CAPÍTULO 6
El mes de septiembre pasó muy rápido, entre tanto desmontar y montar la casa, y el otoño se me echó encima sin casi darme cuenta. El otoño siempre ha sido la época del año que más me gusta. Ese cambio que se avecina, esa vuelta a la realidad después del caótico verano, los colores de los árboles, la melancolía del ambiente, los días de viento…, no sé qué es pero me encanta. Susana siempre me dice con malicia que me gusta por la ropa que puedo ponerme. Y puede que un poco por eso también, porque es una época muy cómoda para vestirse. Ni mucho frío ni mucho calor. Pantalones, faldas, y vestidos ligeros con una chaqueta y listo, aderezados con todo tipo de calzado: zapatos, botines o botas. Definitivamente me entusiasma la ropa de otoño.
Pero el viento otoñal empujó unos nubarrones muy negros sobre mí: ¿Qué hacer con mi futuro laboral? Tenía que decidirme y llevaba una losa muy pesada sobre mis hombros, emperrada como estaba en no tener nada que ver con Ramón. Me daba miedo hasta coger el teléfono y marcar su número. No sabía qué hacer ni cómo podía reaccionar al escuchar su voz. Puede que también fuera un poco por orgullo. No quería depender de nadie para rehacer mi vida. Pero una no puede aislarse del mundo, hay que saber pedir ayuda cuando se necesita. Así que me puse de fecha límite para llamarlo el 15 de octubre y me dediqué a mandar currículos, a periódicos, revistas, editoriales y hasta visité academias y centros escolares, aunque no sabía yo si, de darse el caso, iba a ser capaz de lidiar con una panda de adolescentes con las hormonas revolucionadas que lo último que quieren es leer a los clásicos o hacer análisis sintáctico. Para mi desesperación, no me llamó nadie.
Una tarde, tomando café en el Alejandría mientras charlaba de todo y de nada con Lola, la encantadora propietaria con la que había hecho tan buenas migas, se me ocurrió una idea, que aunque no me reportaría muchos beneficios económicos, por lo menos podía mantener mi mente ocupada.
_Mañana hay una presentación de un libro que puede que te guste._ me comentaba Lola_ Espera que por aquí tengo un ejemplar, la autora aún no me ha traído el resto de libros…, seguro que será un éxito… tiene que estar por aquí…
Mientras hablaba sin parar, rebuscaba en una montaña de novelas que tenía junto al mostrador para recolocar en las estanterías, mientras tintineaban las pulseras de colores en sus muñecas.
_ ¿Ya lo has leído Lola?_ le pregunté.
_ ¡Claro! Lo devoré en dos días. Es una autora local muy divertida, escribe chic lit, novela romántica muy gamberra, ya sabes. Es una chica divertidísima y encantadora. Si vienes te la presento, a ver si os podéis ayudar mutuamente. ¡Ah! Aquí está el libro.
Me tendió con decisión un libro con la portada turquesa muy chillona, donde se podía ver un pie de mujer, con un taconazo de infarto pisando encima de una montaña de libros. Giré para leer la contraportada y me sorprendí al ver que lo había auto publicado la misma autora.
_ Me da que es un poco autobiográfico, porque la protagonista es una bloguera que escribe sobre sus aventuras y desventuras amorosas, que son un completo desastre, parece sexo en Nueva York a la española.
_ Y la autora ¿también escribe un blog?
_ Sí, por eso lo digo. En la contraportada está la dirección. Beita no sé qué, se llama. Llévate el libro y lo ojeas esta noche si quieres, te lo presto.
_ Uy, si me gusta, hasta que no llegue a la última página no paro. Muchas gracias Lola. Por cierto el que te compré la semana pasada me gustó muchísimo. Gracias por la recomendación.
Cogí el libro que me tendía y decidí leerlo y también echarle un vistazo al blog esa noche en casa. Y entonces pensé, que no era tan mala idea conocer a la autora, y que ahora que estaba tan de moda la auto publicación, puede que ella me pusiera en contacto con otros autores que necesitaran edición o corrección en sus obras antes de publicarse ellos mismos. Era una idea genial, y me auto convencí de que saldría bien. Aquel día volví a casa viendo la luz del otoño un poco más luminosa por fin, aunque al día siguiente me levanté con ojeras, porque entre el libro y el blog no dormí más que tres o cuatro horas. Y tenía razón Lola, pasé tanto tiempo leyendo como riendo.
