Un día la esperanza se fue,

me obligué a ser juez,

a poner en la tierra mis pies,

a jugar con la vida al ajedrez.

Ese día perdí la sonrisa,

sentí como el cuero se eriza

y corrí… corrí a toda prisa

entre realidad lágrimas y risa.

Ví el revés del telar,

dudé de la infinitud estelar,

caí profundo para después escalar,

o quizá para bailar en el muladar.

Maldije los siete mares,

me rompí en la espalda mis altares,

la vida dejó de hablar de pares

y me reveló nuevos lugares.

Es amarga la razón,

más, me empalaga el corazón,

muy fríos los argumentos

y muy calientes los momentos.

Un día la flaca me robará el aliento

y tendremos sexo en su aposento,

sentiré una última vez el viento

y mi postrer palabra será lo que siento.

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