​En el Monte Calvario

​En el Monte Calvario

erica miller

06/01/2019

En el Monte Calvario

Entre el polvo y las cenizas, camina un hombre llevando en si dos cargas. Una es fría y áspera, es la cruz de madera pesada y aplastante que debe llevar hasta el lugar de la crucifixión. La otra carga es de peso mayor y es la del pecado de todo el mundo fatigando y poniendo en agonía su espíritu. Murmullo y griterío de gente que se abalanza sobre el condenado, pero es frenada por los soldados que detienen la marea inquietante del gentío presente para que se cumpla el objetivo de llevar al hombre aquel hasta su cometido, pero es cruel llegar al sitio de su propia muerte. Muchas personas presentes, contemplan la escena, preguntas surgen como estas, ¿porque un hombre noble tiene que sufrir esa pena atroz y martirio si no había hecho ningún mal? otros en cambio se mofan del herido y sufriente, causándole mayores heridas con bofetadas y vituperios, las burlas no cesan. El hombre lastimado por los azotes y sin fuerzas por la falta de agua y pan, prosigue su camino con el dolor insoportable de las espinas en sus sienes. Estoy allí, observando semejante escena, queriendo ayudar al Maestro, pero no puedo, el daño causado por el mal de la humanidad exige la muerte de un inocente como lo es él y solo él puede completar la obra de salvar al hombre mortal de muerte eterna. Quiero gritar y mi voz no se oye ante tal multitud despavorida, los discípulos se han escondido y su madre María llora sin cesar la triste despedida de su hijo amado, el Salvador del mundo, Jesús. Atormentado por el diablo desde su nacimiento, el Salvador no dejo que el desánimo lo abatiera, sino que se aferró a su padre en todo momento y llego a la cruz confiando en su Padre amante que desde los cielos estaba mirando el cumplimiento de la profecía y la primera parte del plan de salvación. Recordaba María, su madre, las enseñanzas impartidas a su hijo y ahora lo estaba viendo cumplir su cometido, pero en su corazón sentía un dolor tremendo por perder a su hijo. Parado junto al camino, me acerqué hasta Jesús para darle agua de beber y cuando pude ver su rostro era un rostro compasivo y de perdón, en medio de la agonía y la impiedad de los hombres. Unos soldados me quitaron de su lado y el siguió caminando con sano juicio, observando a los hombres infringirle toda clases de castigos y así llego al lugar llamado el Calvario, donde muchos habían padecido la muerte de cruz. Todo transcurría de forma rápida porque el infierno había descendido a la tierra y se apoderaba del hijo de Dios para que perdiera la batalla contra el pecado. ¿Porqué, me pregunte y quise que alguien me escuchara y respondiera también, porque, Dios mío, tiene que padecer el cordero sin mancha, esta muerte, pero yo sabía la respuesta, él estaba pagando el precio por el pecado de toda la raza humana que desde la caída de Adán y Eva porque el mal había causado y provocado estragos en el mundo y pronto debía solucionarse el problema del pecado para que todos pudieran vivir finalmente en paz y no morir eternamente. Cada paso que daba el Señor Jesús hasta la cruz resonaban en mis oídos y mi corazón latía cada vez más fuerte dando gracias, en todo momento, por lo que estaba a punto de realizar el cordero. Miraba desde lejos cuando pusieron a Cristo acostado en el madero y clavaron allí sus manos y sus pies. Levantaron la cruz y la colocaron dentro de un pozo cavado para ella. Fueron dolores atroces que sintió el hijo del hombre y no se puede describir con solo mirar la escena. Soldados, judíos, gentiles, mujeres y niños, ancianos y jóvenes todos estaban mirando aquella tremenda crucifixión, algunos no entendiendo lo que sucedía gritaban: si eres hijo de Dios desciende de la cruz, otros gritaban: a otros salvo y a el mismo no puede salvarse, palabras que no tenían sentido ni poder para cambiar el plan que desde los siglos se había trazado para rescatar al hombre del mal. El unigénito hijo de Dios había decidido dar su vida y podía también volverla a tomar. Su temor era quedar alejado del Padre para siempre y es por eso que clamaba en el huerto del Getsemaní unas horas antes de aquel martirio y pedía que Dios pasara de él esa copa pero que no se hiciese su voluntad sino la del Padre. Ángeles habían descendido a consolar y alentar al hijo y así pudo recobrar valor y fuerza y recibir a la turba que había venido a buscarlo de noche, transgrediendo ésta todo el protocolo de los juicios de la época y cometiendo ilegalidades e injusticias a lo largo de todo el proceso de la detención del acusado. En el huerto del Getsemaní hubo besos de traición, por parte de Judas, también hubo un milagro cuando Jesús debió curar la oreja de Malco que Pedro había cortado por error pues había apuntado a la cabeza del miembro de la turba agitada yque ahora estaba con hambre y sed de sangre inocente. Todo juicio de los hombres hacia Cristo fue injusto porque nada había que lo pudiera condenar. En la hora de mayor angustia indescriptible e inimaginable para el hombre, Cristo pendía de la cruz y pronunciaba palabras de perdón para los que lo estaban crucificando y a las madres de Jerusalén le decía que no lloraran por el sino por sus hijos pues muchos iban a apartarse del camino angosto. De repente se oye el murmullo de una voz que retumba y todos la oyen, es la de Jesús diciendo, padre perdónalos porque no saben lo que hacen, refiriéndose a todos los que no podían entender aquella tragedia de la víctima inocente, luego clamaba: padre ¿porque me has desamparado?, entonces dijo en tus manos encomiendo mi espíritu y luego sus últimas palabras “consumado es” y expiro. Nadie entendía que significaba, pero después comprendi lo que quiso decir. La primera parte del plan de salvación estaba consumado, terminado, ahora faltaba concretarse la segunda fase o segunda parte del plan de salvación. Muchos profetas dijeron que era necesario que el Cristo padeciese y luego iba a ser entregado en manos de pecadores. La muerte de Cristo era necesaria y urgente para que los hombres no se perdieran eternamente. Entonces diríamos que ¿nadie tuvo culpa porque igual tenía que suceder? No, de ninguna manera pues cada cual tiene la culpa por su accionar y al final de los días recibirá su recompensa, aunque las cosas sucedan igual. El terremoto que vino luego de los truenos duro varios minutos mientras todos corrían desesperados por sus vidas. El velo del templo se rajó, en aquella hora y el cordero pascual huyo, ya no se precisaba representar el sacrificio expiación pues ya se había cumplido toda profecía y promesa dada a Adán y a Eva. En esos momentos de incertidumbre, todos se escondieron dejando la cruz y al cordero inmolado sobre ella, solos, junto a las otras dos cruces, de donde pendían dos criminales acusados de los más terribles delitos, uno de los cuales había entregado su vida a Dios viendo la inocencia y recibiendo el perdón al instante de Jesucristo prometiéndole el paraíso eternal.

