La ciudad de la Bella, una hermosa ciudad repleta de lujosísimos y atractivos lugares turísticos muy frecuentados, una gama de flora silvestre; fauna salvaje y doméstica, hoteles. En los que grandes personalidades de la música, la actuación y otros, llegan a alojarse con total frecuencia, Restaurantes; grandes fábricas, escuelas privadas y públicas, universidades, y más.

Esta ciudad era en verdad, el orgulloso atractivo de morada para personas de la más alta alcurnia como: prestigiados políticos, empresarios, arquitectos y, La respetable y muy afamada dama de sociedad doña Amatista Blanquizal, quien fuera la viuda de uno de los tantos ex presidentes de la república que gobernaron.Posición que por supuesto la hizo merecedora de gratos privilegios entre los que están: Una preparación profesional en una de las más prestigiadas universidades bilingües de Londres como licenciada en ciencias políticas; así mismo cenadora, diseñadora de modas entre cuyos negocios aún conserva la casa de modas Blanquizal, que todavía es la encargada de vestir a las más reconocidas personalidades del cine, la música, política, el teatro y la televisión. Claro que no era para nadie un secreto, que dicha casa de modas de esta bella ex primera dama de la nación, fue unregalo de aniversario para ella por parte de su flamante marido. También, entre sus hasta ahora mencionadas propiedades, podemos decir que es dueña de una casona y de grandes locales que generan para ella abundantes ingresos.

Hay allí un barrio cercano a la ciudad.Quince minuto del centro para ser más exactos. Ha dicho barrio, se le conocía con el nombre de Olvidado, y como no conocérsele así, si en realidad esta barriada, tan reducida en su espacio es de condición realmente triste.

Sus calles no son más que suelos destapados, polvorientos y basurientos, rocas de proporciones exageradas hacia un lado de la carretera, en las que a los niños les agradaba salir en sus ratos libres a jugar.luego de la escuela, que no era otra cosa que un espacio de reducido tamaño, recubierto por deterioradas tejas de zin ya bastante quemadas por el sol y una que otra frágil muralla agrietada y pintada a aerosol, apocadas casas de bareque con suelo de tierra y techo de paja. Un inmenso pozo queasido de unas cuerdas y un gran coco, abastece con agua amarillosa y cristalina cada cuatro días a los habitantes del barrio. Claro,antes debían purificar con cloro y hervirla a leña para consumirla. También, tal lugar contaba con un pequeño relleno sanitario a unas cuatro cuadras de allí.

Por lo que se podría decir que el olor que porta el distrito no es el mejor,lo único que lo hace soportable, es solo que por causa de este espacio allí, más algunos talleres donde se maneja el reciclaje, Sus habitantes van a trabajar por unos cuantos pesos con los que escasamente si se sostienenn a punta de agua de panela y pan.

Era allí, en donde a las afueras de una de las tantas apocadaschozas de condición triste y casi decadente, se hallaba sentada sobre una piedra tomando el sol, Azucena. Una muchacha de escasos 18 años de edad. Y para quien la vida era todo un jardín de rosas como las que a ella tanto le gustaban, pese a la condición tan triste en la cual esta vivía. Por su infanta mente inofensiva, siempre cruzaban como pequeño nacimiento de aguas dulces, muchas ilusiones; una de las cuales era poder algún día estar adentro de la casade la renombrada dama Blanquizal. Obvio, un anhelo que muchos conservaban en realidad, ya que para algunos esta era la más grande oportunidad de progresar o si no, al menos avanzar.

Esta jovencilla, por encima de tanta decadencia era una niñamuy hermosa. Contaba con un fascinante cuerpo de sirena; cutis de muñeca, ojos verdes, tés blanca, cabello rubio pero mal tratado.Su aspecto la verdad, dejaba mucho que desear, ya que siempre se le veía sucia ymal trajeada.

Cada vez que los curioseados turistas llegaban a visitar la ciudad de La Bella, para tener el magno privilegio de estar frente a la casona de la ya antes mencionaday afamada dama de sociedad,doña Amatista Blanquizal. Estos, no dejaban de solicitar ser llevados al famosobarrio, para con sus propiosojos poder evidenciar la cruda realidady abandono en el cual, muchos resignados, Vivian.

Pero esto no parecía importarle en lo más mínimo a la infortunada muchacha, quien a cada turista que indiscreto; sin el debido pudor y disimulo alguno la miraba con lastima. Y porque no decirlo, burla.

Azucena Saludaba desde allí con una fina y dulce sonrisa en sus labios, y cual reina de belleza, trataba de sacar su mejor postura, para ser por estos retratada.

— ¡Pobre muchacha….la verdad es que no sé cómo puede aguantarse el llevar una vida así!— exclamaban algunos apesadumbrados al verla.

— ¡La verdad es que yo no sé cómo pueden arrimársele, uish. Qué asco, a lo mejor y hasta piojos tiene; o peor aún, cualquiertipo de virus infeccioso. Más vale mirarla de lejos para no llegar a ser tristemente contagiados!—agregaban otros en tono despectivo, y agarrando a sus inofensivos e inocentes niños para que estos no se le acercaran a saludarla.

Cierto día,por toda la sofisticada ciudad de La Bella, incluidas algunas de las personas cercanas albarrio Olvidado que conformaba a la plebe.Comenzaron a rodar de aquí para allá, unos coloridos volantes que contenían la siguiente información.

— Estimadas ciudadanas de La Bella, tengan todas ustedes el gusto de recibir pormi parte, Amatista Blanquizal. La tan respetabledama de sociedad, un caluroso saludo, y, en honor al entrañable cariño a mipersona, hoy me ha placido ofrecer para todas ustedes, señoritas entre los 18 a 20 años de edad. Y que cuenten con la suficiente preparación escolar, una amena y grata recepción el día 26 del presente mes, a partir de las 8:00 de la noche, en el salón de la casona. Allí se llevara a cabo, la selección de una dama de compañía parami persona. Animo, no falten, con gusto: Amatista Blanquizal.

Volante, que sin esperárselo y arrastradopor el viento, llego a parar a manos también de la menesterosa Azucena, esta al verlo, tubo emoción tan grande, que lo único que hizo fue correr adentro de su casa, y entre un montón de cachivaches arrumados; justo dentro de una caja, sacó un obsoleto y ya agujerado vestido de color amarillo oscuro, que conservaba de su abuela ya fallecidahace algunos años. Y el cual había ella en su corazón prometido usar en un momento muy especial; justamente como este, lo remendó con un pedazo de tela roja que encontró, para cubrir con esta los agujeros causados por los bichos que lo destrozaron. Lo lavo bien. Luego, saco unos zapatos de tacón gruesocolor café, aunque ya desgastados y pelados en sus puntas, y accesorios para el cuerpo y cabello.

Y fue así como transcurrieron los días para esta chiquilla ilusionada, pues era cierto que nunca la tomaban en cuenta para nada; así, como para todas las demás invitadas y aspirantes, quienes igual que Azucena, no cesaban de buscar y organizar sus más coloridos, brillantes y lujosos vestidos con que asistirían a tan honorable agasajo. Hasta que por fin, el tan anhelado día llegó, y los más atractivos autos se detenían a las afueras de aquella bella casona, dejando salir de dentro de ellos, a espectaculares jovencitas estilosamente vestidas; y eso, sin dar mención a la otra pobre infeliz, que a diferencia de todas las demás niñas, llegó a apresuro, y con sus viejos y desgastados zapatos en las manos, ordinariamente arreglada, ya que la verdad parecía un arco iris, o debidamente dispuesta para un carnaval. Luego de que Azucena se colocara sus zapatos,todas, sin excepción de ninguna, fueron guiadas por uno de los organizadores del evento a adentro del salón. Un amplio lugar recubierto en su suelo por la más fina y costosa baldosa en mármol color marrón, paredes recién pintadas de blanco y con algunas molduras, una inmensa lámpara de cristal en medio del techo, cuyos pétalos parecían formar un corazón. Allí, todo ya se encontraba debidamente dispuesto y preparado para recibir a las muchachas, quienes no lograban ocultar en nada su fascinación al encontrarse adentro. Azucena por ejemplo, estaba tan estupefacta, que con su mentón descolgado no dejaba de recrear sus vistas paseándolas por cada rincón del fino lugar, tratando de no omitir detalle alguno; pues la verdad ellaquería dejar grabado en su recuerdo. Y como algo que poder contar a sus futuros nietos, como fue aquella fascinante aventura vivida en la casona de la distinguida dama Blanquizal. Según ella para sus adentros, esto era algo que no se veía todos los días, así que habría que aprovechar. Tal era su encanto en aquel lugar, que apenas si medio rosaba con las yemas de sus dedos en una forma extremadamente delicada, los utensilios de cristal sobre la mesa, pensando que si los palpaba un poco más fuerte a lo mejor y estos de inmediato se irían a averiar.

Las demás jovencitas en cambio, no quitaban sus ojos de Azucena, pasando por sus cabezas la acostumbrada y cotidiana pregunta clasista,

¿Esta que hace aquí?, ¿Quién la invito?

Y no faltaba tampoco quien de entre todas las allí presentes, sin respeto a lo que pudiera incomodar a la cautivada niña, se burlaba de su talante al encontrarse allí.

Hasta que por fin algunas luces que iluminaban el salón, se mitigaron, dejando solo encendida una al frente de una puerta blanca que gradualmente se iba abriendo dejando ver entre sombras, una silueta femenina de bello cuerpo contorneado, que entablo lento andar hasta que por fin se dejó ver, era una mujer de contextura muy bella, aunque madura, muy conservada, aun, no pasaba de los 40; esta distinguida dama, continuo su camino por en medio de la calle de honor que entre emotivos aplausos las invitadas le otorgaban. Luciendo un majo vestido clásico de color rojo, ceñido en su torso, mas con terminación ancha en la forma de la falda; un sofisticado peinado. Sandalias de tacón negras, al igual que los accesorios de pedrería que la adornan. Así, y tal y como si volara al caminar de manera tan engreída y distinguida, hacia una mesa al frente de todas las demás se paró.

— ¡Tengan todas ustedes muy buenas noches! —saludó a través del micrófono frente a ella colocado sobre una base, y todas responden al tiempo. De verdad, que imponente mujer—Es en sustantividad, un inmenso placerpara mi persona, el tener a todas estas bellas jovencitas reunidas aquí hoy, para compartir juntas del gusto que me da saber que cuento con todo su más afable cariño y respeto; es por eso que me place en gran manera, haber preparado para todas ustedes este deleitoso festín que aguardo disfruten, hasta aquel momento grato de la selección. Bienvenidas — Dice Amatista tomando la copa de champan y extendiéndola para con todas brindar, pero la pobre Azucena estaba todavía tan distraída, que ni cuenta se había dado de que debía tomar y extender su copa, y una de las compadecidas muchachas, tocándole de forma ligera el brazo, le hizo la seña.´Para de esta manera entonces proseguir con todo lo demás, hasta que el momento de la selección, en donde la distinguida dama metiendo su mano en una hermosa bolsa gamuza que contenía en ellapapelitos con los nombres de las asistentes, al fin arribo, quedando como seleccionada Ada lissa, una hermosa joven de contextura y rostro muy atractivos.

Pasado un segundo, Azucena determina retirarse del salón agradecida, aun que, igualmente un tanto tenue; a causa de haber notado que como de costumbre, en este tipo de ambientes de gente instruida. Unos más, y otros lo básico, pero preparados al fin. Los de exiguos recursos como el caso suyo; la verdad ya no importaban.

Así que de una manera sigilosa comenzó a dirigirse hacia la puerta de salida de aquella casona; sin siquiera llegar a percatarse de que desde la mesa en donde la dama Amatista estaba observándolo todo, logró divisar aquel cuadro de retirada, y, antes de que la susodicha extraña saliera, no colocando muy buena cara corrió la fémina a su alcance.

— ¡Tú!— Llama al lograr acercarse un poco a ella, y la jovencita se jira un tanto pausado, e introvertida se señala así misma con sus manos, para hacer entender si era ella. — Sí, tú…. ¿Acaso vez que estoy hablando con alguna otra?— pregunta y ella contradice con la cabeza— ¿Por qué estás aquí? ¿Quién te invito?—Continua con el penoso interrogatorio la dama, y como era de esperarse por parte de las demás, voltearon a mirar aquel suceso. Acompañadas por la cantidad de cámaras fotográficas y de video, de los muchos periodistas nacionales que se encontraban allí captando todo sobreel fino evento.

Algunas de las presentes, disfrutándolo; pues estaba visto que no la aprobaban allí, y otras, con pena, pues parecían familiarizarse con el desagrado que reflejaba en su rostro aquella jovena.

—Un colorido volante que llegó a mis manos— objeto la señorita.

— ¡Haa… ya!— adjunta Amatista luego— ¿Y eso?—Pregunta de nuevo señalando su atavío.

— ¿Esto?… mi vestido— Contesta.

__ ¿Vestido?— Ríe— A lo mejor querrás decir desgarrón— dice Amatista burlona y todo el salón se suelta en una carcajada que a la apenada muchacha la enrojece.

— ¿Perdón?—Pregunta a medias palabras Azucena, ya que se le entrecortaban de lo apenada e incómoda que ya se sentía. Solo le provocaba darse la vuelta y salir de allí despavorida dejándolo todo atrás, sin importar nada, más que pasar por alto esta pena.

— Detiene su risa la dama, así como todas las demás— ¿Y de dónde eres?— Pregunta interesada.

—Del pueblo, del pueblo Olvidado— Respondió la muchacha, y tal contestación, produjo en Amatista un descontento tan grande, que lo único que pudo hacer para acallar su fogosa rabia, fue guardar silencio por unos más o menos veinte segundos.

— ¿Cómo?, ¿Del pueblo Olvidado?— Rompió el silencio— ¿De manera que entonces tuviste la osadía de venir a presentarte hoy aquí así como si nada y sin preguntar?, ¿Verdad? Digo; te lo denoto, porque veo que a lo mejor no lo sabías, no estabas informada. Pues, bien…. Te lo digo, no sé quién o como hayas recibido el volante— Habló y fue interrumpida por Azucena.

— Lo hallé en una calle tirado— Respondió.

— Bien, ya por ahí, la cuestión está así. Resulta que al momento de yo enviar las invitaciones, a través del volante por supuesto, opté, porque estas se le fueran entregadas a algunas muchachas de las cuadras más cercanas albarrio Olvidado, omitiendo el extenderlos justo a mas adentro; ya que al mirarlos, y no solo ahora, sino también a través de los años. De la historia,digamos más o menos cincuentas y o noventas como tal, nunca ha habido en él, un estímulo de progreso alguno, cosa que por lo menos amerite el que sean dignamente tomados en cuenta para una serie de eventos importantes como estos, ya que es ciertamente sabido que no tienen mucho, o, prácticamente nada que aportar. Más que el dar entretenimiento a cantidad de curiosos turistas que se deleitan en solo ir a visitarlos para burlarse y compadecerse de ustedes y de su condición. Muestra de un botón— La señala con su dedo—Y no. No es por ofenderte querida, pero….pero…. la verdad sea dicha, ¿No?, ustedes los de los del pueblucho mugriento ese, no han sido más que la cruel atracción de cantidad de chismosos turistas, para retratar y mirar como referencial de miseria, pues eso son, lamentablemente eso, son. Un grupo de gente miserable que hasta en ocasiones por el afán del dinero, y el físico hambre, se venden hasta al mejor postor; cosa entendible, pues si no es así, ¿De qué viven? ¿Con que comen?, Dime, ¿Valdría la pena invitarlos entonces?, Noooo, ¿Verdad?, Y,¿Y porque? Sencillo querida, porque todos ustedes, tú, y tu ralea, son un sin número de resignados, resignados a una decadente forma de vivir. Comprenderás entonces el motivo de mi negativa; la verdad, hubiese sido pérdida de tiempo, toda una pérdida de tiempo y desperdicio de dinero, ya que a palurdos y ras guaches como los pobres pueblerinos Olvidados, les va mejor siendo el espectáculo de los turistas, que con sus gratas visitas nos aumentan a diario en sobre manera los ingresos— Ríe— Bueno, al menos un punto a favor que a ustedes hay que resaltar; mas no importa, la verdad no hay más que hacer, ya tuviste tu oportunidad, qué más da, solo me queda desear que al menos la hayas pasado muy bien, y, que te divirtieras un poco— afirmó en saetas de palabras muy humillantes Amatista a la aterrorizada jovencilla que casi no lo podía creer. Cada palabra que de esta mujer salía, la apocaba de tal manera, que fue casi inevitable que sus ojos se aguaran, y, quisieran brotar mares de lágrimas a borbotones. Risas, ella, toda una dizque dama, y teniendo esa clase de expresiones tan exageradamente subidas de tono e inmisericordes para con todos aquellos que ni eran culpables del crudo estado socioeconómico tan precario en el cual estaban.

Azucena devastada, solo dio la vuelta sin decir ni media palabra, y a pasos esforzados, con lentitud emprendió su salida de allí

— Espera— Grita la mujer, y Azucena se detiene— Quizá no parezca que haya nada para ti; pero, viéndolo bien, creo que si…por ahí hay algo, ¿Lo quieres? Mira que esta es una oportunidad que no se le da a cualquiera, y menos todos los días siendo de tu barrio, así que tú decides, lo tomas o lo dejas…. ¿Lo tomas?—Pregunta insistente aquella petulante y soberbia a la que muchos llamaban dama, y que a la verdad no era más que fachada, pues tras esta digna pose, en realidad se escondía una mujer que sufría, y le daba miedo ser descubierta, una, a la que en sus noches crudos fantasmas pasados puede decirse que la perseguían y atormentaban hasta robarle el tan disfrutado momento de grata tranquilidad y paz.

A través de feas pesadillas que lograban arrebatarle el sueño, entre aterradores gritos de un desgarrador ¿Por qué?, que a pesar del tiempo, y tanto dinero y clase, no se había logrado contestar.

— ¿Si, mande usted señora?— Responde Azucena, luego de limpiarse las lágrimas para mirar a Amatista.

— La verdad niña, me das lastima, y, quiero ayudarte— Dice Amatista con tono de lastima pordebsjeadora, pues en realidad no era eso lo que ella verdaderamente sentía hacia aquella jovencita.

— ¿De verdad?—pregunta Azucena muy emocionada al oírla, tanto, que parecía que quisiera saltar; solo lo que hacia ella, tratando de tener serenidad por el fuerte entusiasmo, era moverse en el mismo sitio en donde se hallaba parada una y otra vez.

— Sí, pero no creas que es algo muy grande; para nada, pues como comprenderás, a causa de tus precarios estudios, ¡ha, si es que los tuviste!, claro, lo mínimo para ti, no es poco — Ríe con sarcasmo y una mirada menospreciativamente humillante. Mirada que la agradable muchacha, Azucena no logró percibir por causa de su bella ingenuidad de niña— Antes bien, es demasiado para lo que merece una muchachita muerta de hambre y sin la más alta calidad como tú, es por esto que lo que hoy te otorgo, podría decirse que va más contigo, en pocas palabras, con tu personalidad, y, capacidad, yoooo….yo me imagino que a lo mejor sabrás hacer muchas cosas, ¿No?— agrega la dama Amatista, pero al instante en que Azucena iba a contestar, esta la calló al continuar— ¡Siendo del basurero!…. del barrio ese al que le cae su nombre como un anillo al dedo. Olvidado— Ríe— Es de esperárselo; pues, de lugares así como esos, es de donde sale casi toda esa ramificación servil , por eso son algo así como un pueblo de esclavos y digamos que yo por ahí, en algo, necesito un poco de ayuda. Fíjate que la verdad, me hacen falta algunos criados que puedan colaborar con las labores de aseo y cocina de la casa, y quien mejor que tú, que ya por lo menos traes como esa. Llamémosla herencia, desde tus antepasados, arraigada en las venas, fluye por tu sangre, podrías tomarlo, ¿Quisieras?—— Pregunta y Azucena lo duda por unos cuantos segundos, mirándose fijamente a los ojos una a la otra.

— ¡Sii!—Rompe por fin el silencio y contesta la chiquilla.

— ¡Perfecto!, entonces ve ahora mismo a reunir todas tus cosas para que te mudes a vivir a mi casa a partir de mañana, en donde gustosa te espero—Agrega Amatista y la jovencilla aprueba emocionada con la cabeza.

Saliendo luego en desesperada carrera hacia su humilde vivienda en busca de sus cuantos chiros viejos que tenía por ropa, y, con su inocente cabecita llena de las más nobles ilusiones.

Obvio Amatista ya había ordenado a uno de sus criados que esa misma noche saliera al encuentro de Azucena en su casa, para hacerle entrega de algunos sobrantes de comida que habían quedado de la fiesta, alegando que era más fácil que los consumieran ese grupo de inservibles pobretones, a, dejárselo a los perros de los refugios, que eran casi omás semejantes a ellos. Suciosperros lame hueso.

— ¡Ayyyyyy, tan linda la señora…dile que Dios la bendiga mucho por su grata generosidad!— Fue el recado enviado a decir con el empleado por boca de la misma Azucena.

Yfue como entonces transcurrió una noche de festejos en la casona Blanquizal, y; llegó por fin aquel día siguiente, en el cual, Azucena se trasladaría a vivir a aquella localidad. Cuanto le dolía en verdad a esta bella y sencilla chica, el dejar su pueblo, Olvidado, tanto le dolía, que mientras se alejaba con sus ojos colmados de lágrimas, no apartaba su mirada por segundos, mientras con un movimiento de su mano se despedía de aquel querido lugar que la vio crecer hasta convertirse en mujer.

Ya a las puertas de aquella lujosa casona, llamó a la puerta, y fue gratamente atendida por uno de los criados, quien se hiso cargo de enseñarle la casa y sus deberes a la joven; más tarde, ya cuando esta se hubo por fin instalado, fue requerida en el despacho por la señora.

— ¡Mande usted!— Dice la chica algodesasosegada al ser mandada a entrar.

Amatistarota soberbia y elegante en su silla, para volverse hacia la asustadiza muchacha que aún en la puerta la miraba— Pasa….pasa muchacha, no te quedes ahí parada como una tonta.Sii…yo sé que quizá lo eres. Quizá, y no por culpa tuya, si no, culpa del exiguo lugar, que más que lugar, parece. Y que digo parece, es un basurero de mala muerte. Peroen fin, eso no es el caso ahora, ya igual se sabe todo eso y no vale la pena repetirlo; para lo que te he mandado llamar, es para saber,

¿Ya te instalaste?

—Si, si señora, ya.

— Bien….ahora, espero que aproveches al máximo esta gran oportunidad que hoy te estoy brindando, pues mira que no es que sea mi costumbre hacerlo, Ríe— Ah, y menos, tratándose de personas de tu lugar de residencia, igual, y se bienvenida querida a esta tu….sii….tu casa, y no siendo más; puedes retirarte— Dice Amatista batiéndole la mano mientras bebe un sorbo de su caliente y humeante café con grato aroma fresco. Para que esta se retirara de allí.

— si señora, permiso__ dice Azucena, y abre la puerta del despacho.

__ ¡Haa; y otra cosa!…. Todos los objetos que adornan esta casa, están debidamente inventariados, así que ya lo sabes— Da como advertencia la aparentemente insufrible e intransigente fémina.

—Si señora—Argumenta ella, y al salir de allí, sin notarlo, sus pies fueron tropezados con un obstáculo puesto justo frente a la puerta del despacho, dando lugar a un feroz desequilibrio en la muchacha, que de inmediato y en crudo tambaleo fue a dar al suelo— ¡Auch!— Se queja de repente, por motivo del dolor que sintió en sus manos al apoyarse sobre ellas para amortiguar el golpe de tan fea caída— ¡Dios mío!, ¿Cómo es que no me fije?— Exclama, y al instante se levanta y se va, quedando frente a la puerta,Ada Lissa con una satisfactoria sonrisa dibujada sobre suslabios, al tiempo que con el pie, corre hacia un lado una tranca de árbol pequeña, traída desde el jardín, y luego pasa a donde su patrona.

— Señora— Saluda acercándose lentamente hacia el escritorio.

— Hasta que por fin apareces, ¿Dónde anduviste?— Le reclama Amatista.

— ¡Haa!….disculpe señora, yo. Yo estaba tratando de poner en orden algunas cosas, entre ellas….la basura en su lugar, — Ríe y responde Ada Lissa en tono sarcástico, tratando de hacer referencia hacia la persona de Azucena.

— Ya….acaba de llegar esa….la pueblerina Olvidada.

— ¡Por eso!

— ¿Por eso?—pregunta no comprendiendo la respuesta de su dama de compañía la señora.

— ¡siiiiii…. — Ríe—siiiiii,por eso— Ríe una vez más — Que por eso venia. Para, preguntar, pero no, ya veo que no fue necesario, pues tropecé con ella al llegar aquí!— Agregóasustada al casi sentirse descubierta en su ironía.

Haaaa— exclama yluego ríe la dama.

—Ríe— Ada Lissa.

— ¿Y le viste las fachas que traía?—Pregunta en un tono algo burlesco Amatista.

— Como no, es imposible no notar en realidad algo que sin muchos esfuerzos salta a la vista — Contesta ella y se carcajea de la risa.

— Riendo Amatista— Es cierto….la verdad es que si aquí estuviera…. —Exclama y luego en un momento de suspiro calla.

— ¿Estuvieraaaa?— Añade Ada Lissa, mas Amatista continua callada. Solo mirando a lo lejos de un incomprensible punto fijo, un punto en donde solo su mente como parte muy suya parece que suele perderse.

— ¡NO!….ve, ve a hacer lo tuyo y déjame sola un momento por favor— pide Amatista un poco subidita de tono.

— ¿Se encuentra bien señora?— Pregunta un tanto abstraída la joven por como la dama se logró poner de un momento a otro— ¿Desea que llame a alguien?— Interpela.

— Si….no. no, no es necesario, yoo, yo estoy bien gracias, solo….solo necesito estar a solas unos segundos—Contesta haciéndole un ademán para sugerir de nuevo condesesperación,la dejase sola.

Al día siguiente, Azucena hacia exhaustiva limpieza del suelo de la casa, refregando con un trapo, hasta que unas piernas largas y muy bien contorneadas se ponen frente a ella logrando que el trapo chocara con ellas. La joven, sube con lentitud sus ojos por aquellas piernas hasta que por fin choca su mirada con la de Ada Lissa, que con una hostigosa sonrisa ya antes la venia observando

— Hola.

— ¡Hola!— Contesta Azucena mirándola y con sonrisa en sus labios.

— ¡Haaaa!— Lo observa todo con hostigo, tal y como lo haría la patrona—veo que has adelantado ya bastante en tu trabajo, ¿No?— Pregunta.

—Ríe Azucena—. Si__ Luegocontesta.

— ¡Mmmm!….claro; la basura si sabe para qué es lo que sirve— Afirma entre dientes con desprecio.

— ¿Cómo?— Pregunta Azucena.

__ Ríe— ¡Nada linda, nada!, pero, mira…. ¿Qué te sucedió ahí. Por Dios?—Responde burlona, y luego la interroga señalándole el golpe que se había hecho con la caída del día anterior, cuando tropezó con el pedazo de tronco de árbol frente a la puerta del estudio colocado.

—Ha, ¿Esto?….no, no nada. Yo que soy tan tonta que no me fijé al salir del cuarto ese donde estaba la señora, y sipote caída me pegué al tropezar con algo — Contesta apenada, y Ada Lissa para no ser vista, cubriendo su boca con la mano, reía al tiempo que los recuerdos de ese suceso que la joven estaba contando, cobraban vida en su recuerdo.

__ ¡Ha….eso si….digo!__ Se retracta__ Que pena, debes tener más cuidado para la próxima.

— Claro.

— ¡Miraaaaa!…. ya has terminado muchacha, la verdad sí que te ha rendido arto. Yo mejor me retiro para no entretenerte y puedas por completo acabar, ¿Si?—Dice Ada Lissa y Azucena aprueba con la cabeza.

— Bueno— Contesta, y Ada Lissa al instante al disponer retirarse, pidiendo permiso y dando falsas palabras de bienvenida a la muchacha, se le cruza por su mente maquiavélica idea, a la cual sin rodeos coqueta le sonríe, y, deja ir al suelo un vaso con agua que llevaba entre sus manos, vertiendo sobre el suelo ya limpio, aquel contenido. Se burla por aquel hecho, y dando media vuelta para ver el descontento rostro de la cansada jovencita, pide disculpas y se va. Azucena entonces arrastrándose por el suelo con aquel trapo, de nuevo vuelve a limpiar.

— ¿A qué se debe tu risa? ¿Qué te causa tanta gracia?— Pregunta Libia la cocinera, y Ada Lissa se sobre salta, volteando para ver a quien tras ella hablaba, eso sí, sin soltarse de la columna tras la cual estaba escondida mirando a Azucena.

__ ¡NADA!…. o al menos nada que a usted le incumba. ¿Por qué?— Contesta de mala gana.

— ¡Noooooooo, por nada!, es solo que ¿Sabe que dicen en mi pueblo?, que quien solo se ríe; de sus picardías se acuerda. ¿Será cierto eso?— Agrega la cocinera en un tono irónico, más Ada Lissa no dice nada si no que huyendo se va. Para luego aquella mujer, mirar a tras de la columna, y compadecida notar como Azucena limpiaba, y en su corazón solo afirmaba pobre muchacha como la trata esta engreída. Luego, pasado un rato,a paso calmoso se le aproxima

—Buenas muchacha — Saluda la afable nonagenaria portando una agradable sonrisa.

Azucena que ya estaba casi por terminar su oficio, algo apurada levanta la cabeza— Bu…Buenas—Contesta entre cortada, y al pararse del suelo deja caer el trapo emparamado de agua con el cual llevaba rato limpiando— ¡Hay mi madre!… Disculpe usted señora— Ríe apenada— Que cabeza la mía, no entiendo cómo es que fui a cometer una torpeza tan grande; pero si quiere venga, venga y yo le limpio su zapato para que no…— Agrega haciéndola de la mano para sentarla en una silla y así poder limpiarla. Pero ella; soltándose la tranquiliza.

— ¡Tranquila!… ¡Tranquila muchacha, no te preocupes por eso que yo sé que no fue con querer, fue un accidente!

— ¡Noooo!, pues como mi seño, venga, venga que eso no demora—Persiste la muchacha

— ¡Ya!— Habla en un tono algo obcecado y un poco encumbrado— Te dije que no; ahora, cálmate y quédate tranquila porque si no entonces si de veras me vas a conocer verdaderamente disgustada. Y te aseguro que no soy nada querida por esos lados, ¡Lo quieres así?

— ¡Hay noooo!… Ya, si, ¿Ya?, no es necesario— Exclamó la niña entre asustadizas sonrisas liberándola

— ¡Haaaa!— Ríe la mujer— ¿Ves como si es mejor así?, por las buenas. Por favor; cálmate muchacha, no te afanes por todo, y menos por cosas como estas que no tienen importancia, ¿Si?, fue un accidente, un infortunado accidente sin querer, ya. Ahora,permíteme presentarme y darte la bienvenida

—Si…Si— Dice Azucena limpiándose las manos sobre el delantal que tenía anudado a su cintura.

—Ríe Libia— Bien chiquita, mucho gusto; yo, esta vieja,esLibia Parra, soy la mujer encargada de la cocina aquí en la casa, y de cuando en vez, de una que otra cosita de más por ahí. Pues como podrás contemplar, la casa es loconsiderablemente grande como para que una o 2 personas se hagan cargo de ella

—Ríe Azucena apretando la mano de la amable anciana de cabello blanco—Mucho gusto

—Se muy bienvenida aquí, ¡Porque acabas de llegar me imagino! Digo, a lo que me refiero es que no pasas de tu primera noche en este lugar— Dice y la muchacha asienta con la cabeza— Me lo imagine—Ríe— Si a leguas se nota que eres nueva. Así como esa, la Morticiaque acaba de salir de estar contigo. Huyy, no, si por encima se le nota lo engreída y abusadora que es; pero en fin, eso no importa ya, disculpa antes la bajeza que la muy atrevida cometió contigo, no fue justo— Agrega la anciana

—No, no es nada en verdad, solo fue un accidente

—Siiiiii… Un accidente, claro como no—Adiciona la mujer en forma irónica al tiempo quecon su rostro hace algunos gestos de desaprobación— ¡En fin!, pero cuéntame, ¿Te has sentido bien a pesar de todo?

—Sí, claro

—Mmmm, ya. Eso me llena de gusto, ¿Y de dónde eres muchacha?

—¿Yo?, De un pueblo señora… de un pueblito al que quiero mucho, se llama Olvidado— Responde la chiquilla llena de emoción y con sus ojos brillosos al mencionar a su pueblo

EN EL DESPACHO:

Llama a la puerta Ada Lissa golpeando dos veces, y luego abre para entrar. La señora,se hallaba en su escritorio hablando por teléfono, así que le hace una seña a esta para que tomara lugar en el asiento frente a ella.

— ¡Si señor, claro, cómo no!… ¡Aja!, ¿De manera que hasta ahora nome sabe usted dar razón alguna sobre ese asunto?—Pregunta Amatista en tono un tanto seco— Comprendo investigador Smirnov.

— ¿Investigador?— Ríe bajito— ¿Y para qué es que la señora habla tanto con ese individuo… Mm… ¡Qué raro!—Se pregunta Ada Lissa acomodándose sobre el asiento, sin quitarle la mirada fisgoniante de encima

—Continúa hablando la dama—No; no, tranquilo, ya bien sabe usted cómo es que me pongo yo cuando recibo ese tipo de contestación acerca de eso. Si claro, no, como le digo no se afane por nada; más bien, le pido el favor de que continúe usted con eso y me mantenga bien informada. Por lo que sea, ¿Me oyó?, gracias, que esté usted muy bien y pase un buen día, hasta mañana, si, hasta luego—Agrega y cuelga

Ada Lisa curiosa continua mirando a la señora, ahora, mientras estabebe un sorbo de agua. Luego, no aguantando más el desesperante huroneo que la atacaba, se atrevió por fin y rompió el silencio— ¿Qué es eso de un investigador señora?— Pregunta. Y al instante y como si una saeta hubiese pasado rozando por su piel; la dama clava zaherida su mirada sobre su entrometida dama de compañía.

— ¡Esas son cosas mías!… ¡No seas tan atrevida e insolente!— Replica Amatista con voz alzada, mientras levantándose de su lugar propina un fuerte golpe con sus manos al escritorio.Ada Liza disminuida en su asiento, con ojos de pánico la miraba

— ¡Perdón!… No fue mi intención provocar que usted se colocara así de esa manera, yo…Yo soloquería…— Disculpa Ada Lissa, pero la enfurecida dama Blanquizal ni atención a esto prestó, a causa de la cólera tan grande que tenia

EN EL SALON DE LACASA:

Aúnen el salón de la casa. Libia hablaba con la agradable muchacha

— ¡Olvidado!— Pronuncia la fémina en un tono de gran impacto— ¿Es así como se llama tu pueblo muchacha, en verdad? — Pregunta luego aún como no muy convencida de lo que había oído.

—Claro señora— Acepta la joven.

— ¡Ah!…— Libia sonríe en silencio, pues en su interior un satisfactorio fresquito la recorrió— ¡Cómo es que la señora siendo como es, y conociéndola como la conozco. Tan… Tan especial, y más, en lo que se refiere a estos asuntos!, ¿Se atreviera a aceptar la contratación de una persona justo de allá?, ¿Del pueblo Olvidado? —Piensa para sus adentros Libia

—Azucena mirandoextrañada el silencio de la anciana, no aguanta más y la toca por el brazo — ¡Señora!, seño, eyyyy, señora— Llama y la mujer sobresaltándose un poco vuelve en sí y voltea a mirarla.

— ¿Si?

—¿Qué le pasa a?…Se quedó así,como atolondrada y toda ida, como mirando a quien sabe dónde— Pregunta Azucena pero Libia nada contesta, solo, y luego de un minuto es que por fin viene a hablar.

—Nada niña, mejor… mejor recoja eso rápido y venga paraque sedesayune que ya casi se hace tarde; y mire que no es nada bueno que una señorita tan linda, así como tú, deje pasar algo tan importante como eso— La anima y se adelanta hacia la cocina.

—Si claro…Ya voy—Contesta mirándola alejar y,constriñendo el trapo mojado que tenía entre sus manos.

EN EL DESPACHO:

Aún recogida sobre el asiento, pero con un pánico y extrañeza por la reacción de la fina dama de sociedad,Ada Lisa la continúa mirándo.

— ¡No te olvides que aquí eres solo mi empleada!, ¿Oíste?…No eres nadie…NADIE. Como para atreverte a cuestionar todo cuanto hago

— ¡Si!…Señora—Habla la Morticia de compañía. ¡Ayyy, perdón!—Excusa entre risas el narrador por la ironía—. Digo…La dama de compañía, y Amatista la manda callar.

— ¡Cállate!… ¡Y escucha cuando te estoy hablando! Óyeme bien atrevida, óyeme muy bien… ¿He?, linda. Que sea la última vez Ada Lissa, la última en que sin ser invitada te atreves a hacer o decir cualquier cosa en esta casa; mí, casa— Ríe con petulancia— ¡Noooo!, es que es imposible, más respetuosa es la pueblerina esa. Viniendo de donde viene, que tú, que eres de un status más elevado al suyo— Dice Amatista, y Ada Lissa apenas sise irgue un poco y traga entero — Pero ya estas advertida, que no se te vuelva a ocurrir tal atrevimiento, porque entonces si preciosa; tendré que prescindir de tus servicios. Ahora, ve y come algo; cuando lo hayas hecho, alístate que vamos a salir.

—Si señora, permiso, y de nuevo disculpa— Dice Ada Lissa poniéndose en pie aún muy asustada,para retirarse en carrera.

— ¡Siiiiii…Yaaaa, ahora vete que se te va a hacer tarde!— Contesta la señora ofuscada moviendo la muñeca de su mano.

Ya afuera del despacho, las palabras de la dama hacen eco en los recuerdos de Ada Lissa; quien no resistiéndolo reacciona con muecas y criticas

— ¡Más respetuosa es la pueblerina esa— La remeda imitando sus ademanes— ¡Hush, claro…Que tal, como si esa basurita fuera mucho mejor que yo—Ríe con ironía y molestia— La verdad que no entiendo como a la señora fue capaz de compararme con algo como eso. ¡Dios mio!…Si es que viéndolo bien yo; tengo mucho más estilo, porte, glamour, elegancia…. Clase…Yo, a ella—Ríe— La aventajo, está muy por debajo de mi—Sonríe con los labios— Pero bueno, hay que tener en cuenta también que se trata de una vieja sola y amargada— Exclamó Ada Lissa al tiempo que hacia cómicos movimientoscon su cuerpo y gestos en su en su cara.

Al instante atrás suyo, de una manera sorpresiva la puerta del despacho se abre y se asoma con cara muy amarga Amatista, y provoca sobre esta un desesperado sobresalto, al oír su voz — Adali — Vocea la señora al notar que aquella aún se encontraba ahí parada.

— ¡Señora!— Exclama Adalissa mirando a su jefa a los ojos, y simula arreglar su cabello tan oscuro como la noche— ¡Ya, ya mismo iba para la cocina a pedir mi desayuno, es solo que me estaba—Aún estaba está hablando cuando de repente de un portazo en sus narices, la dama vuelve a meterse a su despacho. Ada Lissa entonces teniendo en frente suyoaquella puerta, lo que hace es sacar la lengua y cerrar los ojos. Pero, lo que no se esperaba esta, es que debía impactarse aún mas, al sentir como aquella puerta se habría por una vez más; solo que en esta ocasión se volvió a cerrar, y esta, por fin dándose la vuelta, con pasos elegantes de allí se alejó

EN EL COMEDOR:

No sabiendo que hacer ni para donde pegar Azucena en aquel caserón, al llegar a buscar su desayuno: miró de un lado a otro, buscando donde poder acomodarse. Solo notó en frente suyo aquel atractivo comedor. Y se veía tan cómodo que no pensándolo dos veces allí se estableció.

Mientras la cándida muchacha acariciaba la punta de las hojas de unas flores conocidas como, novios, colocadas en medio de la mesa; tal y como lo hizo con los objetos de cristal aquella noche de la fiesta. Pasa Ada Lissa, y viéndola allí se queda fijamente mirándola.

— ¿Y esta?, ¿Qué hace ahí?… ¡Nononono!…Ahora mismo va a oírme; ya verá, Jajjjj, que tal—Piensa engreída para sus adentros, y luego de unos segundos se deja ir hacia ella— ¡Óyeme…Tú!—Llama y Azucena voltea sobresaltada para ver a quien la llamaba— ¿Qué haces ahí acomodada?—Pregunta con un aire de superioridad en su voz a la muchacha. Pero Azucena estaba tan concentrada mirándole su actitud, con profunda extrañeza, que no le respondió ni una sola palabra— ¿No oyes?, te estoy hablando muchachita— Adjunta y Azucena aprueba con la cabeza— ¡Perdón!… ¡Qué has dicho? Es que…No te escuche linda. Haber… Comencemos de nuevo, ¿Qué- haces- ahí reinita… del pantano?— Pregunta de nuevo entre cortando las palabras por frases, pero aquello ultimo lo dice entre dientes.

Azucena encogiendo sus hombros responde en tono irónico— ¡Se le llama sentarse!, ¿Qué no?

Ada Lissa indignada de la tranquilidad en que contestó la chiquilla. Comienza a aplaudirle con la misma ironía— ¡Ayyyyyy…Pero que inteligente, Dios mioooo!— Ríe— ¿De verdad?—Vuelve a reír— ¡Noooo!, yo ni sabía que a eso se le llamaba así, gracias por la lección querida, de verdad.

— ¡Mm!, de nada— Responde ella y continua en su labor de acariciar aquellas flores.

— ¡Pero es en serio sucia!—Grita acercándosele en forma acometedora, pero al instante tomando un poco de serenidad, se acomoda, suspira y ya con tono bajito continúa— ¡Linda!…Mira…Será mejor que recapacites y, te levantes ahora mismo de ahí.

— ¿Y por qué?— Pregunta inofensiva.

Ada Lissa ríe en una sola carcajada— ¡Tan bella!—Le acaricia con repudio la cabeza— Lo que pasa princesa, es que este lugar no es más que para la señora y gente como ella. Mira—Dice Ada Lissa mostrándose también ella misma al descender con suavidad sus manos por todo su contorneado cuerpo cubierto por aquel ajustado vestido de color negro con franja blanca en su pecho y caída debajo de la rodilla. Vestido que por costumbre aquella fémina utilizaba—Tú mi amor, es para que comas allá— Señala una pequeña puerta de la casa, que dirigía hacia la cocina— Con los de tu clase.

— ¿Siiiiii?— Pregunta reposando la mirada hacia allá.

—siiiiii

—A, bueno, entonces voy para allá— Respondió Azucena poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la cocina.

— ¡Espera Guiza!—Dice Ada Lissa acomodándose en la mesa con cara de regocijo.

— ¿Si?

—Que por favor me traigan el desayuno… ¡´Pero rápido, rápido— Ordena aplaudiendo— Que yo no tengo todo el tiempo como para andarlo perdiendo como ustedes, yo si tengo mucho que hacer, y hoy sí que mas

—¡Claro!…Morticia!—Responde entre dientes Azucena mientras le da la espalda a Ada Lissa para dirigirse hacia la cocina.

EN EL DESPACHO:

La dama Blanquizal sentada sobre el cómodo asiento de su escritorio, se aferraba con suaves caricias a una pequeña caja que portaba entre sus manos.

Teniendo en su mente, cantidad de desconocidas imágenes que lograban arrebatarle una y otra lagrima.

— ¡Algún día, Algún día— Susurra esperanzada y con su voz cargada de sollozo—Solo es cuestión de tener paciencia, un poco más. Además, ya todo está en control y no hay porque desesperarse. Por otra parte— Se irgue imponente sobre su silla de espaldar alto— ¡Yo soy Amatista!… ¡Amatista Blanquizal!— Afirma pasándose con fuerza los dedos de sus manos por las mejillas, para limpiar sus lágrimas y retomar su aspecto de dureza— Y Noooo. No tengo nada que temer, ni porque preocuparme, claro que no.

EN EL COMEDOR:

Pasa Libia con una bandeja de desayuno hacia el comedor en donde aún continuaba sentada Ada Lissa la ama de llaves de la dama, acariciándose con mucha curia sus uñas bien pintadas y adornadas— ¡Buenos días!—Saluda con sequedad.

— ¡Mmmm!— Apenas si levanta sus hombros Ada Lissa sin mirarla nideciruna sola palabra.

Libia pone el plato de desayuno de esta en la mesa, que aún continuaba acicalándose— ¡Que raro!… ¡La señora!— Exclama mirando hacia la silla vacía en la esquina del comedor—Oiga— Dice y Ada Lissa desentendida de lo que sucede a su alrededor — ¡Oigaaaa, le estoy hablando niña!—Agrega golpeando dos veces con el puño de su mano sobre el comedor.

— ¡Hiiii!…. ¿Usted me está hablandoa mí?— Afirma con causticidad poco simulada en su voz.

— ¡AAAH NOOOO!… ¡Qué va!… Si lo estoy haciendo, pero a los objetos que adornan este espacio; es que si algo a mí me encanta, es hablarles a ellos… Como escuchan tanto— Expresa con mayor ironía la señora— ¡Obvio que le estoy hablando a USTED tonta!… ¿O es que hay alguna otra señorita vestido negro ceñido aquí ahora mismo?, pues si es así; muéstremela porque debe ser una hermana suya, solo que con un poco más de cortesía que la tuya, si es que la hay—Agrega un poco molesta.

— ¡Óigame anciana… ¡Usted a mí!— Dice levantándose furiosa de la mesa. Pero la atrevida anciana muy firme en postura y vos la desafía.

— ¿Qué?… ¿Qué es lo que tengo que mirar, ha?; Haber, dígame, ¿Qué es lo que yo tengo que mirar atrevida?— Agrega.

EN EL CORREDOR DE LA CASONA:

¡Ha!, estas aquí— Dice Amatista al ver a Azucena que regaba una planta al final del pasillo que conducía a su despacho.

Azucena con una inmensa sonrisa la saluda— ¡Buenos días seño como— La interrumpe la rígida mujer

— ¿Cómo?— Pregunta con tono de firmeza, abalanzándose un paso hacia Azucena, quien se recoge sobre la pared— ¿Cómo me has dicho?… ¿Seño?— Ríe con una carcajada un poco maquiavélica Amatista. — ¡Mira atrevida!, quiero que te quede algo muy claro, ¿Si?

—Si

— ¡Jamás… Óyelo bien… Jamás!Vuelves a utilizar ese término tan indecoroso en mi presencia; y menos…Menos,conmigo, ¿Estamos?…No estas tratando con una íntima tuya—Ríe—No se te olvide que antes que todo soy tu patrona y me debes respeto. Eso déjalo para la gente de tu misma clase, para esa bola de mugrosos muertos de hambre con quien tanto tiempo conviviste allá en ese estercolero. A mí; o mejor dicho, para ti, soy señora. La señora amatista Blanquizal, ¿Si?— Afirma la dama con una dureza descomunal, mientras Azucena cual gatito asustado y acorralado la miraba encogida sobre la pared.

¿Si?— Responde con voz baja y temblorosa

— ¿Si, que?— Afirma

—Si señora— Repite Azucena y la señora asienta con la cabeza dando un paso atrás

—Bien,Yyyy, ¿Dónde está Ada Li?

— ¿Ada Li?— Pregunta Azucena confundida.

Amatista se desespera y levanta un poco la voz— ¡Siiiiii!… ¿Que no oíste niña?, mi dama de compañía, Ada Lissa, ¿Dónde está?

— ¡Haaaa!, está en el comedor desayunando— Contesta Azucena y Amatista sin terminar de oír la respuesta, solo sigue hacia el lugar que el dedo de la joven le estaba indicando.

EN EL COMEDOR:

Ada Lissa levanta la voz— ¡Atrevida tú!

— ¡No…usted!…Que siempre piensa que todos tenemos la obligación de doblegarnos a sus pies, como si usted tuviera más que cualquiera de nosotros, cuando es así… Tan,similar a uno— Dice Libia

Esto generó al instante en Ada Lissa un impacto tan fuerte, que irguiéndosesuelta luego de unos cuantos segundos una carcajada— ¿Qué?— Vuelve a reír— ¿Yo semejante a ustedes?, ¿A la chusma?— Pregunta por ratos y como puede, pues la risa le entre corta la voz

—Si— Contesta con firmeza la anciana de cabellos de nieve

Suelta el vaso de Jugo de sandía que se estaba viviendo.Una vez más en la mesa, y arranca a reír sosteniéndose el estómago. ¡Ha!… ¡Ay nono!; de veras, de veras que hoy si me he reído más que nunca…Señora…Por favor…Míreme, ¿Ha?, pero míreme bien por favor— Dice Ada Lissa dándose la vuelta muy despacio para que la cocinera la mirara. Y obvio ella la observaba muy detalladamente de arriba abajo—Riendo— ¿Le parece a usted que todo esto es parecerse a ustedes?— Pregunta pasándose las manos por toda su contorneada figura, ¡Noooo! Olvídese señora, no se confunda por favor, pues hay posiciones sociales y académicas. Claro, también es de comprender que en una persona como usted sean evidentes ese tipo de acciones; natural— Recoge los hombros— Es usted una persona con mentalidad ya longeva, como discutirle, ¿Verdad?

—Siiiiii…Tiene toda la razón, no se lo discuto, ya estoy vieja. Pero a pesar de que por fuera esté toda cubierta de arrugas. ¡Que denotan experiencia!, experiencia que no se improvisa y se respeta; por dentro, cuento con ser una persona rejuvenecida y limpia. Y no soy como otras—Agrega refiriéndose a ella,y Ada Lissa frunciendo el ceño, la mira fijamente como un felino hambriento ve a su presa— ¡Siiii!… Al menos no soy como esas. Que por fuera se ven hermosas, finas y atractivas a los ojos; pero por dentro, en su corazón están todas cubiertas de arrugas y podredumbre. Son como aquellos sepulcros blanqueados de los que habla la biblia. Por fuera atractivos y cubiertos de belleza, y por dentrohediendo—Manifiesta Libia sosteniendo fija su transida mirada en la de Ada Lissa.

— ¡Uish, vetusta osada—Dice Ada liza en actitud impetuosa abalanzando dos pasos hacia la damisela de cabello nevado

— ¿Qué?… ¿Qué piensa hacer?, ¿Pegarme?, ¿Si?..¡Agalo!, vamos, ¡Agalo!… ¡Ah Noooo!, o, ¿A lo mejor preferiría usted coger y lanzarme ese vaso de jugo— Lo señala con su dedo— hasta derramarlo en el suelo como hizo con la pobre muchacha esa aquel día, ha?—La confronta y Ada Lissa intenta levantarle la mano, no contando de que en escena aparecería su jefa

— ¿Qué está pasando aquí?— Pregunta y ambas se vuelven para mirarla

EN EL DESPACHO:

Azucena tomando el metálico picaporte de la puerta del despacho lo gira muy lentamente, y entra hasta quedar allírecostada sobre la puerta ya cerrada. Sus ojos como volátiles palomas, recubiertos de curiosidad, principian un interesante observatorio de todo lo que había allí en ese amplio espacio.

Sus ojos se ponían una y otra vez sobre todo; un mayúsculo cuadro que enseñaba la imagen de la dama Blanquizal en sus años de mocedad, una rinconera con algunas porcelanas de alto valor sobre ella, un estante no muy grande pegado a la pared, que exhibía en sí, las medallas que los ojos de Azucena alcanzaban a divisar. Pues siempre eran las suficientes como para darse cuenta de lo exitosa que era la distinguida fémina,grandes libreros hasta el techo, repletos de libros de todos los temas. Redactados,por los autores más prominentes y aportantes en la cultura y la educación, un gran ventanal con una pesada cortina doble de color rojo y blanco, por la que entraba toda la luz del jardín iluminándolo todo, un tapete de color rojo como la cortina que cubría todo el suelo. Y, aquel escritorio y la silla de espaldar alto en donde la señora se sentaba, entre otras cosas más

— ¡Hiiiii!— Se asombra y se desplaza muy tranquila por el espacio— ¡Que grande e iluminado está esto!, Dios mío— Pasa sus dedos por una pequeña mesa y luego ríe— Hermoso,con razón la seño… Digo—Sacude la cabeza— La señora pasa tanto tiempo aquí metida… Noooo, si es que hasta aquí cabria la gente del barrio completita— Agrega luego acercándose a la ventana.Corre un poco la cortina y mira hacia afuera, que es a donde queda el inmenso jardín repleto de todo tipo de flores más hermosas, unos pasos más adelante la zona húmeda con una mesa de vidrio redonda y sombrilla de sol, la piscina con una pequeña choza bar muy acogedora en el medio de esta, árboles frutales, conejos, el portón alto que da a la calle, la zona de parqueo de los autos, parque infantil y perros vigías con bozal agarrados de sus correas por los cuidadores del lugar. Qué lugar tan atractivo de verdad

—Realmente esto sí que es un caserón. Un palacio— Se acerca sigilosa al estante de los libros y pasa sus dedos por algunos— ¡Hajjjj— Suspira—, Que inteligente y aprendida es la ss.…Señora!, es que con tantos libros, uffff, se los debió de haber devorado toditos toditos… ¡Ay Dios… Yo, si yo algún día pudiera llegar a ser así de lista como la gran dama Blanquizal; tan fina, respetada, hermosa, segura… ¡Pero!… Que va, la verdad yo soy muy insignificante para eso, no tendría siquiera porque aspirar allegar a ser como alguien que está muy por encima de mi— Se mira en el vidrio del ventanal que da hacia el jardín — La señora tiene razón, yo no soy nadie, nomás que, basura, una inútil que no sirve para nada, más que para dar entretención a los turistas que al barrio llegan solo para mirar y reírse de nuestra decadencia. En cambio ella, tan distinguida, tan señora— Expresa atajando entre sus dedos dos gotas de lágrimas que rodaron de inmediato por sus mejillas. Cuan insignificante se sintió la jovena frente al aspecto exquisito y elegante que representaba la dama en si

EN EL COMEDOR:

Aun las dos mujeres se encuentran fijadas en la dama Amatista sin decir ni media palabra

A pasos suaves y con finura, estase acerca a ellas — ¡Pregunte que que está pasando aquí?— Insiste con mirada tosca

— ¡Nada señora…Nada— Contesta Libia mirandoa la frívola dama de compañía de la señora a los ojos.

—Si…Nada, yo solo…solo le estaba agradeciendo ese desayuno tan rico que nada máslas amorosas nonagenarias como ella, saben preparar muy bien— Ríe con sarcasmo — Es, como el típico desayuno de la yaya, de verdad, por eso una vez más gracias estimada… Yaya— Dice luego la señorita Morticia lanzándole con su mano un beso

—De nada, y por favor no se le olvide lo que le acabo de explicar acerca de los sepulcros blanqueados. Y revísese, a ver si no hay algo similar a eso en usted tan bonita

—Ada Lissa traga entero frente a la contestación de la anciana, y simula un poco— Claro —Contesta.

— ¡Bueno, bueno!, basta ya de tanta charla y vámonos que se nos hace tarde— Ordena Amatista golpeando suavemente con su abanico el hombro de su dama de compañía y ambas salen

EN EL DESPACHO:

Ya tranquila, la joven Azucena a asida de su plumero sacudidor, inicia su labor de limpieza en todo el despacho; objeto por objeto, libro por libro, hasta que luego de media hora de exhaustiva labor se aproxima a limpiar lo que faltaba de sobre el escritorio.

Una más otra cosa, sin aun notar que por encima de la pequeña cajita de madera tallada que acostumbraba tener entre sus manos o abrasada a su pecho la señora, el plumón pasaba sin tocarlo

Al fin y después de un rato, los hermosos ojos del color de la hierba que tiene Azucena, se toparon con aquella caja— ¡Ay!..¿Y esto?—La acaricia— Que cajita tan bonita, yo no la había visto aquí, y eso que estaba limpiando. ¡Y miraaaa!— Ríe tomándola entre sus manos— Que hermoso— la mira con detalle—Tiene grabadas las flores de las que yo llevo mi nombre….Azucenas…. Bellas azucenas— Exclamaella pasando su dedo por una de las flores talladas, y después la recuesta sobre su pecho— Que calientito tan rico siento yo aquí en mi pecho ahorita mismo, es tan bonito eso, como las flores, las flores de muchos colores y olores— Agrega luego ella oliendo la cajita impregnada con el olor de uno de los perfumes más finos y favoritos de la señora. Luego, intenta abrirla, pero oye el grito de uno de los trabajadores de la casa afuera en el jardín,se sobre salta y hace que esta parada junto al escritorio mire por un segundo hacia la ventana. Después, por una vez más lo intenta, pero se arrepiente, pasa el plumón sobre ella y ahí dejándola se va.

PARIS: (Capital de Francia), una ciudad de 2,244 millones de habitantes, y la cual cuenta con lujosos lugares atractivos y de mucha fluidez turística, por causa de su torre Eiffel; Museo Louvre, Catedral de notredame, Arco de triunfo de parísy otros lugares.

Allí, en una mansión muy lujosa, habita un misterioso pero distinguido caballero del que pocos dan razón. “El ermitaño”, es con el alias que lo conocen muchos. Poco se le veía participar de los eventos significativos de la ciudad. Su única compañía no eran más que susasalariados, y su fiel mayordomo Dimitri, quien se hacía cargo de estar al pendiente de cubrir todas y cada una de las necesidades, tanto de la casa, como de su superior.

Atrás de una fina puerta de madera que separaba el despacho, y sobre un cómodo sofá,se halla sentado entre sombras el distinguido caballero ermitaño. Apoyada su mano en el mango con forma de caballo blanco e incrustaciones de oro en la forma de sus ojos y pelaje tallado. De un bastón que le ayudaba a afirmar mejor sus pasos, pues a consecuencia de un infortunado accidente cuando este practicaba su deporte favorito. La equitación hace algunos años. Aquel hombre aun tan entero quedó padeciendo de una triste dislocación en su rodilla derecha.

Un tenue rayo de luz de la casa, logra iluminar un minucioso espacio del despacho, al medio abrirse la puerta para atravesar por ella el querido Dimitri

— ¿Buenos días señor?— Saluda en francésel hombre de contextura delgada y muy erguida, vestido finamente con un traje.

— ¡Ho Dimitri!…Pero cuantas veces tengo que decirte ya, que mientras estemos aquí en casa no es necesaria la utilización de la lengua francesa, bien puedes hablarme en mi lengua materna, pues sabes que gusto de ello porque por lo menos me hace sentir cerca del calor de los míos… ¡Ho Siiii…Los míos!— Responde con vos varonil y nostálgicaaquel hombre misterioso desde allí sentado.

—Disculpe usted señor— Agrega el mayordomo esforzándose por mirarlo a la cara, pues la oscuridad en la que estaba, solo permitía que se le divisara la mano apoyada sobre el costoso bastón

Soltándose del bastón, ermitaño le hace un gesto amable con la mano — ¡Ya!— Agrega luego

Dimitri sonríe— ¡A señor!… Aquí acaba de llegar este sobre—Suspira asustado cubriéndose entre sonrisas los labios, pues pronuncio sobre en francés— Excúseme, este sobre para usted— Corrige

—Gracias— Exclama en francés de forma irónica, y luego entre risas Alargando su brazo recibe aquel sobre que su mayordomo le está entregando

—De nada señor— Contesta, y ahí parado muy firme, observa como el señor resquebraja el sobre con el corta papeles y abriendo el mensaje que contenía un papel blanco, atento y silencioso lo lee

— ¡Disculpe usted señor!… ¿Pasa algo?

—Lo de siempre, lo de siempre mi fiel amigo—Contesta amilanado

— ¡No…No señor!…Pero…Pero no se me desanime, vea que eso no le hace para nada a usted bien

— ¡Mi perla mi perla bella”, ¿Dónde andarás preciosa doncella?

Ese tesoro yo quisiera ahora encontrar, para gustoso poderlo disfrutar.

Buscando por ríos; nevados, montañas, mares y más,

No me canso de tu hermosura querer yo contemplar,

Hasta mi fortuna daría por yo a timi tesoro preciado poderte acariciar — Exclama el señor algo desesperanzado a la vista de su fiel servidor que lo miraba con dolor

— ¡De nuevo ese cantico de!…— Dice Dimitri y calla para volverlo a mirar— Señor— Llama y su jefe lo mira

— ¿Qué va a querer de almorzar?

—Pasta Dimitri, pasta con cream cheecey vino valduero gran— Contesta y Dimitri asentando con la cabeza se retira para ordenar en la cocina el pedido— No te preocupes mi fiel vasallo, yo estoy bien y con mayores deseos de no desistir en mis intentos. Igual que Thomas Alva Edison. Sé que mucho he gastado en esto, tal vez una fortuna, pero no me importa, lo que busco ahora con persistencia lo voy a encontrar, sé queasí será— Dice el caballero luego de ver la puerta del estudio cerrarse.

LA CIUDAD DE LA BELLA:

Todo en la casona de la dama Blanquizal, parecía tener una apacibilidad genial. Cada uno como era de esperarse se hallaba en cumplimiento de sus deberes.

Libia, como toda una buena subordinada corre presurosa hacia el despacho de la Blanquizal. Llama a la puerta golpeando suavemente dos veces

— ¿Siiii?— Pregunta sentada en su escritorio acariciando su cajita aún sobre el colocado

—Señora.

—Pasa

—Buenos días señora—Saluda entrando

—Cierra por favor…Buenos días— Contesta y saluda taciturno, tratando de limpiar presurosa las prematuras lágrimas que apenas si brillosas se asomaban por las ventanas que eran sus ojos.

—Señora, ¿Buenos días?¿Vengo para ver que va a querer de desayunar?— Pregunta y Amatista tratando de disimular un poco por cortos momentos la miraba

Se aclara la voz para bajar el tarugo que la oprimía y le impedía contestar con libertad —No Libia, no tengo apetito, gracias

Libia la mira fijamente por espacio de unos cortos minutos, y Amatista como puede tratar de esquivar la mirada reveladorade la nonagenaria— ¡Señora!— Llama y Amatista desde donde estaba sentada solo mira hacia la ventana del despacho por el cual se divisa el gran jardín de la casa. — Señora— Insiste ella

— ¿Qué quieres Libia… Déjame tranquila— Contesta ofuscada.

—Yo nada…. ¿Le pasa algo a usted señora?

— ¿A mí?…Nada, ¿No me ves?, ¿Qué puede pasarme?— Contesta no muy amable

—No sé—Contesta mirándola a los ojos, y luego se le acerca un poco — ¿Estaba usted llorando, verdad?

EN EL JARDIN:

Sale Azucena hacia el jardín observándolo todo fascinada. Ni una niña podría comparársele en lo que respectaba a su indisimulada actitud, todo lo tocaba curioseada; las flores, la hierba, los faroles que en las noches daban iluminación al jardín, el agua de la fuente de piedra cuya estatua. Una doncella con alas, escupía agua, los mangos y naranjas maduras de los árboles, Hasta a gachas corría persiguiendo un hermoso conejo blanco pequeño de los que corrían a apresuro en el jardín.

