como concluía la historia en la casa Torreviarte. – ¿Qué acaso no ves que estoy ocupado? –
– Eso ya lo noté. – Le dijo Gabriel. – Pero no es común que tú te intereses en las personas de la tierra, es más, nunca te había visto tanto tiempo aquí parado. – Trató de sonreír.
Mikael lo vio. – Deja de molestar hermano, estoy pendiente de Necros. ¿Lo recuerdas, no? – El ángel volvió su vista de vuelta a la tierra. – Me interesa mucho el saber que ocurrirá con él, tal vez lo perdone. – Se detuvo a observar a su hermano. – Tal vez. –
– ¿Acaso el gran Mikael se está ablandando? – Preguntó Gabriel.
– ¿No tienes nada más que hacer? – Le respondió Mikael a Gabriel con otra pregunta, cosa que no solía hacer a menudo.
– Te estás ablandando hermanito. – Le dijo Gabriel a Mikael.
Mikael volteó. – Deberías juntar al conclave. – Le dijo a su hermano. – Tendremos trabajo. –
Gabriel se estremeció y se incorporó a un la do de su hermano. – ¿Recuerdas ese día? – Le dijo. – Pudiste perdonar a Héctor y darle una segunda oportunidad. – Gabriel y Mikael se vieron el uno al otro y se dio un silencio.
– ¿A dónde quieres llegar? – Le dijo Mikael ya un tanto molesto.
Gabriel por primera vez sonrió. – Que si tú, el ángel más poderoso pudo hacer un acto de bondad, puede hacerlo una vez más, ¿No? –
Mikael lo vio con una expresión de muerte furia. – Insisto hermano, ¿Qué quieres de mí? – Ya se le podía notar más molesto. – Si no tienes nada más que decirme puedes retirarte por favor. – Mikael movió su hombro para quitar la mano de su hermano posada sobre este.
– Ya me voy. – Le dijo Gabriel, Solo recuerda mis palabras hermano. – Mikael se quedó inmóvil y recuerdos vinieron a su mente
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– Debes ser fuerte si quieres salvarlo. – Decía Mikael mientras azotaba a lo joven atada frente a él, con la espalda desnuda, y sangre que brotaba de los cortes propiciados por el látigo de Uriel.
Gloria lloraba desconsolada por el dolor, tanto físico como emocional que sentía. Volteaba a ver a su verdugo con furia. – ¿Y quién dice que me rindo? Aún puedo continuar. – Al decir esto cerró un ojo con fuerza al sentir otro azote de su maestro. – Soltó el aliento. – Puedo hacer esto todo el día si quiere.
Mikael volvió a azotarla. – Eres una pequeña insolente. – Le dijo a la chica desnuda frente a él.
– ¿No crees que ya es suficiente? – Preguntó Uriel tomando el látigo impidiendo un nuevo latigazo sobre la piel desgarrada de la joven.
– Por favor maestro. – Dijo Gloria asesando. – Dejelo continuar.
– Ya la oíste hermanito. – Dijo Mikael. – Por favor quítate del camino de mi mano. – Levantó una vez más el látigo frente a la joven. De inmediato su hermano se interpuso recibiendo él el fuerte azote por parte del ángel.
– Creo que ya fue suficiente.- Dijo a Mikael, quine le vio y con disgusto en su rostro bajó el látigo.
– Haz lo que quieras. – Le dijo Mikael. – Sin voltearles a ver se dio la vuelta y salió del lugar.
Uriel se apresuró a desatar a Gloria y tratar sus heridas. – Pronto estarás bien. – Le dijo el mientras se arrancaba una de las plumas de su ala y la pasaba sobre las heridas de la joven. Estas sanaron de inmediato. Mikael observaba desde las sombras toda la escena.
Gloria volteó a ver a aquél ángel quien le había salvado de sus azotes. – Gracias maestro. – Le dijo.
– No tienes nada que agradecer criatura de Dios. – Le dijo él. – Tu causa es noble y haces esto por amor, ¿Cómo no podría yo ser condescendiente contigo? – Ayudó a la joven en sus brazos a ponerse de píe. – Tu alma es noble como tu corazón. – Le dijo con una sonrisa mientras le ayudaba a incorporarse. Mikael se sorprendió desde las sombras.
– Gracias maestro. – Le dijo de pronto la joven. – Me has salvado. – Mikael se sorprendió al ver la acción de su hermano y al escuchar las causas de Gloria.
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– Se que está bien entrenada. – Dijo Mikael desde donde se encontraba parado. – Pero no me molesta perderla, podría conceder su deseo de libertad. – Extendió sus alas y voló.
Gabriel lo miraba de lejos. – Has cambiado hermanito. – Dijo sin que Mikael pudiese escucharlo. – Y al parecer has cambiado para bien. . Entonces este también desplegó sus alas y fue a reunir a sus hermanos para prepararlos para lo que habría de venir.
