Capitulo 1
Un lugar a salvo.
Los cabellos rojizos de Lourdes estaban manchados con sangre y un liquido color verdoso, sufría un ataque de pánico a medida que se apoyaba contra una pared a tomar aire. Todo el mundo había colapsado en menos de 36 horas, justo en el momento en que ella y su esposo se encontraban durmiendo, las noticias habían pedido de forma serena a los ciudadanos de toda la ciudad que por favor mantuvieran la calma y se quedaran en el interior de sus casas, pero las finas paredes construidas con todo el amor de Damian hacía su amada no fueron lo suficientemente fuertes como para mantenerlos a salvo en el momento en que esa nave se estaciono con total seguridad en la zona alta del parque sarmiento, se quedaron sin electricidad y sus relojes colapsaron totalmente, lograron salir corriendo por su patio a medio construir al ver seis ojos amarillos y del tamaño de una mano asomándose por la ventana principal de su casa. Estaban seguros que habían estado escapando hace más de seis horas a pesar de ni siquiera poder conseguir un aparato con la hora funcional, a lo largo de su trayecto pueden ver a gente correr y morir de forma agonizante en el pavimento, siendo devorados de forma violenta por seres que giraban la cabeza desesperados al verlos correr alejandose de la escena.
Escondidos, asustados y totalmente agitados terminan en un ascensor viejo y descompuesto de una de las tantas cocheras del centro de la ciudad, logran cerrar la puerta del mismo y trabarla con un especie de tubo de metal. Los ojos verdes y asustados de Lourdes se clavan en un charco de sangre que se encuentra debajo de su esposo, el cual al parecer no se había percatado del mismo, al notar la inseguridad en el ambiente Damian levanta la vista hacia el descompuesto foco de luz que los iluminaba cada pequeño tramo de segundos para encontrarse con una imagen que nunca en su vida podría olvidar, una especie de telaraña envolvía al un hombre que a pesar de que estaba visiblemente muerto y atado por al techo sus ojos parecían estar gritando por ayuda desesperada, su muerte había sido tan dolorosa como seguramente la tortura que lo llevo a la misma, sus órganos colgaban de su cuerpo y su piel visible estaba siendo quemada por los extraños hilos. Damian no tardo en reaccionar y sujeto con fuerza a su esposa abrazándola tratando de evitar que esta gritara al visualizar la escena, solo podía pensar en proteger a su amada, todo el ascensor tenía olor a putrefacto, las paredes estaban manchadas, la sangre del hombre caía en forma de gotas sobre el charco, la escena era digna de un escrito de Stephen King.
-¿En serio vamos a morir?- La voz de la joven hilaba palabras de desesperanza, ya totalmente abatida y sin saber que hacer recurre a los ojos de su marido, buscando una respuesta que tal vez y solo tal vez la ayudara a creer un poco más en la vida, en la esperanza de que mañana estarían bien y esto solo fuera una cruel pesadilla, solo recibió un suave beso en la frente como respuesta a su pregunta, estaba claro, ambos estaban rendidos.
Los brazos de Damian envolvieron con miedo a su esposa haciendo que ambos se sentaran lo más alejados posible del cadáver, el pequeño lugar estaba en total silencio, solo algunos gritos desesperados viniendo de afuera y los novedosos sonidos que hacían los seres que venían con la clara intención de matar a cada una de las personas en la tierra interrumpían la mente de los jóvenes recién casados. Por primera vez luego de horas habían encontrado un lugar donde podían respirar, los dedos de él se paseaban por los rizos manchados de su novia, mientras que el sollozo continuo de ella se intensificaba a medida que las evidentes pesadillas se acumulaban en su cabeza, había estado intentando dormir desde hace dos horas pero siempre despertaba casi gritando porque tenía la horrible pesadilla de que algún ser le comía los órganos aun estando con vida, el joven la calmaba y la abrazaba contra su pecho buscando que esta vuelva a dormir aunque sabia de antemano que esto sería casi imposible.
