Diálogo con Alex Saum-Primera respuesta

Diálogo con Alex Saum-Primera respuesta

Alex Saum

29/12/2018

Antes de responder a tus preguntas, Ramón, me gustaría comenzar con una breve aclaración acerca de la necesidad de hablar sobre la relación entre la escritura y la tecnología (digital o no), que es algo tan complejo como inevitable puesto que para escribir siempre hemos requerido de tecnología. El paso de la oralidad al soporte escrito (sea éste el que sea) así lo implica: escribir es un acto tecnológico, no hay escapatoria. Los soportes, sin embargo, han ido cambiando con el tiempo y con ellos, a su vez, el medio en el que circulan sus textos, así como el resto de tecnologías que se necesitan para su creación y distribución. Todos estos factores (soporte, herramientas de creación, contenido textual, distribución, convenciones de escritura, recepción y lectura, etc.) constituyen el medio literario. «Medio» no significa «aparato» ni «objeto» (ya sea ordenador o libro), por tanto, es algo mucho más amplio que incluye elementos materiales y prácticas y convenciones inmateriales. Es por esto que la escritura jamás funciona de manera aislada de su medio, ni su creación es ex nihilo. Comprender esto es esencial y, si no, recordemos tan sólo brevemente la importancia de la imprenta en la creación del imaginario moderno (moderno en el sentido de la Modernidad), por ejemplo, y la relación inseparable que existe entre la evolución de la imprenta, sus canales de distribución y la forma misma de los géneros literarios que se han venido imprimiendo: entre ellos destacaríamos el paso de los folletines a la consagración de la novela como género impreso paradigmático y, de ahí, su circulación en cuerpo de libro, me imagino.

Hago esta breve aclaración para empezar a desentrañar un poco la maraña que existe dentro del medio digital que nos interesa, para hablar con la propiedad necesaria de la llamada «escritura digital». A mi modo de ver, habría que hacer una diferencia importante entre escritura «digitalizada» y escritura «digital» propiamente dicha. Dentro del campo literario y periodístico hay mucho de la primera y, en realidad, es más bien irrelevante. De la segunda, que es la verdaderamente interesante, hay menos desgraciadamente. Pero vayamos por partes.

Hablemos primero de esta escritura que yo voy a llamar «digitalizada», que es toda aquella que utilice herramientas digitales ignorando sus capacidades propias, como si fueran tan sólo simulaciones de la imprenta. Ahí estaría, por ejemplo y de manera más básica, la escritura en procesadores de texto digital, que es lo que me imagino que hacemos la gran mayoría de personas hoy en día. Esto requiere del uso de herramientas de software (el procesador gráfico de texto, llamémoslo Word, entre otras) y de hardware (el teclado y la pantalla entre otros muchos componentes también) que, aunque nos permiten hacer cantidad de cosas únicas al medio de digital, en la mayoría de los casos seguimos utilizando como si fueran reformulaciones de la máquina de escribir. Los procesadores de texto como Word han adoptado convenciones de la imprenta, es decir, nos ofrecen paginación, márgenes, etc., que imitan el texto impreso en una hoja de papel y nosotros hemos seguido escribiendo en ellos con la creencia de que el texto digital que construimos sería fiel a su impresión final en papel. Es verdad que hacemos uso del corta y pega que mencionas y quizás haya quien utilice algunas de las otras funcionalidades que se ofrecen como el buscar y remplazar o qué sé yo, pero la verdad es que la mayoría de los usuarios de herramientas de escritura digitales las utilizan todavía con una mentalidad que pertenece a un momento tecnológico anterior. Creo que el tipo de escritor al que tú te refieres como «digital» al comienzo de tu comentario pertenece más bien a este grupo.

Usar herramientas digitales para escribir no convierte a la escritura en «digital» necesariamente, así como digitalizar un texto impreso para distribuirse en Kindle tampoco lo transforma (leer Fortunata y Jacinta en Kindle no convierte a Galdós en escritor digital, para entendernos). Y me da igual que estemos hablando de herramientas que hoy consideraríamos sencillas como Word o los editores de texto de un blog, o de cosas más complejas como escribir en el móvil (la cuestión de los emoticonos y los gifs la dejamos para otro día, si te parece). Si la escritora utiliza estas herramientas como si fueran tan sólo simulaciones de otras impresas, no creo que podamos hablar de un cambio en la escritura ni del establecimiento de «escritura digital». Repito, hay diferencias, evidentemente, a nivel fenomenológico (e incluso ergonómico, y evidentemente, económico) entre una práctica y otra, pero el producto final literario de muchos escritores de blogs no es muy diferente a lo que escribirían en un cuaderno de notas. Debería haber muchas más diferencias, la verdad, cambios en el ritmo, la estructura narrativa (sin hablar ya del uso de la multimedia y el correcto uso de los hiperenlaces como tú bien apuntas) y muchas otras cosas que son propias de la lógica y práctica digital, pero la mayoría de escritores (viejos y jóvenes, da igual) siguen escribiendo como si pertenecieran a otro momento histórico pre-digital. Y oye, esto es fascinante porque no es para nada nuevo. Creo que la reticencia de los escritores de la que hablas es casi intrínseca a la evolución literaria, que nunca va en sincronía con el desarrollo tecnológico de la época.

