La última vez que lo vi

La última vez que lo vi

Jhoseph Sánchez

20/10/2018

Era una tarde lluviosa de aquel jueves, de aquellos días en los que los minutos se vuelven horas y las horas se vuelven días, sientes que el tiempo no transcurre y solo quisieras estar en otro lugar.

Estaba bastante cansada de la noche anterior, no había logrado conciliar el sueño, así que apoye mis hombros en la silla del frente y luego rodee mi cabeza con mis manos para que la luz de la bombilla no fastidiara mis ojos. Los llantos de la señora García eran tan desgarradores que era imposible mirarla, de hacerlo podía ser capaz de romper en llanto junto con ella.

Luego de unos eternos minutos tocaron mi hombro derecho dos veces queriendo llamar mi atención.

-“Que modales tienes, igual que desde la escuela”- dijo mientras acomodaba levemente la silla que estaba a mi lado sin quitar su vista de mí.

-“No es eso, soy mala para las demostraciones afectivas, y mucho más en esta…”- Le respondí a Cristina mientras esta hacia un gesto de desaprobación.

-“Supongo que no has oído los rumores, ¿cierto?”- Me dijo con tono de sarcasmo sabiendo que yo era una persona de poco interés en la vida personal de los demás, pero conociendo a Cristina, seguramente ya sabía toda la historia y ya había agregado media historia más.

-“No, no he oído nada”- Le respondí, también con un poco de intriga con lo que ella sabía de la historia.

-“Dicen por ahí… Que la última vez que lo vieron estaba en un bar de los…”- Dijo Cristina antes de ser interrumpida por el estruendo de un candelabro que se cayó al suelo tirado involuntariamente por la señora García.

Ambas miramos a nuestro alrededor para cerciorarnos de que nadie estuviera escuchando nuestra conversación, como si de algo súper secreto se tratase.

-“No estoy muy segura, pero María me contó que Rodrigo le había dicho que Roberto lo había visto por última vez en un bar…”- Dijo mientras hacia una pausa al final.

-“¿Cuál bar?”- Le pregunte con ansias de saber de qué hablaba ella.

-“Un bar… de los que… ¡Ya sabes!”- Respondió un poco exaltada queriendo que yo adivinara el final.

-“Un bar G-A-Y”- Lo dijo mientras pronunciaba muy bien silaba de la última palabra.

-“¿De qué hablas?”- Le respondí enseguida. –“Conocí a Benjamín de toda la vida y sé que no era homosexual»-

-“Pues… yo solo te cuento lo que me contaron, no sé nada más”- Dijo ella mientras se paraba rápidamente de la silla y dejándome con una sensación de incomodidad.

Me quede por un momento sentada en la misma posición con mis brazos entrelazados, con un poco de incertidumbre sabiendo que siempre había algo de cierto en las historias de Cristina.

El fuerte sonido de las goteras sonando en el tejado logró hacerme salir del profundo trance pensativo en el que me encontraba. No solo por lo que me habían contado, sino también por los problemas que conllevaban dicha noticia.

Incline un poco mi cabeza y vi que Cristina ya se encontraba contando la historia a alguien más agregando nuevos detalles a la historia inventados por ella, y solo era cuestión de tiempo para que todos en el lugar lo supieran.

Pasaron unos minutos más y la señora García continuaba aferrada al ataúd de su hijo, las personas hacían varias miradas al señor Alberto para que fuera a consolar a su esposa, pero su imagen de no querer parecer blando se lo impedían, sin saber que lo único que estaba consiguiendo era quedar como un desalmado ante todos.

Me puse de píe y con cuidado atravesé la fila de sillas para salir hacia el patio. De camino pase por la cocina y pude ver a doña Antonieta la abuela de Benjamín, cocinando un estofado de pollo, que era el favorito de él. A diferencia de su hija, ella no se veía tan afectada, pero tal vez el cocinar la ayudaba a auto-consolarse.

