Algunas consideraciones sobre «Un mundo feliz»

Algunas consideraciones sobre «Un mundo feliz»

1. Del fraude que resultó Bernard Marx

Desde que se menciona al personaje, se hace alusión a que su rareza obedece al hecho de que alguien, en un descuido, colocó un poco de alcohol en el sucedáneo de la sangre, cuando aún permanecía envasado.

Luego, se hacen varias referencias a su soledad, y uno empieza a creer que el personaje tiene más capacidades que el resto y que el motivo de su inconformidad responde a una sed incontenible de experimentar las pasiones que el soma y la hipnopedia han intentado arrebatarle:

Bien, ahora Lenina ya le había dado el sí, y, sin embargo, Bernard seguía sintiéndose desdichado, desdichado porque Lenina había juzgado que aquella tarde era estupenda para jugar al Golf de Obstáculos, porque se había alejado corriendo para reunirse con Henry Foster, porque lo había considerado a él divertido por el hecho de no querer discutir sus asuntos más íntimos en público. En suma, desdichado porque Lenina se había comportado como cualquier muchacha inglesa sana y virtuosa debía comportarse, y no de otra manera anormal

Y desvió la mirada; la visión de aquel rostro transfigurado era a la vez una acusación y un irónico recordatorio de su propio aislamiento. Bernard se sentía ahora tan desdichadamente aislado como cuando había empezado el Servicio; más aislado a causa de su vaciedad no llenada, de su saciedad mortal. Separado y fuera de la armonía, en tanto que los otros se fundían en el Ser Más Grande.

—Yo no quería que acabáramos acostándonos —especificó Bernard.

Lenina se mostró asombrada.

—Quiero decir, no en seguida, no el primer día.

—Pero, entonces, ¿qué … ?

Bernard empezó a soltar una serie de tonterías incomprensibles y peligrosas. Lenina hizo todo lo posible por cerrar los oídos de su mente; pero de vez en cuando una que otra frase se empeñaba en hacerse oír: … probar el efecto que produce detener los propios impulsos, le oyó decir. Fue como si aquellas palabras tocaran un resorte de su mente.

—No dejes para mañana la diversión que puedes tener hoy —dijo Lenina gravemente.

—Doscientas repeticiones, dos veces por semana, desde los catorce años hasta los dieciséis y medio —se limitó a comentar Bernard. Su alocada charla prosiguió—. Quiero saber lo que es la pasión —oyó Lenina, de sus labios—. Quiero sentir algo con fuerza.

En principio, parecía que buscaba algo más allá del mundo que le fue impuesto por condicionamiento. Sin embargo, se corrompe terriblemente.

Al final, quería lo mismo que todos los habitantes del aquel sitio donde “ahora todos son felices” y la única razón real de su desdicha reposaba en su aspecto físico, que no se correspondía con el esperado para alguien perteneciente a la casta Alfa-Más.

Lejos de las consideraciones intelectuales, la rareza efectivamente obedece a una deficiencia en el período del envasado. Se me había ocurrido pensar que todo aquello del alcohol era un rumor y que el personaje entrañaba muchas cosas, pero no fue así.

Pasaron los días. El éxito se le subió a Bernard a la cabeza y le reconcilió casi completamente (como lo hubiese conseguido cualquier otro intoxicante) con un mundo que, hasta entonces, había juzgado poco satisfactorio. Desde el momento en que le reconocía a él como un ser importante, el orden de cosas era bueno. Pero, aun reconciliado con él por el éxito. Bernard se negaba a renunciar al privilegio de criticar este orden. Porque el hecho de ejercer la crítica aumentaba la sensación de su propia importancia, le hacía sentirse más grande.

En cuanto a las mujeres, tenían la sensación de haber sido seducidas con engaños por aquel hombrecillo raquítico, en cuyo frasco alguien había echado alcohol por error, por aquel ser cuyo físico era el propio de un Gama-menos. Era un ultraje, y lo decían asimismo, y cada vez con voz más fuerte.

—Sí —decía la voz de Fanny Crowne—, lo del alcohol es absolutamente cierto. Conozco a un tipo que conocía a uno que en aquella época trabaja en el Almacén de Embriones. Éste se lo dijo a mi amigo, y mi amigo me lo dijo a mí…

2. De la desconsideración, la falta de empatía y la importancia desmedida que se otorga al físico

Lo que le ocurrió a Linda pudo haberle sucedido a cualquiera de los habitantes de Londres. Ella fue a la Reserva de Salvajes con una cita -tal como lo hiciera Lenina con Bernard Marx- y se quedó atrapada en Malpaís.

Era gorda; había perdido su juventud; tenía los dientes estropeados y el rostro abotagado. ¡Y aquel rostro! ¡Oh, Ford! No se la podía mirar sin sentir mareos, auténticos mareos.