Al día siguiente, me puse un vestido negro, botines y cazadora de cuero marrón y fui a la presentación en el Alejandría donde había quedado con Susana, que es una lectora de novela romántica empedernida y estas cosas literarias le encantan. Quedamos en encontrarnos en la puerta, pero no llegaba, y ya estaba yo pensando en entrar para coger sitio, cuando apareció repiqueteando con los tacones, a toda prisa, y enfundada en unos vaqueros negros ajustados, con una camisa roja y la americana en la mano.
_ ¡Ay! Creía que no llegaba. _dijo dándome un par de besos rápidos _Es que uno de mis hombres ha vomitado, el otro ha pisado la vomitera y la ha repartido por todo el salón y al tercero se le ha hecho un mundo limpiarlo todo sin mí. Parece que cuando yo organizo algo para mí solita, siempre pasa algo que me lo fastidia. Pero hoy he ignorado la cara de acelga de Paco, me he puesto los tacones, le he dejado la palangana y el suero oral y me he venido. ¿Soy mala madre? Un poco sí ¿no? Bueno… que se apañe que también es su padre ¿no?…Vengo ahogada con estos vaqueros, pero me los metía o no venía. Tengo que perder tres o cuatro quilos como sea…
Ella se lo iba diciendo todo, y fuimos entrando al café, donde ya se agolpaba la gente. Estábamos barriendo con la mirada el local por si había alguna silla libre, cuando Lola nos levantó el brazo avisándonos de que nos había guardado sitio. ¡Qué amor de mujer!
Esa noche lo pasamos muy bien entre cafeína y letras, y aún me sentí más optimista después de conocer a Beatriz Salazar, la autora. Lola tenía razón en lo de que era simpatiquísima, y además, gracias a su blog, tenía un montón de seguidores aficionados a escribir y unos cuantos amigos en el mundillo que podían necesitar mis servicios. Al principio, se mostró interesada y puede que fuera sólo por educación, pero claro, Susana, que no sabe estar calladita, pronunció las palabras mágicas… Ramón Jáuregui… y claro, a Beatriz los ojos se le quedaron como platos.
_ ¡Joder! Ya decía yo que tu cara me sonaba. Estaré encantada de pasarte mi nuevo manuscrito, en cuanto lo termine claro. La corrección es muy importante y bueno… se dice por los círculos literarios, que tú tienes algo que ver con el éxito de las dos últimas novelas de tu novio, y me gustaría saber tu opinión sincera, aunque mis libros no tienen nada que ver con los suyos, por supuesto.
_ Bueno, yo…_ balbuceé _ ya no es mi novio… y no sé hasta qué punto… yo…
_ Claro que sí, _me interrumpió Susana ante mi nerviosismo_ Alicia ha sido como la editora no oficial de Ramón todos estos años, incluso a pesar de romper le ha ofrecido seguir trabajando con él. Es una profesional como la copa de un pino.
Miré a Susana con ganas de asesinarla por hablar de más, pero Ramón, aún sin estar presente, obró su milagro, porque a la semana siguiente ya me habían llamado dos escritores interesándose por mis honorarios para revisar sus trabajos. Estaba alucinada… pero muy contenta.
Sin embargo, la fecha límite para llamar a Ramón seguía inamovible. Necesitaba un trabajo de verdad.Yo era consciente de que aquello era un pasatiempo, y que a lo sumo, podía conseguir unos cuantos manuscritos para corregir y revisar, pero al menos estaba ilusionada y entretenida con algo que me gustaba hacer.
El viernes por la noche, aunque no tenía muchas ganas de salir, Sandra me arrastró con ella a tomar unas cervezas. Fuimos a un pub muy roquero que solíamos frecuentar en nuestros años locos: el Raspabar. Era un local de música indie, pop y rock, muy acogedor y al que nos encantaba ir desde hacía años, porque sus propietarios sabían cuidar de sus parroquianos, cómo solo saben hacer los que han nacido para estar detrás de una barra.