Lo que esta no notaba, era que a través de una de las ventanas de la sala de estar unos ojos sigilosos la observaban

Riendo a carcajadas de burla Ada Lissa— ¡Ay, nono, qué horror! La verdad es que ni una niña lo haría mejor— Murmura ella cual si tuviera un interlocutor, medio levantando la cortina para observar—Yo no sé ni cómo hace para comportarse de esa manera sin tomar en cuenta. Uno, lo crecida que ya esta está. Y dos, que hay un sin número de caballeros que la observan sin descanso. Lo único que la verdad ha hecho hasta aquí, ha sido lo de siempre, llamar la atención de los demás entreteniéndolos de sus labores, y todo por sus estupideces de niña de cinco años, es que hasta parece como si nunca hubiese visto a un conejo. Tanto como para salir a correr a tras de él. ¡Ayyyyyy Dios mioooo!… ¡Qué vergüenza!— Ríe— Hasta me sonrojo de solo verla. Que falta de glamour… Pero claro, que podremos esperar de la chusma. De gente cuya costumbre ha sido vivir en un basurero, y no uno ni dos días, sino toda la vida

AFUERA:

Azucena al fin, habiendo agarrado aquel conejito que le costó unos minutos y caídas, lo acaricia y hablándole muy amoroso se va andando por todo el Jardín

—Hermoso, ¿Sabes que eres un animalito muy bonito?, mírate— Ríe y el conejito mientras tanto chapalea y ella lo acomoda para que deje de hacerlo— Lo único no tan lindo de ti, es esa manera de rallar con tus uñas. ¡Uyyyy!… ¿Qué tu mamá no te las corta?— Dice Azucena levantándolo en el aire. Luego le da un beso y continua andando entre girones como un trompo— Mira, me has caído muy bien, de verdad, por eso, desde ahora tu y yo seremos amigos, los mejores, y como muestra de eso— Se mete la mano en el bolsillo de su delantal, ysaca un cinto rosa que anuda a su cuello de la manera más delicada para no irlo a lastimar— Voy a poner en ti este pequeño listoncito, y, te vas a llamar de aquí en adelante… Haber— Piensa mirando hacia arriba— ¡Yaa!, ya sé como!— Dice mirándolo— Te llamaras Algodón. Siiii, Algodón, porque si te fijas eres algo muy parecido a una motita de algodón; blanquito, suave, tierno y delicado

ADENTRO DE LA CASA:

Ada Lissa aun mirando por la ventana, ve a Azucena como toma lugar en una pequeña banquita junto a un naranjo jugueteando y riendo con su nuevo amigo peludo

— ¿Y esto? ¡Noooo!— Ríe— ¡Pero miraaaa… Que tierno!, ahora ya tiene un amigo— Vuelve a reír— ¡Ay!, ¡No, que patética es esta mugrosa basurienta por Dios! La verdad es que ahora veo lo fea que es la vida por la falta de educación y cultura. Tanto que ya hasta pone a desvariar y hablar con animaluchos porque si, gracias a Dios yo si la tuve. Pero… Pero parece que ya por estar ahí entretenida perdiendo el tiempo con un estúpido conejo, se ha olvidado por completo de las responsabilidades que le atañen, que tal, como si le estuvieran aquí pagando por eso, por hacer nada más que estar ahí fastidiando a esos vellosos sin chiste y mal olientes. ¡Pero ya vera la ridícula esa!, vamos a ver cuánto le dura su momento de dicha!— Dice ella echándose su cabello de para atrás y apartándose de la ventana. Después, con una pícara sonrisa en sus labios sale y un andar fino y desafiante, con dirección al despacho de la señora.

EN EL JARDIN:

Azucena camina hacia el portón de salida de la casona con el conejo en brazos

— ¿Te gusta mucho?— Le pregunta uno de los guardias de seguridad al ver como esta acariciaba al mamífero con tanta ternura

Ella se detiene y se da la vuelta muy pausadamente, para descubrir que quien le hablaba era un muchacho de más o menos 22 años de edad, bien parecido, estatura alta, cabello castaño y ojos cafés— ¿Perdón?, ¿Me habla usted a mí?— Pregunta apenada y con una

Sonrisa

—Claro…Hablo contigo, ¿Eres nueva aquí verdad?— Contesta amable el muchacho

—Si, ¿por qué?

—Porque no te había visto antes, es la primera vez que te veo

—Si señor

—El ríe— ¿Señor?, ¿Así me veo yo de viejo que ya me llamas señor?

Azucena ríe sonrojada por la pena— ¡Ay…Disculpe usted por favor, la verdad es que, yo— Agrega más este interviene impidiéndole continuar.

—No, no hay problema, ya pasó… Pero dime, no has contestado mi pregunta de antes, ¿Te gusta?

— ¿Qué?, ¿El conejito?… Sí, mucho— Ríe— Mire se llama algodón y ya es mi amigo— Contesta entregándoselo en las manos

— ¡Haaaa!, Algodón…Pues, mucho gusto Algodón— Dice el joven acariciando al conejito entre sus manos— Y mucho gusto para tu amiga también, mi nombre es Camilo y estoy aquí ya hace dos años— Dice el extendiéndole la mano a Azucena

Esta le mira la mano un segundo y luego le ofrece la suya mirándolo a los ojos— Mucho gusto

— ¿Y?

— ¿Y?

— ¿Tú, cómo te llamas?— Pregunta sonriendo

— ¡Ha!— Ríe— Si, Azucena, mi nombre es Azucena

—A pues mucho gusto Azucena, es un placer conocerte y haberme podido contemplar en esas dos hermosas bolas de cristal verdes que tienes por ojos— Contesta el galante y coqueto fijando su mirada muy cerca en los ojos de Azucena que se veían brillosos e inocentes

Azucena se sonroja y voltea su mirada hacia el portón, luego con su cabeza gacha vuelve a quedar frente a él, y pausado vuelve a mirarlo—Gracias— Contesta luego aferrándose a su amigo peludo.

EN EL DESPACHO:

Aún Amatista continua mirando a su cocinera, yde repente cerrando sus ojos se levanta soberbia de su asiento. Da unos cuantos pasos hacia ella que se encontraba parada en medio.

— ¿Yo?… Para nada— Contesta tratando de mostrar una sonrisa y a medias mirándola a sus ojos

— ¡Ay!, Amatista— Dice Libia y Amatista desesperada se vuelve hacia ella para reprenderle por el solo hecho de haberla nombrado con tanta confianza

— ¡Sí!, si señora… Amatista— Reitera con mayor ímpetu encarándola, a lo que Amatista entonces respondió boquiabierta dándole la espalda y cruzada de brazos

—Mi niña— Se le acerca amorosa y le pone la mano en el hombro— Mírame, mírame por favor— Insiste y Amatista la mira con actitud firme— Tú a mí no tienes que tratar de engañarme… No te olvides de que estas frente a una vieja que ya ha vivido mucho, y que por la experiencia. Que no se improvisa aun que mucho se quiera, te he aprendido a conocer bastante, ya mis ojos cansados han visto mucho con el paso del tiempo

— ¡Jajjjj!, ¿Estas segura?— Pregunta conpetulancia la soberbia dama Blanquizal

— ¡Mi niña!— Le acaricia con ternura su rostro

— ¡No me llames mi niña!— Reclama con firmeza y frialdad la muy arisca echándose de para atrás

Ella mostrándole las palmas de sus manos trata de tranquilizarla— Yo te conocí siendo apenas una chiquilla de 15 años, ¿Se te olvida? O haber, dime tu misma quien fue tu nanita querida y que te daba gusto en todo cuanto querías, incluso en tu plato de comida favorito cada que lo pedias. Yo. Incluso, no olvido esa primera vez que te vi llegar aquí del brazo del señor Alfonso para convertirte en su esposa. Estabas tan bonita, obvio aún lo eres, pero ese día— Suspira y cierra los ojos un momento para traer a sus recuerdos la imagen de una jovencita de estatura 1.60;cuerpo muy bien formado, estilo guitarra, tés blanca y tan suave como la ceda, cabello oscuro azabache entre ondulado y recogido un gajito de este con una hebillita pequeña a la parte de atrás, una sonrisa encantadora y sus dientes blancos, tan blancos como la nieve, sus ojos negros y un rostro redondeado y muy fino— Vuelve de ese recuerdo— Recuerdo tanto que venias tan… Tan linda, es más, recuerdo con claridad que cuando llegaste nos sorprendió pues vimos a una inocente criatura que venía de — Es interrumpida por la demanda imponente de la dama

—Calla, por favor calla— Ordena Amatista abalanzándose hacia ella con total desesperación, pero Libia aterrada da un paso atrás.

—Claro…Comprendo tu reacción mi niña, pues quisieras dejar eso atrás en el olvido; como me dejaste a míy al derecho que el tiempo me regaló para verte como a mi hija oa mi nieta. Hasta llamarte mi niña me has prohibido, y todo por cauda de. Eso, eso que es lo que te tiene así de angustiada

— ¿Yo?… ¡Vaj, Yo no tengo ninguna angustia, yo soy normal!— Manifiesta orgullosa la dama, tratando de mostrar dureza

—Ay mi niña… Yo bien te conozco como te dije antes, y sé que sí. Aun que me hallas prohibido llamarte como acostumbraba a hacerlo por causa de tu actual posición. Posición que te dejó el señor Alfonso y la que reconozco bien supo cubrirte de renombre y respeto, también es válido nombrar. Y con tristeza, te ahcubierto de orgullo, la fea mancha del orgullo que manejas, creyéndote superior a los demás e intocable. Todo por causa de eso, de esa situación que una vez como huracán inmisericorde pasó ytocó tu vida sin esperártelo, hasta destruir lo más hermoso con lo que llegamos todos a este mundo al nacer porque Dios lo ha puesto, la sencillez yla nobleza, quedando solo en ti la dureza que como coraza siempre quieres usar frente a los demás para ocultar lo humana y débil que eres. Tan débil como frágil muñeca de porcelana, que solo quiere negárselo mostrando ser de hierro— Ríe con una tierna carcajada maternal— Mi muñeca de hierro…Mi muñeca de hierro quebrantable. Por eso sé que has llorado, y justo eso. Incluido tu acostumbrado tormento de algunas noches… Aquella pesadilla… ¿O me equivoco?— Dice Libia. Y Amatista vuelta de espaldas se enjuga grandes gotas de lágrimas que brotaron por sus ojos frente a las confrontadoras palabras de su anciana nana y cocinera, palabras que era sabido que poco habían logrado en ella

Dándose la vuelta Amatista luego, mira a Libia y ríe— ¡Llorar es para débiles!— Anexa la dama Blanquizal con cruda dureza simulada, y Libia con un profundo suspiro de resignación levanta sus hombros. Luego de eso se abrela puerta del despacho.

— ¡Señora!— Dice Ada Lissa entrando desesperada

AFUERA EN EL JARDIN:

Aun se hallan hablando Azucena y el amable bedel

Riendo Camilo— ¿Por qué se sonroja la doncella?— Pregunta acariciando con ternura su mentón

—Azucena da un paso hacia atrás sonriendo— Mentiroso yo no me sonrojo, es solo que hace mucho sol esta mañana y ya me tiene bastante ofuscada. Y camilo suelta tremenda carcajada— ¡No te rías porque es verdad!… ¡Muchacho burlón!— Dice Azucena al rato dándole un débil empujón

— ¡No, no me burlo!; discúlpame nena, es solo que la verdad me causó agudeza tu manera de contestar, nada mas

— ¡Aja!, méteme los dedos a la boca para ver si no muerdo

— ¿En serio?… ¡Haber!— Dice riendo Camilo e intentando hacer lo que sugirió su nueva amiga

— ¡Ayyyy!, deja, ¿Porque eres así?, ¿Es tu costumbre comportarte de esa manera siempre?— Dice Azucena retirándole la mano

—Para nada, solo con las chicas tan lindas como tú— Replica Camilo

— ¿Siiii?— Ríe Azucena— Bonita manera coquetón— Agrega ella empujándolo con su dedo índice por la frente

Ríe Camilo— ¿Cómo así?— Pregunta cual si fuera inocente de comprender dicha afirmación

EN EL DESPACHO:

Mirando ambas a Ada Lissa, esperan para ver qué es lo que esta busca

— ¡Disculpe usted mi osadía señora!

— ¿Qué quieres?— Pregunta de forma autoritaria la señora

— ¡Permiso, tengo otras cosas… Mas importantes, que ir a hacer!— Dice Libia con tono sarcástico y saliendo por un lado

— ¿Pasa algo?— Pregunta atrevida

— ¿Tendría que acaso?…No, si es lo que te recela… Nada pasa, o al menos nada que sea detu incumbencia. ¿Qué quieres y dilo rápido que apetezco estar sola!— Ordena con frialdad señalándole con su dedo salir de ahí cerrando la puerta atrás suyo

—Lo que sucede, es que veo algunas cosas con falta de limpieza dentro de la casa. Sobre todo los cuartos de arriba, pero no veo a la basu— Sacude la cabeza un poco y corrige— A la Azucena por ahí, para sugerirle que lo haga. Claro, debe de estar afuera en el jardín pues hace un rato. Y ya largo, que la vi dirigirse hacia allá— Comenta y Amatista acomodándose en su asiento solo asienta con la cabeza. Ada Lissa por su parte, en espera de alguna respuesta de su ama, se queda parada asida de la puerta del despacho.

— ¡Aja!— Añade un rato después Amatista al verla aun ahí parada

— ¿Qué?— Pregunta Ada Lissa

— ¿Cómo qué?… ¿Por qué continuas ahí parada como una mema?, ¿Es que acaso estas esperando que se te otorgue una amable esquela de invitación para hacerte pasar e invitarte a tomar el té?— Ríe en burla y Ada Lissa en vergonzoso enojo apenas traga entero— ¡No, nada de eso niñita! Ese tipo de acciones sociales tan significativas, como lo son tomar el té o el café, solo acostumbro a hacerlo con mis amigos, ¿Captas?— Contesta— Entonces haber… Muévete, muévete rápido de ahí y ve a hacerle saber a esa de lo que a mi has venido a manifestarme y no me quites más de mi valioso tiempo, que bien si tengo en que invertirlo— Ordena Amatista impetuosa tronándole los dedos

—Si señora— Contesta

—Cierras la puerta, por favor… A; pero ya sabes, contigo afuera gracias— Añade sarcástica Amatista, y Ada Lissa mirándola a los ojos por un corto segundo, luego medio azotando la puerta se va. Y en la puerta del estudio antes de dirigirse hacia el jardín a donde estaba Azucena, apretando sus ojos y puños con emoción celebra

EN EL JARDIN:

Azucena sonríe— Mejor voy a terminar con el resto de labores que me faltan, no valla siendo que salga la señora y ahí si se arme la gorda— Dice Azucena caminando hacia atrás

— ¿Cómo?… Noo, espera, al menos dime si tienes novio— Dice él y es ahí en escena en donde al instante se aparece Morticia— Digo— La dama del cabello negro y vestido Negro con franja gruesa yblanca a la parte de arriba del pecho. Ada Lissa.

— ¡Oye!… Tu— Llama y Azucena voltea a mirarla— si…Tu. Que en lugar de estar ahí molestando a esa bola de pelos con patas, mejor te vayas a terminar a cumplir con el resto de labores que te hacen falta; ahora, en la planta alta de la casa que es adonde se encuentran ubicados los cuartos— Dice Ada Lissa

—Si, voy— Contesta Azucena volteando a ver a Camilo y haciéndole una seña para despedirse

—Pero ya— Ordena autoritaria, y Azucena soltando a su amigo Algodón lego de darle un beso y recomendarle cuidarse, corriendo se retira. Ada Lissa por su parte, al notar lo bien parecido que era aquel guarda de seguridad que hablaba con Azucena, le guiñe coqueta su ojoy entre suaves pasos seductores tras Azucena se va.

Lo que Azucena desconocía, era la bella amistad que con este caballero nació a partir de ese momento

EN EL DESPACHO:

Amatista conservándose aún ahí sobre el cómodo asiento frente a su escritorio, lo único que hace es pensar y solo pensar. De repente, como una eficaz máquina del tiempo, su recuerdo la lleva hacia ese centro comercial en el que había estado el día anterior con su dama de compañía

—Vamos Ada Lissa, apúrate que no podemos perder más tiempo del debido— Dice Amatista caminando a adentro de un centro comercial plegado de muchos almacenes y puestos de comida. Todo, para ir en dirección de una butik muy exclusiva y de espacio no muy amplio; donde vendían ropa de la más alta y fina calidad, y de la cual esta era usuaria

Ada Lissa mientras caminaban, llevaba en su rostro un estado de fascinación por todo aquello con lo que sus ojos chocaba; por ratos, se detenía en el camino y asida de las vitrinas, palpaba con sus manos todo cuanto podía y alcanzaba. Sus ojos por poco hacían notar de entre ellos a luminosas estrellas que titilaban al observar la belleza de los costosos collares, pulseras, anillos, gargantillas esclavas, aretes.

Amatista pese al afán que llevaba, con un comprensivo suspiro, y pasos elegantes se le aproxima — ¿Te gustan?— Le pregunta descargando delicadamente su mano sobre el hombro de Ada Lissa

— ¡Me encantan!— Contesta ella deslumbrada de las joyas

—Veo, ¿Y nunca has tenido alguna, verdad?

— ¡Noooo!— Contesta como hechizada— ¡Digo…Si…Si… ¿Por qué?— Pregunta algo un desesperada y volteándose a ver a Amatista

— ¡Calma muchacha!, no es por nada…Es simple curiosidad nada más, ypor causa también de la manera en que miras todas esas joyas— Dice Amatista

—A, pues si, si… He tenido joyas, y muchas señora… Pero, nunca, nunca, una así como estas. Es que son, son algo tan distinto— Contesta acariciando una con pedrería azul real

—Claro, lo que sucede es que estas son joyas de diseñador, son algo exclusivo y muy costoso. No cualquiera podría tenerlas ylucirlas porque sí. Es más: con lo que tú te ganas en un año, podrías obtener alguna de estas— Explica Amatista

—Claro

—Bueno… Y vámonos porque ya estamos perdiendo bastante tiempo

—Si

Y ya en el almacén, Amatista comienza a buscar con la ayuda de la encargada los más lujoso trajes, agarraba de aquí de allá uno tras otro vestido, poniéndolos todos en las manos de la amable mujer que la atendía

— ¿Algo más señora?

—No, ya tú conoces lo exclusiva que soy, así que por ahora es suficiente, no necesito más nada— Contesta en un tono no muy amable la señora Blanquizal y traqueando los dedos como seña para que la mujer se retirara, y está pidiendo un permiso se va—¿Y ahora?, ¿Qué se hizo la estúpida de mi dama de compañía?. Siempre se me pierde…Claro, conociéndola como la he venido conociendo, ahora debe andar por ahí embobada con cualquier tipo de objeto. Saber que aunque quisiera ni comprarlo puede. Voy a buscarla— Exclama y al momento que da algunos pasos se detiene estática— ¡Mamá, mamá!— Fueron las palabras que salieron de forma inesperada por sus labios y como un extraño eco.

— ¡Ay señora!… Hay aquí bastante ropa muy linda y muy exclusiva— Dice Ada Lissa apareciendo frente a ella de entre los puestos con ropa juvenil, pero al verla tan ida guarda silencio— ¿Qué sucede señora— Pregunta luego

— ¡Nada… Nada!, vámonos… Pero rápido— Dice con flexionado acento firme y tras ella casi corriendo la dama de compañía se va.

— ¡Mamá, mamá!— Repite una y otra vez las palabras que en aquella butik salieron como en forma de eco por su boca.

Al instante llaman a la puerta— ¿Quién?, ¿Por qué será que nunca la dejan a una tranquila?, y más cuando quiero estar sola— Susurra ofuscada— Pasa.

— ¡Buenos días señora!, permiso— Saluda Azucena entrando al despacho

—A, ¿Eres tú?— Dice Amatista en forma frígida y reposando de nuevo su espalda sobre la silla

—Señora, ya he terminado por fin la limpieza de los cuartos— Informa y Amatista solo deja su cabeza quieta, recostada sobre el espaldar de su asiento y con los ojos cerrados

— ¿Y?— Abre los ojos y se acomoda para mirarla…. ¿Y qué pretendes que haga?… ¿Qué te palmotee acaso?, ¿Qué te coja a besos?… ¿Qué? Eso, mi querida; nono, niñita, es lo que hace parte dentro de tus responsabilidades en esta casa, no veo entonces por quéllevarlo hasta el sentido de tanto alarife, ¿O sí?— Añade Amatista con indiferencia

—Claro que no?— Contesta Azucena

— ¿Entonces?… Ve, ve a hacer algo más— Ordena imponente

— ¡Señora, yoooo!— Dice Azucena y luego calla pues se arrepiente

— ¿Qué?… ¿Qué pasa muchacha?… Habla, habla que no tengo todo el tiempo como para perderlo contigo; además, deseo estar sola

—Si… Mire usted, yo, yo quería saber señora si de pronto puedo tener un permisito— Es interrumpida por Amatista

— ¡Permisito!… Apenas principias tus labores aquí, ¿Y ya estas pidiendo permisos?— Contesta la señora no colocando muy buena cara

—Si, lo se… Pero es que quería ir por allá por el barrio para saber cómo está mi gente

—Domingo, solo esos son los días que la servidumbre tiene para salir a hacer sus cosas— Contesta y Azucena asienta con la cabeza— Ahora vete… Vete a continuar con tus cosas que necesito estar sola.