Capítulo 28
En la casa de Javier había paz, por fin después de tanto tiempo. Aunque en el suelo yacían el cuerpo de su mejor amigo y su esposa. Éste se acercó rápidamente a abrazar a su hija, quien cayó rendida en sus brazos, su sueño era tan profundo que hasta podía escuchársele roncar.
Todos los demás vieron la escena y comenzaron a caminar hacia la puerta del cuarto de Tatiana. Necros se quedó unos segundos parado observando a Javier y su hija. – Gracias. – Le dijo Javier quien lo veía sin soltar a su niña. Necros simplemente asintió con la cabeza y metiendo su mano a la bolsa del pantalón se dio la vuelta y siguió a los demás miembros de su equipo.
Brenda los acompañó hasta la puerta y se despidió de todos con lágrimas de felicidad en el rostro, les agradeció y abrazó casi ahogando a David. – ¿Y ahora qué? – Preguntó David mientras todos salían de la casa.
El equipo caminaba por la calle. – No lo sé – Dijo Necros. Cuando de pronto un rayo de luz blanca los envuelve a él y a Gloria.
– Y otra vez solos. – Dijo Estela. Los niños voltearon su vista hacia arriba tratando de encontrar a Necros y Gloria
– Bueno hermanita – Le dijo David. – Creo que podemos ir por comida mientras vuelven, hay un par de lugares aquí cerca.
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De pronto, Gloria y Necros se encontraron en un lugar blanco como la nieve, muy grande, parecía una corte, con adornos dorados, muy brillantes. – El conclave. – Dijo Gloria. Quien reconoció el lugar en seguida.
– Felicidades Necros. – Dijo una voz.
– ¿Samael? – Dijo Gloria.
– Así es. – Dijo el ángel Samael. – No solo has vencido a la niña, – Dijo. – También has demostrado al conclave que valoras la vida humana y todo lo que representa.
-Estamos orgullosos. – Dijo otra voz.
– Tranquilo Uriel. – Dijo Mikael. – Que no se irán tan fácil de aquí.
– Lo sabía. – Dijo Necros.
– ¿No crees que ya ha sido suficiente? – Dijo otra voz.
– ¡Gabriel! – Exclamó Gloria.
– Recuerda quien es el mayor entre nosotros aquí Gabriel. – Dijo Mikael. – Pero esta vez, estoy de acuerdo con mis hermanos. Así que el conclave te concederá tu máximo deseo.
– ¿Le perdonaran? – Intervino Gloria.
Así es. – Dijo Otra voz. – Así será.
– Uriel. – Dijo ella sorprendida.
– Nos enteramos que no fue culpa tuya. – Dijo Uriel dirigiéndose a Necros. – Un demonio te poseyó para hacer que te quitaras la vida. –
Mikael interrumpió a su hermano. – Por esto decidimos perdonarte y concederte el deseo de volver a tu vida habitual. – Todos los ángeles se reunían para quitar la maldición que Mikael una vez había puesto sobre el hombre.
Entonces Necros al observar lo que ocurría, y sintiéndose en ventaja le clavó la mirada a Mikael. – ¿Y si tuviera un deseo más? – Dijo Necros.
– Eres un insolente. – Dijo Mikael. – Pero de acuerdo. Por tu acto heroico, y por haber acabado con el hibrido te concederé lo que me pidas.-
– Liberen a Gloria, y déjenla vivir conmigo. – Dijo el muy apresurado.
Azrael, quien entraba a la habitación se burló de él. – Parece que el joven tiene agallas. – Dijo el ángel.
– Yo más bien creo que está enamorado. – Se adelantó Gabriel.
– Es mi última petición. – Dijo Necros. Entonces los ángeles restantes entraron a la habitación, Gloria los veía a todos sorprendida, sus maestros, sus mentores, todos reunidos en el mismo lugar.
– Sadaquien, Jofiel y Samuel. – Susurró Gloria asombrada y maravillada. – Están todos. – decía hacia dentro de ella.
Todos guardaron silencio y vieron a su hermano mayor esperando una respuesta por parte de este. – Jajaja! Eres un insolente. De acuerdo. – Dijo Mikael. – Tu deseo será concedido. – Tomó unos segundos para pensarlo. – ah… Pero hay una condición más. – Al decir esto extendió sus alas y un destello blanco llenó la habitación.
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En la casa todo se veía normal. Parecía como si nunca nada hubiese pasado. Javier conversaba con su hija Tatiana, quien era el primer hibrido en sobrevivir a un exorcismo y además fue liberada de su parte demonio gracias a Necros.
Todo parecía normal en la casa. Gracias al deseo de Necros, a la niña se le había borrado de la memoria todo recuerdo de su madre. – Buenos días papi. – Le dice Tatiana a Javier bajando las escaleras para ir a desayunar.
Javier se encontraba leyendo un viejo pergamino en la mesa mientras desayunaba. – Buenos días mi amor. – Le respondió el.