Cuando esta logra conciliar su sueño Damian la acomoda a un costado tapándola con su abrigo, debe salir y asomarse al exterior ya que la noche no puede ser eterna y necesitan comida y un lugar menos asqueroso que un ascensor con un cadáver sobre ellos mirándolos, para poder mantener protegida a Lourdes, saca el tubo de metal que traba la puerta y comienza a abrirla intentando evitar crear un gran alboroto que termine por avisarle a cualquier cosa que anduviera cerca que ellos estaban ahí y que para peor seguían con vida, el sol deslumbro sus ojos oscuros en el instante que abrió unos centímetros la puerta, una pequeña sonrisa después de horas de desesperación se asomo entre sus labios, dio la vuelta observando a su compañera dormir, sus ojos lagrimaron y se acerco únicamente para besarle las mejillas. Antes de salir reviso sus bolsillos en los cuales solo tenía una etiqueta de cigarrillos, una lapicera y un navaja mariposa la cual no era de mucha relevancia tomando en cuanto lo que sus visitantes podían hacer con el cuerpo de las personas. Antes de irse se acerco a su esposa y le escribió con mucho cuidado y con letras rápidas para no despertarla en el brazo «Encontrare un lugar a salvo, por favor no te muevas de aquí, te amo demasiado»
Damian salio por el descompuesto ascensor y se alejo de el garaje, no sin antes asegurarse de haberlo cerrado, el sol le quemaba los ojos y la calle se veía demasiado calmada, ya no habían gritos ni llantos ni mucho menos los inentendibles sonidos que causaban los seres extraños, parecía que todo había pasado por completo, pero un mal presentimiento le rasguñaba la nuca, el miedo le carcomía el alma y sus ojos miraban con desesperación cada esquina de esas cuadras desconocidas para él, podía sentir la muerte pisandole los talones y el terror repitiendole en cada brisa de viento que iba a morir pronto. Luego de caminar durante varias horas el sol parecía estar justo encima de él, sus ojos pesaban volviéndose simples esferas caídas con una sombra de ojeras enormes debajo y su boca estaba totalmente seca, daría lo que sea por un poco de agua ¿Quien podría decir que en una situación como esta una persona puede llegar a despreocuparse por su exterior? Pues pasa, la mente humana es un misterio y aveces hasta las más horrendas situaciones pueden pasar por mínimas si nuestro cuerpo carece de cuidados básicos por más de 12 horas. Se despreocupo demasiado justo en en el momento inadecuado, camino de forma veloz pero tranquila cruzando una esquina para frenarse de golpe, las gotas de sudor se resbalaban sobre su rostro y todo su cuerpo se heló de repente. Por primera vez podía ver a uno de los extraterrestres a menos de una cuadra de distancia, sus ojos negros analizaron con desesperación el cuerpo largo y color gris de este, arrodillado dándole la espalda a nuestro Damian, quitandole con una especia de lengua afilada los órganos a un niña tirada en el piso ya visiblemente muerta, el corazón de Damian latía tan fuerte que podía llegar a afirmar que este iba a salir de su pecho disparado, comenzó a caminar de forma lenta hacía atrás intentando no causar ningún ruido, hizo 5 pasos con miedo y cautela, pensando que la muerte se avecinaba en cada momento que sus talones se apoyaban en el piso. Al llegar a la esquina de donde había venido sus pasos dieron una media vuelta en algunos mili segundos y se largo a correr, las lagrimas salían de sus ojos sin ningún tipo de esfuerzo, su garganta raspaba y sentía que los músculos de sus piernas podrían desgarrarse de tanto esfuerzo de golpe, podía sentir los gritos de el extraño ser desesperado detrás de él, corriendo, tal vez en dos o cuatro patas, él no lo sabía, Damian no iba a voltearse a mirarlo, no deseaba observar como se movía el ser que iba a causar su muerte si llegaba a alcanzarlo, estaba claro que lo había sentido y no perdió tiempo en seleccionarlo como su nueva victima.
