a C.
Hace cien mil años que ya no leo nada
Me arremeten las palabras que no escribo
Me estrangula todo lo que queriendo ser dicho no dije
pero al final da igual
porque mañana tú ya no serás la misma
y yo, yo me encontraré perdido entre rocas
hablando con los peces
de ti
comentando con las salamandras o las gaviotas que te perdí por obstinación
por falta de fe
por exceso de líbido
pero da igual al final
lo que los demás piensen de mí
o de ti
y de mí o de ti juntos o
por separado.
Hoy. Veía a los vencejos lanzarse y casi rozar
el agua
en que echábamos carreras
(donde yo siempre te dejaba ganar y tú
disimulabas alegre como si no te dieras cuenta)
jugaban como cada mañana, imagino,
nunca antes me paré a mirarlos
(¿fue acaso eso vivir?)
pero no pienso perdérmelos nunca más
(si vuelven, si vuelven claro)
mañana estaré allí con ellos, mirándolos casi acariciar el agua
para luego posarse sobre cualquier rama quebrada
y al día siguiente estaré con ellos de nuevo
y al día siguiente
y al día siguiente
y quizá al día siguiente ya no piense en ti
solo en los vencejos y su vuelo peligrosísimo a un centímetro del agua,
y en la tempestad de cada nueva mañana
desde que hace cien mil años que ya no leo nada
solo por evitar encontrarme con palabras
que a cuchilladas
me recuerden a ti
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