Si el cuerpo hablase, lo que el alma calla…

Si el cuerpo hablase, lo que el alma calla…

Guadalupe Chilo

15/08/2018

Si el cuerpo hablase lo que el alma calla, todo sería más fácil, nos ahorraríamos muchos «Te quiero» fundidos entre la pasión de cientos de besos prendidos fuegos, entre los que dos cuerpos se quieran comunicar.

Soy de quién piensa que la conexión de dos almas se da por esa llama que se enciende cuando dos cuerpos se hacen uno, cuando uno se cruza con esa persona que jamás creyó que vería, cuando de un día para otro deseas a gritos volver a tocar a quien en algún momento te hizo suspirar y vivir momentos de gloria.

Esa conexión se da con el solo hecho de acariciar esa piel que nos hizo estremecer y simplemente dejarnos llevar, olvidando quiénes somos, con quién estamos, qué hacemos, pará que, porque, olvidando absolutamente todo.

Hubiese querido que en muchas oportunidades de mi vida me dejase llevar mucho más, me dejase fundir entre aquellas manos, me enredase en aquel cuerpo y volvernos uno solo en aquel momento y en aquel lugar.

¿Pareciera que me arrepiento no? Pero no es así, es volverme por unos minutos nostálgicas de todo lo que hace años atrás pudo pasar.

Porque de nada sirve el arrepentirse de todo lo que te hicieron sentir, con una caricia, con una mirada, con un beso robado, con un mensaje inesperado, con una visita casual.

A veces, en las soledades de mis silencios, solo quiero que se hiciera eco, que volviese a mí una vez más, que lo tuviese esos minutos en los que lo dejé ir.

La verdad que sí. Si mi cuerpo hubiese hablado lo que mi alma calló tantas veces, cuan fáciles se me hubiesen vueltos varios ratos incómodos, cuantas palabras contenidas hubiesen sido escupidas, cuántos sentimientos se habrían convertidos en expresiones, cuán sencillo se habría vuelto el querer, así y todo no fuese correspondido.

Quizás no fue la culpa de que mi cuerpo no tuviese voz, sino de quién no lo supo interpretar, sino de lo que yo por inseguridades me quise callar, sino de todo lo que no me animé a hablar.

Fue tal vez que el pensar le ganó al sentir, fue tal vez que el destino algo me quiso decir, fue también que en muchos casos el impulso tuvo su lugar, que me llevó a arriesgarme y fue el querer que no supo decirme cuándo debía retirarme para proteger mi corazón que a trizas terminó y que siguió sin que mi boca pronunciara palabra.

Las palabras no las pronunciaron mis labios sino desde aquellos años mis manos comenzaron a escribir y expresar de otro modo lo que mi alma en tantas oportunidades no se animó a decir.

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