Hoy no hay colores en el cielo
han caído sobre los tejados, las copas de los árboles y los caminos
pero alguien dice:
«días translúcidos
mi sombra no me pertenece
es de hojalata»
parece un pájaro mecánico que alza el vuelo
los niños corren tras él mientras sus sombras corren tras ellos
-¡un pájaro no alcanza a ver su sombra
porque la deja en el suelo!-
pero es más fino su pico que su oído
desaparece al cruzar el sol.
Yo vi un día la sombra de un avión
era de papel maché y cartulina negra
me sorprendió como se podía jugar con ella
pero entonces mis manos se entretenían entre sueños y lecturas
como si la vida fuera una película en technicolor
estaba un grado más allá de donde se encuentra el norte
un grado más allá de donde hace tanto frío que las imágenes se congelan
y salen polaroids: «niña en camisón a la intemperie de la nevada»
qué querrá decir… ¿Soledad, miedo, belleza, locura?
Una vez leí «La inmortalidad»; Blanco para la nieve:
los colores se han derramado y ya no están en el cielo
este paraíso que habito deja huecos en las paredes
deja a chicos perdidos entre paredes blancas
tendrá que hacerse todo rojo, amapola
asciende hasta las mejillas y la sien
porque el azul mata, el azul muere
«azul» deja que se lo lleve todo la noche
con su costra fría de cangrejo muerto
la noche, negra noche como boca de lobo
márgenes donde no escribo aquello que desconozco
dolor amarillo, magulladura de golpe de columpio
moratón de luz, motas de polvo en suspensión
todo lo que veo es la herida abierta de un camino
los semáforos en verde cuando espero indeciso
mis pasos titubean un nuevo ritmo y voy siempre
mirando al suelo para encontrar esa pluma ahí tirada
como el guiño de un ángel
porque «un pájaro es un ángel inmaduro” (1).
(1) Blanca Andreu, De una chica de provincias que se vino a vivir a un Chagall.
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