La frontera de estar vivo

La frontera de estar vivo

Walden Supertramp

26/11/2018

El ser humano es experto en levantar muros. Construye fronteras como método de relación social. Las fronteras nos guardan entre nuestros iguales, nos protegen de lo extraño y desconocido. Racismo, sexismo, xenofobia, son fronteras que vamos venciendo. A pesar de ello, seguimos recreando una y otra vez los mismos modelos. La costumbre de apilarnos en grupos homogéneos es una buena muestra de ello. Ya sea por ideales políticos, gustos musicales, motivos de carácter social, religioso, ético… tendemos a rodearnos de lo igual y, en «lo igual» no hay novedad, queda mermada la capacidad de cambio, de evolución y crecimiento, quedando así condenados a repetir una y otra vez los mismos patrones. Dejamos fuera a lo distinto, desterramos a aquel que no es como nosotros y nos sentimos poseedores de la verdad; el resto de personas, sencillamente, anda equivocado. Seguimos recreando la limitada dualidad ellos/nosotros, haciendo de «ellos» un colectivo imaginario del que forma parte todo aquel que no es como «nosotros». En la dualidad, o bien formas parte de un bando o bien de otro, no hay más opciones, no existe la posibilidad de elegir entre la enorme escala de grises y la multitud de colores disponibles en tan amplio abanico. Redes sociales como Facebook, a parte de fomentar un individualismo disfrazado y una soledad enmascarada, no hacen sino levantar muros y más muros. En la soledad de nuestras habitaciones, iluminados por el brillo de nuestras pantallas, internet tiene el poder de hacer que no nos sintamos tan aislados. La acumulación de likes y la colección de amigos virtuales que comparten tus mismos gustos, hace crecer la sensación de pertenecer a un grupo y eso hace que nos sintamos especiales.
El grupo refuerza tus ideas y al saber que otros las comparten hace que te sientas fuerte y respaldado. Esto es algo altamente peligroso y perjudicial, pues, como todo lo digital, carece de una base sólida y real. La pertinencia a un determinado grupo lleva implícito el peligro de sociabilizar únicamente con personas que piensan y actúan como lo hace uno, de moverse tan sólo en determinados círculos. Esto crea la falsa ilusión de que el mundo es como uno lo contempla y ocurre que ésta es una contemplación muy limitada.
Ya no son necesarios los muros físicos, nosotros mismos somos los encargados de levantarlos a nuestro alrededor. Con un solo click podemos bloquear todo aquello que es distinto, podemos anular, ignorar la existencia de aquel que no nos gusta, dejándolo fuera del telón de fondo de nuestra vida.

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