Por otro lado, estaría lo que yo sí considero «escritura digital» que es aquella que utiliza el medio digital de manera verdaderamente significativa. Aquella que, como define la Organización de Literatura Electrónica (ELO en sus siglas en inglés) aprovecha los contextos y capacidades de los ordenadores, aislados o en red, de manera literaria. Hay quien ha llamado a este tipo de escritura «born-digital», es decir, «digital de nacimiento», porque responde plenamente al contexto digital y no podría ser concebida sin la participación del ordenador (y la red, añadiría yo dentro del momento contemporáneo). Este tipo de escritura incluye varios tipos: ejemplos ya casi históricos como las novelas hipertextuales construidas en Storyspace, un programa de escritura creativa en hipervínculos de los años 80; poesía kinética programada en Flash donde las palabras se animan junto con sonido o imágenes, típicas de finales de los 90 y comienzos del 2000; o las millones de obras de poesía automática, permutable o generativa, que se vienen programando desde los años 50 y que hoy pueden encontrarse en cualquier parte de la web. En realidad hay tantos géneros y tipos como en la escritura impresa, estos son sólo algunos ejemplos significativos.

En los últimos años se ha popularizado el uso de medios sociales tipo Facebook y Twitter para escribir de manera creativa y hay quien ha llamado a esto también escritura digital. No es que yo esté plenamente en desacuerdo, pero de nuevo habría que ver cómo se está usando esa plataforma, si desde una tradición impresa o desde el abrazo verdadero al medio digital. Publicar microrrelatos en Twitter, Instagram, o Facebook yo no lo consideraría verdadera escritura digital; esas plataformas son meros canales de distribución de un texto que podría imprimirse sin perder valor poético, retórico o estético en la mayoría de los casos (es más, muchos de estos poemas han terminado impresos en formato libro sacándolos del medio digital sin sufrir mucho poéticamente). En la mayoría de los casos, los «social media» no son más que otra manera más de acercarse a un mercado todavía dominado por la imprenta. Ahora bien, crear un bot en Twitter que genere de manera automática haikus remezclando el contenido de otros tuits que encuentra en la plataforma, sí me parece escritura digital plena, aunque la labor del escritor haya quedado «reducida» (o «ampliada») a la de programador o co-autor. Esto me imagino que puede sonar bastante controversial, así que voy a ir terminando esta larga respuesta (o preámbulo más bien) y te dejo que me pidas aclaraciones otro día.

En definitiva y respondiendo a aquello que me preguntabas acerca de la reticencia del gremio tradicional de escritores frente a las transformaciones de sus herramientas ahora digitales… la verdad es que más que reticencia noto ignorancia. Y no lo digo a mala fe. Me parece que hay poco conocimiento acerca de las posibilidades creativas que las herramientas y plataformas digitales ofrecen y, por tanto, el escritor tradicional mantiene una visión asincrónica con el medio en el que se mueve y continúa, además, tratando de amoldarla a un contexto en el que no termina de encajar. Para cambiar esto habría que llevar a cabo una gran campaña divulgativa primero y de educación después—no bastaría con decir: «mirad aquí estos hermosos permutadores digitales»; sino que habría que educar al lector en la evolución de la permutación como práctica literaria que, por cierto, tiene larga escuela en las vanguardias históricas, etc. Habría, además, que trabajar de manera mucho más amplia con el medio literario, adecuando las convenciones sobre lo que es literatura, cambiando los planes de estudio de literatura contemporánea para incluir ejemplos de verdadera escritura digital, impactar el mercado literario y los premios… un larguísimo ecétera que no veo cambiando de un día para otro porque hay muchísimos obstáculos que salvar e intereses económicos de por medio que no sé cómo resolver. Y que un escritor publique cuentos «digitalizados» en Facebook no va a cambiar nada de esto, creo. Enseñarlo a programar para pensar la literatura digital de otra manera quizás sí sea un comienzo, ¿no te parece?

Y esto, Ramón, para responder a la segunda parte de tu pregunta, ocurre casi igual en Estados Unidos que en España. Casi, pero no igual, claro. En EEUU existen ya festivales de escritura digital, másteres de creación literaria digital (del tipo Master in Fine Arts: MFA, no MA) y, además, se enseña ésta en algunas licenciaturas o programas posgraduados de literatura contemporánea. En España hay algunas iniciativas, algo en las universidades Complutense y la de Barcelona principalmente. También ha habido exposiciones de literatura electrónica en estos lugares y otros y, sin embargo, sigue siendo una práctica bastante marginal, mucho menos extendida que el otro tipo de escritura «digitalizada». El tema es amplio y la respuesta muy compleja y multifacética, como ves.

Podemos seguir hablando de cualquiera de estas cuestiones, pero te dejo aquí estas primeras impresiones para comenzar el diálogo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS