Viaje infinito (version completa)

Viaje infinito (version completa)

Viaje Infinito

Me elevé y vi mi cuerpo inerte, posado sobre una cama, rodeado de máquinas y mangueras, me di cuenta de que ya no vivía, porque obviamente estaba muerto, y nuevo en estas lides, pensaba que hacer, ahora que había abandonado el plano físico.
¿Qué hacen los muertos?… ¿qué hacen?
Meditaba, ya que como había muerto recién, estaba desocupado y sin obligaciones.
Los vivos se preocupan de vivir, ¿y los muertos?… ¿De morir?, Porque yo que sepa los muertos no viven, quizá en contadas ocasiones, pero caricaturizados como «zombis», más movidos por instinto que por nada, pero esos son inventos de Hollywood.
Ese no era mi caso, estaba muerto, y mi alma viva, supongo, ya que creo que esa es la entidad que me mantiene consciente pese a no estar donde debía estar, o sea, dentro de mí mismo.
Otra cosa que me confunde es, sí estoy muerto, ¿cómo estoy consciente de que eso es así? donde empieza la vida y termina la muerte…
Lo mismo de que fue primero, ¿el huevo o la gallina?
Y filosofaba, tratando de darle sentido a mi situación, que si bien no me molestaba, me dejaba en tierra de nadie.
Ahí me di cuenta de tantas fábulas que se cuentan respecto de la muerte, no sé si sería muy pronto, pero nunca vi una luz, ni un flecha que me indicara: «rumbo al cielo», o «descenso al infierno», ni vi ángeles ni hombres barbudos, ni perros de tres cabezas, ni a un tipo rojo con un tridente, no, nada de eso.
Era sólo yo, fuera de mí, mirándome y con el espacio tridimensional a mi disposición, era el mismo mundo pero visto de afuera.
No tenía forma física, pero me sentía Lo más parecido a un fantasma, etéreo, ingrávido, sin percepción de mi figura humana, algo así como el hombre invisible, pero volador.
Eso sí, no tenía perspectiva del tiempo, ya que mi visión permanente era la de mi acostado muerto, esto no cambiaba, sólo yo pensaba y argumentaba respecto de la situación post muerte ya que ni siquiera tenía conciencia de por me encontraba en ese estado. Trate de recordar mi vida, y aquí ocurrió lo más sorprendente, vi en tiempo real múltiples pantalla de mi vida perdida, reproduciendo momentos y escenas de las que no tenía recuerdo, como si todo lo que habían visto mis ojos hubiese sido grabado.
¡Fue sorprendente! Pero al cabo de un rato se transformó en un fastidio.
¡Qué cantidad de tiempos muertos!…
Horas sentado frente al televisor, que digo horas, ¡días! traslados eternos de origen a destino y viceversa. Siguiendo una y otra vez la misma ruta, horas de nada, sólo mi vista fija en un punto sin ningún sentido, como una cámara de vigilancia estática.
Esa era mi vida, no podía negarlo, mi memoria expuesta abiertamente sin tapujos.
Me decepcionó en parte, 40 años de existencia y nada que rescatar…
Algo más tenía que haber aparte de mi rutinaria existencia, y buscado en el infinito de imágenes que exhibían mi vida, aparecieron unos cuantos puntos de luz, algunos casi imperceptibles, que contenían un material exquisito y entrañable.
Encontré los recuerdos, las experiencias, las emociones, las alegrías, los amores.
Como estrellas en un cielo nublado.
Por otro lado, con un aspecto amarillo y lúgubre, destellaban las tragedias, las penas, las pérdidas, el dolor, la desilusión.
Que doblaban en número a los buenos momentos.
Y tendría tanto que contar… ¡una vida completa!
Tantas cosas que pasaron y que en virtud del tiempo y las obligaciones había olvidado casi por completo…
Vi a mis hijos crecer tan rápido, lo poco presente que estuve, abastecí su existencia para procurarles lo básico y un poco más. Pero, ¿dónde estuve yo?
No esperaba que me llamara la vida a rendir cuentas tan luego, sin embargo, verdaderamente, ¿eso dependía de mí?
Utilizando la lógica uno cree que va a morir ya viejo, pero no siempre es así, y yo enfocado en sobrevivir me olvidé de vivir y nada, se acabó.
No hay más vida.
Este pensamiento me angustio demasiado: «ya no hay más vida…», ya no respiras ni eres dueño de tu cuerpo, eres sólo carne puesta sobre una cama,

