Le sudaban las manos y le temblaban las piernas, era imposible no sentirse mareado, tímido, avergonzado. Aquella carta llegó por error, consecuencia de un trabajo mal realizado, le esperaba la vergüenza y la miseria después de aquella indiscreción.
¿Cómo explicar ahora que Madame Carlota no era más que un simple maniquí?
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