Como abogados de la Embajada, era menester determinar la pertinencia y necesidad de que ésta se registrara como tal ante el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCES).

La respuesta para nosotros parecía evidente y, no habíamos visto en la práctica ningún caso en el que la respuesta fuera positiva pero, ante la duda ¿Quien mejor que el propio Instituto para aclarar la cuestión?

Cuando nos dirigimos a las oficinas del INCES y con expresión de desconcierto nos indicaron que no tenían idea, entendimos que tendríamos que acudir a otras instancias para esclarecer el asunto.

El Ministerio del Poder Popular para la Educación, tiene su sede en un edificio ubicado en la Esquina de Salas a Caja de Agua, en la Parroquia Altagracia del Distrito Capital y cuenta con veintiún pisos. Consideramos seriamente en abandonar la misión cuando nos informaron en la entrada que el ascensor estaba averiado.

Buenos días, señorita – Manifesté con un tono de voz un poco más alto de lo normal, en un esfuerzo por captar la atención de la funcionaria que estaba sentada en la recepción del edificio.

Desde el otro lado de un inestable mostrador de vidrio, me miró con desdén una chica rubia y mal arreglada. Llevaba una camisa color rojo con el distintivo del Ministerio y unos jeans rotos.

Mi compañero y yo necesitamos hablar con alguien del departamento Legal del Ministerio. Tenemos una consulta – Continué explicando, anhelando que eso le pareciera suficiente para dejarnos entrar.

¿Y qué necesitan específicamente? – Preguntó alzando las cejas.

Luego de nuestra explicación, la chica en cuestión determinó que la Consultoría Jurídica no era el departamento indicado para conocer de nuestro asunto y que debíamos dirigirnos hasta “Educación Integral”. Nos entregó dos pases para el piso nueve que tenían impresa la palabra VISITANTE.

Una vez arriba, bañados en sudor, entramos a un vestíbulo y nos acercamos a otro mostrador de vidrio en el que encontramos a otra chica vestida con el uniforme institucional del Ministerio. Esta nos indicó que esperáramos un momento mientras éramos anunciados.

En “Educación Integral”, nos atendió una señora que aparentaba unos cuarenta años de edad. Luego de escuchar nuestra consulta, profirió:

Pero.. ¿por qué no fueron al Ministerio del Trabajo? – Preguntó, totalmente convencida de que estábamos en el lugar equivocado, como si hubiera metido el mundo entero en una frase.

En ese momento mi asombro había llegado al paroxismo.

Comprendí de golpe lo ingenua que había sido pensando que la respuesta del INCES no podía ser superada, y que subir nueve pisos por las escaleras encontraría su recompensa en una solución satisfactoria a nuestro problema.

A partir de marzo de 2017, el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista, se encuentra adscrito Ministerio del Poder Popular para la Educación – Respondí con altivez, sin esfuerzo por ocultar mi mal genio. Me costaba trabajo digerir el hecho de que alguien trabajase en una Institución sin conocer sus competencias.

Bueno… Lo que pasa es que eso que ustedes quieren no es por aquí – Profirió evidentemente disgustada con mi impertinencia de recordarle algo que debería saber – Eso que ustedes quieren precisar, deberían averiguarlo en Consultoría Jurídica – Sentenció.

Prácticamente convencida de que me encontraba en un programa de cámara escondida, pregunté sin ánimo a donde tenía que dirigirme para llegar a ese departamento. La respuesta de que la Consultoría Jurídica del Ministerio estaba ubicada en el piso diecinueve del edificio, parecía el condimento perfecto para una broma del mal gusto.

Disculpe señorita, pero usted tiene un pase para el piso nueve. Me temo que tendrá que bajar a recepción para que le entreguen un pase adecuado para este piso – Masculló de mala gana uno de los encargados de seguridad del Ministerio.

Mi compañero, que aún se encontraba en la faena de subir su propia humanidad por las escaleras, alcanzó a escuchar la advertencia del personal de seguridad del piso diecinueve, y empezó a gritar de desesperación.

Bueno bueno, está bien. Yo entiendo que no hay ascensor. Voy a hacer una excepción y los voy a dejar pasar – Manifestó con compasión el funcionario que pretendió impedir nuestro acceso al esperado piso diecinueve, luego de escuchar nuestras súplicas. Debió haberse sentido genuinamente mal por nosotros porque, tuvo incluso la cortesía de anunciarnos en Consultoría Jurídica y pedirnos muy amablemente que aguardásemos un momento.

En ese momento, las puertas de la Consultoría Jurídica parecían las puertas de la Ley del famoso cuento de Kafka.

Lo que pasa es que yo soy nuevo aquí, y estoy solo hoy porque mi jefa y todos los demás se fueron: están en la marcha que convocó el gobierno. Yo les recomendaría que regresaran mañana – Manifestó con expresión de indiferencia el único abogado disponible del departamento.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, pensó, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decidió que le convenía más esperar. El guardián le dio un escabel y le permitió sentarse a un costado de la puerta. Allí esperó días y años. Intentó infinitas veces entrar y fatigar al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversaba brevemente con él, le hacía preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero eran preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repetía que no podía dejarlo entrar. El hombre, que se había provisto de muchas cosas para el viaje, sacrificó todo para sobornar al guardián. Este aceptó todo, en efecto, pero siempre le decía: Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.
El Proceso
Franz Kafka

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