Cualquiera pensaría que después de sufrir aquel infierno, (tomando drogas con efectos secundarios que ni remotamente se parecían al soma), todo el mundo se compadecería de ella. Bastaba escuchar su historia de maltratos y de privaciones alimenticias y sanitarias para sentir compasión. Al final eso de que “ahora todo el mundo es feliz” no es tan cierto, ya que no están permitidos los infortunios. Ese Londres no es ningún mundo civilizado, sus habitantes son tan egoístas como un salvaje y desprecian todo aquello que sea distinto a ellos.

3. De la eliminación de la vejez

Para los habitantes del cuento, la vejez no es aceptada. Ello se refleja cuando Lenina observa de lejos a un anciano en la reserva de salvajes, y cuando deciden que es preferible suministrar soma a Linda hasta matarla porque “no pueden rejuvenecerla”.

—¿Viejo? —repitió Lenina—. Pero… también el director es viejo; muchas personas son viejas; pero no son así.

—Porque no les permitimos ser así. Las preservamos de las enfermedades. Mantenernos sus secreciones internas equilibradas artificialmente de modo que conserven la juventud. No permitimos que su equilibrio de magnesio—calcio descienda por debajo de lo que era en los treinta años. Les damos transfusiones de sangre joven. Estimulamos de manera permanente su metabolismo. Por esto no tienen este aspecto. En parte —agregó— porque la mayoría mueren antes de alcanzar la edad de este viejo. Juventud casi perfecta hasta los sesenta años, y después, ¡plas!, el final.

La razón real de su eliminación es que el tiempo de ocio y la madurez les permitiría pensar.

—Todos los estigmas fisiológicos de la vejez han sido abolidos. Y con ellos, naturalmente …

—… Y con ellos, naturalmente, todas las peculiaridades mentales del anciano. Los caracteres permanecen constantes a través de toda la vida

Trabajo, juegos… A los sesenta años nuestras fuerzas son exactamente las mismas que a los diecisiete. En la Antigüedad, los viejos solían renunciar, retirarse, entregarse a la religión, pasarse el tiempo leyendo, pensando… ¡Pensando! En la actualidad el progreso es tal que los ancianos trabajan, los ancianos cooperan, los ancianos no tienen tiempo ni ocios que no puedan llenar con el placer, ni un solo momento para sentarse y pensar; y si por desgracia se abriera alguna rendija de tiempo en la sólida sustancia de sus distracciones, siempre queda el soma.

4. De por qué Lenina Crowne viste siempre de verde

El condicionamiento de la casta Beta consiste en un mensaje pre-grabado que se repite una y otra vez, cuyo contenido es el siguiente:

«Los niños Alfa visten de color gris. Trabajan mucho más duramente que nosotros, porque son terriblemente inteligentes. De verdad, me alegro muchísimo de ser Beta, porque no trabajo tanto. Y, además, nosotros somos mucho mejores que los Gammas y los Deltas. Los Gammas son tontos. Todos visten de color verde, y los niños Delta visten todos de caqui. ¡Oh, no, yo no quiero jugar con niños Delta! Y los Epsilones todavía son peores. Son demasiado tontos para poder leer o escribir. Además, visten de negro, que es un color asqueroso. Me alegro mucho de ser un Beta»

En una de sus salidas con Henry Ford, Lenina mira hacia abajo desde el helicóptero y exclama:

—¡Qué horrible es el color caqui!

Expresando en voz alta los prejuicios hipnopédicos de su propia casta.

Es decir que Lenina es una Beta-Más. (Y lo de «más» lo infiero del hecho de que los hombres Alfa-Más estaban dispuestos a salir con ella: Henry Ford, Bernard Marx, Benito Hoover..)

El periódico destinado a las castas bajas es de color verde pálido y son los Gammas los que visten de verde.

Sin embargo Lenina aparece vestida de verde en todas las escenas. De igual forma, nunca se aclara durante el libro, cual es el color que corresponde a los Betas.

5. De la posibilidad de viajar a la eternidad con el Soma

Además de acelerar la muerte y eliminar la vejez, el soma cura todos los sentimientos melancólicos y, suministrado en abundancia puede construir en nuestra mente unas vacaciones prolongadas de la realidad.

—El soma puede hacernos perder algunos años de vida temporal —explicó el doctor—.

Pero piense en la duración inmensa, enorme, de la vida que nos concede fuera del tiempo. Cada una de vuestras vacaciones de soma es un poco lo que nuestros antepasados llamaban eternidad.

Cabe preguntarse ¿Si existiera una droga así y fuera legal, las personas la tomarían? ¿Por qué?

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