Buenas noches,
tal vez esta sea la carta que menos esperabas recibir, lo sé: también es la carta que nunca imaginé escribir. La razón de mi repentino retorno no es otra que no conlleve a decirte que -a pesar del tiempo que ha pasado desde el último día que platicamos- estoy aquí pensando en ti. Tal vez no con la misma intensidad que antes: ni con el mismo deseo que desbordó mi cerebro a un precipicio que parecía no tener fin: pero aquí estoy.
Pensé que me entenderías algún día: todo lo que hice por ti fue con el corazón en la mano. Es decir, no importaba qué tanto me costara, o cuánto tiempo me llevase, cada detalle, cada sacrificio lo lleve a cabo con el único objetivo de demostrarte lo importante que eras para mí. Eras mi obsesión más grande. Mi mundo giraba en torno a ti. Si mi cuerpo fuera un mundo del cual mi cabeza fuese el templo mayor: sin lugar a dudas, ese mundo llevaría tu nombre y vislumbraría tu imagen por cada rincón.
Te amé con la mayor locura y te soñé con tanta intensidad que me fue imposible idealizar un solo día de mi vida sin que estuvieras tú. El simple hecho de pensarlo me ponía de mal humor, me provocaba pánico, delirios, sudor frío.
Entendí el significado de perderme de la realidad. Cada palabra de cada poema que leí cobraba sentido si tu sonrisa me llegaba al pensamiento. ¡Por Dios! En mi mente tenía más clara tu risa que los recuerdos de mi infancia. Fuiste única en mi vida: tanto que me tienes aquí declarando palabras llenas a un lugar vacío que mi cuerpo no puedo tocar.
Me parecía ya algo fantástico haber caminado tantos kilómetros juntos, habernos sofocado de palabras y besos el alma, habernos arrancado tan profundos secretos: tan fantástico me parecía que durara tanto todo aquello. Y ahora me doy cuenta: no fueron más que unos segundos; aunque fueron los más hermosos segundos de mi vida.
Lo juro e insisto: si te hubieses asomado un poco por mis ojos para verte con ellos y darte cuenta que con palabras no te podría yo describir lo que fuiste para mí, probablemente te asustarías… igual que yo, pues amar de esa manera no es normal no es sana no es de humanos. Me refiero a que es un amor tan puro y al mismo tiempo tan contradictorio: hubiera caminado en fuego por ti si lo hubieses pedido, incluso amarrarme las manos y perder el tacto de todo solo para serle fiel a tu piel el resto de mi vida; sin embargo, por más que insistieras que lo hiciera, jamás me hubiese quedado para estar a tu lado y quedarme viendo cómo eras feliz con alguien más. No me iba a quedar a ver cómo te ibas, cómo reías sin mí, cómo eras feliz sin mí a tu alrededor o en tus pensamientos. Eso hubiese acabado con las pocas ganas de vivir que me quedaban.
No te pediré perdón si tuve que aferrarme en algo ajeno a mi cuerpo para seguir de pie, y hacer que todas mis palabras no fueran más que viento en tus oídos. Eso era preferible a tener que presenciar la manera que mis pensamientos se desfiguraban después de un adiós que no me esperaba y, al mismo tiempo, veía venir. ¿Ahora entiendes? ¿Ahora puedes entender cómo funciona mi cabeza? Tan contradictoria. Sabía que te irías, y aún así yo decidí perderme a mí mismo solo para que te pudieras quedar un instante más: necesitaba desesperadamente sentirte mía por más que me estuviese mintiendo.
¡Te amé incluso más que mí mismo y ni eso fue suficiente para retenerte! Si amarte más que a la vida no fue bastante para ti, ¿qué podía hacer entonces? Y aún así eso no me importaba, pues seguía buscando una solución a ese dilema: perderte nunca fue una opción. ¿Cómo no pensar tocar el cielo después de algo así? Por esa razón, algunas líneas atrás lo dije: no puedo pedir perdón por buscar una salida a ti.
Después de ti, las personas pueden llegar e irse de mi vida: yo no haré nada para detenerles. No es que no me importe; pero a nadie le gusta sentirse muerto y seguir respirando. No caminaré detrás de nadie nunca más.
Te perdí a ti por perderme a mí mismo. De ese tipo de situaciones no se levanta uno rápido, por más brazos que tenga alrededor del cuerpo: mientras no sean tu brazos, no creo poder la vida igual.
Disculpa si te molesto, pero me he desecho todas nuestras fotos y demás -a excepción de alguna carta solitaria que conservo como un tesoro-, pensé que así dejaría de pensar en ti; pero es como si fuera tan dependiente de ti, que ahora la vida buscara algún método para mantener el equilibrio y haya decidido llenar el espacio, que dejaron todas aquellas cosas, en mis pensamientos: ahora te pienso el doble de antes.
Pero da igual, no sé por qué escribo todo esto: para ti soy un fantasma, algo regular, alguien que nunca llegó, nunca existió.
OPINIONES Y COMENTARIOS