– Prométeme que no contarás nada. No te vas a creer lo que me ha pasado
Beatriz, me miró.
– Te prometo no decir nada, aunque… no será tan grave la cosa ¿no?
– Grave o no, lo mismo es, no quiero que se lo cuentes a nadie.
– Anoche nevó, los cristales del coche esta mañana tenían un poco de escarcha. Así que he bajado con la botellita de agua caliente, los he limpiado y ha tardado un poco en arrancar, pero bueno, ya estoy aquí.
– Cuenta – dice impaciente Beatriz.
– En una rotonda he frenado, venía un coche y tenía que dejarlo pasar, así, que he pisado el freno suavemente, pero el que venía detrás me ha dado un golpe, no ha sido nada, pero he bajado a ver que había pasado y… ¡todavía no salgo de mi asombro! El coche de detrás era un mercedes rojo deportivo, pero cuando ha salido el conductor… No se ni como decírtelo… Es que no te lo vas a creer.
– Venga, sigue – dice Beatriz casi molesta.
– Pues que el hombre del Mercedes rojo era Paul Newman. Me ha mirado, ha sugerido que diéramos un parte, y todo en perfecto español, yo no salía de mi asombro, le he visto, con los ojos más azules que cuando hizo la película «Dulce pájaro de juventud». Más guapo que en la «Gata sobre el tejado de zinc». Más gracioso que en «El Golpe». O sea, que aún no me he recuperado del todo. Es más, me voy a sentar y respiraré hondo.
– ¡No me lo puedo creer! Es una trola, seguro que te lo has inventado. ¡tú siempre con tu imaginación Paquita!
– Ya sabía yo que no me ibas a creer, pero mira, he hecho unas fotos «listilla». Saqué la cámara del bolso y le enseñé unas fotos, tanto del coche cómo de él.
Mi amiga se empezó a reír.
– Lo que te pasa a ti no le pasa a nadie. ¡Que pena que yo esté aquí! ¡lo que me hubiese gustado estar contigo!. Pero bueno, otra vez será.
Llamaron a la puerta, era el Dr. Marín.
– ¿cómo esta mi enferma hoy? ¿has necesitado más calmante?
-No, ¡qué va! ¡estoy todo el rato riéndome desde que ha entrado mi amiga en la habitación, y . . . ¡me ha contado una historia! ¡todavía no sé si creérmela!
Le eché una mirada que ella capó al momento, y se quedó callada.
El Dr. Le dijo que si seguía así ponto mejoraría.
Beatriz ya no necesitó más analgésicos.
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