Un niño extraordinario

Tres constelaciones se desintegraron ante el poder de la brillante y ardiente estrella. De pronto, de las tres constelaciones, al quedar desintegradas, habían fluido partes de Aries y Capricornio, uniéndose entre sí con magnética certeza, para poder fusionarse y crear una vibrante masa galáctica. Después de haberse realizado la fusión de Aries y Capricornio, el universo vacilaba ante aquella masa.

Desde las entrañas mismas de la tierra llegaba un extraño sonido distante. Era el sonido de potentes voces que parecían humanas, pero no lo eran. Estas, poco a poco, se elevaban en una devota cacofonía. Con la creciente fuerza de la gran estrella, las voces aumentaron hasta que su vibración pudo escucharse y sentirse en todas partes.

A medida que la estrella se fue haciendo cada vez más brillante en las alturas de los cielos, el canto de las voces se hizo más fuerte y el centro de basalto del planeta reverberó con toda su potencia, y los suelos comenzaban a temblar.

Finalmente, la gran estrella alcanzó su total plenitud y lanzó poderosos destellos que hicieron que el cielo ardiera de pura luz.

– ¡Por fin!… ¡Bendito sea Dios!

Julián y el pequeño Alan hicieron la señal de la Santa Cruz y ambos contuvieron el aliento al ver a la gran estrella.

Luego, fueron bañados por la luz que llegaba desde las profundidades de las alturas. Pero ninguno de ellos parpadeó siquiera. Al unísono, el hombre y el niño se dejaron caer de rodillas, en oración, y los dos lloraron sin experimentar ninguna vergüenza.

– ¡Dios bendiga a nuestro Príncipe Supremo! -dijo Julián.

-La profecía se ha cumplido, maestro Julián. A partir de ahora, la misión ha comenzado-respondió el pequeño Alan. -Que el Señor Jesucristo nos bendiga a todos.

Por un momento, algo parecido a un látigo de largas tiras blancas paso enfrente de la luna con una velocidad tremenda.

-Hace mucho tiempo, cuando nuestro universo fue creado, se dividió en luz y oscuridad. La luz llegó hasta los sitios más apartados del universo; pero la oscuridad que posee un poder inmenso, empezó a despertar para impedir que la luz continuara con su andar. Entonces, para detener y vencer a la fuerza oscura, el máximo poder de la luz tendrá que despertar y salvar al universo de aquella terrible energía maligna que buscara envolverlo todo en la más aterradora oscuridad que ningún ser humano puede imaginar-dijo Julián con una enorme euforia. -Y muy pronto, en cuanto Dios lo indique, así se hará…

Julián y Alan se tomaron de las manos y una poderosa aura azul apareció alrededor de ellos, envolviéndolos completamente. Un haz amarillo se disparó desde el cielo y unas nubes de color dorado comenzaron a emerger y a cubrir al cielo en su totalidad, por al cabo de algunos minutos. Los mares adquirieron también un tono dorado y de repente, se pusieron violentos y formaron grandes remolinos.

Inesperadamente, un poderoso rayo salió de la gran estrella y algunas nubes se disiparon, dejando un enorme agujero. El clima cambio una y otra vez en cuestión de segundos, ante ese fenómeno: De la lluvia al granizo, de la tormenta eléctrica a despejado.

Una pequeña silueta de color rojo descendió del cielo; y al llegar a la tierra, se convirtió en una extraña figura completamente oscura. Con un enorme respeto, sin sentir ningún temor, Julián y Alan inclinaron sus rostros frente aquella figura, quien comenzó a emitir una luz enorme.

-Ya es tiempo-dijo con voz de trueno.

Julián y Alan vieron venir hacia ellos a un rayo luminoso, silbante e irregular; pero este se detuvo ante el hombre y el niño, quienes al estar paralizados por la emoción no podían hablar ni moverse. La llamarada era tan brillante que el cielo quedó en tinieblas. Al mismo tiempo, se oyó un sonido parecido a un silbido.

-Bendícenos, Señor Jesucristo.

Con la luz de la potente llamarada a su espalda, delineando su barba de profeta, el señor Julián parecía un ser feroz, enloquecido y sagrado.

Treinta kilómetros al norte, Romina Hudson se sentó en la cama, incorporándose como si hubiesen tirado de ella con terrible brutalidad. Hacia media hora que se revolvía y retorcía, agitándose como si un ser invisible la tuviera poseída. Su cuerpo, las sábanas, el colchón y las almohadas estaban mojados con su sudor. Le brillaban los ojos, tenía la boca abierta en un grito silencioso y respiraba con bastante dificultad. Sus finos dedos se clavaron en sus muslos, a través de las sábanas, y miró al cielo estrellado que tenía ante ella.

– ¡Cristo Santo!… ¿Qué fue eso?

El corazón de Romina se estremeció con un extraño presentimiento que la lleno de incertidumbre y confusión, pues tuvo un extraño e inquietante sueño… Un rostro infantil y borroso se había movido caprichosamente ante ella… Algo que hizo que su alma se agitara en una terrible inquietud.

-Definitivamente, no volveré a cenar bastante…

El insistente timbre del teléfono cortó el silencio de la recamara.

Pesadamente se puso de pie y sintió sobre su cabeza como si le pegaran con un martillo. Con la garganta seca, los ojos como si los tuviera llenos de arena y las piernas temblorosas, se dirigió a contestar.

El pequeño cardenal inicio su vuelo, como un fénix brillante que renace de las cenizas. El bello pájaro rojo describió un círculo alrededor de la casa de Romina, con un canto dulce y triunfante. Y después voló hacia el cielo para desaparecer en la bruma de la madrugada.

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