Nos acercamos a la barra, y nos sentamos en unos taburetes altos de color blanco mientras esperábamos a que nos atendieran. Nos apoyamos en la superficie de acero que estaba tenuemente iluminada por unos largos tubos, también de acero, que colgaban del techo en vertical con luces halógenas en su extremo. Pedimos dos coronitas y seguí a Sandra hacia la zona de mesas bajas y sofás de cuero blanco. Una zona más íntima, donde la música no sonaba tan alta, para poder charlar tranquilas. Nos pusimos cómodas en el mullido sofá y depositamos sobre la mesa de cristal y cuero blanco nuestros botellines de cerveza mejicana con la rodaja de limón en la boquilla, tal y como debe ser. Sonaba Green Day de fondo, las luces en color rojo que iluminaban la pared trasera del sofá creaban un ambiente relajado, y además era una noche tranquila sin mucha gente.
Yo sabía que Sandra estaba preocupada por mí y que tenía claro que mi entusiasmo con todo el asunto de la corrección de manuscritos, no era más que una pose. La enumeración de todos los lugares en los que había dejado mi currículo, no iba a acaparar toda nuestra conversación. Y mientras yo le contaba la última oferta de trabajo en la que me había inscrito esa misma mañana, me interrumpió, como yo ya estaba esperando que hiciera, y me dijo:
_ ¿Cuál es la fecha límite? Para llamarlo y animarlo a que extorsione a sus contactos. Tú ya me has entendido.
Directa a la yugular, como siempre. La miré levantando las cejas con sorpresa. ¿He dicho ya que Sandra me conoce demasiado bien?
_ El 15 de octubre._ Me quedé callada. Pero ella se repantigó en el sofá, cruzó las piernas y me invitó sutilmente a continuar la conversación.
_ Si puedo evitarlo, no quiero hablar con él. Puede que sea la solución a todos mis problemas laborales, y sé que no le debería nada, que me ha ofrecido su ayuda de corazón, pero es que no quiero darle ningún tipo de esperanza. Y tampoco quiero darle la oportunidad de convencerme para volver a colaborar con él. Creo que sería capaz de eso y mucho más.
_ Dudas de tus sentimientos por él.
_ No _dije con la boquita pequeña_ O sí, ¡yo que sé! Ya tenía dudas en lo de trabajar con él antes de romper. Se lo comenté el año pasado, por si podía ayudarme a conseguir algo en su editorial, pero no me tomó en serio Sandra. Reconozco que no insistí mucho, pero es que yo misma no tenía las cosas claras. Te conformas, va pasando el tiempo, y al final no sabes cómo echar marcha atrás. ¿Cómo le decía que no estaba satisfecha con mi trabajo, sí tendrá una fila kilométrica de candidatos para sustituirme?
_ Te pregunto si aún lo quieres Ali.
_ No lo sé Sandra. Está todo muy contaminado por nuestra relación laboral. Le quiero… pero ya no es suficiente.
_ ¿Quieres que te dé mi opinión?_ me dijo mirándome a los ojos, y poniendo su mano sobre la mía.
_ Lo vas a hacer aunque te diga que no.
_ Puede que estuvieras más deslumbrada que enamorada. No digo que no lo quieras. Pero tener cariño a una persona, convivir con ella, trabajar juntos… no es suficiente si no hay pasión, Ali. Yo también te quiero mucho a ti, pero no es de eso de lo que hablo.
La miré con cara de sorpresa y con el ceño fruncido.
_ ¿Cómo que no había pasión?
_ Follabais como locos, eso no es lo mismo. Y Ramón está muy bueno. Pero tú estabas enamorada de la idea del amor, de la vida con Ramón, no de él. Te dejaste deslumbrar, lo dejaste todo por él, y no ha pasado la prueba. Has dejado tanto por el camino de ti misma que te ha pasado factura. No pasa nada Ali, a otra cosa mariposa.
_ Puede que… No. No creo que tengas razón. O sí… ¡yo que sé…!_ le contesté bajando la cabeza. No sé si en aquel momento, fui sincera, si le mentí más a ella o a mí misma. En realidad, estaba hecha un tremendo lío.
Yo quería mucho a Ramón, pero puede que primero una persona deba construirse a sí misma, y luego construir una vida con alguien. Me sentí como si hubiera dejado la casa en los cimientos y me hubiera dedicado a poner ladrillos en la casa ajena, para dejar la mía a medias. Sandra me leyó por dentro como si fuera un libro abierto. Y yo era como un libro sin terminar, como la obra inacabada de un escritor que ha perdido a su musa y al que no le quedan palabras. Y, por mi bien, esperaba que al escritor en cuestión, le regresara pronto la inspiración.
_ Alicia… te conozco desde los catorce años, y sé de lo que estoy hablando. Te he visto crecer y evolucionar. Te he sonsacado tus secretos, tus sueños y tus mayores pecados. Y… bueno… últimamente… no has estado muy habladora que digamos. Que algo no iba bien ahí dentro de esa cabecita tuya, ya lo sabía yo. Pero esto… no sé. Si necesitas huir de todo para aclararte las ideas, tomarte unos meses para pensar o cambiar de país… sabes que nosotras siempre estaremos para apoyarte. Pero solo tú sabes lo que sientes por él. Y eres tú la que tiene que decidir donde vive, con quién y a qué dedica el tiempo libre. Esto no es solo una ruptura. Es más que eso. Si no te gusta tu vida, cámbiala. Y todo esto creo que Ramón también lo sabe, porque ha sido por su parte una ruptura demasiado civilizada. Lo ha aceptado sin luchar. No ha intentado ni convencerte ¿No lo ves?
_ Según tú entonces ¿está esperando a que me encuentre a mi misma? No sé Sandra… estoy aliviada de que nos hayamos ahorrado los gritos, las discusiones y la vajilla volando… pero en el fondo, muy en el fondo estoy un poquito cabreada, porque esa pasión que le pone a todo… no la he visto por ningún sitio. Puede que tengas razón y Ramón me conozca más que yo misma.
_ Estoy segura de que es así. Y de que te quiere mucho. Y él podía hacer como que no pasaba nada, pero sabía perfectamente que tú no eras feliz…
_ ¡Pues haber hecho algo joder! _ la increpé cabreada.
_ Ali… los cambios acojonan siempre. ¿O tú no tienes un poco de miedo ahora? Alguien tiene que dar un paso al frente y la valiente has sido tú.
_ No sé si he sido valiente pero acojonada sí que estoy…
Me cubrí el rostro con las manos y presioné mis párpados cerrados con fuerza. No quería llorar.
_ Alicia…
_ Tantos años con él… no sé si sabré estar sola otra vez. Lo echo mucho de menos… Y pensar en un nuevo trabajo, en enamorarme de nuevo, ¡uff! no sé si estoy preparada para nada.
_ ¡Ay Ali! Ya estás con el amor. Pero chica, ¿tú siempre tienes que estar enamorada o qué? Ay que pesada, que pesada…_ canturreó Sandra a ritmo de Mecano._ Búscate un maromo que le dé alegría a tu cuerpo. Un revolcón y a otra cosa mariposa. ¿Ni una sola vez en toda tu vida puedes olvidarte de los sentimientos? Sobredosis de novela romántica, eso es lo que tienes tú.
_ Pues mira chica _le contesté riendo_ puede que sea eso. Me gustan las heroínas románticas de mis libros, que le voy a hacer. Pero eso no quiere decir que no pueda divertirme y punto.
Sandra enarcó las cejas, dudando de mis palabras.
_ No todos los tíos con los que he estado han sido el amor de mi vida _le dije excusándome.
_ ¡Noooo… claaaroooo!_ replicó con ironía. _ En aquel momento, cada uno de ellos, sí lo era. Ibas a echar un polvete tú sin estar enamorada… ¡ja!
