Los trastornados se ahogan allí donde los místicos nadan.
(En el guion de la película Mandy, escrita y dirigida por Panos Cosmatos)
Mientras el céfiro inflama
las fronteras de la deidad,
tu sangre zurce con burdos
usurpadores de ilusiones
la soledad de un equilibrio deshojado.
Ríes sin descifrar
por qué el hierro no grabó nada,
por qué el pasajero no expresó nada,
por qué la vida no reveló nada.
Pero tú perduras, jamás te destruyes,
y el soplo del ocaso,
a través de calles blanquísimas
por donde transitan,
como jardines musicales,
todas tus tristes miradas,
es un prodigio
de sueños desnudos, de sueños en suspenso.
Por tanto, ya yermo este molde,
el verso se desdibuja y,
con agrietado énfasis,
advierte de que el nicho
de los vivientes reinos
carece de resistencia y
que la proclama de eternidad
es tan sólo un jocoso pliegue
de la cercenada noche
en la que hoy habitas,
en la que preguntas, maliciosa,
por qué el hierro no grabó nada,
por qué el viajero no expresó nada,
por qué la vida no reveló nada.
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