La noche realmente era estupenda, con buena temperatura y con un cielo tan limpio que era posible ver una gran cantidad de estrellas. Guillermo no se mostraba realmente entusiasmado, tal y como lo estaban sus amigos de encontrarse con ese hombre. No es que pensara que no fuera interesante, ni que no tuviera ciertos beneficios para su investigación ese supuesto estado de conciencia al que esa persona conseguía llegar. Pero lo veía como uno más, como otra de las decenas de personas a las que había visto, investigado y estudiado. He incluso él mismo se habia iniciado en algunos de esos estados de conciencia, meditación y concentración, para probar por él mismo, el efecto que pudiera tener dichas practicas, y tenerlas o no a consideración.

Guillermo Santos era un científico que se había especializado en el estudio del cerebro y de como determinadas enfermedades y/o problemas mentales afectaban a éste. Después de muchos años investigando y entrevistando a personas tan dispares tanto en cultura, como de países y continentes, como en métodos empleados para ello, incluyendo las plantas alucinógenas y determinados fármacos, había nacido en él cierta curiosidad por cómo algunos métodos, conseguían llegar a ciertos niveles de conciencia y realidad alterada. Algo que en sí mismo le fascinaba, pero que pocas veces dejaba mostrar, sumergiéndose en las doctrinas científicas y escudándose en la ciencia de cualquier resquicio de posible fe.

Sus amigos Sandra y Luís lo habían invitado a pasar una velada junto a otros amigos tras la cena, más concretamente en casa de uno de ellos, en un chalet que se encontraba a las afueras de la ciudad. Habían invitado también a David, una persona a la que ellos definían como sensitiva. Pero que en realidad, lo que conseguía era inducir a su cuerpo y mente, a un estado profundo de meditación, en donde podía hacer cosas realmente increíbles para el normal de los humanos.

Lo conocieron gracias a su amiga y psicóloga Susana Estriclan. Éste la había ayudado para desarrollar ciertas técnicas, que ella empleaba en sus pacientes para conseguir ayudarlos en los distintos problemas que cada uno desarrollaba. A raíz de ese momento, se fueron haciendo grandes amigos, aunque solían discutir por el empeño de estos para que David les enseñara las técnicas a las que este solía someterse y de las que él era muy reacio a exponer.

Sandra practicaba Yoga, pero su poca elasticidad del cuerpo, hacia que se impacientara y le costara avanzar tanto como a ella le gustaría. Un día, David se ofreció a enseñarle ciertas técnicas para entrar en un estado de relajación, en el que poder conseguir tener cierto control del cuerpo y de las articulaciones y el resultado fue espectacular. Pero, eso solo era una de las muchísimas capacidades a las que conseguía llegar David.

Después de un tiempo bebiendo y conversando en el jardín del chalet, una casa construida prácticamente de madera y rodeada de un gran jardín y un césped muy cuidado y en el que habían colocado una gran mesa de madera para disfrutar de la esplendida noche, Guillermo lanzó como si de una flecha se tratara, esa primera pregunta a la que todos por incomoda, vamos retrasando.

Me han comentado que consigues entrar en un estado de profunda meditación y relajación, y que consigues un gran estado de conciencia, dijo Guillermo.


– Bueno, si. Tengo cierta predisposición para ello, le respondió David.


– Yo practico por mis investigaciones, ciertas practicas que inducen a ello. Y también, lo que llaman desdoblamiento. Me parece, por mi condición científica, ¡¡ Fascinante !!.


– Si, algo me han comentado. Repuso sin darle mucha relevancia David


– Lo que pasa, es que aún no he conseguido pruebas físicas que confirmen eso…


– ¿Es lo que buscas?


– ¿Acaso no es ese el fin?

David sonrió, como si realmente Guillermo no hubiese entendido nada sobre sus prácticas. Como si se hubiera perdido sin entender la esencia de ese momento. Aunque no le sorprendió, ya que no era la primera vez que se encontraba hablando sobre este tema con alguien. Y una vez más, la otra persona distaba mucho de como debía de entenderse, el acercarse a este tipo de practicas. Pero entendía, claro está, como pensaba un científico.