Al llegar al patio, me percate que era bastante amplio, tenía un pasillo que lo rodeaba por completo, con un enorme árbol de mangos en el centro y al ser una de las casas más antiguas del barrio y construida por su bisabuelo, la había hecho a su propio criterio y gusto. Me ubique debajo del tejado del pasillo para sentir un poco la fresca brisa que producían las chispas al caer al suelo. Había unos cuantos grupos de personas que quizás, al igual que yo, no les gustaban los velorios. Entre esos grupos estaban mis amigos del colegio, quienes rápidamente se percataron de mi presencia y con un gesto me llamaron. No levante la mirada del suelo mientras me dirigía hacia ellos. Hice un solo saludo para todos, para evitarme la tediosa labor de hacerlo uno por uno, no me veía hacía mucho tiempo con algunos de ellos, así que la confianza no era la misma.

Mateo fuel primero en romper el hielo y me pregunto directamente: -“¿No pensabas venir a saludar a tus viejos amigos de infancia?”-

-“No los había visto”- Respondí rápidamente para no quedar mal. –“¿Qué hay de sus vidas?”- Agregue de inmediato para desviar el tema.

-“Aquí como ves… No todos tuvimos la misma suerte de conseguir un buen empleo en otro país”- Dijo María.

-“Ya no la molesten, más bien dinos, ¿cuándo regresaste?”- Dijo Rodrigo salvándome de la situación.

-“Llegue el sábado de la semana pasada en la madrugada, quería llegar antes, pero no logre conseguir vuelos económicos”- Le respondí.

-“¿Y cuándo fue la última vez que hablaste con Benjamín?”- Me pregunto María convirtiéndome nuevamente en el centro de atención.

-“Hablamos muy pocas veces, de hecho la última vez que supe de él fue hace 2 años… aun no logro creer esto que está pasando…”- Respondí mientras Mateo me abrazo para consolarme.

-“Es bastante difícil para todos nosotros, la última vez que lo vi fue el sábado en la tarde, nos encontramos en la panadería de la esquina y me pidió que lo acompañara a comprar unos cigarrillos, nunca paso por mi mente que sería la última vez que lo vería…”- Dijo Rodrigo conteniendo las enormes lágrimas en sus ojos y disimulándolas un poco frotando sus ojos con las mangas de su abrigo.

-“La señora García jamás se enteró que le gustaba fumar, mucho menos que lo hacía desde la escuela”- Anexo María.

-“Eso y entre otras cosas más que su madre nunca sabrá”- Exclamo Rodrigo, haciéndome recordar lo que Cristina me había contado hace un rato.

-“¿Cuáles otros vicios?”- Le pregunte con bastante intriga.

-“Ya te imaginaras, Benjamín no era para nada un santo, era el más nocturno de todos nosotros y tal vez por eso”- Decía Rodrigo antes de ser interrumpido por Mateo.

-“Lo que sea que haya hecho, no cambia nada, seguirá siendo nuestro amigo”- Dijo Mateo dando por terminada mi pregunta y dejándome con más intriga que antes.

-“¿Pero qué hay de su muerte?, no me vas a negar que sigue siendo un misterio, ni sus padres, ni mucho menos la policía saben con certeza lo que sucedió”- Exclamo María con su imprudencia, que por primera vez, había sido en beneficio de mi intriga.

-“¿Y alguien sabe lo que le sucedió?”- Agregue al comentario de María.

-“Cristina me contó que lo hallaron en la madrugada del domingo pasado, estaba sentado en la silla del parque que está a unas pocas calles de aquí, también me conto que tenía una carta en su mano y que…”- Me respondió María antes de ser interrumpida por Mateo.

-“¿Pero qué dices María? Nada de eso está confirmado, todos conocemos como es Cristina”- Exclamo Mateo.

