UN DÍA DE LUNA LLENA

UN DÍA DE LUNA LLENA

Extendí mi nombre sobre la almohada. Imaginé la luna creciendo como una manzana blanca, la ventana era como un sobre que miré al inclinar la cabeza en dirección al escritorio.
Mis ojos se llenaron de luz, verte uno más de los asombros que la vida me diera. Creí que en las sábanas del pasado se nos fueron los sueños, pero navegamos en el mar de lo insólito e indescifrable.
Nos miramos, nuestras palabras surgieron como escalofríos de recuerdos. El sol ya asomaba a través de los cristales y te busqué en cada gaveta, en cada pedazo de vidrio roto, en las sonrisas que delataban tu alegría, en las fotos perdidas en las paredes de otros tiempos. ¿Eras sólo un recuerdo? Creí verte al asomar a la ventana.
Nos miramos. Descubrí en tus ojos el paso de los años arrancando fuegos, descifré tu voz como quien recorre un tablero de letras y sonidos salidos de un túnel angosto que se encogía hasta atraparme.
Aquel día ya no quise ser tu prisionera, te lo dije así, temblando de coraje. Y te fuiste, te fuiste…
Hoy miro la luna blanca, como una manzana grande al trasluz de la ventana, mientras mis labios y mi rostro se encogen en la insólita prisión de tus recuerdos.

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