Desesperado, casi sin consuelo, asustado por la idea de morir en manos de algo desconocido se mete a la primera puerta abierta que vio en la cuadra siguiente, trabando la misma con poca dificultad y escondiéndose debajo de una escalera de servicio sucia y oscura que no estaba a más de 20 pasos de la puerta por donde había entrado, teniendo la esperanza que al menos allí tendría algunos minutos más de vida, pudo ver desde su escondite la pequeña ventanilla que dejaba observar la silueta del ser que anteriormente estaba sacando órganos de esa pequeña como si fueran hojas marchitas sin importancia de una planta, la criatura parecía estar desesperada, muy enojada, sus ojos se separaban de sus cuencas buscando algún rastro de Damian como si fueran los ojos de un caracol examinando todo el sector, luego de unos minutos se rindió con su búsqueda en vano, él entendió en ese momento algo fundamental que podría salvar su vida y la de su amada, la característica más llamativa de estos seres era la vista, si no podían ver a su objetivo su misión de caza estaba casi arruinada.
Damian incluso entendiendo esto ultimo no se mueve de su escondite hasta estar totalmente seguro de que nadie esta buscándolo en la zona para matarlo, todo a su alrededor tenía olor a humedad, pero no había rastros de que ese lugar haya sido concurrido por algo o alguien más, se levanta del suelo luego de unos veinte minutos de meditación mirando con atención todo, al parecer la planta baja del edificio además de ser enorme había sido evacuada con posteridad y por ende no había sido atacada por los seres desconocidos, reviso la primera y segunda planta del edificio. Mientras lo hacía pudo averiguar que se encontraba en el complejo de apartamentos Dioor, uno de los complejos más caros e increíbles de toda la ciudad, con 32 pisos y más de 400 habitaciones ese complejo había sido inaugurado hacía menos de dos meses, estaba vació e intacto, el olor a perfume y rondaba los pasillos y las luces de emergencia funcionaban a la perfección, no había daños inminentes más que un par de adornos rotos y las fallas de los electrodomésticos gracias a la explosión de energía. Pudo encontrar comida, agua y ropa limpia en todas las habitaciones donde entro. Creyó haber encontrado entre tanta ruina de la ciudad un lugar en paz al menos por algunos días, al parecer había encontrado un lugar a salvo para su amada.
Damian decidió pasar unas horas más en ese lugar, el ambiente que tenía el mismo lo relajaba pero no podía dejar de pensar que su esposa estaba sola y esperándolo ¿Quien sabe que pasaba con Lourdes? Podría estar teniendo un ataque de pánico, podría pensar mil cosas y podrían pasarle mil cosas. Estas cosas pasaban por la cabeza de Damian cada vez que se frenaba a pensar en ella, pero no podía salir, estaba atardeciendo y sabía por experiencia que de noche los gritos aumentan.
Paso ahí esa noche, debía comer y calmarse luego de tanto alborto y desesperación, lo mejor para él y su esposa es que ambos estuvieran escondidos a salvo esperando la llegada de su reencuentro.
-Son solo algunas horas, se que mi bebé estará bien sin mi- Se repetía a si mismo mientras examinaba lo que le quedaba de los pisos ya conocidos para él en busca de algo útil para defenderse, a pesar de que el lugar se veía tranquilo e incluso habitable algo en su cabeza le decía que era demasiado bueno para ser verdad pero no era bueno arriesgarse solo por un mal presentimiento, debía pensar con serenidad mientras pasaban las horas y buscaba el modo de no preocuparse al máximo por su esposa.
La madrugada llega con el conocido y abrumador sonido de los seres en las calles, las corridas de los sobrevivientes que fueron quedando en las veredas se van disipando a medidas que son cazados uno por uno, como si se tratara de un vídeo juego donde las personas asesinadas son los puntos de experiencia. Lamentablemente, o no, Damian se consideraba una persona egoísta, no podía pensar en salvar a las personas de las calles si tenía de prioridad su vida y la de su esposa, sabía que abrir esa puerta y dejar entrar a las personas solo atraería a esos seres allí dentro y su lugar a salvo dejaría de serlo automáticamente. Paso las horas de oscuridad sentado frente a la puerta de servicio por donde entro la primera vez, esperando poder ver a través de la ventanilla de cristal el sol asomarse, al percatarse de los primeros rayos del sol se puso en marcha, con mucho cuidado abrió la puerta y asomo su cabeza llena de rizos dorados para asegurar su camino, vació como si nuevamente todo hubiera terminado pero él sabía que no era así, al parecer a sus visitantes de otro mundo prefieren cazar de noche.
