ANOCHECIENDO
Desde el blando colchón
bajo mi espalda
con la luz escasa
que atraviesa tenue
mi ventana
no puedo más que
sentir,
sentir,
sentir, oyendo sin escuchar
intentando escuchar sin oír
un latido tranquilo,
constante, pausado,
un aire que fluye
de modo agitado
sin saber si proviene
quizás,
de mi cuerpo cansado
en su lucha vital
o es la brisa callada
que a la vez acompaña
los reflejos, tamizados,
que rompen
a ratos
la oscuridad.
Sentir,
es lo que anhela
mi alma agotada
de días ruidosos
palabras vacías
minutos ahogados
y horas baldías.
Sentir, ahora,
con todo apagado
sin nada que enturbie
el momento alcanzado
de silencio
de quietud
de serenidad
de lentitud
de armonía ancestral
de todo
de nada
momento de Paz.
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