Allí vas puberto anti-sistema, dentro de un universo paralelo estilo «1984» donde todo carece de valor y un Leviatán nos coarta de la conciencia necesaria para apreciar una vida verdadera. Vas deshojandote por subterráneos imaginarios, rascándote la cabeza intentando entender a los demás sin dejar huella, de sombra en sombra para que no te vean, criticando desde las cloacas la luz de los años venideros.
Eres resciliente, con tu oratoria repartes miedo por donde pasas y posas, nada cierra tu boca, nada oculta tu mirada preocupada. Tampoco te conformas con la mugre que día a día escondes bajo el colchón, necesitas por cierto ver el caos en los ojos de tus hermanos.
Serpiente incapaz de capturar su propia presa, gustas en comer alimentos ya masticados.
Podría darte esperanzas diciéndote que mañana puedes cambiar o tal vez seas capaz de involucrarte en la sociedad de la que tanto huyes, pero tu orgullo no pagará el precio de despojarte de tu esencial identidad.
¿Acaso no lo entiendes? Ni tu filosofía o religión te salvará del mar de amarguras que todas las mañanas tomas al desayuno.
Lamento no poder ayudarte, adulto con estrés mal diagnosticado, por no decirte que la vida es más que tú, por más que lo intente mis palabras ni siquiera te rozan. Hazme el favor de cerrar la puerta y no vuelvas, afuera no faltará quien te acompañe a llorar las mismas lagrimas y a revivir la misma peste.
Pubertos anti-sistema como tú, hay muchos.
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