A veces sonreías de mis trucos de magia
mal aprendidos,
tu risa contagiosa, llenaron el ambiente
de aquel restaurante de comida barata,
esa película que tenias tanto miedo cuando la viste
te recordaba cada noche del pueblo donde naciste.
Tu cabeza tenia por costumbre reposar en mi hombro
como una vieja historia de amor.
Tus sorbos de café eran lentos,
odiabas el olor al cigarrillo,
pero gustabas tanto de mis historias
de viajes a la luna.
Sabias que mentía, pero sentías un gusto
por conocer mis inventos.
Tal ves era tu confidente
para mi eras el motivo
de tantos viajes.
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