La Navidad que Naisha supo concebir

La Navidad que Naisha supo concebir

Roberto Massi

25/12/2018

Naisha era una joven afortunada, noche a noche hermosos sueños la visitaban ayudándola a abstraerse de la dura realidad de la vida en su comunidad.

En la humildad de su hogar no se conocían libros, más ella tenía el don de volar, vivir hermosas aventuras y episodios épicos.

Una noche tuvo un sueño de cocina, ella, entre ollas sartenes especias y aceites. Nunca despertó tan feliz, por lo que decretó que cocinar sería su vocación y más alta ambición. Comenzó a desarrollar una enorme curiosidad por todo lo relativo a los alimentos y su preparación. Aprendió las recetas familiares, del país, el secreto de las especias las bondades de los ingredientes las más variadas formas de cocción. Al cabo de un tiempo manejaba las artes culinarias a la perfección. Por la noche soñaba platos desconocidos, por la mañana sorprendía a todos con su creatividad.

Su mamá la amaba con todo el corazón, le había regalado ese nombre con la esperanza que algún día pudiera burlar la miseria que a diario los agobiaba y escapar a algún sitio donde la vida fuera un regalo de Shiva.

Fue así que ayudada por sus hermanos trepó a un tren en Rajasthan que la depositó en Mumbai, en ese puerto del mar Arábigo abordó un barco necesitado de personal de cocina, ocupada en lo que la apasionaba, arribó al puerto de Buenos Aires.

La gran ciudad la deslumbró, su corazón palpitaba tan alocadamente que lo contuvo con sus manos por temor a que la desbordante alegría lo diera vuelta como a bolsillo roto. Sus ojos devoraban ávidos lo que se manifestaba ante ellos. La crueldad de la gente con el inmigrante, su condición de pobreza o la barrera idiomática no lograron amedrentarla ni menguar su búsqueda. Un invierno soleado la empujó a los bosques de Palermo un cartel que publicitaba las mejores comidas del mundo se interpuso en su paso y allí entró con su ilusión a cuestas.
Don Bartolomé dueño del bodegón devenido en estrella gourmet del barrio debido a la gran proliferación de turismo extranjero, no podía creer lo que la muchacha india contaba, las historias ancestrales de cada comida las mezclas de especias y las innovadoras recetas mágicas que soñaba. Para acreditar sus dichos la invitó a cocinar para él y le exigió preparar un plato que no figurara en ningún libro de cocina. Naisha lo agasajó con una de sus mejores fantasías, el gastronómico quedó extasiado con los aromas, los sabores, con tanto placer alterando sus sentidos le ofreció un contrato de inmediato.

Sucedió entonces que los días en el restaurante comenzaron a transcurrir más lentos, se multiplicaron las sonrisas entre plato y plato, la bonita trigueña se transformó en la alquimista responsable de hacer brillar lo que giraba a su alrededor como oro. Sus compañeros de trabajo la adoraban, conocía de memoria los medicamentos caseros en base a las especias y los compartía con todos, cardamomo para el dolor de cabeza jengibre y limón para el dolor de garganta anís estrellado para la digestión cúrcuma vigoroso anti cancerígeno. Al llegar quemaba madera de sándalo para ahuyentar los malos recuerdos o de palo santo para cambiar las energías. El ambiente de trabajo era armónico y todo fluía, las viejas discusiones desaparecieron dando lugar a largas charlas alrededor de tazas de exquisito té. El bufet facturaba como nunca y los mozos recolectaban suculentas propinas que repartían equitativamente.

Se aproximaba Navidad, la tradición del comedor consistía en sortear a quien debía cocinar esa noche para todos los clientes y el personal. Naisha sacó de una bolsa de tela al mismo tiempo que todos los demás, un papelito, el suyo decía: “Tú nos cocinas”.