Camino por las desoladas calles de Córdoba, lo único que podía oír era el sonido del viento estrellándose contra diarios y papeles desparramados por la calle, sus pasos eran tan cautelosos que era imposible siquiera poder distinguirlos, las suelas gastadas de sus zapatillas pisaban con miedo las baldosas mientras que sus ojos miraban con desesperación todos los ángulos que estos le fueran posibles, luego de caminar algunas cuadras llego al estacionamiento donde él y su esposa habían pasado sus primeras horas de horror. No llego a poner un paso cerca del ascensor de fachada antigua que vio lo que más temía, las lagrimas caían de su rostro y en sus labios se había formado una curva cruda de dolor, la puerta donde su esposa había quedado escondida estaba arrancada, como si algo hubiera clavado sus garras y la hubiera sacado de un tirón en un intento desesperado por llegar a la colorada que se encontraba gritando desesperada el nombre de su esposo ausente, así lo imaginaba él, la culpa es nuestro peor monstruo interno y Damian debía lidiar con las ideas que este causaba en su cerebro tratando de reconstruir esa horrible escena.
Se acerco unos metros inhalando profundamente el poco aire que podía llevar a sus pulmones dado a su estado de nervios únicamente para asegurarse que eso no fuera una cruel ilusión que su cerebro estaba creando en fruto de la desesperación y tristeza, pero no, la imagen retorcida y siniestra frente a sus ojos era aún más real que sus propias manos, el destino muchas veces es cruel y las posibilidades de que Lourdes siguiera con vida habían bajado del 40% al 10% de solo una mirada, el ascensor estaba totalmente vació, solo se encontraba el charco de sangre que llevaba coagulado más de 12 horas, ni siquiera el cadáver colgante se encontraba allí, parecía un chiste de mal gusto, una marca de sangre se marcaba desde el borde de la puerta corrediza siguiendo por el piso y perdiéndose en la claridad de la calles, en su cabeza la escena se reproducía de forma enferma, no podía parar de imaginar los gritos de su amada mientras uno de esas repugnantes se la llevaba arrastrando hasta quien sabe donde. Se apoyo contra la pared a redirigir toda la información, la cabeza le latía del dolor y su visión estaba clavada en el piso gastado del estacionamiento, la culpa lo carcomía, tal vez si él no la hubiera dejado sola eso no hubiera pasado, o eso pensaba él, su poca estabilidad mental estaba derrumbándose con más rapidez que la esperanza de tener a su esposa con vida, le había prometido que vendría a buscarla, ella no se movió de ahí únicamente porque él se lo pidió, el llanto interrumpió los pensamientos llenos de culpa y depresión que se manifestaban cada vez con más violencia en la mente de Damian, desesperado dejando que los sollozos retumbaran en todo el lugar se sentó abrazándose sus rodillas, había perdido lo único que le quedaba en tal solo una noche, la había dejado servida en la mesa de la muerte y no lo noto hasta que vio aquella escena, ignorando totalmente que su llanto podría ocasionar su temprana muerte se mantuvo en esa posición un largo rato, intentando canalizar hacía donde llevar su tristeza que de un momento para otro se había convertido en furia.
Debía levantarse y pensar con la cabeza fría, no podía aceptar que su esposa había muerto en un transcurso tan corto de horas, debía recompensarlo de algún modo. Debía sobrevivir y no permitir que su muerte haya sido en vano, la culpa iba a carcomer lo lo que le quedaba de vida, se levanto y observo la escena una vez más, esa ultima vez jamás iba a ser borrada de su memoria, Lourdes le dijo muchas veces que ella prefería que él presenciara su muerte, decía que es mejor observar la realidad con tus propios ojos a dejar que tu mente cree su propia versión de las cosas. Damian no entendió lo que quería decir hasta ese momento, iba a vivir lo que le quedaba de vida sin saber si realmente su esposa murió torturada o quizás de un paro cardíaco por un ataque pánico.
Lo único que le quedaba era sobrevivir y para eso…debía volver a ese complejo de departamentos.