-“No sé, yo solo digo lo que me escuche, y no le veo nada de falso a la historia, es más… Si te pones a pensar puedes deducir el resto, Roberto nos contó que Benjamín lo había invitado a aquel bar, Rodrigo se negó a ir por que tenía que trabajar al otro día”- Dijo María

-“¿Pero Roberto no es… gay?”- Pregunte a todos, queriendo empalmar su historia con la de Cristina.

-“Si, lo es, pero al igual que todos nosotros, también era muy cercano a Benjamín”- Respondió Mateo.

-“¿Y quién tiene la supuesta carta que le encontraron?”- Pregunte.

-“Cristina me dijo que la tiene la señora García, pero no ha tenido el valor de leerla, ni tampoco ha dejado al señor Alberto leerla”- Respondió María.

-“¿Y dónde está Roberto, porque no vino al velorio?”- Pregunte directamente a María y los demás giraron la cabeza hacia ella también bastante intrigados por su respuesta.

-“Esta en su casa, ayer me contó que tiene miedo que lo vean como un sospechoso, pues lo han interrogado 3 veces”- Respondió María dejándonos a todos perplejos.

-“¿Cómo pueden pensar semejante barbaridad?, cualquiera de nosotros seriamos incapaces de hacerlo, somos sus amigos”- Exclamo Rodrigo expresando su inconformidad con la situación.

-“¿Qué acaso no ves televisión?, en la mayoría de casos, los principales sospechosos son amigos y familiares”- Anexo Mateo.

Sin darnos cuenta, Cristina salto en medio de nuestro circulo de charla con su habitual mirada de asombro y de inmediato dijo: -“Chicos, creo que deberían venir a ver esto”- Nos dejó perplejos a todos y de inmediato apuramos paso hacia la sala. En el camino note que el estofado que estaba preparando doña Antonieta se estaba quemando, como si ella hubiese salido corriendo.

Al llegar a la sala, estaban sucediendo tantas cosas al mismo tiempo, que no supe a donde mirar primero o que debía hacer. Habían llegado Roberto y 2 Policías, doña Antonieta y su hija, estaban intentando controlar al señor Alberto pues este gritaba constantemente que su hijo no era gay, me sorprendió que no hubiéramos escuchado nada con tan ensordecedores gritos. -“¡Lee la carta!”- Gritaba Roberto repetidamente. Hasta que un Policía lo contuvo, en un parpadeo el señor Alberto se soltó de la señora García y de un paso llego hasta Roberto, empujo al Policía quien se atravesó en su camino y golpe en el rostro repetidamente a Roberto, Mateo y Rodrigo de inmediato fueron a tratar de sepáralos. María y yo tratamos de consolar a la señora García quien estaba envuelta en llanto. Mientras sus manos temblaban, sacaba lentamente del bolsillo de su blusa un papel muy arrugado y a medio doblar, yo le contuve las manos para que dejara de temblar y la abrace.

