Es que puedo encontrarte en todas las cosas que me rodean.
La cama nunca fue tan cómoda, como cuando la almohada era tu pecho y mis medias se enredaban en tus pies.
El café, que decirte, tú me sacas más el sueño que cualquier cosa.
Y que lindo olerte, rico café en la mañana, lluvia invernal, tierra mojada.
El fuego que emana la estufa de mi casa, se parece a cuando me aprietas con tus brazos, si es que existe el paraíso, PIDO QUE ME ESCUCHEN! Yo lo descubrí. Y no quiero méritos por ello, solo que me dejen seguir habitándolo.
La lamparilla de mi mesa de luz, que prendo en la mañana, para despertarme, es igual a la caricia que me das cuando estoy en tu casa, pegada a tu cama, tan maravilloso despertar. Y vienes a mi lado y seguimos despiertos dormidos, riendo de nuestras caras de resaca de sueños y diciéndonos todo con los labios pegados, con tus manos en mis piernas, con las grietas de luz de la ventana, divisanonos poco a poco.
Y podría seguir todo el día encontrándote en pequeñas cosas o detalles, porque es que estás en todos lados, será que al amar tanto a un ser tan increíblemente terrenal, tratamos de que todas las cosas que nos rodean tengan un pedacito de su perfección, un pedacito de su ser. Para así poder abrazarte un poco todos los días, en todas las cosas.
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