Te encontré en aquél lugar

Sentada al borde de una fuente

Estabas leyendo como siempre

Tan hermosa, típica particularidad


No me atreví a hablarte

Todo era un juego de infantes

Me perdí en tu seda de matiz castaño

Mientras brillabas junto al sol, y yo enamorado


Saludabas a todo el que te piropeaba

Aceptabas en tu vida a quien te escuchara

Amabas a quien realmente te aceptara

Pero no permitías que de ti se adueñaran


Eres tan libre, una preciosa aurora boreal

Que embellece tierras en un eterno estado invernal

Quizás porque tú también vives buscando la fricción

Para poder entender si es o no relativo el calor


De pronto te acercaste a mí

Y sin saber nada de cómo existí

Contaste cada una de mis historias

Cada pintura impregnada en mi memoria


Me quedé totalmente helado

Con una pequeña diferencia

Ya no me parecía estar desquebrajado

Lograste restringir a mi indiferencia


Al fin era algo feliz

O al menos eso creí

Porque cuando entendí

Recordé que no eras así

Que solo besabas para mentir


«¡Solo sabes distanciarte!» Comenzaste a gritar

Con eso comprendí que eres lo que me enerva

Alimentándote de mis hojas secas, de mis reservas

Tu alma me dominaba, y casi inconsciente pedí clemencia

Desperté en mi cama; una vez más me volviste a ilusionar


Confundido me observé inmediatamente en un espejo

Que tuve que armar con cada micropartícula cristalina

Pero aún quedaba un espacio de madera incompleto

Ignorando cada quebranto es donde enfoca mi retina

Se escuchó un grito femenino; te entiendo, nunca veré mi reflejo


Nahuel A. Pascuzzo

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