Unas llamaradas saltaban de la cocina y atravesaban todo el techo del pasillo hasta la sala. Todas las personas comenzaron a gritar y correr desaforados hacia la calle, uno de los Policías sin pensarlo dos veces tomo su radio y solicito apoyo de bomberos, la señora García se abalanzó sobre el ataúd de su hijo dejando caer la carta al suelo, doña Antonieta, María y Cristina trataban de levantarla para sacarla de la casa, el otro Policía ya tenía esposado al señor Alberto por su conducta violenta y a Roberto por sospechoso, el señor Alberto gritaba que lo dejaran ayudar a su esposa, pero el Policía lo saco a empujones. Las llamas rápidamente tomaron propiedad en el primer piso y ya se pronunciaban en el segundo, entre todos logramos sacar a la señora García, mientras que Mateo, Rodrigo y el Policía sacaban el ataúd muy precipitadamente. Una vez afuera todos se preguntaban de donde había surgido el incendio. -“El incendio surgió de la cocina, dejaron todas las boquillas abiertas, fue completamente provocado”- Respondió el Policía en tono acusante. Mateo, que venía sosteniendo toda la parte trasera del ataúd, tropezó con el penúltimo escalón de la escalera del antejardín, Rodrigo no pudo sostener todo el peso y sucumbió, el ataúd giro en el aire y el difunto Benjamín salió disparado en dirección hacia mí y estrellándose conmigo de manera grotesca, del impacto caímos al suelo y la carta salto de mi mano y comenzó a caer lentamente, hondeándose con el aire como una hoja seca cayendo de un árbol. Sin pensarlo dos veces Mateo y Rodrigo me ayudaron a levantar, la señora García al parecer estaba en un estado de trance luego de tantos incidentes continuos, me incorpore rápidamente para recoger la carta, pero doña Antonieta ya la tenía en sus manos. -“Esto es obra de mi nieto, no es una simple casualidad, él quiere que leamos esta carta”-. Don Alberto corrió con sus manos esposadas y de un salto empujo a doña Antonieta, esta cayó al suelo recibiendo un fuerte impacto en su cabeza dejándola inconsciente de inmediato, “¡¿Qué hiciste?!” gritaban todos perplejos con la actitud del señor Alberto, La carta se empapaba de a pocos con la sangre escandalosa de la cabeza de doña Antonieta, Mateo hizo un breve impulso de agacharse a tomarla, pero María lo detuvo con un fuerte abrazo, uno de los Policías se acercó para prestar primeros auxilios a doña Antonieta, temiendo que estuviera muerta y solicitaba una ambulancia con su radio, el otro desenfundo su postila y rápidamente apunto a don Alberto, -“¡Entra al auto!”- Le grito un par de veces, -“¡Entrega la carta!”- Le grito Roberto con una voz desgarrada por el llanto. En ese instante llego la unidad de bomberos y en cuestión de segundos ya se encontraban instalados para apagar el incontrolable fuego, en un parpadeo don Alberto aprovecho la distracción para correr y darse a la fuga, el Policía reacciono rápidamente y disparo dos veces, impactándolo en la mano derecho y la entrepierna izquierda haciéndolo tropezar y caer al suelo, en ese momento llegaron otro par de policías, bajaron del vehículo y se dispusieron a subirlo, -“¡Yo lo hice, yo lo hice! Lo confieso…”- Confeso el señor Alberto entre gritos.

Aquellas palabras hicieron despertar a la señora García, quien de inmediato corrió y tomo a su esposo del cuello, -“¡¿Por qué lo hiciste?!”- Le gritaba la señora García.

-“Mande a Roberto a envenenar la copa de licor de Benjamín para que nadie sospechara de mi… Pero no pude con el sentimiento de culpa…” Confeso don Alberto entre lágrimas. Todos giraron rápidamente sus cabezas en dirección a Roberto en busca de su explicación.

-“¡No pude hacerlo! ¡Estuve a punto de hacerlo, pero no tuve el valor de hacerlo!”- Respondió Roberto bastante alterado al verse señalado. –“¿Por qué lo ibas a hacer Roberto?”-Pregunto María, aun confiando en que su amigo no sería capaz de cometer tan atroz acto.

-“¡Ese asqueroso y horrendo señor Alberto, llevamos más de un año de tener una relación íntima, Benjamín nos descubrió y amenazo con delatarnos ante su madre!”- Anexo Roberto y dándonos a todos una estocada de sorpresa. –“¡No, No!”- Era lo único que podía gritar don Alberto queriendo opacar la voz de Roberto e intentando ocultar lo inevitable. –“¿Cómo pudiste hacerle eso a tú hijo?”- Le pregunto la señora García. –“¡Él no era mi hijo! Y tú lo sabes perfectamente, ¡es hijo de tú exmarido!”- Le respondió instantáneamente. La señora García solo agacho su cabeza y clavo su mirada al suelo. Los bomberos casi terminaban de apagar el fuego, llegaron dos ambulancias, quienes se llevaron a don Alberto y doña Antonieta al hospital, quien se había ya despertado y aparentemente solo tenía un fuerte dolor de cabeza, Cristina fue la única que fue a despedirla antes que se la llevaran, dos de los Policías se llevaron a Roberto en una de las patrullas, mientras que los otros dos ayudaban a meter a Benjamín en el ataúd, la mayoría de las personas ya se habían ido, quedaban solo las personas más allegadas. Me recosté entre en el muro del antejardín y deje caer un poco mi cabeza para intentar descansar de todo lo que había sucedido.

