El viento revolvía las hojas secas que el otoño dejó a su paso, la tarde caía, me pesaba más que nunca. Con mi tejana y el único abrigo de piel que encontré en el guardarropa Salí a dar una caminata. Había empezado a nevar, hace más de medio año que no tengo calefacción, me he olvidado por completo de pagar las cuentas. Eso solía hacerlo Alicia, así se llamaba. Ella lo hacía porque yo siempre olvido todo, un día olvide que tenía que trabajar y me despidieron. Ahora estoy aquí, en el parque observando a la gente pasar con sus abrigos invernales, la nieve ya les llega hasta los tobillos, deben darse prisa antes que quedar atrapados.
Se acerca navidad, a Alicia le hubiera gustado que cocináramos un estofado de pollo o un pavo relleno de verduras.
Seguro mamá mandará otra carta, no pudo venir al entierro por eso se siente culpable, pero no tiene por qué, solo vino la hermana de Alicia, no sé por qué no podían quererla, yo siempre la quise, por eso ahora no sé a dónde ir, el padre Rosendo ya me explico que nunca va a volver y que si quiero verla debo ser bueno y hacer lo que se me manda.
Un copo de nieve me golpea la cabeza, es más bien una bola lo suficiente grande porque me duele, los pájaros negros cruzan de prisa el cielo que pronto se llena de nubes cargadas de nieve, pienso que son zopilotes, pero aquí no hay, ellos solo van a donde hay que comer. Yo también voy a donde hay comida, en casa no queda nada, ni Alicia ni nada.
Me levanto de la banca y camino por el amplio andador rodeado de bancas que se empieza a cubrir de un manto blanco ,a veces algunas parejas permanecen hasta tarde, pero hoy todos se han ido por que una tormenta se acerca. Cuando caen tormentas de nieve tiemblo de frío, y de miedo. A Alicia e gustaba el frío, hacía café para los dos y veíamos la televisión durante horas mientras menguaba la nieve espesa.
Una tarde hace un año, creo que sí, hace un año o algo menos que le dio un mareo, se desmayó, fue al doctor, trataron de explicarle que se podía curar pero las personas presienten su propia muerte y contra eso no hay diagnostico que pueda.
Llego a casa y pregunte:
-¿Cómo te sientes?
-de maravilla, nunca había estado mejor
Estaba sonriendo, con esos dientes blancos que tenía como mazorca de la buena, los mantenía así por que se los lavaba tres veces al día, yo solo me los lavo una porque me da miedo que un día de estos con tanta lavadera se me despeguen y me quede chimuelo y entonces si con que sonrisa le pido comida a doña Anselmina.
El tiempo pasaba rápido, la cara de Alicia se marchitaba, sus ojos azules, antes llenos de vida ahora parecían dos canicas inertes. Reflejaban la cercanía de una muerte inevitable, el pelo disminuyó y las ganas de hablar también.
El día de su sepelio el cielo lloró, era noviembre recuerdo. Las nubes dejaban ver un día helado y triste, el halo de luz que el sol emitía ahora se veía opacado por una nube que se dejaba arrastrar por el vientecillo helado.
Al lado de la sepultura llorábamos, el padre Rosendo, la hermana de Alicia, Sor Jacinta, los sepultureros y yo. Mis ojos ardían del llanto tan amargo que salía desde muy dentro.
Navidad ha llegado por fin, las calles se tiñen de luces de colores, los hogares se visten de fiesta. Me siento en un rincón, la mecedora de mimbre, era de Alicia, todo era suyo.
Camino por las calles, todos muy contentos cantan villancicos, entonan melodías alegres. Entro a casa de doña Anselmina, la puerta está abierta. Todos están en la mesa, se preparan para comer un pavo relleno. Dejan de hablar cuando llego. Comienzo a llorar y doña Anselmina me consuela. Me ofrecen un lugar en su mesa. Tomo asiento.
Navidad termina y regreso a casa. En la puerta encuentro un sobre verde menta perfumado, era el olor de Alicia.
- Siempre estaré contigo. Te quiere, Alicia Crespo.
Leí la nota y me dispuse a dormir, sentí su presencia. Quizá después de todo ahí estaría por siempre. Cuidando mis pasos, en otro mundo, otra dimensión pero siempre ahí.
Mi amor, si estás leyendo esta carta es porque yo he muerto. Tienes que ser fuerte, recuerda que yo siempre te estaré esperando. Sé Estos últimos días han sido muy difíciles para ti y que dejarme partir es muy duro, pero es lo mejor para mí, ya estoy cansada de luchar.
Hace mucho tiempo mi padre me regaló una casita en la playa, ahora es tuya, ve ahí cuando te sientas solo o véndela para que puedas subsistir un tiempo.
CON AMOR ALICIA.
En el sobre estaba la dirección del abogado que me ayudaría con los trámites de la casa.
Ya la mañana ha caído y he salido a buscar comida, doña Anselmina siempre me regala comida, ella es buena y me quiere, es la única que lo hace, Alicia también lo hacía pero ya no está.
La casa es bonita, pequeña y está muy lejos de la nieve, aquí no hace frío. Hay retratos de Alicia por todos lados.
Alguien llama a la puerta, al verme pendiendo del techo da un grito ahogado y comienza a pedir ayuda, espero que nadie llegue, quiero ver a Alicia en el otro mundo.
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