Lourdes había quedado encerrada en un ascensor totalmente sola y a la deriva ¿Como había llegado a esa situación? Con la supuesta promesa de su esposo de volver a rescatarla, despertó con una pesadilla al mismo tiempo que se golpeaba la cabeza contra la pared, se vio abrigada con la campera de jersey tan conocida para ella, busco con la mirada los rizos dorados y los ojos negros como la noche de su esposo sin poder encontrar ni rastro de ellos, su respiración se empezó a agitar y sus manos empezaron a temblar, las uñas color carmesí se movían de forma agitada frente a los ojos de la chica, sentía que su aire se escapaba de sus pulmones como aire de un globo pinchado.
Se intento levantar apoyándose en sus manos y caminar hasta la puerta, pero al intentar abrirla se dio cuenta que estaba trabada por el lado de afuera, las lágrimas caían por el rostro lleno de pecas y sangre de la colorada, su visión comenzó a nublarse y busco desesperadamente una salida de ese lugar, el ascensor constaba de cuatro paredes color marrón claro y amarillo, la decoración era digna de una de esas películas viejas, un corto de terror, miraba hacía todos los costados de forma ansiosa, su corazón latía muy fuerte, su cabeza sentía palpitaciones que la hacían dudar totalmente de la estabilidad de su cordura, no podía ni siquiera saber cuánto tiempo había estado durmiendo. Su mente daba vueltas e inconscientemente se había rasguñado, sus uñas se habían clavado con furia y desesperación en sus brazos creando heridas pequeñas pero visibles en forma de cuarto de luna, al notar como la sangre caía hacía el piso pudo notar tinta negra algo borroneada sobre su piel, su mente se nublo al notar las cursivas mal escritas de su esposo, su respiración se detuvo de golpe y parpadeo varias veces intentando leer lo que decía ahí, su marido no la había abandonado, la había querido proteger y por eso mismo ella estaba encerrada en ese pequeño cuarto hasta quien sabe cuándo.
-Quédate aquí…- Se sentó de cuclillas en el suelo sucio y manchado del lugar, sentía que sus ojos caía de la tristeza en un abismo invisible entre las divisiones de las paredes de ese viejo ascensor, miro a su derecha de forma vaga y logro divisar que en la esquina derecha se encontraban una etiqueta de cigarrillos a medias y una navaja mariposa, su llanto no paraba pero al mismo tiempo una pequeña sonrisa llena de dolor se asomó en sus labios, hacía ya casi cinco años que ella no consumía tabaco y Damian lo sabía perfectamente, fumar la ayudo mucho tiempo con su problema de ansiedad pero lo dejo por problemas respiratorios, volver a caer en ese abismo solo hacia por acabar con su condena de muerte hace algunas semanas, pero este era el presente y Lourdes estaba totalmente desesperada por poder sentirse al menos un poco calma entre tanto dolor.
Metió la navaja en la campera de su esposo y allí se encontró con un encendedor, en este había grabado un león enorme y dorado en el centro con expresión de furia, tal vez con la inútil intención de crear auto confianza en las personas que lo tuvieron, era irónico que Damian haya comprado este encendedor en un bazar chino por menos de cincuenta pesos siendo que podía llegar a tener tanto significado, los dedos llenos de tierra de la joven delineaban las líneas que creaban la figura con tristeza, abrió la pequeña cajita de Marlboro y se colocó uno entre sus labios, encendió la llama y se detuvo a pensar unos segundos en lo que estaba por hacer, esto podría taparle la garganta y empeorar su situación, pero sinceramente ¿Que podía perder? Aspiro con suavidad, el humo entro a su garganta mezclado con el poco oxigeno que había en el lugar para descender hasta sus pulmones y volver a salir por sus labios, subió la mirada hasta el cadáver putrefacto encima de ella, sus ojos analizaron el rostro quemado del tipo, lo observo de manera fría y enferma como si estuviera intentando imaginar el modo en que este murió hace algunas horas, podía adivinar la edad del hombre e incluso de que había trabajado del modo en que lo estudiaba, su uniforme de conserje y su cabello gris y desordenado le podían asegurar estas dos preguntas ¿Quién diría que la vida puede acabar con la velocidad en la que sueltas el aire de tu pecho disparando un grito desgarrador? ¿Quién le aseguraba a ella que su marido no esté a menos de una cuadra siendo torturado por algo desconocido? Las lágrimas no dejaron de salir ni un solo minuto, el cigarrillo entre sus dedos se consumía más rápido que nunca, las caladas largas, los ruidos de la calle, su cabeza se llenaba de preguntas que solo podía responder si salía de ese lugar a ver la situación de la calle ¿Qué hora serán? ¿Sera de día? ¿Pasaron más de cuarenta minutos?