Un escalofrío atravesó todo mi cuerpo comenzado de la punta de mis pies hasta mi cuello al escuchar la voz de Cristina quien tenía la carta en sus manos, de inmediato mi mente recapitulo y supe que se la había entregado doña Antonieta antes de irse en la ambulancia, Cristina sostuvo la carta de manera firma con ambas manos y se dispuso a leer:

-“Ya tengo muchas ganas de verte, logre conseguir un vuelo económico para viajar, llegaré en la madrugada del sábado, ya le hable mucho a nuestro hijo Santiago de ti, aún es muy niño y no entiende muy bien, pero sé que te va a amar cuando sepa que eres su verdadero padre. Tengo mucha intriga por saber qué es eso tan importante de lo que quieres hablarme, espero recibas esta carta a tiempo y antes de mi llegada, por cierto, no quiero que me recojas al aeropuerto, quiero que nos veamos en el parque del barrio. Te esperaré ahí.”- Nadie pronuncio nada luego que Cristina terminará de leer.

Pasaron varios segundos de un silencio abrumador, lo único que se podía escuchar era el fuerte viento que parecía pronunciar palabras indescifrables trayendo consigo el anuncio de una fuerte tormenta, la carta salió volando de las manos de Cristina directo hacia la última llama de fuego que aún quedaba en el césped del antejardín donde se consumió por completo en una milésima.

Me puse lentamente de pie y camine en línea recta hacía Cristina, me pare frente a ella y la mire fijamente a los ojos. –“¿Qué tienes para decir?”-. Di media vuelta dándole la espalda a Cristina, mire a varios a los ojos, tosí 2 veces para aclarar mi voz y para que todos pudieran escucharme –“Quede embarazada de Benjamín en mi última venida aquí, me fui del país sin el saberlo, ni yo tampoco. Al darme cuenta que estaba embarazada, de inmediato supe que el hijo era de él, pues es la única persona con la que tuve relaciones. Cuando el niño nación y organizamos una cita para vernos y hablar, Benjamín me confeso que era gay y no podía hacerse cargo del niño. Ese mismo día lo seguí a escondidas y lo vi entrar a un bar gay y para mi sorpresa, se encontró con Roberto, en ese mismo lugar y en mi desespero por creer que el amor de mi vida era gay, encontré a una personas que me cobro muchísimo dinero por envenenar la copa de Roberto, accedí y le pague todo lo que me pidió, para mi sorpresa, el que se tomó la copa fue Benjamín y no Roberto-“. Les confesé a todos y rompí en llanto a la vez que el cielo comenzó a desahogar una intensa lluvia.

Al declarar mis hechos, uno de los Policías me esposo, comenzó a recitar unas palabras que solo sonaban como un susurro mientras mi mente solo se enfocaba en pensar en mil cosas absurdas al mismo tiempo, me llevo hasta la puerta trasera de la patrulla, puso su mano en mi cabeza para hacerme entrar, cerro muy fuerte la puerta para cerciorarse que no quedara abierta. El auto arranco despacio, pude ver reflejada la tristeza en el rostro de mis amigos, tristeza que quedara por siempre en mi memoria, tristeza que sería mi única compañía, por el resto de mi vida porque fue ese día, la última vez… que los vi…

FIN

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