Sin voluntad… sin vida.
Y empecé a buscar todas esas luces que habían iluminado mi existencia.
Esa manito pequeña cogiendo la mía, mis pies al borde de un precipicio viendo la inmensidad del mundo, mi primer amor, la bicicleta en Navidad.
En un frenesí incontrolable tomaba esas escenas y las hacia nuevamente mías.
Las cogí todas y al cabo de un rato no eran más que un puñado, era lo más preciado reducido a un ínfimo espacio.
Unos cuantos gramos de oro en la inmensidad de la montaña.
Me deprimió haber malgastado mi vida así, no haberme dado la oportunidad de ser feliz, es más, al menos la mitad de estas situaciones había ocurrido durante mi niñez, y se habían ido diluyendo al paso de los años, terminando mis días prácticamente no había ninguna.
Con la esperanza de ver si había algo que rescatar comencé a reunir las luces lúgubres de mis malos recuerdos, todo lo que me había matado, entendí que mi alma aguanta, pero no tanto, y al cabo del tiempo ese escudo es vulnerado y paga los platos rotos el cuerpo…, se enferma.
Y aquí se invertía la situación, ya que todo lo malo se incrementaba al paso del tiempo, me vi disgustado por días, estresado por semanas, mal humorado por meses, me vi aproblemado al punto de no dormir, me excuse en los excesos, el alcohol, los cigarros, y algo más…
Me indispuse con la gente que quería, con la excusa del tiempo y la plata.
Fui intolerante, insolente, agresivo.
Me transforme en un ogro, nunca llegue a darme cuenta.
Descubrí que la mayoría de estas situaciones pude haberlas revertido, bastaba un poco de paciencia, tolerancia, voluntad.
Nada del otro mundo, algo que cualquier persona puede aplicar, sin la necesidad de ser inteligente ni mucho menos, era algo simple, tan simple, y sin embargo lo había complicado todo.
En buena parte había querido morir, busque mi muerte, había perdido la esperanza y estaba sólo comiendo y respirando por inercia, no merecía algo tan bello, es más estaba siendo un lastre para la felicidad de los demás.
Y se profundizó mi pena…
Lo hecho, hecho está.
El pasado no se puede cambiar.
Y estoy muerto en una cama de hospital.
La desesperación se apoderó de mí.
¿Qué hago ahora? El pasado no se puede cambiar, está ahí, es irreprochablemente cierto, tan certero como que todo lo que he visto ya pasó.
No hay nada que hacer, nada que enmendar,… lo hecho hecho esta.
Volví a dar un vistazo en búsqueda de algún detalle que pude haber olvidado, algo más que rescatar y volví a la habitación, había llegado mi mujer, caminaba hacia mí, en un eterno viaje, de apenas dos pasos que separaban la puerta de la cama.
Desconsoladamente comenzó o llorar sobre mi pecho, quería sentirla, acompañarla en su dolor, pero era como que una muralla de vidrio nos separara, sentía su angustia, su dolor, su pena y nada podía hacer por ayudarla, nada.
Entonces espontáneamente empezaron a circular por mi cabeza todos nuestros recuerdos y otra vez apareció la culpa ahora por el poco valor que con el tiempo había perdido por la mujer de mi vida.
Ella que sin pensarlo se postergo en beneficio de todos nosotros, la que estuvo conmigo cuando no era nadie y sólo vivía de sueños, proyectos y esperanzas, ahora que yo no era nada, estaba aquí conmigo, sufriendo por alguien que ni siquiera la merece.
Se acercó y puso su boca contra mi oído, y escuche claramente que decía susurrando: “no te vayas…Por favor no te vayas, no me dejes, no sabes cuánto te amo”.
Estas palabras retumbaron, en mi cabeza y como una explosión acústica se apoderaron del todo a su alrededor, y ahora las imágenes permanentes eran las de ella, sólo ella en todas las facetas posibles que mi mente mantenía guardadas en la bodega del tiempo. Y la vi envejecer en segundos, observé como la eterna sonrisa se fue transformando en una mueca triste, entregada al cumplimiento del deber y postergada a mantener lo poco que le quedaba de tiempo a esta estabilidad inestable, se estaba apagando, su luz interna que iluminaba al mundo se había transformado en una lúgubre vela, expuesta al influjo de una mínima brisa, vulnerable.
La única e incondicional, mi todo. Destruida por mi perversa forma de actuar… Sin embargo, aún me amaba…
Este lúdico viaje se estaba transformando en una pesadilla vívida y yo era el protagonista y el malvado, siendo espectador de mi caída y sufriendo más allá de lo imaginable al ver el poco sentido que le había dado al bien más preciado que todo ser posee… simplemente la vida.
Y si, estaba consciente del hecho y el momento, obviamente no estaba todo perdido, esta fue la última reflexión, «no está todo perdido», era una oportunidad, evidentemente, algo tenía que hacer para remediar esta suma de eventos desafortunados y equilibrar la balanza de mis alegrías y mis tristezas, de mis fortalezas y mis debilidades y todo cuanto en mí había permitido que cambiara, lamentablemente, para mal.
Y busqué la manera de encontrar la salida, como llegar de nuevo a mi funda orgánica y tomar el control de mis acciones.
Sabía que podía volver, lo sabía, ahora mi tozudez la usaría para un buen fin, para regresar a mí ahora renovado y poder volver a este lugar pero con un objetivo claro, con la tarea cumplida.
Ahora debía buscar el medio, activar mi cuerpo y hacer latir mi corazón.