– ¿No irá a trabajar hoy señor? – Le preguntó Brenda a Javier mientras servía el desayuno.
– Claro que no Brenda. – Le responde el hombre. – Hoy quiero dedicarle todo el día a mi hija.- Le dijo él. – Creo que después de lo que pasó es necesario que lo haga. – Veía a Tatiana mientras se sonreían el uno al otro.
Capítulo 29
De vuelta nuevamente, en esa misma casa en la que una vez Héctor había tomado la decisión de quitarse la vida, alumbraba una vez más la luz del sol. Héctor y Gloria dormían en la misma cama, en el piso de abajo se escuchaban ruidos extraños.
– Buenos días. – Dijo Héctor despertando quien veía feliz a Gloria, quien dormía a su lado.
Gloria sonrió al ver a su novio nuevamente con su aspecto habitual. – Buenos días. – Dijo ella besándole. – Tan guapo como siempre. –
– ¿Cómo sé que esto no es un juego creado por algún demonio? – Dijo él, casi burlándose de ella.
– Espero que no lo sea. – Le respondió Gloria acariciando su mejilla.
– Espera. – Dijo de pronto hector tomando la mano de la joven y retirándola de su rostro. – ¿esto es real? –
– Velo tú mismo. – Le respondió ella señalando al espejo de la habitación frente a Héctor.
El hombre se acercó al espejo colgado en la pared frente a la cama. – ¡Soy yo! – Dijo el con alegría. De pronto un ruido se escuchó proveniente de la cocina. – ¿Qué es eso? – Volteó rápidamente hacia abajo.
Algo venía hacia la habitación muy de prisa. Por la escalera, Hector subió la guardia – ¡Buenos días dormilones! – Dijo Estela con una bandeja en las manos. – El desayuno está listo. – Dijo. – Oye, que diferente. – Dijo al ver a Héctor. – Hasta pareces atractivo. –
– Hey cuidado niña. – Dijo Gloria en tono de broma.
– Tranquila. – Respondió la niña entregando la bandeja llena de comida a la joven en la cama.
– ¡buenos días! – Dijo David entrando a la habitación con una jarra de jugo de naranja y en el brazo colgaba una toalla blanca haciendo alusión a un mesero real. – ¡Hey! No me digas que ahora debo llamarte papá… – Veía a Héctor e intentaba burlarse de él. – Te sienta bien ese aspecto, aunque prefiero tu lado vampiro. – Todos rieron.
– Dime como tú quieras. – Le respondió él.
– Esta bien papá. – Dijo el niño con una sonrisa en el rostro.
– Entonces Héctor se acerca a Gloria y le pregunta – ¿Qué acaso no es esto lo que siempre soñamos? – Le daba un beso en la frente.
– Todos. – Dijo Estela. – Además ahora todos tenemos lindos tatuajes. – Dijo señalando las runas de ella y su hermano.
– ¿Y ahora qué? – Preguntó David.
– Vamos a la iglesia. – Respondió Héctor con una sonrisa en el rostro.
– Debes estar bromeando. – Dijo el niño. Todos comenzaron a reírse.
Epílogo
Javier.
Sé que tal vez no volvamos a vernos, y que en un futuro quizás te olvides de mí, pero quiero que sepas que tú y tu hija me enseñaron a valorar la vida, y a las personas a las que me rodean y que amo.
Mikael me concedió el deseo de volver a la tierra y enmendar mis errores, no como Necros, sino como un hombre de verdad, así que decidí iniciar una nueva vida, además me concedió el deseo de conservar a los gemelos como si fueran mis hijos, míos y de Gloria.
Espero que el destino nos vuelva a encontrar. Por cierto, me tomé el atrevimiento de pedir un deseo de tu parte, tu hija perderá la memoria de su madre y de todo lo que pasó, al igual que todos los de la casa. Po favor encárgate de darle un recuerdo feliz de su madre a esa hermosa niña tuya. Y no olvides nunca el sacrificio que Ricardo hizo por ti y por tu hija, ese es el valor de un verdadero amigo.
Hasta pronto.
Héctor (Necros)
– Héctor. – Dijo Javier, en un pequeño susurro de sorpresa. – Espero algún día conocer a ese lado humano tuyo. – Hizo una pausa tratando de borrar los recuerdos de los sucesos de los días pasados. – Bueno, es hora de ir al funeral de Ricardo.
De pronto suena el timbre de la casa. – Ya voy. – Dice Brenda corriendo a la puerta. Abre y ve frente a ella a un hombre alto, castaño bien parecido.
Un hombre parado frente a la puerta esperaba junto con dos niños y una mujer muy bella. – Hola Brenda. – Dice aquél hombre.
– Pero si… – Brenda se paraliza.
“Los demonios son internos, están en nuestra cabeza constantemente, tal vez no vengan del infierno, tal vez el infierno está dentro de cada uno de nosotros…”
El Abuelo
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