Luego de su muerte, bajaron cuidadosamente el cuerpo de Jesús para llevarlo al lugar de su sepultura, y su preciosa sangre derramada pago el precio por nuestra eternidad. ¡Que amor demostrado en la cruz, que compasión por todo ser humano que había vuelto las espaldas a Dios eligiendo el sufrimiento, la desolación y al final la muerte. Nada podríamos haber hecho para salvarnos sin la divina expiación del cordero y su muerte que quitaba del hombre la culpa del pecado que había separado al hombre de su creador.

La muerte de Cristo y su amor por el hombre es todavía un misterio para nosotros y será un estudio que realizaremos por la eternidad cuando vayamos al cielo.

La resurrección de Cristo al tercer día confirmo que su muerte fue porque él no había pecado. Cristo venció así al que tenía el imperio de la muerte, o sea el diablo. Cristo, amigos míos, murió la muerte eterna y pudo vencer gracias a que su vida fue sin mancha ni pecado que pudieran haber echado a perder el plan de salvación. La Biblia y otros escritos explican de manera detallada estos misterios que tenemos que conocer, son misterios porque solo sabemos una parte de ellos, pero lo que todavía no se ha revelado es porque Dios así lo dispuso. Luego de su resurrección el santo de los santos ascendió a los cielos y allí está en el santuario celestial intercediendo por sus hijos para que se salven. No endurezcamos nuestros corazones si oímos hoy su voz. El ya regresa en su segunda venida en gloria y majestad para llevarte con él a su hogar celestial. Gracias querido Salvador por darnos el perdón y redimirnos en la cruz para darnos una oportunidad de vivir contigo para siempre.

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