ADICTO AL MAR

Despliego la blanca vela

y de forma mecánica

empuño el timón,

mano firme

de amigo y cómplice.

Miro al cielo

y grito al viento,

con desesperación

con rabia contenida

libero tensiones.

Vuela, espíritu de mi niñez

juega con tus hermanas gaviotas,

que el mejor regalo

que te puedo hacer

es, dejarte la jaula abierta.

Juego a romper las olas

con la quilla de mi velero.

Polvo de agua salada

endulza mi boca.

Mi cara desarruga el ceño

esbozando una sonrisa

que creí perdida.

Mis entornados ojos, brillan

en ese atardecer costero

en el que, poco poco

es engullido el sol por el mar

dejando una estela de espigas

sobre las dunas de sus aguas.

Pongo proa a esa línea

que define el horizonte

que al ser marcada con tiza,

cuando crees llegar

no está.

Donde cuentan que…

rosas de agua dulce

crecen entre las algas,

como ofrenda a esas almas

que con celo guarda el mar.

Sólo, desamparado

a merce del viento,

con la muerte al acecho

se agudizan mis sentidos,

y me siento vivo

por un momento.

No hay sirenas que me canten

que quieran llevarme al fondo,

es el zumbido del aire

que, al contacto con la vela

me susurra cuentos viejos.

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