Resignación

Por azar o por destino estamos aquí, viviendo en la única región del universo que puede engendrar tristeza. Inmersos en un flujo de tiempo eternamente equilibrado que da sentido a todo cuanto alcanza. La luz que parece eterna azotando la tierra sembrada de moléculas inestables y complejas. El tiempo creador de realidad acariciando el espacio perpetuamente. Por el tiempo fluye la existencia. Y nosotros dentro de él, nos damos cuenta que solo somos una reflexión secreta del universo sobre sí mismo. Aquí el Yo es juez y parte. De una manera rudimentaria percibe el mundo y lo que mejor percibe es el caos. El en si mismo delimita un espacio donde el caos engendra conciencia. Y ante ésta conciencia se revela lo inevitable, la eterna pregunta que nos lleva a mirar “el cambio”. La evolución se hace tangible creando cosas delicadas existiendo efímeras en sitios adecuados del tiempo. El sentido de la existencia de todo lo que puede conocerse parece reducirse a instantes de comunión entre suceso y observador del suceso. Viajando a través de una escena que se repite infinitamente en un sistema de almacenamiento de memoria cualquiera; sentado sobre una colina observa a la estrella más cercana devorar el rocío que pende en el límite del pétalo de una flor.

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