—Si señora…Permiso— Dice Azucena caminando unos pasos hacia atrás, pero sus ojos una vez más tropezaron con aquella cajita de madera grabada con aquellas azucenas; aún colocada sobre el escritorio. De repente una enorme sonrisa se dibuja en sus labiosy deslizada se vuelve hacia aquel escritorio, frente a la mirada extrañada de su ama.

— ¡La cajita!— Exclama Azucena con la actitud placentera de una infanta. Luego, extiende su mano para agarrarla, pero Amatista con acción rauda le pone la mano encima— ¡Que hermosa!

— ¿Qué te sucede, zagala tonta?… ¡Si es una cajita, de madera!, ¿No la ves?— Exclama en alta desesperación Amatista al ver la reacción emotiva de su empleada, sin notar siquiera que aquel tan preciado tesoro que cosas valiosas en si cargaba, ya había logrado pasar por las manos de Azucena y a punto de ser abierta

— ¡Claro!… Y… Y me parece hermosa! Es más…Me lo pareció desde el primer momento en que la vi— Contesta y amatista de inmediato abre sus ojos aterrada

— ¿Qué?…Haber haber, ¿Cómo está eso?— Dice encorvándose un poco un poco, y dejando recostado su pecho sobre el escritorio

— ¿De qué?

—De que te pareció hermosa apenas la viste— Reitera

— ¡Haaaa!— Ríe— ¿Eso?…Pues sí, lo que pasa es que ayer que usted y la Morticia— Es interrumpida por Amatista al instante

— ¿La Morticia?— Pregunta frunciendo el ceño, y Azucena con profundo suspiro y una penosa sonrisa la mira por cortos segundos

Azucena riendo— ¡No…No me ponga cuidado!… La verdad es que solo son tonterías mías…Un juego en el cual yo únicamente me comprendo— Contesta

Ríe Amatista y luego aprueba— Si mi estimada…Créeme que en eso tienes tu absoluta razón y no te lo discuto…En lo más mínimo— Adjunta y a carcajadas vuelve a reír

— ¡Dios mío, por poco y me descubre la ogra esta que me mando por patrona, que así llamamos la señora Libia y yo a la lánguida engreída esa de su dama de compañía— Piensa para sus adentros la jovencilla

Para de reír Amatista y se acomoda sarcástica y mirada cruda sobre Azucena, meciéndose en su silla— Bueno, bueno, basta de eso… Pero debo reconocer que tu tontería sí que me divirtió un poco este amargo día, de verdad. Pero, en lo que estábamos… ¿Entonces? —Concluye

—A si, decía que apenas usted salió con Ada Lissa, yo entre a hacer la limpieza de este lugar. Y déjeme decirle que me sorprendió, ¡Qué lugar!… ¡Qué inmensidad de cuarto!, podría uno decir que aquí cabria mi barrio entero— Ríe observándolo todo de nuevo con fascinación— Hasta creo que ni mi casita de allá del Olvidado, es tan grandota como esto— Comenta emocionada tomando lugar en la silla en frente a su patrona

Levantándola con señas de ahí— ¡Si si, y entonces!— Reafirma luego para que esta volviera al tema y continuara

— ¡Claro… Qué pena!— Dice limpiando el asiento con un pañuelo— Y una vez hube pasado el plumón por todo, y dejarlo rechinando de limpio— Continua— ¿No lo ve todo más limpio hoy?— Pregunta con una sonrisa

— ¡Ay… Si, si. Continua!— Ordena Amatistaalgo obnubilada

—Entonces fue cuando vi la cajita esa. Y me pareció súper linda. Sobre todo las flores… ¡Y suavecita!… Eso sí lo vi apenas la agarre con mis manos. ¡Hajjj!— Suspira profundo con ojos cerrados— Y olía sabroso; a perfume fino— Concluye luego sin saber lo que esto produjo en Amatista.

EN LA COCINA:

Entra a la cocina conpasos pausados y muy refinados la fémina conocida con el apelativo de Morticia, es decir, Ada Lissa la dama de compañía de la señora. Iba observando y tocando todo cuanto podía y en su camino se encontraba; de repente, se aproxima a Libia que junto al fogón movía una deliciosa sopa de pescado y sonriente la queda mirando por unos minutos.

— ¡Dame algo de beber que me mata la sed!— Dice luego, y dándose la vuelta se dirige hacia el comedor en la cocina, en donde toma asiento. Mas Libia continua meneando la sopa como si estuviese sola— ¡Oiga!, ¿Qué no me oyó?… Que me des un vaso de jugo que no aguanto la sed— Reitera con mayor autoridad pero Libia ni se mosquea— ¿Qué es lo que le pasa a usted que no se mueve a?… Qué si es tan amable la señora y… Por-fa-vor, me regala un vaso de jugo

Frente a esa frase Libia se da media vuelta y mira a la engreída muchacha— ¡Con gustoooo!… ¿De qué lo va a querer la señorita? Mire; hay de mora, mango, piña, zanahoria o en el mejor de los casos, y si es que se desea refrescar, también tengo limonada, ¿Cuál gusta usted?

—Mora— Ordena

—Con gusto una orden de mora para la dama enseguida

— ¿Y por qué hasta ahora me viene a ofrecer el jugo, luego de tanto estárselo pidiendo a?

Llevando el jugo a la mesa— ¡Mmmm!…No se…La verdad, mi querida, seria por que al tratarse de usted no le di la menor importancia— Contesta algo sarcástica poniendo el vaso sobre la mesa

— ¡Oiga!— La interrumpe Libia

—Pero no…Nada de eso, descubrí luego que lo único que me mueve a mí ahacer algo por alguien esuna palabra que parece mágica— Agrega Libia

— ¿Palabra?— Pregunta con molestia

—Si…Una muy grata al oído…Por favor.

Ada Lissa suelta la carcajada dejando escapar de su boca un poco del sorbo de jugo que había acabado de beber, atajándolo con un pañuelo— ¡Ay yayita, por favor!, ¿Ves lo que me haces hacer?, que pena, pero es que eres tan graciosa que me fue inevitable no dejar escapar un poco de jugo a causa del jolgorio que me produjo tu afirmación— Contesta

— ¡Siiii!…Lo sé, y es lo que extraña, ¿Sabes?…Claro. Pues que una persona que presuma de tanta educación se ría de lo más elemental al pedir algo, como es el decir por favor, deja que uno quede en duda y entonces se cuestione por el nivel de su educación. Que no es tanta como lo presume, ya que hasta el más indigente y sucio lo hace

— ¡Ay, ya!… Ahora yo no estoy de humor como para aguantarme tu catedraacerca de la moralidad; ¡Hush!… Preferiría una convención de cotorras a eso. Adiosito— Dice dejando el vaso vacío sobre la mesa y levantándose se retira de la cocina

—Si, como tú, que siempre hablas y hablas pregonando de lo que tienes… O sueñas— Dice pesarosa Libia, pero al instante su mente le trae el rostro de Ada Lissa—Pero, viéndolo bien, ¿Qué es lo que tiene esta muchacha? ¿Qué?— Piensa por unos minutos contemplando la imagen de la dama de compañía que como en flashes iba y venía en su mente— Tiene algo como…No sé, es algo, algo en ella que me…¡Uyyyy!, Noooo, Dios; no puedo decir que en su actitud porque esa no se niega, la chiquilla está de por sí ya es algo mal criada y llevada de su parecer, pero reparándola bien es como si, fuera, como si— Sacude la cabeza desesperada y se da unos leves golpecitos con la palma de la mano sobre su frente— ¡Nono!, ¿Que lo que estás pensando Libia?… Debes de estar loca de veras, o si no, al menos ya debes de estar algo cansada como para que se dé rienda suelta a las ilusiones de tu mente, sí, eso tiene que ser, de verdad. ¡Hiiiii!, Dios mioooo!…Noooo, ¡Y por estar pensando en tonterías por poco y se me echa a perder esto que ya le faltaba poco para bajarse de la lumbre— Exclama luego corriendo hacia el fogón para bajar la sopa que ya hacía rato hervía y estaba a punto de quemarse

EN EL DESPACHO:

Amatista siente como una corriente helada le recorre sin embocadura alguna por todo su cuerpo, dejándola inmóvil por unos segundos.Todo cuanto conservaba aquella cajita parecía haber pasado frente a sus ojos como secretos que de golpe desmoronaron una vida de admiración, apariencia y respeto

La gran dama Blanquizal ya no era más que una fachada maquillada a los ojos de unamenesterosa como aquella chiquilla frente a ella parada

— ¿Qué?— Reacciona al instante y se va levantando de su lugar muy despacio, y encaminándose hacia Azucena cual gato sigiloso que va en busca de su presa— ¿Así que tuviste la osadía de tomar mi cajita, verdad?— Pregunta mientras se acerca a ella

—Si señora—Contesta ya un poco confundida

Ríe Amatista— Y con tal cinismo te atreves y lo confiesas, ¿No?

Azucena ya asustada da un paso de para atrás, luego se voltea para irse pero Amatista la ase del brazo y de un tirón la aproxima hacia ella— ¿Pasa algo señora?— Pregunta nerviosa y con voz entrecortada

— ¡Nada!… ¿Porque?… ¿Tendría que pasar?— Responde sarcástica y furiosa aun con ella agarrada por los brazos

— ¡No sé!— Contesta Azucena

—A no sabes

— ¡No… Pero por favor suélteme que ya me está haciendo daño!— Pide ella resistiéndose para zafarse, mas Amatista la aprieta aún mas

— ¿Siiii?— Pregunta con una extraña sonrisa que a Azucena le produjo inmediato miedo, pesándole haber tomado esa cajita, o habérselo dicho, pues su cara realmente se veía transformada y sus ojos como encendidos en ira

— ¡Siiii!… ¡Suélteme ya que me lástima!— Pide en voz alta y entre quejidos

— ¿Y encima de ello te atreves a mandarme a mi algo?— Cuestiona y suelta una feroz carcajada, después aprieta un poco más fuerte de lo que ya lo estaba haciendo.

— ¡Auuuuuuu!— Vocifera Azucena de dolor, y luego grandes lagrimas corren por sus ojos

— ¡Mira bazofia estúpida!…Entiende de una vez y por todas algo… Tu a mí por ningún motivo me ordenas nada, ¿Me entendiste?… ¿Que si me entendiste?— Grita y la sacude con violencia hasta que soltándola esta se va de inmediato al suelo. Levántate maldita basurera, vamos, levántate de ahí ahora mismo que no he terminado contigo— Vuelve a agarrarla y entre quejidos de Azucena que a ella poco le importaban la levanta del suelo— ¡Yo aquí soy la ama y señora, la que manda y dispone lo que se le viene en gana! Tu—Ríe a carcajadas— Tú no eres nadie, más que un vasallo al que puedo ordenar lo que sea para que lo haga…Una mísera recogida de lo más recóndito de la basura para darle una vida mejor, ¿Y cómo paga? Jaj, solo esculcando mis cosas. ¿Abriste la caja?— La sacude y ella solo llora— ¿Que si la abriste esculcona insolente?— Vuelve a insistir

Azucena quejándose— ¡Noooo Noooo!— Grita— Yo solo la tome, la acaricie y nada más, después la puse ahí donde estabay me Salí de aquí— Respondió desesperada

— ¿Sera?… ¡Hush!, me provoca es cogertey…— Duda un momento lo que Azucena le dice, luego, y por tanta furia que esta tenia toma un zurriago que colgaba de una tachuela y lo levanta con la intención de lastimarla. Y Azucena se recoge un poco y se cubre con el otro brazo el rostro para no mirar, solo esperaba el golpe. Baja luego aquel artefacto— No sé cómo no te lastimo, es que debería por insolente que eres— Agrega y Azucena levanta su mirada para verla

— ¡Suélteme por favor señora!— Suplica Azucena temblorosa

—Mira, esa cajita— La señala— Es como mi vida, en ella conservo seguros una cantidad de pertenencias que hasta ahora nadie más que yo conoce, ¿Por qué?…Bien, porque no hay mejor confidente que uno mismo, el resto, el resto no son más que una bola de chismosos que para lo único que sirven es para fingir sinceridad y comprensión. Y luego, cuando ya han llenado sus aljabas con los más jugosos secretos, lo que hacen es que abusan y con ellos te atacan, solo eso. Creo, de verdad, que ya hay los suficientes informadores en este mundo como para agregar más a la lista. Basta, que hastío de esa plaga que a veces son ellos, o me lo resultan a mí— Argumenta Amatista furiosa— Así que te digo, que sea la última vez muchachita…La última, que te atreves a escurrirte hasta aquí hasta mi lugar casi secreto y osas requisar vulgarmente mis pertenencias, ¿Estamos?— Dice y Azucena asienta con la cabeza—¡Vete, vete ahora mismo de aquí basura infeliz antes de que ahora si me arrepienta y ahí si termine por hacer aquello que por cobarde no pude. Acabar contigo. Largooooooo— Argumenta con un fuerte grito Amatista luego que a sacudidas y apretones la sacó de su despacho. Luego azoto frente a ella con furia la puerta—Bebe Amatista un sorbo de coñac. Y avienta contra la puerta aquel vaso, que de inmediato se hizo trizas— Pobretona estúpida… ¿Cómo fue a atreverse?, ¿Cómo?— Vocifera tomando lugar en su silla, y constriñendo sobre ella la caja

Azucena en cambio, sentada en el suelo y forradas sus rodillas con el uniforme no para de llorar y preguntarse porque esto

Luego, aquella chiquilla se levanta del suelo y sale de ahí, y al entrar a la sala de estar se topa con Libia

— ¡Muchacha!, y que hay de ti que no te veía hacía rato— Saluda la anciana corriendo hacia ella y palmoteándole el hombro, mas Azucena con una mirada brillosa y perdida por la tristeza, da un leve pasito hacia atrás—¡Vaj!, ¿Y ahora?…¿Que te pasa a ti muchacha tonta?—Pregunta extrañada al ver la actitud de Azucena, pero esta omisiva contradice con la cabeza—¡Ayy Noooo!— La abraza—…Mi niña; yo sé que si mi amor, no trates de engañarme porque yo como tú también llegue a tener quince, y comprendo mejor que nadie las congojas de los muchachos— Anexa amorosa mientras aun la abraza y besa en la cabeza, de pronto, Azucena alza su mirada hacia ella—¡Ya se!… Ahorita te vas a ir conmigo a la cocina, y a peso de una deliciosa taza de chocolate caliente vas a contarle a… Tu nana Libia, esa pena que ahoraahorca tu alma— Le dice Libia y Azucena abriendo sus ojos la mira mientras esta le sonríe—¡Siiii!, si muchacha, tú has sido hasta ahora una persona muy sola, y no has tenido quizá a muchos con quien contar en tu vida; pero, aquí estoy mi amor… De aquí en adelante puedes contar con mi apoyo, y verme como a tu nana, tu nana Libia. Por lo pronto, vamos mi reina, hazme caso si no quieres conocer las nalgadas de una nana enfurecida cuando no la obedecen, ¿Quieres?—Pregunta y Azucena en ese momento trae a su memoria mientras mira hacia el frente, las crudas imágenes de toda la discusión con su ama Amatista y la forma en que esta la trató y la ultrajó. Luego, temblorosa mira a nana Libia y niega desesperada con su cabeza—Ríe Libia y la oprime suave contra su pecho—Vamos entonces chiquilla fosforito— Dice, y —abrazada de la cintura de su ahora nana protectora, Azucena la sigue a la cocina—Haber… Siéntate aquí muchacha, y déjame yo te sirvo tu taza de chocolate caliente con unos bizcochitos que están deliciosos, como para chuparse los dedos— Dice acomodándola en la mesa en la cocina y luego corriendo a servirle— ¡Ya mi amor!, soy toda oídos— Se acomoda en la otra silla al lado de Azucena, y está mirando una vez más al frente vuelve a traer a su mente aquellas amargas imágenes. Libia la sacude un poco— ¡Azucena…Hija, te estoy esperando, habla!— Reitera

— ¡Ay señora!— Por fin articula palabra pero el llanto la sorprende

— ¡Ay mi amor!, ya, cálmate, ¿Si?, cálmate por favor— La consuela

— ¡Ayyyy!

—Cuenta— Persevera Libia

—Es que la señora— Dice y se calla

— ¡La señora! ¿Qué?… Habla muchacha, por Dios… ¿Qué pasa con la señora?— Pregunta desesperada Libia

Azucena bebe un sorbo de chocolate— Noooo, no se preocupe por nada que ella está bien

— ¿Y entonces?

—La señora se molestó

Libia se ríe a carcajadas— ¡Ayyyy!— Ríe de nuevo— ¿Era eso?, por Dios niña, eso es algo ya normal en ella… No deberías ni de extrañarte, y mucho menos ponerte así por eso— Ríe— Si ella a todas horas parece un perro rabioso— Dice Libia e imita a un perro rabioso

—Se puso furica— Insiste Azucena y Libia para de reír

— ¿Qué?— Pregunta

— ¡Siiii!, y fue… Fue horrible

—Haber niña, cuéntame, ¿Qué pasó?

Bebe un sorbo de chocolate, da un profundo suspiro e inicia su relato— Resulta que estaba yo hablando con la señora…

Al instante en que estas estaban hablando, el teléfono en la casa comenzó a sonar, ninguno de los de adentro parecía oírlo, a causa de sus ocupaciones, Por espacio de dos minutos sonó, pero hasta Ada Lissa estaba tan ocupada mimándose a sí misma, acariciando su cabello y mirándose en un minúsculo espejo,estirada en el mueble blanco de la sala de estar, que a la verdad le resto la menor importancia.

EN LA COCINA:

— ¿Queeee? ¿Por la cajita esa de madera— Dice Libia aterrada, y recuerda aquel objeto

Finalizando con el relato Azucena—Siiii, y entonces apenas le dije que la cajita esa era hermosa y olía delicioso. A ese delicioso perfume que ella usa, de repente se paró de ahí de su asiento y acercándoseme me comenzó a gritar y sacudir horrible que por atrevida— Contó

— ¿Cómo?… ¡Noooo!, ¿Y tú tomaste la cajita?— Pregunta

— ¿Por qué?— Devuelve la pregunta Azucena

— ¡Dime!, ¿La tomaste?— Insiste con ímpetu la anciana

—Si— Contesta como extrañada

— ¡Dios mioooo!…Muchacha… ¿Y se lo dijiste a ella?

— ¡Sí!— Se asusta de ver como Libia con horror se agarra la cabeza— ¿Pero qué es lo que pasa señora? ¿Por qué se pone usted así?— Pregunta Azucena sollozando— ¿Hice algo mal?— Reitera su pregunta

— ¡Ay!, usted me va a perdonar bastante lo basto que me vea al responder a una pregunta con otra cuando no se debe; pero, mi niña, ¿Tú te atreviste a abrir ese objeto? ¿Si?, dime por favor, ¿Lo hiciste?, ¿Lo hiciste fosforito?— Pregunta preocupada

Bebe un sorbo de chocolate ya tibio y con nata por encima, que se ahoga y comienza a toser. Por lo cual Libia desesperada lo que puede es correr a darle unos golpecitos en la espalda— ¡Ya, ya señora… Ya pasó, ¿Me preguntaba usted que si yo me había atrevido a?…— Pregunta y Libia la interrumpe

Acomodándose en la silla de nuevo— ¡A abrir la cajita esa!— Repite ella

— ¡Ay señora!…Noooo, para nada…Líbreme Dios de tal atrevimiento— Contesta asustada

— ¿Y entonces, que hiciste?

— ¡Nada!, solo la tome porque me pareció muy linda, la acaricie pues estaba demasiado suavecita y luego de notar ese olor tan agradable, solo la limpie y la deje ahí puesta y Salí— Contestó

Libia suelta el aire, llena de tranquilidad— ¡Uuuuff!, que descanso siento por oír eso— Exclama

— ¿Yqué es lo que sucede con eso señora?, ¿Por qué la señora Amatista se pone tan celosa por eso?— Pregunta extrañada y curiosa Azucena

Libia la mira en silencio un momento—Ay mi niña linda— Suspira e inicia la explicación a dicha pregunta— Lo que sucede es que la señora, nunca pero nunca ha permitido que nadie más que ella tenga acceso a ese curioso objeto que guarda no sé qué cosa, pues nadie, nadie aquí a sabido jamás lo que en realidad conserva con tanto celo ella ahí, solo…

BARCELONA (ESPAÑA)

En un innovador apartamento ubicadoenla ciudad del flamenco, comienzan a descenderpor los diez escalones un poco anchos y cubiertos por un tapete rojo oscuro y pasamanos de base de madera color caramelo, y desde la planta alta de la casa.

Unas piernas femeninas, largas y muy bien cuidadas.

Iban descendiendo suave y elegantemente un escalón tras otro.

Su cuerpo la verdad parecía el de una guitarra; cintura de avispa,pechos bien estilizados, y el cabello que como cascada caía a la mitad de su espalda, era lacio y color rubio cenizo, y formaba encima de la cabeza de la misteriosa dama, una trenza de cabello en forma de diadema.