Entiendo que debe ser sorprendente tener esas evidencias. Pero eso solo es algo anecdótico, lo importante es lo que la experiencia te da.


– Pero yo como científico… tienes que entenderme.


– ¿Te gustaría tener ahora mismo una evidencia?.


– ¿Ahora?.


– ¡Sí!


– ¿Vas a dármela? ¿Vas a desdoblarte y me traerás una prueba? jajajajaja.

Guillermo no pudo evitar tener un conato de risa, pero no pretendía con ello mostrarse incrédulo, ni tampoco de alguna manera ridiculizarlo. Más bien, parecía mostrar emoción.

Yo no, eres tú quien la quiere. Así que si lo deseas, puedo hacer que tú la crees.

Se produjo un gran silencio, ya que lo dicho por David sonaba con mucha determinación. Y al unísono todos miraron a Guillermo esperando su respuesta. Éste se quedo mirándolo por unos instante y al retirar la mirada y fijarse en el resto de los presente, dijo con un rotundo ¡si!, su predisposición para llevar a cabo dicho experimento. Sí, experimento, porque eso era lo que significaba para él, un simple “experimento”.

David le rogó que se levantara a la vez que él mismo lo hacia. Le pidió que se retirara de la mesa donde había estado transcurriendo la velada y le instó a que lo mirara a los ojos. Con mucha sutileza, le puso las manos en sus hombros y comenzó a hablarle suave, con mucha delicadeza y de forma agradable. Sus palabras parecían tener cierto compás al expresarlas. Como si llevara un ritmo.

Quiero pedirte, que te liberes de tu condición de científico. Sólo, mientras realizas lo que te voy a pedir. Y luego, una vez vuelvas a tu estado habitual, lo analices.


– ¿Te refieres a que me deje llevar y no piense cómo y qué esta ocurriendo?


– Exacto, ¡vive la experiencia!.


– Bien, te prometo que aparcaré mi mente científica. ¡Pero solo por esta vez!.

David lo giró y lo colocó mirando hacia el resto de los que allí se encontraban y que aún estaban sentados en la mesa. Se puso tras de él y con las manos en los hombros, lo empujó para que se sentara en el suelo. Comenzó a hablarle de lo que quería que hiciera pero, éste le interrumpió de forma brusca, asegurandole que esa postura, la denominada en Yoga postura del “loto”, no era para él nada cómoda. David, que se encontraba de rodillas tras de él, le repuso y tranquilizó diciéndole que no se preocupara de lo incomodo de la postura, que solo lo escuchara y que poco a poco, el cuerpo iría adoptando la forma correcta y a la misma vez, se iría desposeyendo su cuerpo del dolor.

Le dijo, que solo prestara atención a su voz y dejara su cuerpo relajado, sin oponer resistencia al contacto que él le ofreciera. Le indicó como iría sumergiéndose cada vez más profundamente a su propio interior y que llegado a una frontera imaginaria, sentiría como su cuerpo quedaría suspendido sobre un abismo, tan solo, por un hilo. Y que en el momento exacto, cortaría ese hilo y caería al otro lado.

Sus palabras seguían teniendo esa musicalidad hipnótica, suave y rítmica. Parecía que todos caerían en ese estado de trance a la misma vez. De repente, David le colocó sus manos en las rodillas de Guillermo, a la vez que los hombros los colocaba contra su espalda, e iba acercando sutilmente sus labios al oído de este.

Y comenzó, mientras lo balanceaba levemente al principio de forma apenas perceptible, a entonar una cantinela parecida a los cantos de los indios americanos. Todos estaban totalmente abstraídos por el trance al que estaba sometiéndolo, parecían haber perdido el sentido del tiempo. Nada importaba en ese momento sólo, la paz que se podía percibir. Poco a poco, el cuerpo de Guillermo se fue transformando, fue volviéndose más elástico, ofreciendo menos resistencia a la gravedad. Daba la sensación que iba creciendo, pero no era más que el hecho, de que sus músculos dejaban de estar contraídos e iban distendiéndose y adoptando una verticalidad completa de la columna.

Trascurrido un tiempo y de forma inesperada, David se incorporo dejando a Guillermo en una impecable posición de “loto”. Y justo en ese momento todo el mundo, como si despertaran súbitamente de un sueño, tomaron conciencia de donde estaban y que estaba ocurriendo. Fue tal la sensación, que todos se miraron mutuamente como desconcertados.