El olor putrefacto del cadáver empezó a hacerse más fuerte y notorio, las fosas nasales de Lourdes no resistían tanto, si inhalaba con fuerza las arcadas nacían de repente, no ha podido dormir desde que se despertó de esa horrenda pesadilla, podía describirla con detalle, en ella pudo ver como uno a uno sus órganos eran arrancados de su abdomen pero algo le evitaba morir, soñó con su sufrimiento y tortura sin poder cortar con el mismo con una muerte. Aún no había logrado ver a uno de esos seres con detalle pero su cabeza había creado una visión espeluznante de cada uno de ellos, los imaginaba mientras que con la navaja los ilustraba en la pared, seis grandes ojos color amarrillo brillante, una boca enorme con más de 70 dientes y una lengua larga como las que tienen los reptiles, un cuerpo color gris, brazos delgados y pálidos eran los que sujetaban a sus víctimas para luego devorarlos, primero los dibujaba de forma encorvada, como si estuvieran en reposo. Se detuvo un momento a pensar antes de continuar con su actividad ¿Por qué si en su mente estos seres devoraban humanos el cadáver encima de ella estaba como «archivado»? Intento ignorar este pensamiento, ya que ella prefería ser devorada a ser secuestrada por aliens, simplemente intento desviar su mente y continuar en lo suyo, sus ojos se apartaron unos segundos hacía el cadáver, solo para asegurarse que no había enloquecido por completo.
Las caderas de la joven estaban alineadas con la línea divisora de las paredes del ascensor, su mano izquierda dibujaba a los seres en la pared más alta con mucha ligereza, en su mano derecha un cigarrillo, Damian hubiera adorado verla dibujar nuevamente después de años, pensar que cuando eran jóvenes él se pasaba tardes enteras cebándole mates mientras ella pintaba con acuarelas las hermosas imágenes que se posaban en su cabeza; Sobre ella había un cadáver pudriéndose y siendo devorado por las moscas eso era lo único que en realidad arruinaba aquella escena.
La luz tintineante le alumbraba con poca intensidad los ojos verdes de la joven, los pómulos pálidos y llenos de pecas parecían ser lo único que demostraban físicamente que ella siguiera con vida ya que absolutamente todo el resto de su cuerpo tenía el mismo aspecto que el de un cadáver, hizo exactamente 18 dibujos de estos seres cada uno con una postura diferente, parados, sentados, de cuchillas, de espaldas, incluso devorando a algún humano indefenso. Se alejo unos pasos para observar lo que había hecho, los seres parecían obsérvala fijamente, se sentó nuevamente en el piso mirándolos desde esa posición, sus ojos divagaban por las líneas mal hechas de los brazos y los ojos marcados en forma de huevos enormes color negro, las lágrimas volvieron a rebalsar sus ojos y sus manos empezaron a temblar de nuevo, los mismos dibujos que ella había creado estaban atormentando su mente, su cabeza se llenó de miedos y preguntas las cuales ella tal vez jamás podría responder ¿Dónde estaba Damian? ¿Por qué no se quedó con ella? ¿Por qué no la llevo con él? ¿Acaso su marido la veía como una carga en su idea de hacerse el héroe? ¿Su esposo seguía vivo? ¿Quién le aseguraba que ella seguía con vida y en realidad esto no era un bucle paranormal del cual no podía salir ya que su alma no descansaba en paz? Pero eso no era posible, ella es totalmente escéptica, no creía en nada de eso, pero los aliens tampoco existían para ella, pero en este momento la humanidad estaba siendo devorada por lo que a su parecer era lo más cercano a la vida alienígena que había visto incluso después de las películas de ciencia ficción que Damian la hacía ver en su primer departamento.