Después de afirmar sus pies en la planta baja de la casa, la fémina inicia pausado andar hacia el receptor, erguida y segura. Un paso adelante del otro, y con un movimiento suelto de sus hombros de un lado a otro.

Ya al lado de dicho aparato, sus ojos se clavan hacia la ventana cubierta por unas finas cortinas. Por espacio de un minuto, hasta que decidida, la mano de esta toma la bocina y marca

EN LA CASONA BLANQUIZAL

— ¡Pobre la señora Amatista!… ¡Con razón es así de misteriosa!

—Sí, ¿Y?

— ¿Y qué señora Libia?

—¡Y por eso las veces que se pone así, solo se encierra en su despacho por horas a pensar y en ocasiones a hablar quién sabe con quién por teléfono— Cuenta Libia oprimiendo un trapo con sus manos, mientras su cara se descompone de tristeza y su mirada se torna nostálgica y fija

— ¡Ayyyy!, pobre… ¿Y no sale…Nunca?— Dice Azucena con cara de aburrimiento.

—Poco, la verdad es que la niñ…La señora, las veces que sale son ocasionales; mas específicamente a cosas que tengan que ver con asuntos de índole personal, o de la casa. Aunque, también ahí ocasiones en que se va a la zona de montar que hay aquí en la casona, y se pone a montar en su caballo un rato, pero uuuuff, eso muy esporádico— Cuenta la nana Libia

— ¡Cómo!… ¿Hay un caballo, aquí?— Pregunta asombrada

Libia ríe con ternura— ¡Ay muchachita!— Le hace una terneza en su mejilla— ¡Obvio!, ¿Qué no hay aquí?— Contesta Libia

Azucena sonríe con emoción por lo que oyó, pues amaba bastante a los animales— ¡Un caballo, un caballo!— Exclama. Pero de repente un amargo recuerdo hace que se opaque tanta felicidad; tal y como la bruma opaca el más bella y soleado día— ¡Con razón!— Exclama Azucena al instante en que a manera de flashes visualiza aquella escena en que la dama Blanquizal la amenaza con el zurriago.

— ¿Qué pasa niña?… ¿Por qué te quedas así como perdida en la nada, y con tus ojos así, llorosos de nievo?— Le pregunta Libia

— ¡Ese palo, ese palo con flequillos!

— ¿Cuál palo?… ¡Ay Dios!… ¡Ya me tienes angustiada!, palo, ¿Qué palo?— Pregunta desesperada mientras Azucena con sus ojos muy abiertos de pavor, la mira

— ¡Uno largo y negro con flequillos que ella tiene!; es más, en medio de la furia huracanada que ella tenía conmigo cuando me vociferaba, intentó golpearme con él pero yo me cubrí la cara— Contó Azucena

Aterrada Libia mira a su protegida— ¡El zurriago!— Exclama entre dientes, y su mente la traslada sin previo aviso a un tiempo pasado, en que la rígida fémina Blanquizal castigó con él a un antiguo empleado suyo por solo atreverse a entrar a la casa y tomar una cara y fina porcelana para hurtarla. Como le quedó ese día la espalda, era casi un desgarrón, y para colmo hasta su empleo el atrevido ese día perdió

Azucena da un golpecito a la rodilla de la vetusta— ¡Oiga!…Despierte— Le truene los dedos y Libia despierta de su recuerdo— ¡Mija!

— ¿Qué pasó?

— ¡El zurriago!

— ¿Qué? ¿El qué?— Pregunta no entendiendo nada de lo que la cocinera decía

—El zurriago, ese palo del que tú hablas, se llama zurriago niña mía— Contesta Libia

— ¡Haaaa, zurriago!— Reitera Azucena

—Pero… Dime, ¿La señora te hizo algún daño?— Pregunta preocupada así como angustiada

— ¿A quién?, ¿A mí?… ¡Ay no, ni Dios lo quiera señora!… La seño. Digo, la señora no me tocó ni un pelo, solo me amenazó con esa cosa fea y ya, hasta ahí, después a rastras. Pero eso sí, con mucha pero mucha fuerza me sacó del cuarto ese— Contesta Azucena

— ¡A ya!… Pero de todas maneras ella me va a oír!— Contesta Libia con determinación e intentándose parar de la mesa

Azucena la detiene agarrándola por el uniforme, así que esta pierde el impulso de levantarse— ¡No señora… Por favor!, ya, ya pasó, no es para tanto— Dice Azucena

— ¡No fosforito!… ¡No!, eso no se puede quedar así como si nada, jamás; ella, ella podrá ser todo lo señora que quiera, pero nunca como para sentirse la ama y dueña de todo y de todos. ¡Jajjjj, que tal!, por Dios. Aquí el único dueño de eso, de todo y de todos, es únicamente aquel que nos creó, Dios, mas nadie

Así que llegó la hora de ponerla en su sitio, y va a ser hoy mismo, como que me llamo Libia Parra, la Grosera esa va a saber cuánto es 4 por 4. ¡Si señor!— Dice atrevida Libia y de aquella silla se levanta corriendo presurosa hacia el despacho en busca de la señora

— ¡Noooo!…Señora, ¿Qué piensa hacer? Venga, venga, por favor, Noooo—Grita Azucena corriendo tras la cocinera para impedirle ir a hablar con Amatista

Y pasando apresuradas por la entrada de la sala de estar, el teléfono suena y las hace frenar.

EN EL DESPACHO:

Amatista se levanta de su asiento con descomunal exasperación y a paso activo se encamina hacia la puerta y la abre— ¿Qué aquí no hay a quien se le ocurra tomar la iniciativa, y ser tan cordial de responder al teléfono?— Vocea desesperada— ¡Ya llevo bastante rato de oírlo sonar, y nada que alguien se atreve a levantarlo!… ¡Vamos! ¡Para algo aquí a cualquiera de ustedes se les está retribuyendo ¡— Adjunta y luego azotando la puerta se mete de nuevo y se dirige hacia su asiento— Bola de ineptos inservibles— Agrega apoyando sus manos al bordo de su escritorio para de nuevo acomodarse

EN LA SALA:

Libia corre de inmediato a contestar. Claro, no porque preciso haya oído a su jefa enfurecida pedir a gritos que lo hicieran. Justo por el lado de ella y Azucena que venía atrás suyo, cruzó casquivana Ada Lissa, sacudiendo con delicadeza sus manos para que sus uñas no hace mucho pintadas se secasen— ¿Cómo?… Tú hace rato estando aquí y no te habías tomado la molestia de responder la llamada— Reclama impactada Libia.

Ada Lissa boleando su cabello. A lo que Libia responde reclinándose un pocohacia atrás para que este no le golpeara la cara— ¿Quién? ¿Contestar yo?— Ríe en burla mirando a las dos— ¡Noooo mi amor… Yo tendré cara de todo, menos de una vil contesta teléfonos. Eso; es para una persona así como, usted; o bien, para una pepenadora como esta, permiso—Contesta Ada Lissa sacudiéndoles la mano mientras se alejaba dejándolas a ambas a sus espaldas

— ¡Muchachita descortés y falta de respeto!— Murmura Libia y toma la visita y contesta, pero nadie respondió por más que esta insistió

Así que no hizo otra cosa más que colgar y continuar con su camino hacia el despacho de la señora. Ya a paso más calmado

EN EL DESPACHO:

El teléfono vuelve a sonar y Amatista molesta se levanta de su asiento a contestar— ¡Esto es inaudito! ¡Tener que ser yo quien acuda a contestar!—Murmura y toma la bocina— ¿Bueno?— Contesta

— ¡Buenos días Amatista!…Cuanto tiempo, al fin tengo el honor de poder volverte a escuchar… ¿Me recuerdas?— Saluda unavoz femenina de tonalidad muy suave y delicada a través de la bocina. Y con acento español.

Era la voz de aquella mujer radicada en Barcelona, quien esperaba paciente al pie del receptor, y con la bocina casi cerca a sus labios que tenían una forma voluminosa, de mora bien formada y bellamente maquillados con un colorete rojo oscuro y brillos

Al instante, cuando Amatista hubo oído aquella tierna voz vestida con el más sorprendente color gris del dolor y adornada con la manta del rencor, un inesperado desaliento. Cual corriente eléctrica o terremoto incompasivo recorrió por todo su cuerpo estremeciéndola por completo. No podía creer lo que sus oídos escuchaban.

Sus ojos adquirieron proporcionado tamaño, era como si se quisieran desprender y salir disparados, su rostro daba un tonotras otro de color cual arcoíris.Ya ni distinguírsele el maquillaje se podía, sus labios palidecidos temblorosos se descolgaron, sus manos sudaban sin parar con sudor helado igual que su frente, y si acaso luchaban todo cuanto podían por mantener la bocina del teléfono en su lugar y sus piernas, se sacudían tratando de sostenerse erguidas.

Es sabido que las maquinas que nos transportan en el tiempo no existen, esto, no es más que la invención imaginativa de la mente brillante y creativa de grandes historiadores, que a través de los años con sus historias acerca del asunto nos asombran y nos llevan a viajar en el tiempo a lugares maravillosos y mágicos. Lugares en los cuales no podemos negar que nos gustaría estar y vivir grandes aventuras.

Pero si nos ponemos analizar, hay algo en nosotros que bien podemos asemejar con estas máquinas maravilla; y eso es, nuestra propia mente. Pues a través de ella, tal y como si fuera el más efectivo mecanismo, podemos llegar a aquellos momentos de nuestras vidas, feos o hermosos

Como muestra de ello, está la gran señora tan respetable que es para muchos, Amatista Blanquizal. Su mente, al oír la voz de aquella doncella se convirtió en aquel efectivo aparato que en contra de todo pronóstico o negativa, la trasladó súbitamente hacia momentos pretéritos de su vida.

Momentos precisamente no tan agradables que ella con el paso de los años había preferido archivar en lo más profundo de su mente, como si se tratase de los más obsoletos cachivaches. Solo que no contaba con aquel antiguo aforismo que dice que “el pasado no perdona” y siempre hay un momento para estar de nuevo frente suyo ajustando cuentas prorrogadas

No aguantando más el peso de tan inesperado momento, el cuerpo de Amatista al fin cedió y desplomado como un castillo de naipes o fila de fichas de dominó, al suelo fue a dar desvanecido,cayendo la bocina del teléfono junto a ella.

La puerta del despacho pocos segundos después suena.

— ¡Señora!— Llama Libia— Vuelve a insistir y al no recibir respuesta, pidiendo un permiso pasa al despacho—¡Ay Dios mío!— Exclama asombrada al notar a su ama desplomada e inconsciente en medio del despacho—¿Esto qué es?…Señora— Corre hacia ella y acurrucándose en el suelo, coloca su cabeza sobre sus rodillas—¡Señora por Dios!, reaccione—La llama dándole unos suaves golpecitos en sus mejillas palidecidas, pero ni así despierta ¿Qué tiene?, señora…¡Ay Noooo!—Como puede acomodar la cabeza de la señora sobre uno de los cojines del sofá ubicado a un rincón del despacho, y precipitada corre hacia la puerta del despacho…¡Auxilioooo!, por favor ¡Auxilio!, alguien que me ayude, la señora se puso mal., auxilioooooooo. Azucena hija, Ada Lissa, Camilo, cualquiera, pero alguien que venga, que venga rápido por favor— Grita parada en medio corredor y luego vuelve a entrar, y nota el teléfono tirado al lado de la Blanquizal, lo toma, pero cuando quiso responder ya no había más que silencio, así que lo ubicó en la base y volvió a salir al corredor—Auxilio— Llama y al instante el despacho estaba acompañado de Azucena.

— ¿Qué pasa señora?— Pregunta entrando apresurada— ¡Ay Dios mío!, ¿Y aquí que fue lo que pasó, ¿A?—Pregunta asustada y temblorosa la muchacha

— ¡No se mija! ¡No sé!, ve, ve a buscar ayuda, por favor— Pide Libia desesperada

BARCELONA:

Luego de que esta dama. Misteriosa, hubo oído la voz de la señora Blanquizal, coloca con calma la bocina del teléfono sobre la base de este; y así, se queda estática junto a la mesa del receptor por un rato. Su mente, comienza a rememorar todos aquellos oscuros momentos que de joven a esta la golpearon sin mínima compasión.

— ¡No puede ser! ¡No puede ser!— Imprécala la mujer encolerizada, mientras vuelta de espaldas, y con su rubio y cenizo cabello hecho rizos sueltos reposado a la mitad de su espalda. Atiza un fuerte golpe con su puño a la meza— ¡Perfecto!…¡Perfecto!…Aunque no me puedo negar a mí misma que me hubiese gustado mucho oír tu voz; pero bueno, al menos un objetivo cumplido aunque sea en breve. Me satisface enormemente saber que esa llamada puso al filo tu estado emocional querida; además, todo paso a paso, un día a la vez, habiendo esperado ya lo mucho, ¿no podría esperar lo menos? Siiii, fue muy duro, lo sé. Pero ya, ya en breve tendremos la oportunidad de estar frente a frente desgraciada ladrona Amatista Blanquizal, me pagareis con creses aquel burdo abuso que cometiste sin compasión conmigo aprovechándote de mí jovial ingenuidad—Llora la dama, y se limpia con su sedosa mano una lagrima que ligera rodó por su rosada mejilla; al tiempo que su sensual boca maquillada y con acento español, saca a la luz toda esa amargura que por años conserva su corazón— ¡Ay querida!— Suspira— No veo la hora, de verdad me impacienta un poco, pero ya, Ya tendréis la oportunidad de que ajustemos cuentas, cuentas pendientes hace mucho— Ríe con satisfacción. Pero, un recuerdo de risas de mujeres jóvenes de momento hizo eco en su cabeza, y agarrándose desesperada trata de alejarlas y se repone— ¡Quizá piensas allá, que ya todo esto pasó y quedó en el olvido!, o que a lo mejor yo ni existo—Se pregunta con intriga— ¡Pues no!…No…Quizá si pasó para ti, pero para mí. No, aún sigue tan vivo como antes.

Ese día hace parte de mí como si no hubiesen pasado los años y hubiese sucedido apenas ayer. Yo, ¡Jaj!, de ingenua llego ante ti para hacerte saber que ya, que el tiempo al fin había arribado, y tú, con una gran sonrisa de satisfacción, y fingiendo una gran preocupación que a la verdad no sentías, Y yo tan estúpida he ingenua que no lo vi, me confié y te seguí hacia aquel lugar, como si nada, porque la que me llevaba era mi amiga, mi gran amiga Amatista. ¿Pero qué? ¿Luego qué?

Pasado un día y una noche no se volvió a saber de ti, me dejaste abandonada ahí, en la cama de ese frio y solitario lugar como si nada, como si yo fuese un perro. Y eso que un mejor trato se les brinda a ellos, ¿Verdad mi Ayka hermosa?— Dice girando su cabeza hacia su perro hembra de raza puddle. Color blanco, que portando un gran moño rosa se halla sentada a un paso de ella— Riendo, luego suspira una vez más—¡Ay amiga!—Usa una tonalidad irónica—¡Nadie!…¡Nadie daba razón de ti, mi gran amiga por mucho que pregunté!, ni de…— Llora con amargura por un minuto, y luego cobrando la calma se limpia con un pañuelo— Y ahí, incomprendida; débil, friolenta, sola, tuve que quedarme esperando por la respuesta de una tonta orden que nunca llegó a mis manos, ¿Por qué?— Sencilla respuesta— Ríe limpiando lágrimas de sus ojos— Por que no era más que una débil infanta con mínima edad que no podía abandonar por nada dicho establecimiento por sí sola, a menos que una persona mayor. Como tú en aquel entonces, amiguita— Ríe furiosa—Pero tan afanada estabas, y tan poco te importé, que solo no tuviste más que darte la vuelta y huir.

Estaba tan cansada, la cama ya tanto me estorbaba, que luego quise tomar la iniciativa y armando un cauteloso plan, a media noche pretendí escapar. ¡Pero no! Llegando al fin a aquella reja, fui para mi desgracia descubierta y vuelta a meter al lugar: Dios mío, enloquecí, quería acabar por completo con aquel lugar así que todo cuanto se me atravesaba en mi camino lo lanzaba, todo quedó en ese cuarto hecho un girón y un alarido de desesperación con gritos. Hasta que no teniendo más que hacer, me agarraron entre varios; me amarraron con una cruenta camisa de fuerza, y, para ajustar, me doparon.

Ya habiendo pasado esa noche, y ya más tranquila al fin pude salir yo de aquel lugar, devastada, y con una mínima esperanza que luego se desvaneció al llegar a aquel lugar donde habitabas y con dolor descubrir que nada, simplemente, y sin razón alguna por parte de los arrendatarios, descubrir que te habías marchado. Quedé devastada, sola, vacía, sin ánimo, débil y con ganas de morirme. Lo intente, sí, pero nada, al subir a lo más alto de aquel puente, simplemente la cobardía me ganó, solo observaba el rio, las flotas, canoas, ferris, el puerto y la gente, sentada sobre aquella barra hasta caer el día. Luego, bajé de allí, estuve andando por casi media ciudad, hasta encontrarme con un letrero colgado a la ventana de una miserable hospedería en la que pude refugiarme por lo menos dos noches con lo poco que mi cartera portaba. El resto— Ríe— ¡Ay!, no fue más que el ir y venir de grandes humillaciones en ese lugar, tuve que limpiar los cristales de las ventanas de toda aquella casa muchas veces, para que aquella amorgona señora no me botara, pues sabía que si así lo hacía. Con tan solo catorce años de edad, tendría que rodar mucho de lugar en lugar, y quizá no hallando donde irme a refugiar.

¡Pero gracias a Dios!… ¡Gracias a Dios con el tiempo pude encontrar unabuena colocación en una empresa con jefes maravillosos que mucho me apoyaron. Y no como tu maldita ladrona desgraciada, que solo lo único que hiciste fueabusar, abusar de mi confianza y robarme, robar mi tesoro más preciado y que tanto me costó alcanzar. Con tanto apoyo, al fin pude abandonar la hospedería de aquella abusadora,terminar lo que me faltaba de mi preparación académica en una nocturna. Ya que en la mañana solo podía cumplir con mi función laboral, después de terminar comenzar mi preparación profesional. Logrando con ella alcanzar a convertirme en lo que hoy soy, una exitosa profesionista en diseño de modas, y a esfuerzo, casi con las unas, hacerme de esta empresa de modas y varias butiks en varios lugares del país, y de algunos países entre ellos la ciudad de la Bella, butik de la cual hasta hace muy poco supe, tú eras fiel clienta— Ríe— Y sin conocer a quien te vende la ropa que tanto te agrada usar, pues de la que tu fabricas, poco usas

Así es como entonces, durante todo este tiempo me juré que alcanzando la meta buscada, nos volveríamos a ver por fin. ¡Y ya vez!, hoy, contando con los suficientes recursos que me llevarían a poderte enfrentar, por fin podré regresar ante ti. Y encararte, una a otra enfrentarnos, para que al fin me devuelvas. Intacto, eso que un día sin piedad mearrebatáis de mis manos. Valiéndote de los más sucios y sórdidos trucos, cargados de acción pérfida y frivolidad. Y todo para nada mas deleitarte al lastimar como la víbora que eres— Adiciona la dama misteriosa y bella, que tan solo contaba con 32 años de edad, con tono determinante y cargado de furia y dolor

EN LA CASONA BLANQUIZAL

Amatista continua reposada e inconsciente en medio del despacho, y Azucena y la nana Libia se hallan desesperadas tratando de ayudarla

Azucena se levanta presurosa del suelo, y corre hacia la puerta del despacho para ir en busca de ayuda— ¡Si seño!, ¡Ya voy!

— ¡Ay Señor! ¿Qué abra pasado para que la señora se pusiera así? ¿Qué?— Se pregunta Libia preocupada pasando sus vista por todo el despacho; hasta que por fin, sus ojos tropiezan con la cajita de madera de la señora— ¡Claroooo!— Mira a su ama tendida en el suelo y con la cabeza hacia un lado— ¿Cómo no lo pensé antes?, es por eso, una vez más por eso— Dice luego volviendo a poner su mirada sobre la caja. Sin darse cuenta que aquella chiquilla se devolvió de la puerta.

—Señora—Llama y Libia se vuelve a ella

— ¿Ya?— Pregunta tranquilizada

Azucena niega con la cabeza y viendo a los ojos a la anciana— ¿A quién llamo?

Libia siente como un frio desesperante le corre como rio por todo el cuerpo y le llega a sus pies— ¡Muchacha por Dios!… ¡Eso no importa ahora!, lo importante es que venga quien sea, ush—Contesta desesperada y Azucena corre. Al instante se devuelve

— ¡Pero no la valla a dejar sola, yo no demoro!— Dice desesperada

Libia levanta la mirada hacia ella— ¡No… No te preocupes, no la voy a dejar sola, ve!— Contesta.

