Con sus piececitos del tamaño de habas
corre a ver al miau,
que pone a buen reparo…
sus orejas y el rabo.
Más no se da por vencido,
aguaita por debajo
y ¡huy!
¡todo ahora es desconcierto!
cara a cara con su presa…
cada cual levanta polvo
por el camino más recto.
De bruces contra el abuelo.
Qué rara sensación,
se confunde con ser padre…
abuelo cucú,
no importan los achaques…
ni las canas,
ni las brechas.
Su carita de sorpresa,
su risita irresistible,
cuando la bola mágica vuela
y cae con estruendo
al fondo de esa envoltura…
que también parece hechicera.
¿Dónde venden tal misterio?
El abuelo es mago…
tiene arañas por orejas
y fuego en los bolsillos,
una cueva con libros fantásticos
y caras de bruja en las paredes.
Tiene una guitarra
que solita suena
y una barba blanca que pica.
Pero ya el tiempo pasó…
y no recuerdo bien al abuelo…
al cucú,
sé que vive por allá
en una casa con perro viejo
y una gata blanca.
Voy a visitarle,
tal vez me dé granadilla
y me cante una canción…
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