Varios días antes de la fiesta Don Bartolomé la llamó y mirándola a los ojos, le hizo un pedido peculiar: deseo –le dijo- que en esta Nochebuena los concurrentes, prueben un menú extraordinario que posea el poder de transportarlos a una dimensión diferente situarlos en un plano de igualdad con el prójimo, derrumbar las barreras que distancian a las personas, que al finalizar la cena reine un sentimiento de paz y reflexión sobre lo más amado en la vida al mismo tiempo que visualicen cuanto los aman. Confío en ti, sé que puedes hacerlo -concluyó-

Naisha quedó boquiabierta con lo requerido, encantada con el desafío, pero sin ideas claras de cómo lograrlo. La noche la encontró en la terraza del bar bajo las estrellas analizando lo que había aprendido durante sus cortos años. Los hombres hace tiempo se desconectaron entre sí por la raza, permitieron que los conflictos religiosos los separen, se empecinaron hasta la muerte en defender o imponer ideas y fronteras. La política y los movimientos sociales los dividieron y el dinero los clasificó. Todo supieron regarlo con abundante sangre. Obtuvieron vasta experiencia en crear conflictos innecesarios, pero resultaron incapaces de enmendar o deponer su ego. A menudo suelen pedir sin ofrecer nada o simular amor por conveniencia. Millones de personas sufren la soledad y mueren de pena en el abandono.

Quedó absolutamente convencida que su búsqueda rayaba con lo etéreo. En tanto los pensamientos deambulaban por su mente el cansancio la venció y escuchó una vez más a Shiva entrar a su sueño, bajo el árbol sagrado le advirtió que en el intento lo perdería todo, dicho esto le entregó la flor de la familia Imperial de Japón.

El amanecer la encontró trabajando a destajo, cocinando, cantando, repartiendo sonrisas a granel, nadie se resistía a ayudarla, se sentían parte del festejo de Navidad más esperado que recordaran.

Por la noche el restaurante lucía atiborrado, el aroma de los sahumerios cautivaba, las luces y la ornamentación le daban un toque místico. Los comensales fueron acercándose a las mesas, el bullicio tapaba las interpretaciones de músicos callejeros.. Desde la cocina llegaron pequeños recipientes con pachali de zanahoria al estilo kerala, raita de pepino menta y yogurt, langostinos tandoori, pan de Naan con ajo y samosas rellenas. Casi a medianoche Naisha entró al salón vistiendo un hermoso traje de Papá Noel rodeada por sus compañeros disfrazados de gnomos y renos, en bandejas doradas portaban platos que resaltaban transparentes y delicadas láminas semejando pétalos que componían un enorme crisantemo. Las luces principales se encendieron, fuegos artificiales chorrearon sus brillantes colores por las ventanas. Don Bartolomé con emoción y orgullo habló a todos los presentes: -Queridos amigos, que maravilloso obsequio de la vida poder compartir esta grata velada con ustedes, he encomendado a esta bella dama un exclusivo menú, atreviéndome a solicitarle además, un deseo altruista que nos involucre a todos. Mi corazón late convencido que ella sabrá cumplirlo. Al finalizar este banquete nuestras existencias acusarán un cambio radical. ¡Feliz Navidad!-

Todos aplaudieron eufóricamente, cantaron abrazados, se besaron y brindaron al tiempo que probaban el deseado platillo.

Diario La Nación /Policiales /Diciembre 25 de 2018.

Alertada por la denuncia de un vecino la policía de la Ciudad se apersonó en el famoso restaurante internacional “Hollywood Cosmopolitan Soho”, donde se pudo constatar que todos los concurrentes a la cena Navideña organizada por el comedor, habían perecido.

Nuestros corresponsales intentaron entrevistar al jefe de policía acerca de la tragedia sin resultados satisfactorios ya que el caso se encuentra bajo estricto secreto de sumario.

Indagadas algunas fuentes extraoficiales los forenses estarían en condiciones de afirmar que las víctimas fallecieron envenenados al consumir sashimi de fugu, un plato japonés preparado en base a pez globo, el mismo debe manipularse con extrema precaución debido a que su toxicidad es comparable a la estricnina. Llama poderosamente la atención de los forenses las facciones distendidas de las víctimas, todos fueron hallados abrazados o tomados de las manos, como liberando una inusual paz interior.

Los primeros familiares que se acercaron al lugar, al ser consultados, manifestaron desconsolados la irreparable pérdida, según ellos, sus allegados eran personas amorosas a las que amaban profundamente.

En la cocina se halló un pastel decorado sin cortar, con la siguiente inscripción:

“La muerte, nos muestra iguales”

Ampliaremos en la edición vespertina

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