Emanaba de mi como si nunca lo hubiera hecho, creí que moriría o incluso que desaparecería, pero después me di cuenta de que era tan solo mi mente que desaparecía y se iba evaporando en el clímax del instinto, del deseo que me llevo a corromper todo aquello que creí innecesario y poco satisfactorio. Aquello que me llevo a aferrarme a tu sensualidad innata y poco sana, que llevo a esta pobre mente a caer en una tentación, que lleva unas curvas que me hacen suspirar, por querer acariciarlas y rodearlas con mis manos; una tentación que es profesada por unos labios que arden como el fuego inextinguible del deseo de la carne, por caer en el clímax del sexo profano, sin riesgos y preocupaciones, donde solo dos cuerpos buscando entrelazarse y satisfacer todo aquello que está en lo más profundo de nuestro ser, y que busca con ímpetu salir a la superficie; aquel ser lascivo y animal en el que me convertí por la tentación que encarnaba tu sexo y que me llevaba a un éxtasis inimaginable, un éxtasis que rompía mi alma en dos, y me hacia uno ante tus deseos, me hacía esclavo ante tus instintos y presa fácil ante tu cuerpo sensual. Noches donde manos y lengua temblaban, madrugadas donde nuestro primer deseo eran un par de besos y la maravilla de poder contemplar tu cuerpo, primero veía tu rostro el cual contenía una perfección tan sensual y matadora, después veía tus pechos redondos y bastante excitados y antes de ver tu sexo que me dejaba ansioso, veía tus curvas moverse en una danza tan placentera que me hacían imaginar una y mil formas de tenerlas y de poder complacer tus más profundos deseos de sexo.
Un día de aquellos en los que la mañana era placida y bella, baje a la cocina, la mire, seguía desnuda y le pregunte qué hay de desayuno, ella se me acerco, sostenía un plato con chocolate derretido, se lo unto en los labios, los acerco a los míos mientras me decía esto es lo que hoy desayunaras, al mismo tiempo tomo mi mano y la puso en su intimidad, yo sin problema alguno acepte con gusto ese tipo de propuesta, simplemente me deje llevar; y puedo decir incluso hasta jurar que ese ha sido y será el mejor beso que he dado en mi vida, no fue solamente dulce también fue maravillosamente exquisito!!
Recuerdos de coito, memorias impregnadas de deseo y noches placenteras llenas de besos y sexo sin parar, aquel recuerdo que más se aferra a mi mente, que es el más precioso que tengo de todos y que más me gusta traer al cassette de los recuerdos, reproducirlo en mi mente una y otra vez, tan solo para suprimir el ultimo recuerdo que tengo de ti y tu partida. Recuerdo ese momento cuando la mire a los ojos, acerque sus labios a los míos, mis manos temblaban, tenía miedo de que no fuera real, de que solo fuera un sueño y terminara despertando en el mejor momento, la acerque al punto donde nuestros labios eran uno solo donde ya no había marcha atrás, ya no había regreso, lo único en que podía pensar si es que pensaba, era en no detenerme ni por un solo segundo, guarde ese instante en mi memoria y desee que fuese imperturbable ante los estragos del tiempo en la memoria. Tan solo quería tenerte… quería tener tus labios entre los míos, quería que no solo fuera un beso, quería que fuese una aventura completa. Una aventura que tiene un principio, pero nunca encuentra un final.
Pero como la felicidad no es eterna, esta aventura encontró final en tu prematura muerte y en aquel último beso que te di, tan frio, tan lejano, con aquel característico sabor a muerte con melancolía. Aquella figura lánguida y espectral, postrada en un ataúd negro como la noche, amoblado con unos cojines vinotinto como la sangre. aquellas lágrimas que aún no dejan de brotar de mi pobre alma castigada a la melancolía y a la soledad eterna.
Por qué amor como el tuyo, es un amor que jamás volveré a encontrar.
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