Y allí quedo Guillermo, proyectando una paz formidable. Pero sin embargo, parecía como si careciera de algo, como si a su cuerpo o más bien a su esencia, le faltara algo. Nadie hablaba, lo miraban, lo inquirían solemnemente como si no quisieran perderse nada. Y dando un espantoso alarido, Guillermo se incorporó con la cara desencajada, con tal expresión de miedo, confusión y sorpresa, que todos sintieron un terror absoluto. Por todas las deidades conocidas, ¿que había ocurrido?.

Guillermo parecía no saber que hacer, ni hacia donde dirigirse. Todos lo miraban perplejos, desconcertados, salvo David. Él lo observaba tranquilamente, sin mostrar ningún tipo de preocupación, se aproximó a la mesa y tomo asiento. Justo en ese momento Guillermo lo miro desafiante y en el preciso instante en el que se dirigía hacia él, su teléfono móvil comenzó a sonar.

Como si se tratara de de algo fantasmagórico, Guillermo se quedó mirando la pantalla de su teléfono fijamente durante unos segundos que parecieron minutos, mientras éste no dejaba de sonar rompiendo el entorno abruptamente. Descolgó el teléfono suavemente y con voz temblorosa contestó ¿quién es?.

Todos contenían la respiración, aún sin saber que ocurría, intuían que algo no parecía ir bien. Sin embrago David, continuaba sentado en la mesa, observándolo todo como si de un espectador se tratara.

Guillermo comenzó a hablar con la persona que se encontraba al otro lado del teléfono, que al parecer y por la conversación que parecía intuirse, se trataba de su mujer.

¡Tranquila Carmen, por favor, tranquila! Solo ha sido tu imaginación ¿de acuerdo?. Le repetía una y otra vez Guillermo.


– Yo estoy bien, en serio. Estoy con unos amigos tomando una copa. Venga tranquila, llama a Rocio y dile que no tarde en llegar.

Guillermo continuó durante unos minutos más sondeando sobre lo que le había ocurrido a su esposa. Y tras colgar el teléfono, inquirió con la mirada de forma amenazante a David. En sus ojos podía verse el desconcierto de lo ocurrido, a la vez que parecía sentirse abochornado por no poder dar una explicación a lo sucedido.

Poco a poco, pero sin articular palabra alguna y tan solo lanzando miradas furtivas a David, se fue calmando y adoptando un semblante más sosegado. Cosa que permitió a los demás tener la oportunidad de mostrar su desconcierto, haciéndole preguntas sobre qué estaba ocurriendo. Pero Guillermo, sólo conseguía mover la cabeza en un gesto de negación.

Cuando por fin pudo encontrar las fuerzas, Guillermo comenzó a hablar diciendo que eso no era posible, que tenia que haber una explicación a lo que había ocurrido. Que quizás tan solo había sido una casualidad. David lo miraba y sonreía, como un niño cuando es sabedor de haber cometido una travesura.

Los demás insistían en que contara, que era lo que había ocurrido. Necesitaban entender, por qué él, un científico versado en estos temas, y con una gran experiencia, había sucumbido al miedo y al desconcierto. Cómo era posible que ahora, una vez terminado la experiencia, no conseguía tener, aunque solo fuesen con pequeños matices, una explicación a lo que le había ocurrido. Así que, tras una pequeña pausa y tras unos cuantos tragos a la copa de whisky, éste comenzó a relatar su experiencia:

Debo de reconocer, que quizás todo comenzó nada mas empezaste a hablarme. Tus palabras parecían anestesiarme. ¡Sentí una gran paz solo por escucharte!. Pero justo en el momento en el que comencé a escuchar una especie de canción, mi cuerpo comenzó a cambiar. El sentir se convirtió en una manera de poder ver y notaba mi cuerpo como se estiraba, se relajaba hasta tal extremo que parecía poderme fundir con el entorno.

