Humanidades de piedra

Humanidades de piedra

La compra

Alguien quería venderme un montón de piedras

y yo las compré a todas.

Mi mujer dijo que no existía forma más pueril

de gastarnos la jornada.

¿No creerán acaso que podremos alimentarnos

a base de rocas?

Un platillo de minerales para la señora,

sí, claro.

Pero yo sentí que me había ganado algo grande,

mi buen billete de lotería.

Las lavé entonces con un detergente

que casi me pulveriza las manos.

Yo agachado,

yo lavando y fregando.

Luego las volví a raspar con un cepillo de acero,

y les saqué los restos de tierra y humedad.

No sé qué haré con este montón de cachivaches,

como dice mi esposa,

el apartamento está lleno

y ya no me queda lugar para esconderlas.

Sin embargo, a veces, cuando me despierto de noche,

y todo lo que me rodea sabe a oportunidad perdida,

una de esas noches en que tengo que cachetearme fuerte

para darme ánimos,

miro entonces debajo de la cama,

y el solo mirar,

el solo ver que siguen allí abajo,

como enterradas, casi muertas,

“a punto de estirar la pata”,

puede tranquilizarme lo suficiente

como para cerrar los ojos

y volver a dormir.

Voluntad

Con la voluntad de vivir de una piedra

me aferro al último sueño:

el de verme caer al fondo de un río

por una mano cualquiera que me arroja.

Frágil

Te vas a caer muchas veces

y es probable que no te levantes

en esta película ya no quedan

personajes secundarios.

Puede que entres en un túnel oscuro

y nadie esté esperando por ti

al final del camino.

O puede simplemente que

en uno de esos días,

cuando las frases de aliento

ya no te funcionen,

decidas marcharte.

Pero entonces,

pero entonces.

Podría seguir enumerando,

las malas decisiones,

lo que llamamos tiempo perdido.

Yo sé que tú eres como yo

y que en mitad de este

bosque negro

nos gustaría tomarnos de la mano,

abrazarnos

como dos amantes empedernidos

bajo ese árbol de nogal.

Pero nada de eso,

porque yo estoy ahora

escribiendo en una noche cualquiera,

en un tren de carga

que me lleva a algún sitio

para decirte que no estás solo,

suena tonto,

yo escribiendo para nadie

y afirmando cosas que me gustaría oír.

Pero en cambio te las digo a ti,

el bueno para nada,

el que está a mi lado

y aún no lo sabe.

yo te escribo

yo me escribo,

entonces estamos juntos

y ya no tengo miedo.

Antigua raza

Una raza antigua de piedras

vino a golpear el portón de la noche,

el de las oportunidades perdidas.

Era mi puerta que se abría,

una puerta hecha de hendijas,

con hendiduras.

Entonces alguien abrió.

La mano secreta puso un golpe de barro,

todo como para decir basta.

Esta casita,

esta casita puede venirse abajo

si otro viento sopla fuerte desde el norte.

Esta casita ya no es de ninguno de nosotros

y les prometo a todos que no se derrumbará.

Hombre perdido

Hombre perdido en el desierto

camina bajo el ardiente sol de la tarde

con una pequeña piedra en la boca

que sirve para salivar,

para engañar la sed.

Hombre perdido camina

sin saber que no va a ningún lado,

ni que ya no habrá ningún oasis

que lo pueda salvar.

Hombre perdido,

¡Deberías haber tragado ya esa maldita piedra!

El hombre pone…

El hombre pone una piedra contra otra

y apila un montón de juramentos.

Le está dando forma a su torre de marfil.

Eso está haciendo.

Por las tardes me gusta espiarlo,

entre los árboles viejos del bosque.

Hace horas que construye con paciencia

una sombra solitaria

en medio del río.

Llueve.

Y el hombre empieza

a perder la paciencia, como todos,

y con la mano que alzaba cada pedacito de mármol,

parte de un golpe,

o más bien derriba,

lo poco que quedaba de la esperanza.

La palabra piedra

Yo les voy a dar a todos el mejor poema:

voy a escribir la palabra piedra.

Ahora escribo entonces la palabra piedra.

Y la palabra piedra es la única palabra.

Todo lo que ustedes podrán escribir nunca será verdad

porque nunca tendrá la palabra piedra

aunque la escriban cien veces

o mil veces

o un millón de veces.

Esta es la palabra piedra.

La que nunca,

jamás,

nadie me robará.


Hacía poco tiempo

yo vivía feliz en un mundo

donde la palabra piedra me pertenecía,

enteramente.

Entonces todas las mañanas

podía abrir los ojos y decir

¡Gracias a Dios que tengo la palabra piedra!

