CAPÍTULO 8
15 de Octubre. Me calcé un café y un bollicao para desayunar de lo nerviosa que estaba. Y a punto estuve de ir a por la pastilla de chocolate, pero me contuve. Respiré profundamente, e infundiéndome valor, me animé a realizar la maldita llamada.
Levanté el auricular del viejo teléfono de mi casa que aún conservo, más porque me encanta el rollo vintage, que por lo bien que funciona; y es que, a veces, parece que oyes voces de ultratumba. Levanté el auricular… y lo dejé caer de nuevo. Me pesaba en las manos. Venga Alicia… no seas una cobarde de mierda. Coge el teléfono y habla con él. Puedes hacerlo…
Me daba miedo escuchar su voz. Me daba miedo oír ese tono sexy y cadencioso, y recordar ese susurrar palabras a mi oído… y desear volver a escucharlas. Quería estar convencida de las decisiones tomadas y temía que me entraran las dudas al escuchar su voz. Pero necesitaba solucionar mi problemilla laboral, y si me tenía que tragar mi orgullo, lo iba a hacer.
Llamé… pero a su casa. Si no estaba podía lidiar mejor con el contestador que con Ramón. Escuché el primer tono del teléfono y un nudo se instaló en mi estómago. El segundo… y ya tenía la tentación de colgar. El tercero… no está, ya llamaré más tarde…
_ Residencia de Ramón Jáuregui… ¿dígame? _ Y no era su voz. Y no me susurró al oido. Y no sentí dudas. Lo que sentí fueron unos enfermizos celos al escuchar a la estirada Barbie-inteligente-sexi de su agente al otro lado de la línea. ¡A las ocho y media de la mañana!
Colgué. Claro que colgué. Como cobarde que soy, no podía hacer otra cosa. No me vi capaz de enfrentarme a mantener una conversación con Paula. Sencillamente dejé que mis instintos asesinos salieran a flote, y deseé agarrarla del pelo y romperle todos y cada uno de sus pares de gafas. Aporreé el teléfono repetidamente con frustración. Joder con la Barbie… no perdía el tiempo. ¿Y Ramón? Menos mal que estaba triste y desolado… Pero ¿qué me pasaba? Mi reacción no era normal… ¿o sí? Me alejé del teléfono como si quemará y me puse a limpiar como una posesa para intentar tranquilizarme. Tranquila no me quedé, porque la cabeza me echaba humo, pero la casa se quedó como los chorros del oro.
No quería sentir celos. Yo no quería volver a mi vida anterior con Ramón. No era feliz con él. O, al menos, no lo suficiente. O, mejor dicho, no como yo quería serlo. No sé si me explico bien. Yo quería mucho a Ramón y me gustaba la vida cómoda que me daba. Pero, ese era el problema. Que no quería limitarme a estar cómoda sino vivir como yo quería, equivocarme unas cuantas veces y buscar mi camino. ¿Que no sabía bien cuál era ese camino? ¿Y qué? Ya lo encontraría, pero lo haría por mí misma. Me hubiera gustado que fuera con su apoyo, con su compañía, compartiendo noches, días, experiencias juntos. Me hubiera gustado recibir sus consejos y críticas, igual que yo le daba los míos en su trabajo. Pero él se limitó a construirme una vida a su medida. Lo dejé a tiempo. A tiempo de no hacernos más daño. A tiempo de no acabar ahogada en él. Pero eso no significaba que no me doliera ver que se tiraba a la asquerosa de su agente literaria, ¿no? Estaba tremendamente celosa, enfadada y rabiosa. Me estaba comportando como una egoísta. ¿Qué quería? Habían pasado dos meses, y no habíamos hablado ni una sola vez. No podía esperar que un hombre como él, inteligente, atractivo y con éxito, se mantuviera célibe por mí. Pero si yo misma llevaba toda la semana fantaseando con Hugo. No podía reprocharle nada, pero tenía un océano de rabia en mi interior que no podía contener. Y el océano se desbordó en forma de lágrimas. Me dejé caer al suelo, diciéndome a mí misma que era la última vez que me permitía llorar por Ramón y dudar de mis decisiones. Aunque un poco de autocompasión tampoco iba a hacerme daño.
Y allí sobre la alfombra del salón, llenando de lágrimas el sofá y sorbiéndome los mocos estaba, cuando sonó el teléfono. Si no llego a estar en el suelo, me caigo de culo. Casi me da un patatús. ¡El identificador de llamada!
_ Dios, dios, dios… Joder, joder, joder… ¡¡¡¡¿¿¿¿Qué hago????!!!! No contesto. ¡No! Contesto y le digo que como el teléfono está más allí que aquí… pues… se ha cortado. Eso. Eso voy a hacer.
Cojo el teléfono, descuelgo acojonada perdida y contesto ¿quién es? Con vocecita de pitiminí. Uff, que gilipollas soy…
_ Hola, buenos días, ¿Alicia Fernández?… Le llamo del departamento de recursos humanos de…
Por fin lo había conseguido. Mi primera entrevista en una editorial importante. No podía creerlo. Salvada por la campana y matando dos pájaros de un tiro. Aunque a los que tenía ganas de cargarme eran a la Barbie-inteligente-sexi y al pajarraco de Ramón, me conformé con el alivio de saber que me libraba de nuevo de enfrentar una situación desagradable. Cual cobarde de manual que soy… enterré los celos al fondo, muy al fondo del armario del trastero, y me dediqué a celebrar que había conseguido que me llamaran por mi misma, sin ayuda del que yo me sé, y que estaba a un paso de conseguir el que podía ser el trabajo de mi vida. Y, por supuesto, llamé a las SS para contárselo. Lo del trabajo, que lo de mi pequeño e insignificante ataque de celos, que había hecho que mi casa estuviera reluciente, me lo callé cual puta que soy. Eh! os recuerdo que lo había guardado muy bien guardado…y no estaba yo en ese momento para bajar al trastero…
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