El mundo en que vivimos

El mundo en que vivimos

Ana K. Murillo

31/10/2018

Respira profundamente.

Inhala.

Exhala.

Otra vez.

La inquietud inundaba mis venas. Había estado varios años en el oficio, pero esta sería la primera vez que hablaría frente a tantas personas. Mis manos temblaban, sudor frío brotando de ellas, pero debía concentrarme. Debía dar esta plática a los nuevos estudiantes, alguien debía de hacerlo.

Pronto acabará. Deben saber esto. Soy la única que puede.

Seguía mintiéndome a mí misma, una y otra vez. Repítelo hasta creerlo, ¿no? Pero algo era cierto: entre mis compañeros, solo yo podía brindarles este punto de vista.

Entre al auditorio, dedique una mirada al lugar, barriéndola por cada rostro presente. Tan jóvenes… tan inocentes a la maldad en el mundo… y yo iba a darles una probada de lo que les esperaba.

Respira profundamente.

Ahora frente a tantos estudiantes comencé a temer cometer algún error. Apreté mis puños, era ahora o nunca.

– Algunos habrán venido sin entender completamente lo que esta vida significa. Una vida tranquila dejará de ser una opción; incluso dormir por las noches se volverá un reto después de las cosas que verán en su trabajo. Mi presentación no es importante ahora mismo, se las daré cuando estén aquí únicamente aquellos que tienen verdaderas intenciones de continuar.

Gracias al cielo, siempre tuve habilidad para la actuación. Ahora con un poco más de seguridad, pude continuar con esta plática.

– El día de hoy empezaremos los delitos. Existen diversos tipos, algunos con mayor magnitud que otros. En algunos casos verán cosas que los harán querer huir, buscar otro empleo. Será su decisión lo que ocurra después de eso.

Tres estudiantes se levantaron de su lugar, retirándose del auditorio. Tal vez era lo mejor. Tras explicarles los tipos de delitos que había, proseguí con el siguiente tema.

– Hay dos formas de tomar acción al respecto: combatirlo, como lo hace la policía, o prevenirlo. El día de hoy les enseñare acerca del segundo tipo.

Un joven levanto su mano e hice una seña hacia él, permitiéndole hablar.

– Entonces, si solo vamos a prevenir, ¿por qué nos dio esa advertencia?

– Lo que pueden hacer al respecto es prever, pero habrán ocasiones en las que deberán ir a campo, observar los actos de personas dañadas que, a veces, no se les dio otra opción de vida. Y será su trabajo, no limpiarlo, sino ayudar a las víctimas.

Vas bien. Ya casi.

– Algunos de estos delitos se pueden prevenir aportando ayuda a temprana edad. Muchas veces, aquellos niños víctimas de abuso e inanición se convierten en adultos que buscan el generar un daño a otros.

– ¿Y cómo sabremos si el niño la necesita?-dijo una voz en el fondo.

Ahora tenía más seguridad, mis manos habían dejado de temblar.

– Esa es una buena pregunta. Este sigue siendo un proyecto en desarrollo, razón por la cual aún tiene algunas fallas. Sin embargo, se tiene en mente que los maestros analicen la conducta de sus estudiantes, que aquellos que presenten síntomas de personalidad antisocial, abuso o violencia puedan recibir la atención que meritan a tiempo, en vez de esperar a que sea demasiado tarde.

Otra mano al aire.

– Suponiendo que el maestro de verdad preste tanta atención al alumno, ¿cómo sabrá si son síntomas de alguno de ellos y no algo tan simple como un berrinche?

– Estos maestros estarían capacitados en estos trastornos. También, al estar en constante contacto con ciertas personas, comienzas a notar si sus conductas son habituales o no.

Había tenido tiempo de pensar aquellas preguntas, no había problema alguno. Una tercera mano se levantó.

– ¿Y cómo sería esto posible en una población tan grande?

– Es sencillo. Se haría un efecto dominó. Primero una escuela se concentraría en esto, y otras más la seguirán. Gracias a este sistema, si nos concentramos en la infancia desde un principio, podemos evitar cosas como la drogadicción, se puede dar una mejor atención a los niños y, si se logra trabajar en conjunto con los padres, corregir aquellos males que se les ha causado a algunos.

Sólo un poco de fe. Eso es todo lo que necesitaba. Es un proyecto con futuro, de eso estaba segura. Sólo necesito que confíen en este proyecto, que la gente comience a creer que es posible. Que empecemos a prevenir, a combatir algo que aún no existe.

Confío en este futuro.

Un futuro en el que la seguridad existe.

Un futuro en el que un niño puede caminar a la escuela.

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