TREINTA MIL PETALOS

TREINTA MIL PETALOS

TREINTA MIL PÉTALOS

El libro de mi corazón

entre sus hojas,

guarda

los tersos pétalos

del cáliz irredento

de flores argentinas

deshojadas,

en medio

de las sombras

y el silencio.

Mi corazón, su corazón acéfalo.

Fuimos testigos:

en nuestra primavera,

al mediodía, de golpe

se nos cayó la noche

con un golpe

plagado de murciélagos

y cuervos,

nos chuparon la sangre,

nos sacaron la niña

de los ojos,

sepultaron la luz,

la tierra se enlutó,

se hizo invisible,

desapareció del mundo

el arcoiris.

y se pobló

de ausencias,

de exiliados,

de enterrados en vida,

amortajados

de arrastradas cadenas,

de mordazas,

de silencios llenos de alaridos,

de gemidos

de los tallos tronchados

de néctar derramado

de polen esparcido

de ruiseñores muertos

de preguntas a sordos

de mentiras

de ciegos

de báculos perdidos

de búsquedas

de madres

de rondas

de pañuelos

de locas

de la plaza

de mayo

de pirámides

de cenizas

de azucenas de bronce

sin jardines

de flores

de sus pétalos

de corazones huérfanos

de huesitos tiernos

de desaparecidos

Treinta mil pétalos

laten tersos

ahora y siempre:

Presentes!

Mientras yo viva!

Mi corazón abierto

entre sus hojas

guarda sus pétalos

los cobija

escucho su latir,

el aleteo herido

de sus cuerpos,

los tanteo,

les lamo las heridas

como un perro

acaricio su piel

paladeo su aliento

de su néctar y polen

me alimento!

palpo la inmensidad

del cielo de sus pensamientos,

escucho sus reclamos,

respiro el aroma

de su esencia,

su perfume,

el aceite

de lámparas votivas

iluminan la siembra

en nuevas primaveras

del purpura de abejas

de su dulce semilla,

brotan por todas partes

las magnolias,

las violetas,

los nardos,

crecen entre las grietas

de paredes,

las rosas,

los claveles,

adornan las chapas

de los techos de villas,

las orquídeas,

nenúfares y lotos

nadan en el río

más ancho de este mundo

y la calle más ancha

y la más larga

se perfuma de jazmines

y lirios.

Su corazón, mi corazón abierto:

Siemprevivas en mí,

Treinta mil pétalos.

RESUCITANDO

Comidos por la muerte, por la cárcel,
por las bocas cerradas con cadenas,
por los cuervos sacándonos los ojos,
los vampiros chupando nuestra sangre,
nuestra vida comida por la guerra
por un golpe, de golpe, con un golpe.

Nosotros, en el gólgota hispano,
abriremos la tierra con los dientes
alzaremos los huesos de las manos
para aplastar al odio y a la muerte
jornaleros del pan resucitaremos
en la voz de los que no olvidaron

Resucitando,
a pesar del olvido y el silencio;
del odio y la sordera de unos cuantos,
gritaremos al mundo nuestros nombres,
para quedar grabados en la historia.
Y en la memoria viva del recuerdo:
derrotaremos la mentira…
Resucitando.

QUIEN QUIERA OIR QUE OIGA

“Cosas veredes Sancho que harán fablar las piedras”

Ha salido suspendido el juez de la justicia.

A ese hombre, con nombre de rey mago,

respetado en el mundo, lo castigan

por combatir crímenes aberrantes,

indescriptibles, de lesa humanidad imprescriptibles !

En esta su ínsula ibérica, cementerio blanqueado,

junta de inquisidores conjurados, le abren un juicio oral:

se lo quieren comer, asesinos caníbales,

terroristas, traficantes, corruptos, dictadores,

famélicos picoteando su carne, bailotean,

cantando cara al sol, los negros cuervos,

saludan, mano en alto, al Tribunal Supremo

y al Consejo en pleno del Poder Judicial

“¡Cosas veredes Sancho que harán fablar las piedras!”

Y llorar, esas cuencas vacías, en el barro insepulto de cunetas,

como a chorros ,de tinta, lloran las rotativas

mientras huyen de espanto, peregrinas palomas,

al ver en el banquillo, sentada, la Justicia española.

Yo me quedo asombrada, indignada, temblando

Apelo a la conciencia de caínes y abeles.

¿Acaso sea posible esconder tanto crimen,

y borrar del recuerdo la memoria enterrada?

¡Ya sé que la justicia no es reino de este mundo!

Mas sé que rasgarán sus tumbas las silenciadas voces.

Y a la cita puntual, acudirán de todas partes,

saliendo de sus fosas: ¡los desaparecidos!

Y en esta tierra mía, trasnochados espectros jardineros,

sembrarán pensamientos, que broten de su sangre,

ríos, que laven y curen las heridas abiertas de sus huesos.

_ “¡Perdónalos señor porque no saben!”, ríen

desenterradas calaveras del gólgota hispano.

–“Ama a tu prójimo como a ti mismo!” dicen,

que era el único mandamiento y lo olvidaron.

– Hay que tejer de nuevo nuestra historia,

-Agregarle también la voz de los vencidos,

-Inscribir nuestros nombres, para que no se olviden,

-Y descansar por fin,

en el último abrazo de la despedida

que no pudimos darnos.

….

¡Cosas veredes Sancho que harán fablar las piedras!”

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