Las calles estaban heladas, el suburbio de basura daba asco, pocos transeúntes buscaban la paz a esa hora, eran indigentes buscándose la vida, o quizás era la muerte. Doce de la noche, empezaba un nuevo día, se cruzaba el principio con el fin en un equilibrio sereno pero despiadado, porque el mundo sigue y seguía y aún no veíamos por ningún lado aquel Apocalipsis del que habla la biblia, yo estaba nervioso o no; sino aquella ansiedad que solía imbuirse cada noche, hace años decidió casarse conmigo, como hacen algunos que inventaron el matricidio.
El cigarrillo era un modo de controlar esas insaciables ganas de arrancar mi cabello, de pegarme y subirme contra las paredes o de simplemente buscarle pelea a cualquier indigente que se creyera dueño de las calles y afilará su navaja contra mi estómago, pero esa noche aplacaba mis desencuentros personales con la afable compañía de Camila, era otro tipo de droga para mi vida, otra más. Ella trataba notablemente de comprenderme aunque a veces no entendía de que le hablaba, era muy inteligente siempre muy pila y con bastante interés por esas conversaciones de café caliente que quema los dedos y provoca tirarlo a la PUTA MIERDA, debates donde nadie gana plata pero si mucha más mierda para el cerebro, una mierda MÁS.
Hablábamos de muchas cosas; de amor, de muerte, de vida, de lo de siempre, pero con ella era diferente todas las mujeres suelen asentir a las afirmaciones de un loco con pinta de filósofo pero ella no, era distinta, siempre me contradecía, me argumentaba ingeniosamente,tenía mucha lógica, lástima una lógica muy rosa. A mi me gustaba eso de bajarla de esas nubes rosadas y estrellarla contra las calles duras y ahorcadas de la ciudad, era algo cruel pero no me suelen importar esas cosas, siempre me consuelo pensando que es mejor decir la verdad que ser feliz por ignorancia, así pasábamos las noches y los días. Esa noche decidió marcharse temprano siempre muy cohibida por su madre una vieja evangélica que no ama a sus hijos más que a sus caprichos religiosos llenos de fanatismo donde no existe compasión sino imposición. Recordé que la conocí de una forma muy normal, sin esperar ver nada especial en alguien así.
Esa tarde me dirigía al cine club a ver una película Independiente de esas extranjeras que a veces aburren mucho y otras tantas nos sorprenden. Estaba caminando porque no me gusta desde que no sea necesario enriquecer los bolsillos de otros, soy un maldito egoísta, escoria humana que aún respira pero ya camina como los muertos con mucha inercia en sus párpados. Iba por esas calles como si fuera sin rumbo pero sabía muy bien donde pisaba, cuando de repente alguien me preguntó la hora,
Dije: No tengo, y la voz sencilla de una mujer me respondió: pero si tiene un reloj en su mano, ¿Acaso no le funciona? No pude evitar sonreír acaso era tan tonta que no notaba mi antipatía, eso fue curioso así que decidí darle una mirada, eran las 6 PM, era una chica sencilla, vestía de una forma alternativa por así decirlo con unas gafas de marco negro, unos ojos cafecitos de esos que inspiran mucha ternura, unos labios carnosos que inspiran lujuria, un cuadro la verdad muy interesante.
Le dije la hora y proseguí mi camino sin más. Llegué al cine club y casualmente me la encontré, causalidades de la vida, charlamos banalidades, tomamos café, intercambiamos números, empezamos a salir, me enamoré y aquí estoy como un imbécil drogado de pasión hasta el día de hoy.
Esa día nos citamos a las doce para que cocináramos juntos y charláramos, algo muy romántico para mi gusto pero la hacía feliz a ella, lo que hace uno cuando esta tragado, se vuelve ciego e inmensamente ridículo, luego cuando pasa el tiempo y como cosa normal pasa, nos sentimos patéticos pensamos, casi juramos que no lo volveremos hacer pero de nuevo nos volvemos a meter en ese peligroso juego de amor.
Comimos tranquilos, luego salimos a caminar para bajar la llenura, nos encontramos un café y allí nos sentamos a fumar, era una chica muy dulce aunque a veces se esforzaba en parecer una mujer dura simplemente me daba la impresión de un suspiro que con el más mínimo daño se derrumba.
