I
entre la negra quietud
del lago que se estanca
entre el polvo que ha levantado mi paso
estallan tus labios al abrirse
aún el rugido del fuego
late
en la extensión de las flores
nube altísima de tu presencia
descargada noche a noche
sobre la nación de mis palabras
cuán tangible es la belleza
de un rayo de sol que se estira
para dar vida a una roca
los pies son el camino
este sendero es error o acierto
de antiguos viajeros
el norte se adivina en tu rostro
otras fueron las constelaciones dolorosas
guiando nuestros pasos al fin del mundo
al borde de la oscuridad el abandono
taciturno canto de los náufragos
se hizo diminuto
te escribo a ti
que con sangre debajo de los párpados
emprendiste el viaje a la distancia
sin saber que nuestras raíces
se ensanchan en la misma tierra
te escribo desde el rincón donde despeño mis tardes
donde los barcos
exhaustos
han venido a bien morir
II
frente a una ventana sin luz
observo el derrumbe de lo erguido
en mi palma
las horas dejaron de gestarse
al trazarse nuevos surcos
por encima de las venas
entre las verdades aún eres silencio
fuga irreparable del amanecer
con qué facilidad se apaga el día
sobre el umbral del quiosco
se ve morir al sol de Tepoztlán
las mismas manos se entrelazan
eterno retorno de la despedida
promesa inconclusa
negrura que corre sobre las piedras
hay cuerpos que recuerdan
la embestida del frío
hay noches
que de tan lentas
no alcanzan a abrazar la última hora
ay
soledad
profundísimo pozo
temblor de las arrugas de este cielo
la uña que danza entre cortinas
nos eriza los lomos
con qué facilidad se apaga la vida
habrá que preguntarse
viajeres
si las calles siguen siendo vastas
cuando los caminos nos devuelvan
al principio
cuando nuestra tierra
se levante entre los escombros
habrá que cuestionar
al corazón propio
en dónde nos hemos olvidado
regresar los pasos
echarnos al mar
para encontrar tierra firme
habrá que escuchar latir las olas
cuando nos enfrenten
con la embarcación de los recuerdos
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