Como todos los días al bajar del vagón, caminaba deprisa para llegar pronto a casa, pero aquel día en uno de los pasillos se encontró a niña arrodillada y llorando. Se acercó a ella y preguntó
-¿Te ocurre algo?
-No puedo atarme los cordones de los zapatos.
-¿Y tú mamá? –la niña no respondió-. ¿Te has perdido? –la niña asintió-. Después de atarte los zapatos, te acompaño a la policía para que te lleven a casa
La niña se puso en pie, de repente la mujer se quedó paralizada, un grito de terror salió de su garganta, la pequeña no tenía piernas.
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