El reportaje de Elsa Norton

Casa abandonada en Holland. Michigan. Once y media de la mañana.

Elsa entornó la puerta y observó el interior de la casa. Arañas de polvo colgaban de algunos rincones. Recovecos de líneas redondeadas, por el desgaste de la madera.

Elsa avanzó unos metros. El suelo, enmoquetado también en suciedad, crujía bajo sus tacones.

Sacó la cámara de la funda y comenzó a fotografiar todo lo que se ponía delante del objetivo.

Luego, continuó y entró en la cocina. La joven bajó la cámara y reparó, extrañada, en una niña.

La pequeña, que acariciaba el pelo de una muñeca de trapo, le indicó, con un gesto, que la siguiera.

Elsa fue tras ella hasta un despacho. La niña se agachó junto a la pared y señaló un diminuto orificio.

Ella se descolgó la cámara, la colocó encima de la mesa, se acuclilló a su lado y miró a través de él.

Tres esqueletos parecían buscar aún el calor de las manos de los otros.

Elsa se apartó y miró la angosta soledad del despacho. ¿Dónde estaba la niña?

Desconcertada, la buscó por la casa y los alrededores, pero no apareció.

Una semana más tarde, el Old Times publicó un reportaje muy distinto al que había programado.

Los esqueletos hallados por la señorita Norton pertenecían a la familia Oswen.

La madre, Rita Oswen, colaboró, durante la década de los setenta, con una red de narcotraficantes.

Escondía la droga en su casa y se encargaba de protegerla hasta que regresaban a por ella.

Sin embargo, todo se torció cuando, una noche, la banda criminal se percató de que faltaban dos kilos de cocaína.

Sin darle tregua para explicarse, la asesinaron. Acto seguido, entraron hasta el comedor y vaciaron sus armas contra Harry Oswen y su hijo Allan.

Llevaron los cuerpos al despacho, los apilaron y construyeron un tabique.

De quien no se ha encontrado ninguna pista ha sido de July, la hija menor de los Oswen.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS