Eran tantas cosas,
que ya no sabía a que llorarle
y solo contaba los días de mi muerte
esperando silenciada en las frazadas azules que me vieron destruirme
mirando como el reloj movía aquella aguja sin un exacto sentido,
moría despierta y nadie se daba cuenta,
deseaba anhelar un amanecer más
quizás un cigarrillo,
pero me quedé con el silencio de aquella vacía habitación
y quiero creer que el se quedó conmigo.
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