Sabía que estaba a punto de tener otro ataque de pánico cuando sintió una especie de grito desgarrador y oscuro viniendo de cerca de donde ella se encontraba, el corazón empezó a latirle con muchísima velocidad y su respiración se agito demasiado, creía que su muerte estaba a menos de una cuadra de distancia y estaba acercándose con fuerza hacía ella, se mente creo la imperfecta imagen de como la puerta de ascensor se avecinaba sobre su cuerpo, lo sentía cada vez más cerca, las corridas desesperadas hacia donde estaba ella de ese ser le resonaban en toda la cabeza, podía escuchar con total detalle como las patas largas y viscosas se pegaban en el piso cada vez que daba un paso, los ojos verdes de la joven buscaban en todo el pequeño cuadrado donde había pasado encerrada las últimas horas un lugar donde pudiera escapar, una escotilla de emergencia, lo que sea con tal de poder seguir con vida durante los algunos minutos.
No había salida, no podía huir, mucho menos defenderse ¿Que podía hacer una joven de 24 años de peso y estatura promedio contra un ser de más de dos metros con sed de sangre? Aunque no hubiera esperanza, saco la pequeña navaja del bolsillo y la abrió apuntando con furia a la puerta mientras su mano no dejaba de temblar, se colocó en contra de la pared y escucho con atención los pasos del ser acercándose de forma desesperada hacía la puerta enrejada del ascensor, no lograba comprender como era posible que la hubieran encontrado si ella no emitía sonido alguno, sus llantos fueron silenciosos y cada una de sus acciones fue resguardada con un margen enorme de silencio.
Los pasos fueron pesados y rápidos hasta que estuvo metros antes de llegar, ahí lo escucho, el ser se detuvo lentamente al notar que la puerta estaba trabada, en ese momento Lourdes agradeció en su cabeza a Damian por haberla encerrada de esa forma ahí dentro, lejos de impedir que este se detuviera el extraño alien pego un grito de desesperación el cual resonó en cada rincón del estacionamiento y por ende dentro del ascensor, las paredes vibraron y Lourdes se agarró la cabeza intentando no gritar aunque cada gemido de dolor y miedo estaba siendo contenido con fuerza dentro de su garganta, lo menos que quería era que ese ser supiera que había algo con vida ahí dentro; Estaba enojado, enfadado quería llegar al interior del elevador aunque le costara la vida.
Golpeo la puerta, una, dos, tres y cuatro veces la misma se movía con tanta violencia que parecía que en cualquier momento iba a salir disparada, Lourdes sollozaba con fuerza rasguñando la pared en la que se apoyaba, sus piernas temblaban y su corazón parecía que iba a detenerse en cualquier momento, cada vez que la puerta resonaba su cuerpo se apoyaba aún más contra la pared buscando una salida, sus rulos colorados caían sobre su rostro haciendo aún más difícil para ella la tarea de mantenerse con calma. La puerta se movía cada vez con más fuerza para atrás y para adelante, sentía que en cualquier momento la misma iba a ser arrancada y algo iba a saltar desde fuera a comerle el rostro de un solo mordisco, o que tal vez su pesadilla iba a volverse totalmente realidad, la puerta parecía estar siendo vencida por la cantidad de fuerza aplicada en ella ¿Quién le negaba que ese era tal vez su último momento de vida? Entre llantos y desesperación estaba aceptando que ese sería su ultimo respiro.
Pero los golpes cesaron de repente, casi al mismo tiempo que los gritos de Lourdes casi salen disparados de su garganta, los sonidos de desesperación del ser se quedaron en total silencio luego de una serie de corridas asustadas alejándose del lugar, todo volvió a la paz, sorpresivamente para ella su muerte todavía no estaba devorándole los pulmones, la respiración agitada de ella giraba en todo el pequeño y cuadrado lugar, su llanto se hizo más fuerte y sonoro, sus lágrimas caían de forma rápida por todo su rostro bajando hasta el piso, se arrastró por la pared agarrándose la cabeza con fuerza, todo había pasado tan rápido que ni siquiera sabía cómo había seguido con vida, sentía que no podía con esto, era demasiado, no creía poder sobrevivir más de una hora de nuevo ahí dentro, necesitaba ayuda. Se limpio las lágrimas y miro la puerta que hace algunos minutos casi había sido derribada por un ser queriendo asesinarla, una pequeña mueca de dolor se asomó en su rostro al unisonó que se agarró la parte de su útero con fuerza, el dolor punzante la hizo pegar un pequeño quejido al tiempo que apoyo su cabeza hacía atrás tomando aire.
