Saṃsāra

Casi terminaba la segunda noche, el crepúsculo espantaba las últimas estrellas. La tenue luminosidad del alba nos devolvía a la realidad y nos despojaba de los colores de ensueño que adornaron la noche. El caleidoscopio de la vida detenía suavemente su excitación, los electrones giraban cada vez más lentamente alrededor de los núcleos atómicos. En el silencio de la estrellas, habita aún mi yo. Alejándose de nosotros pacíficamente.

“Odiaría ser una maquina y que la vida no me arrastre a la muerte, una calculadora que prediga la realidad siempre correctamente”

Despierta con tu ausencia. Encuentra a la realidad mutilando el recuerdo de tu aroma en la almohada. Esa evocación tuya que parecía infatigable ahora pasa a pagar sus deudas. Parece que siempre estamos rodeados de esta exquisita soledad, pero nunca la apreciamos. Esa soledad inmutable tú la comprendes bien ahora. La vida del humano es una cárcel, siempre lo ha sido. El tiempo sin ti lo abruma. Que todo siga fluyendo lentamente sin importar que, parece más un castigo que una recompensa. Aunque era primavera y el paisaje estaba dominado por el color verde hasta la lejanía donde apenas se podía posar la visión, el frio seguía siendo demasiado cruento. Los primeros días fueron de recelo hacia aquellos pequeños bulbos que agonizaban. Pero al cabo de una semana brotó un verde y pequeño ápice de la tierra santa. Bienvenida al drama de la vida nuevamente.

Así pasó una pequeña temporada llena de noches plagadas de estrellas lejanas y soledad absoluta. La pequeña prolongación delgada y verde que se asomaba en la tierra se convirtió en tres flores hermosas de color azul violáceo. Los sueños de la noche en que abrieron los botones fueron los más tranquilos de toda la estancia en la montaña. Entretuvo a las últimas horas admirando aquellas flores, reconociendo en sus sutilezas a la compañera fugitiva. En cada aroma exhalado, en cada filo de las hojas, en cada tono purpúreo de sus pétalos. Recordar la primera ley de la termodinámica lo reconfortó durante esos días, nada se crea, nada se destruye. Todo sigue igual, nada ha cambiado bajo el eterno ojo del sol y nada cambiará. Para encontrarte nuevamente, partió del mundo cuando la luna se alcanzaba a ver completa y su silueta plateada contrastaba con la oscuridad infinita del universo. Todo para quedar nuevamente atrapado en esta prisión cuyo cerrojo es el ir y venir de materia, energía y tiempo. – Tarde o temprano volveremos a encontrarnos en el centro de esta celda eterna-

Fin del breve manual sobre la tristeza.

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