Azucena corre pero vuelve a regresar— De pronto despierta y pobre, no ve a nadie ahí con ella

—Aja— Agrega con un suspiro paciente Libia, y le señala la puerta

—Si— Contesta y vuelve a irse. Pero no por mucho tiempo, pues en menos de lo esperado se haya ahí. Ahora con una historia que recordó— ¡Ay, fíjese seño, que allá en mi barrio. Olvidado, donde yo vivo, tengo una vecina que se puso igualito que la señora Amatista— Relata Azucena, y Libia cerrando los ojos toma un poco de aire y pausado se levanta dirigiéndose hacia la historiadora muchacha—Continuando con su relato— Eso comenzó a guacariar, y a ver todo oscuro hasta que, ¡guacatelas!, Ahí quedó, así que tuvieron que cogerla y llevarla allá al puestico de salud ese que ahí, por que que más, no había de otra. Pobre de la señora Crecencia. Es más, el domingo, cuando valla para allá voy a ir a verla pasa saber cómo va ya…

— ¡Niña!, ¡Ya!… Créeme que lo siento mucho por tu pobre vecina— Contesta Libia haciéndola por los brazos, pero Azucena interviene

— ¿De verdad?— Pregunta asombrada pero con una sonrisa Azucena

— ¡Sí!— Contesta soltando el aire, y con sus ojos cerrados la nana

— ¡Ay tan bella usted señora Libia!, pero ya vera que cuando tenga oportunidad y conozca a la señora Crecencia. ¡Porque se la voy a presentar!, Y vera como le va a caer de bien…—Es detenidapor Libia

— ¡Si mi niña!…Si, todo eso es muy bonito… Peeeero, por favor, ve ahora mismo a buscar ayuda que ya estamos perdiendo mucho tiempo, ¿Si?— Le ruega paciente y con una sonrisa al tiempo que le acaricia su mejilla y Azucena respondiéndole de la misma manera, al momento corriendo se va—¡Que muchachita!— Ríe—, Uyyyy, Dios mío

Llegando por fin afuera al jardín llama— Auxilio, por favor ayúdennos, alguien que nos ayude, la señora se puso mala, auxilio por favor— Dice ella, y parte del personal incluido su nuevo amigo, el guarda de seguridad.Camilo, entre preguntas a las cuales ella contestaba— ¡No sé!— Se metieron al despacho

— ¡Ay que bueno que llegaron muchachos, la verdad no sé qué más hacer!, la verdad lleva un rato así y no reacciona— Dice Libia a uno de los peones

— ¿Y qué fue lo que le pasó?— Preguntó uno de los peones

—No sé, cuando yo llegue acá ya estaba así, ahí tirada en el suelo— Contesta Libia, y mientras esta lo hacía, ninguno notó que sin ser vista, y de manera sigilosase adentró Ada Lissa al despacho

— ¡Noooo!… ¿Se desmayó?, — Preguntó acercándose hacia la señora que ya estaba siendo levantada del suelo por uno de los que hacia parte del peonada de la casa

Azucena junto a ella, voltea y la mira con total exasperación y rompe por primera vez ante ella su silencio— ¡Ay Noooo! Para nada, solo se tiró ahí para mirar si acaso el suelo era tan cómodo y blando como su cama con colchón de agua, nada más, la señoraestá perfecta— Contesta con elevada causticidad y muecas a la Morticia preguntona. Quien solo la miraba frunciendo su Ceño— ¡Pues claro que se desmayó tonta!, ¿Qué no la vez como la llevan? ¡Buuuu!, pregunta tan hueca—Contesta luego

— ¡Ay Ay, mira mira! Shh— Se pone su dedo índice sobre los labios— Amí no me digas nada y déjame en paz zarrapastrosa estúpida. Total, no es contigo con quien estoy hablando ¿Si?… Dedícate mejor a lo tuyo, a trapear y limpiar los baños, que es al fin para lo único que sirves— Contesta ofuscada y ofensiva luego la orgullosa de la dama de compañía

— ¡Pues si! ¡Pues si!, a mucho honor eso es lo que hago, y créeme que no me avergüenza que me lo digas así, pues al menos sé que sirvo para algo. ¡A diferencia de otras!… Que solo se dedican a pasarse la vida aglutinada al espejo acicalándose para quedar las mismas.Y lo peor, nunca hacen nada, ni por su vida, ni por la de otros;lo que hacen lo hacen por sí mismas, y en pro de lo que en paso de algunos años se va a deteriorar, y no va a quedar más que un cuero vetuste, mas arrugado que una uva pasa chilena, aparte de huecas, tan huecas como un coco— Responde desafiante Azucena encarando de frente a Ada Lissa, que empuñando sus puños con rabia, solo la miraba.

— ¡Ayyyy, bravo!—Aplaude con ironía—Pero como a aprendido la gata esta— Ríe— ¡No más basta mirarla para darse cuenta de cuanto ha perdido su actitud de niña tonta y mosca muerta. Claro, es que tiene de donde— Dirige su brazo en un movimiento cargado de diatriba hacia Libia— Andando siempre con sus maestros, definitivamente sí que le han servido las lecciones, porque las aplica al pie de la letra.Felicidades

— ¡Gracias!, y si quiere le hago muestra de otras cositas que por ahí he aprendido, ¿Quiere?— Dice Azucena encaminándose de forma amenazante para golpearla

—¡Ay!, que miedo tan horrible, ¡Noooo!, mira como me pongo, mira como tiemblo del pavor que me produces— Dice en burla Ada Lissa y entre carcajadas.

— ¡Ya muchachas por Dios!… ¿Qué es esto?, ¡La señora enferma, y ustedes aquí peleando en lugar de ir a ayudar!, tranquilas— Las reprende la cocinera poniéndose en el medio de ambas.

Ada Lissa cruzándose de brazos, da la espalda— ¡Pues entonces dígale a esta pepenadora que conmigo no se meta y que a mí me deje en paz!— Agrega luego

—¡Ya Ada Lissa!, por favor— Grita Libia golpeándose las piernas con sus manos— Hija, por favor— Baja la voz y haciéndola por los brazos amorosa le habla— Deja de buscar pleitos ahora, mira que la señora se puso mal y no sabemos porque. Mejor, ¿Por qué no vienes y nos ayudas que la verdad sí que lo necesitamos? ¿Si?Es mejor estar unidos que causando división— Concluye

— ¿Quién? ¿Yo?… ¿Ayudar yo?— Ríe mientras Libia asienta con la cabeza. Luego niega con su dedo índice— ¡Hayyyy Noooo!, si pudiera créeme que lo haría con mucho gusto, pero la verdad es que hasta ahora acabo de hacerme las uñas, y no quiero que se me echen a perder, así que lo siento— Contesta con desgano mirándose sus maquilladas uñas— Adiós— Dice y emprende su retirada del despacho, frente a la sorprendida mirada de Libia y Azucena

— ¡Ush!, ¡Pero ya vera, yo la cojo, yo la cojo!— Dice Azucena arremangándose las mangas de su uniforme para ir tras Ada Lissa. Pero Libia, se pone frente a ella

—No niña, déjala, no importa… La verdad es que ya la conocemos, y sabemos que ella es así— Le contesta en tono decepcionado mientras Ada Lissa se pierde por la puerta

AL ANOCHECER:

Ada Lissa, placida sobre uno de los muebles de la sala de estar, lo mira todo con profundo detenimiento, tratando de no omitir detalle alguno de lo que aquel espacio contenía como adorno. Sus ojos la verdad nunca habían avistado tanto lujo junto en un mismo espacio.

Estaba tan maravillada, que a la verdad ni cuenta se había dado que la noche había arribado ya

— ¡Jumm!, yo, a cuidar enfermos— Se queja luego de que su mente le recordara aquel incidente ocurrido— ¡Vaj!— Ríe—Con lo caprichosos que son, nunca nada los tiene a gusto. Póngame aquí, tráigame; hágame, cójame, lléveme. ¡Nonononono!, yo no estoy para eso, que tal—Exclama y se levanta del mueble; luego, camina hacia la ventana y mira hacia afuera del jardín, donde los guardas de seguridad acompañados de sus perros andaban de aquí para allá—¡Dios mío!, ¡Pero si es que ya es de noche!. ¡Ay Noooo!, como pasa ahora el tiempo de rápido, que hace que yo me vine para acá, y ya dizque oscuro— Exclama impresionada— ¡No!—Se gira y queda de espaldas a la ventana— Tú no puedes permitir que pase más tiempo sin ir a ver a la señora, no Ada Lissa, está bien que eso para ti es algo cansón, fastidioso. Pero, oye, es tu jefa y quien hasta ahora te está dando la comida y la dormida en este lujo de casa; además, tienes que tener en cuenta que atrás tuyo tienes los ojos de un par de víboras que andan alerta de todos tus movimientos para buscar en ellos una caída, con la cual, luego adquieran argumentos para ponera la vieja bruja esa de la dama Blanquizal en tu contra. ¡No Ada Lissa!, no, tú no puedes dejar que pase esto, porque si no, ya bien sabes que es lo que pasa; tendrías que volver a… A eso, a esa vida de la cual hace rato te decidiste soltar, ¿Te acuerdas?, Además aquí tienes todo lo que por años habías soñado y necesitabas, una casa, una cama caliente, comida, ropa fina y elegante. Diseñada por los mejores exponentes de la moda, y que como siempre, están al tanto de lo último en el grito de la moda, salidas, lujos— Suspira y luego comienza a dar giros similares a los de un trompo, por toda la sala y con los brazos abiertos. Lo que no sabía ella, era que en ese momento una de las empleadas vestida con su ropa de trabajo azul opaco y un trapo blanco puesto yanudado a la parte de atrás de su cabeza, la miraba con extrañeza, como se mira a una persona que ha perdido la razón—Y dinero, mucho mucho dinero. ¡Ayyyy!— Grita ella al tropezar con el sillón y caer sentada sobre el— ¡Me caí!— Ríe de desenfrenada manera. Y la empleada atrás suyo que todo lo miraba, negando con la cabeza si apenas se sonreía— Estoy hasta mareada— Ríe mas— Hasta todo me da vueltas, así es como debe de sentirse tenertanto dinero, yque el mundo gire a tu favor. Por eso, yo no puedo ser tan tonta de permitir que por mis volátiles contestaciones, que demuestran lo poco que me importa lo que pase aquí y con los de aquí,termine por meterme en un problema casi irreversible y tenga que salir casi como entre. Con una mano atrás y otra adelante; no señor, no, para nada, eso nunca, ¿Y dejar que la gata de basurero esa, como la ras guache de Azucena, se quede a sus anchas gozando de todo lo que hay aquí?— Saca una irónica carcajada— ¡Ni muerta!… Esto es mucho como para que una zarrapastrosa muerta de hambre como esas se quede aquí. Además, me las debe, me las debe por insolente y atrevida.

Así que, ahora mismo me levanto de aquí. ¡Si Ada Lissa!, vasta de tanto ocio, ha sido suficiente por hoy, y poniendo mi mejor cara iré a ver cómo sigue la vieja engreída esa— Vocea levantándose enérgica del sillón y con gran sonrisa se gira para ir en pro de Amatista—¡Hiiiii!— Da un impactante salto de susto y se atraganta al ver a la empleada ahí todavía parada—Camina hacia ella—¿Hace cuánto está ahí, estúpida?—La empuja, más la empleada mirándola no contesta—¡Me asustó!, uf, por poco y me provoca un infarto. La próxima vez avise para que uno se evite estas cosas, esperpento. Hajjj, haber, haber, quite de ahí y vallase a dormir. Valla, que ya es tarde y mañana tiene que levantarse temprano a cumplir con más labores. Yaaaa— Dice ofuscada haciéndola a un lado y saliendo hacia el cuarto de la señora. Al llegar al corredor del segundo piso y emprender su andar hacia el cuarto, se tropieza con Libia que va saliendo de allí.

— ¡Hola!, ¿Y la señora?— Pregunta y Libia se queda callada mirándola

—¡Jaj!, esta sí que es bien rara…Ahora, le dio la menor importancia cuando arto la necesitábamos para que nos colaborara, y ya viene cuatro horas después con su carota larga a mostrar preocupación— Piensa para sus adentros— Está muy bien, gracias. Ha, y está estable— Contesta con tono desganado

— ¡Ay qué bueno!— Contesta sonriendo

— ¡Mmmm!

—Voy a verla— Dice y da dos pasos con dirección a la puerta del cuarto

— ¡Está descansando, es mejor no importunarla!— Contesta Libia atravesándosefrente a la puerta, y agarrándose del picaporte

— ¡Mire!— Contesta con molestia, mas luego se calma e inhalando y exhalando con sus ojos cerrados por un segundo, vuelve a mirar a la anciana cocinera y nana de nuevo—Mire yayita— Dice y Libia la interrumpe

—Libia

—Okay, Libia. Yo no busco importunar a la señora ni mucho menos, solo es, que luego de desocuparme de mi labor quise venir a verla para saber cómo seguía, nada más— Argumenta

—Aja, yo sé, por eso te estoy diciendo que está bien, y, que es mejor dejarla para que pueda descansar

—Claro…Comprendo, y…

—Hasta mañana

— ¿Ha?

— ¡Que descanses! ¡Hasta mañana!— Reitera con mayor fuerza en la voz

— ¡Hasta mañana!— Contesta extrañada Ada Lissa, y da media vuelta para retirarse— ¡Vieja metida! Ay si… La señora está bien, y es mejor dejarla. ¡Claro!, Porque le conviene, pero que ni crea que conmigo van a poder, que ni lo crea la longeva pasa esa— Murmura Ada Lissa con enojo mientras se alejaba por el corredor, para meterse en su cuarto que quedaba al final del pasillo.

PARIS:

A paso lento se dirige hacia el cuarto del señor el viejo mayordomo, cuando cruza por el área de la sala de estar; este, da una pasada por allí

—Buenos días— Saluda a la servidumbre que se encuentra haciendo la limpieza del espacio, y las dos muchachas contestan al tiempo—Que por favor le suban el desayuno al señor hasta su cuarto que ya debió de haberse levantado ya, no queremos que se nos ponga mal, ¿O sí?— Dice Dimitri y, luego de una leve inspección, pidiendo un permiso se dirige escaleras arriba, hacia el cuarto del señor.

— ¿Si?— Pregunta el señor haciéndose del mango de su bastón, e incorporándose y quedando recostado al espaldar de su cama.

—Señor

—Pasa, pasa Dimitri por favor, no te quedes ahí parado afuera

—Gracias…Mm, ¡Creí que aún dormía usted!—Comenta entrando, y acercándose hacia la cama

Riendo el caballero— ¿Cómo?, noo, para nada, ya parece que no me conociera usted monsieur, yo soy de poco dormir hasta tarde— Contesta y ambos ríen

—Ya mande a que le subieran el desayuno hasta aquí hasta el cuarto

—A, gracias— Contesta el ermitaño— ¡No!…Deja así, no las abras por favor— Dice el caballero sacudiendo su mano, para impedir que su fiel subalterno y amigo Dimitri corriera las cortinas del cuarto

— ¡Pero señor!

—Ya sabes como soy mi fiel amigo

— ¿Prefiere quedarse así? ¿A oscuras?, no más mírese y mire como esta todo el cuarto, con decirle que no logro siquiera verle la cara. Lo único, es su mano sujeta al mango de su cayado— Reclama en actitud algo mohína el mayordomo.

Ríe aquel misterioso caballero de voz grave y entre sombras oculto— ¡Oscuridad Dimitri!— Vuelve a reír—Si señor, tienes toda la razón en lo acertado de tu afirmación, pues si a eso vamos, eso es lo que yo vivo hoy. Oscuridad, ¿Desde cuándo amigo mío? ¿Desde cuándo?— Ríe y suspira— Desde mi cruenta perdida, la perdida que solo sembró en mí el dolor.

¡Ya no rio, ya no canto, ya no bailo!, eso en mi murió; murió como muere el sol cuando se silencia en el oeste, y murió como la flor al pasar de un solo día,

Solo aguardo la esperanza de un día poderme levantar, y que mi ojos cansados a mi perla puedan contemplar, esa luz de mi destino que de nuevo la ilusión me puede volver a dar… ¿Dónde estará mi perla Dimitri?… ¡Donde estará? ¿Por qué no me contestas? ¿Por qué te callas a mí cuestionar?

Conozco la razón, aunque tiemble ante ella por su cruel frivolidad, es que tú no tienes la respuesta, esa, esa que tanto he anhelado por años encontrar. Solo me queda con paciencia esperar; aun, mas, ya, ya llegara.

— ¡Ay señor!— Aplaude fascinado— Siempre usted con una frase cargada y verseada para dar algunas respuestas o quejas a aquello que le parezca difícil tolerar— Agrega Dimitri y el señor soltándose de su bastónsacude la mano en señal de negación— ¡ Pero si es verdad!, créame que no miento.

Y luego de haber conversado un rato con su señor, Dimitri se queda observando muy fijamente a ermitaño, compadecido de todo aquello por lo que en silencio, y a solas, este vivía. Después, ermitaño notando la fijación de su mayordomo sobre él, se le dirige

— ¿Qué pasa Dimitri?

— ¿Por qué señor?

—Te has pasado buen rato mirándome

— ¿Yo señor?

El fino caballero deja escapar fina sonrisa

— ¡Perdone señor!… ¡No es mi intención incomodarlo— Se escusa apenado y baja la mirada.

—No tranquilo— Ríe—No me incomodas, para nada

—Gracias señor—Dice Dimitri y su amo entre las sombras con una seña lo tranquiliza—Señor

— ¿Si?

—Lo que pasa es que yo quisiera hacerle una pregunta. Digo, no quisiera pasar por irrespetuoso ni mucho menos

—No, no te preocupes Dimitri, tranquilo, vamos. Pregunta, lo que quieras

—Gracias señor. Señor, ¿Usted por qué es que nunca se casó?, así no se hubieras quedado tansolo como hasta ahora.

El ermitaño suspira— ¡Ay mi querido y fiel amigo mío Dimitri!…Si supieras, yo tiempo atrás no era así como soy, no era nada de esto que hoy ves. Para nada, yo, tenía una vida tan normal y sociable. Dentro de lo que cabe al modo de pensar de todo un entorno social— Ríe nostálgicamente— ¡Si hubieras estado para aquel entonces!, lo habrías notado y te darías cuenta de cuanta personas con calidad y prestigio me rodearon!—Suspira profundo—Hombres realmente importantes y de alto nivel académico, caballeros de los cuales tuve yo el magno privilegio de aprender todo cuanto hoy se; pues confieso frente a tu persona. Como amigo, claro, que mis inicios frente al mundo de los negocios no fueron para nada fáciles, pues no faltaron entre muchos, aquellos que de mala manera se levantaron inmisericordes contra mí para con sucias trampas verme caer, Pero aquí estoy, triunfante y con la frente erguida para decir que lo logree y no pudieron conmigo—Cuenta, y mientras lo hace saca una antigua foto a blanco y negro de su mesita de noche. Una en la cual aparece el cuándo tenía tan solo 20 años de edad. Y hi, se tornaba elegante, erguido, fino y buen mozo

— ¡Señor!… ¡Qué bien parecido y elegante era usted!—Comenta maravillado al recibir y ver la foto— ¡Claro!…No quiero piense usted mal por lo basto de mi critica!— Sonríe a apenado— Pues al argumentarle buen mozo en tiempo pasado, no quiero decir para nada con ello que es que usted hoy no lo sea. No, al contrario, aún sigue siéndolo. Es solo que siempre resguardado aquí adentro y tras las sombras ha hecho que eso en usted se vea afectado, opaco, y sin contemplación alguna—Dice Dimitri

—Ermitaño suelta tamaña carcajada que retumbó en todo el espacio— ¡No Dimitri!, no te afanes por nada de eso, yo sé que hoy soy ya un viejo opacado por el vacío de la soledad, y que lo único que guardo en mi como una esperanza, es poder encontrar lo que tanto estoy buscando. A eso me aferro día con día con afán, creo también que ha sido en parte lo que ha logrado dotarme de las fuerzas necesarias para esperar. Aun que si no fuera por esta maldita pierna chueca, aun podría esperar con mayor valor— Agrega, pero a lo último acariciando pesaroso su pierna, termina su intervención.

— ¡Señor!, pero… ¿Tuvo usted la oportunidad de conocer alguna vez el amor?, ¿Verdad?

— ¡Claro mi amigo!, naturalmente, mientras yo iba llenándome de triunfos día con día, llegó una vez esa maravillosa oportunidad a mi vida. Si vieras Dimitri, fue tan— Calla unos segundos—Tan bonito, eso era como la más efectiva mezcla química que logró traer para nosotros lo que hoy conocemos como el sabor del dulce, cosa en la cual nuestro paladar se deleita al tener contacto con ella. Es más— Ríe— Te la voy a poner así, imagínate el dulce que más mas te guste— Dice ermitaño, y su asalariado de inmediato se imagina una deliciosa torta de chocolate con grandes fresas por encima— ¿Ya?— Pregunta y Dimitri asienta con la cabeza— Pues bien, ahora cuéntame que siente tu cuerpo cuando tienes en frente tuyo a un manjar como esos

—No se… La verdad no sabría describirlo señor

Ermitaño ríe— ¡Esa!—Vuelve a reír— ¡Esa fue la contestación perfecta mi fiel Dimitri!, ahora ya tienes al menos una breve idea de lo que siento cuando pienso en ello. Sobre todo en ella, tal y como tú en ese postre. Que a propósito, pide que lo preparen para comerlo después del almuerzo

— ¿De verdad señor?— Pregunta con una sonrisa de satisfacción— ¡Noooo!…Pero, pero ¿Y su postre de créeme brulée?