-Damian por favor sálvame…- Hablo para ella misma, sus palabras eran toscas y dolorosas casi rogando que su esposo apareciera mágicamente por esa puerta, pero sabía que eso ya no podía pasar, incluso había llegado a pensar que su esposo estaba muerto tirado o siendo torturado en alguna esquina de la ciudad, pensó que él había fracasado totalmente, estaba cansada y con más hambre que cualquiera, el estómago le dolía demasiado y su cabeza latía del dolor, se apoyó en un rincón a mirar fijamente la puerta, se encendió un cigarrillo y empezó a sentir pasar las horas, no podía hacer más nada que esperar ahí sentada, tal vez un rescate o tal vez su muerte, de la calle sentía sonidos ya conocidos para ella, gritos desconsolados, desesperados y los extraños sonidos que los seres producían parecidos a gritos de dolor, incluso podía divisar a lo lejos disparos y gritos de hombres preparando tropas…pero seguramente todo era su imaginación, había soñado con soldados salvándola pero ya había descartada esa posibilidad.
Nadie sabe que es lo que pasa en la mente de una persona desesperada, nadie sabe lo que su propio cerebro tiene escondido en los rincones más profundos de el mismo, Lourdes llego a pensar en esa cantidad de horas que tal vez era mejor quitarse la vida a seguir esperando la muerta dolorosa por un alien, o que tal vez era mejor que ella misma saliera a buscar una solución, pero se sentía una cobarde, tenía miedo y no a ser devorada, tenía miedo a ver lo que había afuera, miedo a por fin ver lo que había pasado con su esposo. El olor a tabaco había contaminado todo el lugar ella había fumado más de siete cigarrillos en menos de cincuenta minutos y no pretendía detenerse en lo absoluto, necesitaba calmar su mente la cual no se detenía ni un segundo en hacerla imaginar los peores escenarios, pero el olor a cigarrillo no había podido aplacar el olor a putrefacción que en este existía, ese hombre llevaba más de doce horas sobre ella pudriéndose y siendo quemado por esos hilos, luego de que el tabaco se terminara intento dormitar unos minutos en busca de un consuelo de su propia imaginación. El peor infierno no es el que existe en contra parte del supuesto cielo, es el que existe en nuestra propia mente.
En el momento que cerró los ojos y apoyo su cabeza contra la pared algo volvió a alterar sus sentidos al 100%, los golpes en la puerta de ascensor volvieron, pero esta vez eran mucho más fuertes, eran distintos, no estaban golpeando…estaban arrancándola. Pudo escuchar como la puerta enrejada que protegía el ascensor era quitada con fuerza hacía un costado y una palanca atravesó el metal que la había mantenido cautiva durante tantas horas.
Los gritos de Lourdes esta vez no quedaron encerrados en su garganta, sonaron desesperados y llenos de llanto retumbando en todo el lugar, ya no quería sentir tanto miedo y ya no quería seguir guardando todo ese terror dentro de su alma, los gritos agonizantes aumentaban a medida que ella achicaba su cuerpo contra la esquina de la pared buscando protegerse, sus uñas se clavaron contra el piso mientras que su boca lanzaba palabras desesperadas de ayuda, gritaba el nombre de su marido con la esperanza de ser salvada. Había pasado las últimas horas de su vida llorando, fumando y dibujando aliens terroríficos en una pared, se sentía como la mierda y con mucha razón, la puerta fue arrancada de golpe y dos esferas enormes alumbraron el lugar, la visión de Lourdes quedo cegada ante tal resplandor, dos manos largas se acercaron a ella tocándole los brazos, nunca sabría qué había pasado con su esposo, nunca sabría si él había encontrado un lugar a salvo…por primera vez después de horas pudo escuchar una voz humana y para su desgracia, no era de su amado.
-Levántenla, arriba, arriba ¡Tenemos una viva! – Una voz ronca fue interceptada por los oídos de ella, dos ojos celestes analizaron su rostro lastimado y desesperado por vivir, el joven soldado quedo con Lourdes desmayada y rendida por todo entre sus brazos. Tal vez Damian no había conseguido un lugar a salvo, pero ella sí.
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