A partir de ahí, me hallé viajando a mi propio interior. Parecía estar hueco y no tener fin. Caía y caía cada vez más profundo, de una manera lenta y pausada, hasta llegar a un momento donde experimente la sensación de vació. Y justo en ese instante caí a un abismo y de repente, como si me dieran un empujón, estaba en otro sitio. Y digo estaba, porque incluso ahora, ahora que sé que estoy aquí en otra ciudad, en ésta casa y con vosotros, siento, porque es así como lo siento, que he estado en otro sitio. Pero eso es ¡imposible!.

David lo escuchaba en silencio como los demás, pero a diferencia de éstos, él lo hacia saboreando el momento, relamiéndose por lo que escuchaba. Y los demás, lo hacían en un estado de confusión, al escuchar de los propios labios de Guillermo, ya no ese tipo de relato, sino la manera tan desconcertante que resultaba ser para él.

Continuo relatando, cómo apareció en su dormitorio terminándose de vestir y como tras coger las llaves del coche y guardárselas en el pantalón, se dirigió a la cocina donde se encontraba su mujer.

Ésta estaba lavando los cacharros que había ensuciado esa misma tarde mientras preparaba una tarta de manzana, con la que iba a sorprender a su marido al regreso de su viaje. Pero al parecer escuchar unos pasos tras de si entrando en la cocina, se volvió apresuradamente y tal fue el impacto que se llevó al ver a su marido en la misma puerta de la cocina, que soltando al suelo un cazo que sostenía en la mano, propino un alarido desmedido, tanto, que su propio marido cayó hacia atrás gritando también del susto.

Y fue en ese mismo instante, cuando volvió a tener consciencia de donde estaba. Y no era otro lugar, que el jardín de la casa de uno de los amigos a los que los suyos le habían llevado. Pero el desconcierto era tal en su interior, porque sabia perfectamente, que no se había tratado de un sueño. Había sido real, hacia solo unos segundos él estaba en su casa entrando en su cocina para darle un beso a su mujer. Sin embargo, una vez de regreso a lo que era la realidad, no podía diferenciar la una de la otra.

David continuaba observándolo, escuchando atentamente su relato. Y todos comenzaron a mirarlo, como pidiéndole una explicación de lo ocurrido. Él empezó a sonreír y le preguntó si creía que era prueba suficiente. Pero Guillermo, quizás al escuchar su voz esta vez de una manera normal y diferente a la que había estado escuchandose mientras relataba la experiencia, pareció volverlo a su estado de conciencia científica que siempre había mostrado .

David cambió su semblante, se puso más serio y pareció no gustarle el cambio tan racional, que en tan solo unos segundo comenzaba a tener Guillermo. Así que le preguntó, qué era lo que no había entendido o qué era lo que no terminaba de creerse.

Guillermo comenzó a darle varias teorías sobre lo que pensaba podía haber ocurrido, cada minuto que pasaba expresando cada una de ellas, más conseguía volver a parecerse a si mismo. David lo escuchaba con gesto de desaprobación, parecía volver a ver en él, aquello que intuyó nada más conocerlo y que una vez más, volvía a pasar, ¡seguía sin entender nada!. Así que lo paró bruscamente, le miró fijamente a los ojos y le pregunto:

Dime, ¿qué es lo que realmente necesitas?


– Verás, como te dije soy un científico y necesito pruebas físicas. ¡Algo tangible!


– Bien, ¿puedes volver a decirme que fue lo que cogiste de tu cuarto cuando terminaste de vestirte?.


– ¿Cuando me vestí? pues, las llaves del coche.


– ¿Cuantas llaves tienes?.


– Dos, un juego para mí y otra para mi mujer. Tan solo tenemos un coche y para no perderlas dándonoslas el uno al otro, cada uno tiene las suyas.


– ¿son iguales?


– Sí, salvo que ella le tiene puesto un llavero con un corazón rosa – y mientras Guillermo iba diciendo eso, se metió las manos en el pantalón y sacó las llaves del coche-. ¡¡Esto no es posible!!

El manojo de llaves que Guillermo había cogido y se había metido en el pantalón, eran las llaves de su mujer. Pero no solo tenia esa, también tenia las suyas propias.

Aquí tienes tus pruebas, ahora no desperdicies en buscarle una explicación. Aprende a buscar la esencia de la experiencia, y ella te dará las respuestas y la verdad.

FIN

Iván A

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