La muerte es el viaje más sublime, el más esperanzado e inesperado, el más prometedor, el de puertas de la percepción abiertas, poniendo ante ti todo el conocimiento.
Que mejor orgasmo que aquél que nos regala esa puta de dientes pelones, imagínate, desaparecer de esta materialidad para simplemente hacer el amor al vacío, pero el verdadero amor, ese que no se encuentra en una barata del día de san Valentín.
El amor que llora, el amor solemne, el amor te extraño, el amor me voy pero me quedo contigo, el amor de la nuevas generaciones que no saben que la despedida es el acto más terrible e hiriente que nos da la razón.
El amor espérame que ahí te voy, el amor a la vida, pero también el amor hacia la tregua final.
La muerte… esa mujer anoréxica que mueve las nalgas en el burdel más olvidado, esa puta que sonríe y nos cobra el privado antes de bailar, que erotiza las miradas de los vivos y enamora los corazones de los esperanzados.
La muerte, vaya puta, que me cobra la cogida con la venida, con el espasmo que es y será mi suspiro final…
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