Jaulas, palabras…

Jaulas, palabras…

Eva Tejado Meco

29/07/2018

Hay jaulas que no son de barrotes ni encierran delincuentes. Son de gotelé, de ladrillo, de papel pintado… Algunas incluso no podemos verlas, pero las sentimos muy dentro. Son nuestros temores, nuestras dudas, nuestros más profundos rencores que acumulamos y empujamos dentro de nosotros como la basura de una papelera que no queremos vaciar. Lloramos y lloramos, solos, hasta que los lacrimales nos arden de dolor, es lo que tienen las heridas abiertas sin cicatrizar: escuecen. Otras heridas se enquistan, se hacen costra, pero no se curan del todo, se infectan. Es increíble la cantidad de (perdonadme por la expresión) mierda que somos capaces de almacenar en nuestro interior. Nacemos libres, pero eso por desgracia se acaba para muchos al alcanzar la edad para pensar (qué estúpidos somos al pensar tanto, ¿verdad?). ¿Qué hacer cuando las palabras no sirven, cuando el perdón no funciona? A veces somos tan soberbios que no somos capaces de pedir disculpas o no aceptamos las que humildemente nos ofrecen, de corazón, de las buenas. Entonces vienen los gritos, las voces, o todo lo contrario, el profundo, profundo silencio.

Complicados de gestionar son los monstruos llamados sentimientos, son impredecibles y a menudo rastreros. Pero solo la palabra (bienintencionada) nos hará libres, libres para salir de las jaulas invisibles o de gotelé, ladrillo, papel pintado… La palabra y el amor, de ese amor que te hace luchar por ser feliz y perdonar lo aparentemente imperdonable.

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