Infancia frustrada

Un día a una niña de tan solo 8 años algo le pasó, ese algo le sacó el brillo dejándole un rostro gris tan oscuro como el asfalto.

Esa pequeña ya no volvió a reir y esa pollera que tanto amaba ya no se la volvió a poner jamás.

En el pasado supo ser risueña, sus ojos reflejaban cierta ilusión y encanto. Pequeñas aventuras como la de pasar horas jugando con sus amigas en la vereda. Pero ese señor que se hacía llamar «tío» su sonrisa desdibujó para siempre.

Un día le regalaron un cuaderno y varios crayones de colores, pero lo que nadie imaginaría era que esa niña no dibujaría a su familia, su casa con flores rojas y un cielo azul. Sino a un hombre con la camisa desabotonada, con su cuerpo bien marcado y las manos gigantes. Su madre habrá pensado… ¡qué dibujo tan extraño! Pero aún así la felicitaba, sin pensar profundamente lo que realmente representaba ese papel, como un pedido de auxilio que nadie percibió jamás…

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