Me reí a carcajadas. Me olvidé por un momento de mis historias, y fuimos por un momento, Sandra y yo una noche cualquiera tomando un gin tonic y hablando de hombres. Una noche ideal, vaya.
_ ¿Tú sabes de quién estabas suuuupeeeerenamorada? Pero tanto que dabas asco. ¡Asquísimo! Tanto suspiro y tanta sobredosis de azúcar… ¡puaj!
_ ¿Yo? ¿De quién?_ le pregunté riendo.
_ ¿Pues de quién va a ser? Su nombre empieza con hache…_dijo canturreando_ De Hugo!
Me pilló con la guardia baja, y quise hacerme la despistada, pero no coló.
_ ¿Hugo?
_ Menos lobos, caperucita, que igual hasta te tocas pensando en él.
El rubor me inundó las mejillas mientras me reía y negaba con la cabeza.
_ ¡Venga Sandra! De eso hace mil años…Ya ni me acuerdo.
_ ¡Ja! No puedo olvidarlo ni yo, con la paliza que nos diste durante todo el último curso del instituto, suspirando todo el día por los pasillos…
_ Eso fue un amor adolescente, no es lo mismo…
_ ¡Y una mierda! Amor adolescente, pero real, al fin y al cabo. Se podía cortar el aire entre vosotros con cuchillo. Y cuando al final te lo calzaste, el poco tiempo que duró lo vuestro, fue intenso, para bien o para mal, pero muy intenso. Igual reías que llorabas, y te puedo decir, sin temor a equivocarme, porque te conozco como si te hubiera parido…, que todos los tíos con los que luego te liaste en la universidad, fueron comparados con Hugo irremediablemente.
Aunque lo negara, yo sabía que tenía parte de razón. Por más tontería adolescente que tuviéramos, lo mío con Hugo me marcó. Aquello fue… ¿amor? Y ¿por qué luego, cuando crecemos, el amor no puede seguir siendo así? Más responsable, menos loco, pero igual de intenso. Podemos vivirlo más despacio, pero no por eso con menos pasión. Si amas a alguien, debería ser así ¿no? Podemos dar vueltas a una relación, llenarla de rutinas, de miedos, reproches y dudas, pero si es amor, ¿no deberíamos sentirnos como yo en aquel entonces me sentí con Hugo? Pensando en él a todas horas, haciendo siempre planes para verlo, mirándolo sin poder evitar sonreír y con esa sensación constante de mariposas en el estómago. Tengo que reconocer que me sobrevinieron todas esas sensaciones de golpe. Las recordaba todas y cada una de ellas. Puede que fuera una relación idealizada por mí, porque Hugo y yo, no llegamos a salir juntos nunca en serio. Solo fueron unos cuantos besos mal dados. Bueno, bien dados, ¡qué coño!, pero siempre me quedé con la duda del ¿y si lo hubiéramos intentado?
_ Joder Sandra, a veces me das miedo. Eres como la bruja Lola… tenías que haber sido psicóloga…
_ ¿Tengo razón? Pues eso, tengo razón.
_ En una cosilla no, bonita… a Hugo nunca llegué a calzármelo. En aquella época te recuerdo que no me calzaba a nadie.
_ ¡Ay sí, que eras una niña buena!_ se cachondeó Sandra _ Es un detalle nimio, querida… porque os refregasteis como monos en celo y eso cuenta lo mismo. Aunque… pensándolo mejor… eso lo explica todo… ¡Claro!_ Sandra se incorporó en el sofá de golpe mientras se hablaba sola. Yo no entendía nada, y la miraba pasmada y con cara de extrañeza. Toda yo era un signo de interrogación._ Por eso el interés… aún piensa en ello… ¡Está clarísimo, coño! Tanto saludo…si yo ni siquiera le caía bien…
Yo estaba completamente alucinada. Y entonces me dijo con una sonrisa pérfida:
_ El otro día me preguntó por ti. Nos vemos mucho, ¿sabes? Mi oficina está en su mismito edificio.
Y entonces, mientras sonaba una canción de The Killers, sí que sentí las mariposas en mi estómago.
OPINIONES Y COMENTARIOS