Me preguntó:
-¿Me amarás para siempre? Dime la verdad, no lo que yo quiero escuchar, siempre eres muy parco,-sonrío- no sé ni porque hago la observación si tu nunca mientes aunque con eso cambiarás cosas para bien, a veces mentir piadosamente no esta mal.
– Camilita, mi amor que te dijera obviamente para siempre es mucho tiempo pero ahora te amo con locura y pues claro que afirmaría que eternamente seré tuyo, pero quizás en unos meses toda esta efusividad acabe, y el tiempo termine siendo verdugo de nuestra pasión.
-Bueno digamos que esta vez la respuesta en tan sincera que no puedo objetar nada, pero me gustaría congelar estas emociones, no sentirlas más, que mi amor te perteneciera a ti para siempre.
-Gracias pero es una carga muy pesada y así no lo quieras algún día esto morirá.
¿Y no hay alguna forma de cambiar eso?
-No sé…
No dijo nada más simplemente se quedó pensativa. Y cambiamos el tema.
-Esta noche hay una fiesta, ¿Quieres acompañarme?-Dijo
-Fiesta de qué o qué, dónde, por qué-
-El cumple de una amiga, gente, licor, música.
-¿Qué música?
-La normal.
-¿Te molestaría ir sola?
-Sí, pero no vale nada que lo diga.
-Tú no entiendes Suspiro violeta pero a mí esa bulla me sube a máximo mi problema de ansiedad.
-Lástima que sea una excusa tan real. Te amo
– Vayámonos ya.
Pasaron días sin que pudiera verla, los dos teníamos distintas ocupaciones pero nos enviábamos notas sencillas para saber uno del otro, ella un día me escribió: “Loquito, descubriré la forma de congelarte. «Yo le envíe una que decía: “ Suspiro violetita, desenredaré la timidez de tu cuerpo, succionaré todos tus deseos, seré un genio loco que busqué la geometría de tus sentimientos, haga ecuaciones para descubrir tu cielo y abrir la cerradura de tus labios”. Pasamos muchos días así, otra que le envíe decía: “Esta noche he peleado con mis espejos, no logré sacarte de mis reflejos y ellos, los míos decidieron huir y dejarte a solas en la habitación espejo que guardaba sigilosamente lo que nunca te he dicho, no se si ya corriste a contártelo pero estoy nervioso de estar infraganti ante una mujer de sexo violeta”
Nos volvimos a ver, un viernes, los viernes casi siempre solíamos tener sexo, esa noche cumplió todas las fantasías que había sacado de mi espejo, escuché de sus labios rojos susurros de blasfemias creo que eso la excitaba, beso y descubrió placeres que ignoraba, en cada orgasmo, en cada súbita muerte que tuvo me decía cuanto me amaba, esa noche de agujeros en mis entrañas, de soles rojos que veía pasar por la ventana, esos que sólo se ven de noche teniendo sexo salvaje, estuvo fantástica y después de tanto dale que te pego, dormí profundamente a mi parecer Morfeo estaba envidioso y casi me mata de sueño.
Al otro día cuando desperté, tenía todo el cuerpo lleno de sangre, mis uñas, mis dedos, mi boca.
A mi lado una bandeja, una nota y un resto de partes que no quise mirar con detenimiento.
La nota decía: Aquí tienes tu desayuno, he descubierto la forma de que mi amor por ti se congele en la amargura del tiempo, bebe mi sangre, llena tu cuerpo, hazme parte de tus desechos, déjame recorrer tus venas, déjame amarte por siempre, ya lo entendí, creé mi forma de amarte para siempre.
En la mesa todo está servido,
Mi cuerpo descansa
Como una flor en un extraño jardín.
Los cubiertos ansiosos de empezar la faena,
El jugo sabor a sangre,
Los platos ojalá de huesos.
He aquí mi amor:
Un corazón que aún palpita,
Su salsa son las lágrimas,
Porque has aprendido que amar es ausencia.
Deseamos más lo que no está,
Que lo que está.
Que inicie el banquete,
Sabré a que sabe el amor.
Mientras mis lágrimas caían pero no de tristeza sino de júbilo porque sabia que ella había hecho lo que deseaba, me paré por los cubiertos, empecé a comer, creo que nadie podría entender el gusto que mi lengua y mis sentidos saborearon en esa sangre y en esos fragmentos de cuerpo yerto, después para mayor alegría vi en su mirada una mujer que ha sido querida y feliz.
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