— ¡Ya!, olvídalo, quiero tener ese detalle contigo

—Gracias señor, a, señor, pero supongo que era hermosa aquella fémina. Digo, contemplando su foto—Mira de nuevo el retrato de su señor— No está demás deducirlo.

Ríe ermitaño— ¡No, no tanto!…De veras que es tanto el cariño que me profesas, que ya hasta agigantas las cosas

—No señor, bien sabe usted que no es ninguna exageración. No sea tan modesto, por favor— Dice Dimitri en un tono de seriedad inocentada y su amo solo ríe— ¡Bueno ya! Basta por ahora de tanta alharaca y juego, y por favor dígame como era aquella afortunada, imagino que era hermosa, ¿Verdad?— Reitera Dimitri.

Riendo el ermitaño— ¡Ay que aria yo sin ti mi estimado!, ¿m?, Dime, ¿Qué hubiera sido de mi solitaria vida sin el acompañamiento de mi noble Dimitri?— Ríe lleno de agrado— ¡Está bien!, ¡Está bien! Pero, solo te lo voy a decir de la siguiente forma; aquella mujer si era hermosa, era algo así como una flor— Contesta el ermitaño y su fiel mayordomo solo abre los ojos de asombro, pues la contestación del señor no era todo lo que el andaba esperando.

EN LA CASONA BLANQUIZAL:

Al inicio de un nuevo día en la ciudad de la bella, como siempre cada uno se ocupa de sus labores en la gran casona.

Ada Lissa se levanta más temprano de lo acostumbrado, y sagazmente se dirige hacia el cuarto de su patrona. Llama a la puerta golpeando dos veces.

—Permisoo— Dice entre abriendo la puerta para ver que la señora estuviera ya de pie— ¡Señora!—Dice en actitud emocionada entrando al cuarto. Pues esta se hallaba sentada sobre su cama y, recostada al espaldar

Amatista fija su mirada seca sobre su confiada dama de compañía, que sonriente se aproxima hacia ella en la cama— ¡No! ¡No sabe usted como me preocupe al verla así!— Dice inclinándose hacia ella y propinándole un beso en su mejilla. Luego, con una sonrisa trae a colación los recuerdos de aquel fatídico y agitado día, y en el cual ella solo se quedósentada en la sala de la casa durante medio día, hasta caer la noche.

—Amatista sin disimulo alguno se pasa la mano por su mejilla para limpiar con ello el beso plantado— Gracias—Contesta con sequedad.

— ¡Pero y que fue lo que pasó!—Pregunta falseando unapreocupación

— ¿Y qué pasó de qué?— Reitera la pregunta con desesperación

— ¡Pues!— De manera engreída toma lugar sentándosea un lado de la señora y ella abriendo los ojos de asombro la voltea a mirar— ¡Con esto tan trágico de su desmayo!

La señora bufona medio ríe— ¡Pf!…Trágico un simple desmayo… ¡No seas extremista por Dios!— Contesta no de muy buena gana

— ¡No es eso!, solo que quería saber cómo…

— ¡Estoy bien…Gracias!— Contesta Amatista cortando a su dama de compañía

—Aa…Anoche quise pasar a verla pero el micifuz esa de Libia me impidió hacerlo, por eso vengo hasta ahora

— ¿Cómo?… ¿Quién?— Pregunta aterrada

— ¡Ay… la sirvienta cocinera esa que dándoselas de mucho ayer en la noche me impidió…

—Por qué eres así… ¡Mira Ada Lissa!—La interrumpe Amatista molesta— Voy a decirte lo siguiente y quiero que te quede muy claro, ¿Estamos?— Reitera y la jovena mirándola asienta con la cabeza— Mírate— Pide y Ada Lissa al instante bajando su mirada se observa— ¿Ya? Bien, ¿Qué vez?… ¿M?… Date cuenta claramente de lo que eres. No eres nadie—Contesta la señora y Ada Lissa abriendo con asombro sus ojos trata de intervenir en su defensa, mas no se le es permitido— ¡Sí!… ¡Si muchachita!, es verdad, tú no eres nadie, y menos aquí comopara atreverte a tratar al resto de la servidumbre como a trapos sucios, cuando tú eres el más sucio babeante y liliputiense despojo que nadie jamás haya visto— Dice pero es interrumpida

— ¡Señora!… ¡Pero!…

— ¿Pero?…Te atreves a decir… ¿Pero?—Ríe la señora en forma despreciativa mirando a Ada Lissa de arriba abajo—No, ningún pero mi querida, de sobra sabes que lo que estoy diciendo es verdad… Aun que te vistas con las mejores ropas y, te pongas los mejores zapatos y portes un aparente nivel educativo más elevado al suyo, no dejas de ser como uno de ellos

— ¡No señora!

—Eres una chacha más como una de tantos. Una con educación, sí, pero fámula al fin y al cabo. ¿O que creíste, ¿Qué eras como yo?— Deja escapar una burlona carcajada que fastidia a su dama de compañía—No linda, nada de eso, por mucho que lo pretendas a mis talones tu no llegas. Es que ni volviendo a nacer lo creo, eres una acomodada y como acomodada morirás. ¿Me entiendes?, Así que ubícate y deja de vivir en ese ilusorio mundo de fantasías tan lindas en el que mantienes, porque aunque la mona se vista de ceda, mona se queda, de veras. Es más, mayor clase tiene la gata esa como tú la llamas, que tú que te mofas de tenerla. Así que te voy a pedir el favor. Nono, que digo favor, te voy a ordenar que a partir de ahora te refieras a Libia con la mayor reverencia y respeto posible, que ella no es cualquiera como tú en esta casa, ella si es alguien con gran importancia en este lugar, ¿Estamos?— Pregunta con fuerza y Ada Lissa no responde— ¿Estamos?—Reitera aún más fuerte

—Si señora— Responde atragantada por el deseo de llorar

—Bien, vete ahora que necesito estar sola, gracias— Ordena la señora y asentando con la cabeza Ada Lissa da media vuelta y con sus ojos bañados en lágrimas se va.

Un rato más tarde pasa al cuarto de la señora Libia la cocinera

—Mijita, ¿Cómo amaneciste?

Amatista hace gestos de desaprobación con sus ojos mientras voltea para mirar a su nana— ¿Qué nunca te enseñaron a tocar antes de entrar?— Pregunta luego.

—Perdón

—Y no me digas mijita porque ya sabes que me choca…Por enésima vez te repito que ahora soy la señora, la señora Amatista Blanquizal

—Sí, pero…

— ¡Shh!…Eso…Ya pasó, y al pasado, pasado pisado. Yo soy Amatista y punto. Fin de la discusión— Contesta muy alterada y con agitación

Libia asienta con la cabeza en silencio— Vi a la Morticia…Digo, a Ada Lissa salir de aquí, nos cruzamos en el pasillo, pero, ¡raro!— Comenta

— ¡Raro!— Repite la dama que sostenía su frente con dos dedos mientras apoyaba su codo en el otro brazo cruzado

—Sí, porque al verla noté que no llevaba la misma actitud de antes, de grandeza y superioridad—Cuenta

— ¿A no?— Pregunta con satisfacción volteando para verla, y acomodándose en la cama

—No sé— Se dirige a la ventana y mira a través de ella, luego se vuelve hacia la señora— Esta vez iba retraída, como apagada. Ay, es como si, como si algo, una pena muy onda la estuviera oprimiendo—Contesta

—La señora ríe, y al rato enmudecida recuerda las palabras que minutos antes le había mencionado a la muchacha— ¡Ay!…Vaj, una pena…Pf— Vuelve a reír—Eso son tonterías…Tonterías de jovencita estúpida, ilusionada e ingenua, no más—Agrega Amatista con sequedad.

— ¡Señora, por Dios!

—Es verdad… A lo mejor y es que no tiene para comprarse uno de esos costosos vestidos de exhibición que tanto le gustan, no más—Añade

— ¿Será?

—No te quepa la menor duda de ello, ya bien conoces como es, una acérrima amante de la buena moda, del estilo, así que no tener lo que quiere por motivo de sus bajos recursos puede lograr que una persona como ella se ponga así, como si lo que tuviera fuera la cosa más terrible sobre la faz de la tierra— Contesta haciendo gestos de poca importancia

—Puede ser— Contesta con aceptación y luego pidiendo un permiso se va. Amatista entonces se reclina un poco sobre su almohada y toma el teléfono.

BARCELONA:

La dama se halla sentada a la mesa, y acaricia con ternura a Ayka, su única compañía en la casa. Luego, trae lejanos recuerdos, en los que dos jovencitas. Una de 14. Quien no es otra que ella misma. Y, a otra de 18. La mentada dama Blanquizal, y para entonces su mejor amiga, compartían entre risas jugueteando con las almohadas.Como se divertían en verdad y compartían estas chiquillas.

Pero, también recuerda aquel lugar del que solo pudo salir luego de una difícil noche, pero cuando quiso llegar a su residencia en busca de aquella amiga que parecía ser su apoyo en el momento. No la encontró, solo había un triste espacio vacío y una amable casera que pesarosa le relataba una historia que ni ella por causa del aturdimiento no comprendió. Lo único que al final le importaba a esta, era poder encontrar lo que con tanto interés fue a buscar, y que para su desgracia, tampoco halló, así que anheló morirse y por eso lo buscó con afán, sin hallar resultado alguno. Recorrió en su memoria cada calle y horas que marcaba el reloj, cada persona que sus ojos contemplaron, cada vivencia en el hospedaje a donde vivía y como toda una cachifa tuvo que ayudar a limpiar tantas veces en pago por su estadía.

Hasta que por fin dio con aquella alma buena y generosa que le tendió la mano y a peso de cariño y apoyo la ayudó a superarse personal y profesionalmente hasta convertirse en lo que esta hoy es. Una exitosa profesionista en la confección y fabricación de vestidos, y dueña de los más lujosos almacenes en donde se exhiben y se venden.

— ¡Y hoy creo que ha llegado la hora!, ahora que ya estoy a nivel con la petulante esa, y que nada puede reprocharme con el ánimo de humillarme. Hoy…Hoy, voy a hacer por fin justicia, hoy, saldareis tu deuda Amatista, vais a tener que devolverme lo que es mío— Ríe— Me las pagaras. Vais a comenzar a suplicar piedad el día en que comience mi imparcial resarcimiento, eso… ¡LO JURO!— Vocifera con fuerza y Ayka, su perra puddle oculta la cabeza entre sus patas.

EN LA CASONA BLANQUIZAL:

Ada Lissa, que había estado llorando, por fin se deja ver saliendo por el pasillo que da al despacho; al cruzar por la sala de estar, se hace un poco hacia la ventana que mira al jardín, y a través de la cortina ve a Azucena

—Ahí está la domestica esa!—Exclama y trae a colación la discusión que el día antesambas habían tenido en el despacho — ¡Claro!, y como siempre perdiendo el tiempo con esa estúpida bola de pelos, Jaj, como si aquí solo le pagaran para eso. Estúpida basurera, como la detesto, es… No es más que un estiércol humano, una inservible que lo único que hace no es más que estorbar y ocupar en este mundo un espacio que ni le queda— Agrega y al instante corre hacia afuera.

Allí, busca con sigilo a la jovena quien no se hallaba en el mismo lugar en que estaba cuando la Morticia la vio; caminaba de aquí para allá observando todo, miraba en rincones, en matorrales, hasta que al fin la vio al lado de la piscina

— ¡Ahí estas pobretona estúpida!— Exclama con satisfactoria sonrisa y se impulsa hacia ella. Pero, uno de los guardas de la casa venia justo por el mismo lado en que Ada Lissa estaba, y, a esta no le tocó más que esconderse tras el tronco de un árbol para no ser vista, pues macabra idea le cruzó por la cabeza, y lo que más deseaba era llevarla a cabo— ¡Hush!, muévete de ahí ya viejo estúpido!…Vamos, muévete, muévete ya— Se desespera, pues el hombre no hacía más que dar vueltas en el mismo punto, o si no, dar vueltas justo por el árbol en que se hallaba aquella pantera destructora oculta , por lo que a esta no le quedaba más que dar vueltas rodeando el árbol para no ser descubierta, aun que como podía. Pues cada paso del guarda de seguridad, disminuía por los nervios, un poco del aire de Ada Lissa— ¡Jajjjj!—Suspira —Por fin…Dios, cuánto tiempo se quedó ahí ese hombre, sentí morir de la desesperación— Exclama asida del pecho mientras tomaba un poco de aire y lo veía alejarse. De pronto, vuelve su maquiavélica mirada hacia Azucena que se hallaba de espaldas observando la piscina y en puntillas se deja ir hacia ella. Frente a la muchacha, con gran lozanía le propinó un fuerte empujón hacia el agua.

EN BARCELONA:

La dama misteriosa del acento español, se halla profundamente dormida en el sillón de su terraza, con el puddle junto a ella con su carita recostada sobre las piernas de su ama que justo acariciándolo se privó

Al instante no hace más que moverse desesperada una y otra vez sin parar.

— ¡No, no!— Exclama una y otra vez sacudiendo la cabeza para tratar de despertar—¡No!…¡Noooooooo!—Despierta dando un feroz grito que parecía ahogarse en un estruendoso eco, ydandoun salto— ¡No Dios mío… No, por favor— Llora con impotencia asida de su pecho, no, no lo permitas, por favor no, Dios, no, aún no, te lo ruego. Ay Ayka… No, eso no puede ser, aún no, tengo… Tengo como una opresión rara, algo punzante aquí en mi pecho…Algo así como… No sé, es como una especie de grito con angustia que aturde mi cabeza. Ay Dios mío, noooo—Dice la dama asiéndose por su cabeza de cabello rubio cenizo al tiempo que llora— ¿Qué pasa Ayka? ¿Qué? Señor, por favor…Mi…No, no, por favor Dios, piedad, no— Exclama y su perra recuesta su hocico sobre la pierna de esta desesperada, y la mujer asienta su mano sobre la cabeza de esta.

EN LA CASONA BLANQUIZAL:

— ¡Haaaa!— Grita aterradoramente— ¡Auxilio, me ahog….Auxilioooo, no sé, na-dar, por- favor. Me ah-o-go, ayuda— Gritaba a medias palabras mientras que luchaba con el agua, pero corriendo Ada Lissa,se ocultó de nuevotras otro árbol cerca a la piscina, y por un rato miraba la cruel escena y reía complacida— ¡Siiii!— Ríe a carcajadas— eso es, muérete, muérete maldita basurera de porquería, ya ha sido suficiente con tanto mendigo mísero que tenemos que soportar. Incluidos los de tu barriesucho mugriento ese, como para tener a una así, como tú, metida aquí, no más que pudriéndolo todo, así que muere, vamos, antes me lo agradecerías luego por atreverme a librarte de una vida como esas, tan cargada de miserias… Miserable pepenadora ———Argumenta Ada Lissa cargada de odio, y no se dio cuenta de que hacia como dos minutos llegó un grupito de cuatro guardas de seguridad de la casa. Y que, uno de estos, volteando hacia el árbol en que esta se hallaba escondida, hacia él se dirigió, así que la desgraciada Morticia no tuvo más que apresurarse para perderse de allí, y meterse por la cocina.

— ¿Qué pasó? Señorita ¿Qué pasó? Espere, espere por favor, no se impaciente que ya la vamos a sacar—Dice uno de los guardias, y despojándose rápido de su chaleco se lanza al agua en busca de Azucena, que ya casi se notaba inconsciente

EN LA COCINA:

Ada Lissa con apresuro entra y cierra la puerta desesperada y algo agitada se queda recostada sobre ella tratando de que el aire le regresara. De pronto, se vuelve hacia la puerta y trata de abrirla un poco para mirar hacia afuera y saber qué había sucedido con Azucena.

— ¿Aja?… ¿Y a ti que es lo que te pasa muchacha, por que estas así? — Pregunta Libia parada a sus espaldas, y Ada Lissa pega tremendo salto que por poco se pega del techo.

— ¡Hiiiii!… ¡Me asustó vieja estúpida!— Exclama volviéndose hacia ella y asiéndose de su pecho, pues su corazón se aceleró como nunca de pavor

— ¡Mm!—Se acerca un poco hacia una ventanita y mira a través de ella por un momento— ¿Pues qué pasó que vienes así de agitada, como si te estuvieran persiguiendo?

Ella muy asustada trae a su memoria el momento en queimpeló a Azucena al agua y esta comenzó a ahogarse y tratar de pedir ayuda, después pasa un poco asustada la mano por su cabeza y suspira un poco—¡Yoooo!— Exclama pero luego se calla.

— ¡Tuuuu!… ¡Ay muchacha!, ya, ¿Qué es lo que pasa? Ya me estas es asustando— Agrega Libia muy desesperada

— ¿Ha?…. ¡Nada! ¿Qué va a pasar? Nada, es solo que estoy cansada, ya— Contesta con crudeza

— ¿Segura?— Insiste Libia

— ¡Siiii!—Contesta un poco brusca— ¿Por qué?

Levantando las manos libia— ¡No, no! Por nada, yo solo preguntaba, nada más

—Bueno…Y yo contestando, estamos a mano, ¿No?

—Claro

—Bueno, ¡Ahora sí!

— ¿Ahora sí?

—con permiso me retiro, hay cosas de mayor importancia por hacer, que estar aquí desperdiciando el tiempo con la servidumbre—Contesta y pasa por un lado de Libia para retirarse de la cocina.

—Niña— Llama y Ada Lissa se detiene y queda de espaldas a la cocinera

— ¿Deseas tomar un poco de jugo? Es de sandía. Digo, para ver si te refresca un poco de ese cansancio con el que se nota que has llegado— Pregunta amable

— ¡No!, gracias—Contesta y sigue

—Niña— Llama de nuevo

— ¡Ayyyy!— Se agarra por la cabeza desesperada y se vuelve hacia Libia— ¿Qué señora?… ¿Queeeeeeee?

— ¿No has visto a Azucena?, es que la ando buscando—Pregunta y Ada Lissa siente al instante como una corriente helada le recorre por todo su cuerpo, casi se sintió descubierta por aquella anciana parada en frente suyo

— ¡Noooo!—Contesta con brusquedad de momento y Libia se hecha de para atrás— Digo, no, no…La verdad, es que yo no ando tan pendiente de ella como para ahora estar al tanto de todo cuanto ella hace ¿O sí?— Interpela altanera, producto de su nerviosismo, y luego en fino tongoneo se retira de allí frente a la mirada sorprendida de Libia.

Al instante, unos golpes ensordecedores de carrera se hicieron sentir entrando en la cocina

— ¡Señora Libia!—Grita uno de los guardas de seguridad

— ¡Ay! ¡Muchacho por Dios!—Exclama sobresaltada la anciana dejando ir por los aires un posillado de arroz que apenas había acabado de sacar de la coca— ¡Por poco y me sacas el corazón del susto! Sentí morir, ¿Qué pasa?— Pregunta y el hombre calla solo mirándola— ¡Habla por Dios! No te quedes callado, dime que es lo que te trae ante mí con tanta exasperación

—Es…Es Azucena— Doce

— ¡Azucena!— Se extraña mirando a todos lados de la cocina— ¿Qué? ¿Qué pasa con ella?— Pregunta desesperada más el hombre calla— ¡Muchacho por Dios! Habla pero habla ya—Exige asida de un trapo con el cual secaba sus manos, y luego corre a apretujar el cuello almidonado de la camisa del guarda de seguridad, y este la aparta con delicadeza y comienza a comunicarle todo cuanto pasó con la pobre jovena.

EN EL DESPACHO DE LA CASA

Ada Lissa imperiosa y con aires de grandeza se mese de un lado a otro reposada sobre el sillón giratorio del escritorio de Amatista

— ¡Hajjj! Pobre estúpida—Exclama y ríe complacida pasando por momentos las imágenes de aquel macabro hecho en la piscina—Pero gracias a Dios ahora pudo pasar por fin a mejor vida, con un poco de ayuda, claro, pero al fin está en donde siempre tuvo que haber estado. Claro, es que en realidad no era justo que ni ella ni los demás continuaran conel desafortunio del que hoy fueron librados. Siiii, ella es una sucia e insignificante pepenadora, lo único para lo que servía era para estorbar y ocasionar problemas, no más, lo mejor era que se fuera a descansar ella y de paso todos nosotros—Dice mientras acaricia el cofre de la señora amatista y juega con la tapa de este levantándola y cerrándola—Además, ella es alguien a la cual nadie va a llorar ni mucho menos extrañar a causa de que no los tiene y nunca los ha tenido, y otra razón de peso, es el hecho de no entendernos en nada, aja, por claras razones de lógica que no podrían negarse, ella no era más que una simple muerta de hambre sin clase ni educación, y yo, una mujer inteligente, bella y preparada, una, con todo como para triunfar en esta vida, pero para lograrlo es sabido que hay que luchar bastante y si es necesario quitar todo cuanto obstáculo halla en el camino, ya que estorba y no permite el paso. ¡Dios!— Se carcajea—Cuan inteligente soy, es que ahí, ahí ahí, es donde radica la diferencia entre ambas, en algo que se llama…Inteligencia, y que obvio soy yo quien la tengo.

¡Ay Azucena! Querida, todavía recuerdo aquél día en que te vi por primera vez

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