Me paseaba con la seguridad

de tenerla bajo mi brazo,

de poder alzarla como a un niño pequeño.

Siempre a mi disposición.

Pero ahora se ha ido,

quizás por arte de magia,

o de algún encantamiento,

creyendo que no era mía,

cuando todos sabemos que siempre lo fue.

¡Ah, maldita sea!

Entregaría de buen grado a mi esposa,

cedería con gusto todas mis posesiones

con tal de volver a tenerla.


Dos días

Tres días

¿Quién fue el bastardo que se la ha llevado?

¿Cómo fue posible?

Me lo pregunto todas las noches.

¡Maldita sea!


Hoy ha vuelto,

sí, acá estás nuevamente conmigo.


Se fue.


La piedra.

Lo que no me toca

Yo no finjo dolor

por lo que no me toca.

Entonces no hay condenados

en este patíbulo mientras no sea

yo

el de las ropas a rayas.

El sufrimiento de los otros

me es indiferente, como cuando

al caminar

voy aplastando hormigas.

No quiero escribir nada

porque no creo en las proclamas

y los versos son para los débiles.

Soy débil.

Pero al menos no finjo dolor

por lo que no me toca.

Profecía

En esta humanidad de piedra

ya nadie podrá esconderse

bajo ninguna sombra.

Y será el fin.

Vamos a llevárnoslas…

Vamos a llevárnoslas a todas.

Entonces caminamos enceguecidos

por la fiebre de tener al alcance de la mano

miles de piedras

como monedas de oro.

Porque hay otras cosas también

Fíjese que en este poema

no voy a escribir sobre las piedras.

No.

Escribiré sobre árboles y fuentes

Agua que cae…

Agua que sube…

Porque hay otras cosas también

y ahora finalmente las veo.

Las estoy viendo,

yo que me creía hechizado por el conjuro

de unas cuantas piedras.

Sí, claro.

Hay árboles, hay perros,

una casa, dos casas, tres casas…

¡Ah maldita sea, a quién engaño!

Si yo quería escribir sobre las piedras.

Será todo

Habrá un mundo en el que sólo seremos

tres

o cuatro piedras.

Piénsese en el sol pegando contra una gran piedra.

Todos los días.

Eso,

será todo.

Mala noticia

Hoy me han dado

una mala noticia.

Es realmente una mala noticia

yo que no esperaba novedades.

Pero ésta sí que se lleva todos los premios.

Esta va a tener la oportunidad

de verdaderamente tumbarme.

Me ha agarrado de noche

y solo,

pero no estoy ebrio,

como casi siempre que llaman por teléfono,

atendí.

La voz era más bien apagada

me comunicaba

que era una mala noticia.

Es que es tan mala la noticia

que cuando me la dieron

creí que me estaban jugando una broma,

como cuando les hacemos creer

a los viejos amigos

que se han sacado la lotería,

aún sin haber nunca apostado,

ni comprado billete.

No se trataba de difuntos,

ni de cosas parecidas a negros cajones,

era verdaderamente una mala noticia.

Después fui al espejo

y articulé cualquier mueca

para ver si había ánimo.

Tenía la cara de los portadores,

de los que sin haberlo previsto

se han topado con esa curiosa piedra.

Hoy me han dado una mala noticia.

Laucha

Cuando levanté la gran piedra

la laucha se movió lenta.

Podría haber sido una lagartija,

pero era una laucha.

En este río,

donde nada proyecta sombra,

hay lauchas, lagartijas, serpientes

y hasta seres humanos

con cabezas cuadradas

que no saben,

nunca aprendieron,

cuando decir basta.

Prisionero

Ya las he contado innumerables veces,

a las piedras,

esperando la sombra que me entregue la cuerda.

Entonces,

la pondré sobre mis hombros y la anudaré

dulcemente,

sobre el afilado cuello.

Abracadabra, dirán,

ahora subido

al cálido taburete.

Abracadabra,

y desaparecer como en un acto de magia.

Escape

Entre las grietas,

alguno de los esclavos

ha olvidado un pelo,

un pelo blanco de arena.

Puedo estar tirado 20 horas al día

mirando la encrucijada que me presenta

ese pelo que cuelga de la juntura

de dos piedras.

Puedo también llamar al guardiacárceles

que abrirá la puerta

y se colocará junto a mí

mirando hasta el alba

el hechizo de un pelo que cuelga,

mientras yo escapo

y cierro nuevamente la puerta.

En el aire

Un puñado de piedras

fue a parar a la mano enemiga.

En el aire

se mueven como pájaros

dispuestos a alcanzar a su presa,

que en este caso soy yo.

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