Aprecié que levemente me alejaba de la escena principal de mi tragedia, y que mi mujer descansaba sobre mi pecho inerte, señal inequívoca de que se acababa el tiempo, y para regresar me sostuve al valor, a la voluntad, y empujado por el amor comencé a volver hasta hacer posesión de mi nuevamente, y en un haz de luz incandescente sentí el aire volviendo a mis pulmones, el calor a mi cuerpo, y como un tambor de guerra que anuncia el inicio de una nueva batalla, mi corazón se dejó sentir en el oído de mi amada…
Pum pum, pum pum, pum pum…
Sentí su cabeza levantándose de mi pecho, y abrí los ojos a la vida nuevamente… Y ahora que estoy de regreso, y puedo recordar lo que ocurrió esa mañana de abril, cuando sentí el arrebato de mi corazón que se negó a seguir trabajando para mí por «malas condiciones laborales» y se detuvo, y realice este viaje al que muy pocos tienen acceso, a reinventar mi vida y darle verdadero sentido a mi existencia, de hecho lo hice, y ahora comparo lo que fue y lo que me encontré al llegar al final de mis días… viejo, cansado, pero feliz y tranquilo del futuro que me espera, si es que hay alguno…
Quien rescate este relato tome en consideración sus palabras, me pasó a mí, tuve la oportunidad, pero no siempre es así, y en esta escala hacia la eternidad, dejo este manifiesto como una guía de vida.
Nunca fui de dar consejos, prefiero referirme a «tomar en consideración», pero si sirve a alguien, bienaventurado sea:
Lo importante no se ve, lo importante se siente.
La suma de errores no siempre lleva a un acierto.
Si no tienes nada bueno que decir, guarda silencio.
Quien se merece tu confianza no es quien te adulta, sino el que te saca del error.
El orgullo es hermano de la soledad.
La paciencia nunca dejará de ser una virtud.

Un tesoro invalorable, el tiempo.
Y finalmente.

Amar duele, pero duele más no saber amar.
Buena vida a los que se quedan… adiós.

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