¿Qué harías si alguien te dijera que la primera cosa en la que piensas al nacer es tu muerte?
Curiosamente lo primero que vi fue precisamente eso.
Absolutamente todo estaba de un color negro azabache, no podía sentir ni ver nada más que ese intenso negro que sentía sin principio ni un final, y simplemente me carcomía; simplemente ni siquiera yo existía en aquel lugar donde no estaría mal decir que nada existía.
Lo que escuché en ese momento fue una risa bastante aguda, miré arriba y lo único que pude ver fue un símbolo de un ojo cerrado, y una lágrima saliendo del mismo.
¿Una lágrima?
Lo primero que escuché en mi vida, fue una risa, pero vi una lágrima, sin duda, algo contradictorio.
A continuación, vi enfrente de mí una pequeña televisión, que emitía un estruendoso sonido, parecido a la estática, me fui acercando lentamente a él, vi unas pequeñas niñas.
Una de ellas tenía un hermoso cabello azabache, unos ojos carmesíes, y una sonrisa infantil junto a una mirada inocente; parecían estarse divirtiendo alegremente.
Después de eso lo que vi fue a la otra niña, no sentía en ella la misma inocencia, en cambio, sentía que algo parecido a la envidia se aglomeraba en su interior; su cabello era lila, y sus ojos azules que parecían fingir bondad y compasión, simplemente eran parte de una máscara.
A continuación, de nuevo la intermitente estática, un débil olor a sangre me llenó, mi corazón dio un vuelco inadvertido.
Una casa ardiendo llega a mis ojos, una hermosa casa tallada en caoba, ahora simplemente se va convirtiendo en cenizas, los recuerdos dulcemente forjados en aquel lugar se van junto a aquella casa; lenta y lastimosamente.
Lágrimas llenan mis ojos, aunque. . . siento que no hay nada ahí.
El televisor mostraba lo que yo había visto ahora, en esos últimos momentos, me estremecí al recordar aquel abrasador calor, y el dolor de ser pisada una y otra vez sin ser capaz de oponer resistencia, impotencia, soledad, amargura; todo añadido a un toque de . . .
La chica de cabello lila y ojos carmesí, me miraba con ojos burlones, pero llenos con lágrimas, mientras me decía:
“Hermana, no he podido cumplir mi trabajo…” Y un “No he podido matarte” Se quedó impregnado en el aire.
De nuevo sentía lágrimas caer de mis ojos; mi corazón había sido destrozado una vez más, por la persona a la que quise más y a la que le confié toda mi existencia, confiando en ella todo lo que me refería.
Unos hombres trajeados llegaron a donde yacía mi cuerpo, y donde solo podría ver a la chica de cabello lila, ser cortada de un solo golpe en el aire, sabía lo que significaba y no era precisamente que me había salvado.
Miré a la persona que asesinó a aquella que apreciaba, y esa persona me sonrío preguntando “¿Quieres empezar otra vez?”
Solo sentía el sabor de sangre en mi garganta, e involuntariamente, lo primero que pronuncié en aquel mundo fue un “Si”, y de nuevo, lágrimas brotando de mis ojos.
Así, fue como morí.
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